Tercer libro: Capítulo 11.

Los dedos de Leonardo seguían clavados en su piel, aunque ella no se encontraba ni siquiera despierta, pero en sus pesadillas, todavía era capaz de sentir el toque del hombre, incluso allí, era incapaz de creer que en cierto punto de su vida, amaba aquellos dedos postrados sobre su cuerpo, sobre su cabello, sobre su rostro.

Emma se meneó apenas, luego de gritar hasta que la voz se le había roto, había caído dormida por un profundo cansancio, no había podido resistir un poco más si quiera, se había abrazado a sí misma, y solo pensando en Liam, se había sumergido sin quererlo en el mundo de los sueños.

La puerta fue abierta de manera suave por Leonardo, Emma tenía unas cuantas horas allí, pero había dejado de gritar, aquel era el indicador que ella se había quedado dormida, o quizás solo se había rendido de luchar por aquel día. Todo aquello había sido demasiado espontaneo, no planeaba encerrarla allí, lo único que había querido, era proponerle que ella se fuera con él en aquel viaje qu
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