Tercer libro: Capítulo 14.

Intentó correr lo más rápido que sus extremidades se lo permitieron, pero no fue lo suficiente como para superar a un hombre que, más allá de su estado físico, contaba con la motivación de vivir en su fantasía de tenerla allí con él, así que antes de que ella pudiera correr demasiado lejos, sintió como unas fuertes manos la sujetaban por el estómago, arrastrándola de regreso al lugar en el que había estado encerrada por más de veinticuatro horas.

Leonardo colocó su mano sobre los labios de Emma, silenciando sus gritos y regresándola hacia el apartamento, en donde, una vez allí, la arrojó al suelo, lastimándola, arrancándole las llaves de las manos.

De un fuerte estruendo cerró la puerta. Uno tan violento que todas las extremidades de Emma se cubrieron de miedo ante aquel rubio con sus ojos sumergidos en cólera y dolor. Había sido lo suficiente ingenuo como para creer que esos besos voluntarios habían sido por amor, porque ella había querido hacerlo.

Emma se paró del suelo con premura,
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