Capítulo 2: Solteros.

No terminaba de procesarlo, y tal vez no terminaría de hacerlo por los demás días que se acercaban. Dos semanas habían transcurrido desde que había pasado de ser una simple secretaria más a ser la secretaría exclusiva de Leonardo White, y seguía sintiendo la misma perplejidad de la vez en la que él se había anunciado.

En su momento, había querido rechazarlo y decirle que no quería trabajar en su oficina, pero aquello sería colgarse una soga en el cuello; viendo con la crueldad con la que había despedido a Sofía, se había visto a sí misma casi imposibilitada para negarse a la orden que él le había dado. Porque no se lo había pedido, Leonardo White no le había pedido ser su secretaria exclusiva, él se lo había ordenado, y parecía haber ido a donde ella solo para decir eso, pero para la desgracia de su amiga, había escuchado sus palabras.

Todos hablaban sobre eso, todos decían que Emma había pasado a ser una secretaría más cercana a Leonardo White, ni siquiera la misma Emma sabía lo que implicaba eso, la única diferencia de su puesto anterior era que ahora tenía la mirada de un sujeto sobre su rostro… todo el día. Elevaba su mirada, y se encontraba con aquellos ojos masculinos, iba a levantarse… y se encontraba con aquellos ojos masculinos…

—Emma. —La voz de Leonardo la sacó de sus cavilaciones, ella elevó de manera rápida su mirada, poniendo recta su espalda, recordando las palabras que el hombre le había dicho una vez ambos se encontraron solos: “Desde este momento, no eres una secretaria más, eres mi secretaria, eso quiere decir, que te vestirás distinta, de manera más formal y elegante, te maquillarás, usarás tacones más altos y siempre mantendrás recta tu espalda, ¿lo entendiste, Emma?” ella había respondido que sí—. Te noto distraída.

—No, no, claro que no, señor, es que…

—Llámame Leonardo —la interrumpió—. O Leo.

Ella negó de manera casi imperceptible, no se veía a sí misma llamando a su jefe de esa manera tan poco formal.

—Lo siento es que…

—… no estás acostumbrada a llamar a tus jefes de esa manera. —Si había algo que no dejaba de sorprenderla de aquel sujeto, era su capacidad para casi leer su mente, no importaba lo que ella estuviera pensando, él parecía adivinarlo, ella se preguntaba si se debía a la expresión de sus ojos, a sus movimientos, no lo sabía, pero había dejado de gustarle días atrás que él parecía lo que ella tenía para decir, incluso antes de que ella lo concibiese—. Pues, si no estás acostumbrada a llamar a tus jefes de esa manera, deberías de ir acostumbrándote desde ahora, porque no quiero que me llames señor durante todos estos días.

—Lo siento, señ… Leonardo… Leo.

Una sonrisa se marcó en aquel rostro perfecto en el que más de una vez se encontró a sí misma fantaseando.

—Hace varios días que estás aquí, pero mi vida ocupada no me ha permitido el tiempo para conocerte mejor. —Emma tragó saliva, puso todo su empeño para evitar que el nerviosismo que aquellas simples palabras le causaron no fuera revelado, pero falló cuando lo escuchó hablar de nuevo—. No tienes por qué estar nerviosa.

—No lo estoy…, es s-solo q-que no estoy… acostumbrada a… olvídelo…

—¿A qué, Emma? —Él tomó una silla y la colocó frente a la mujer, tomando asiento—. Dime, ¿el qué?

—No tiene importancia, de verdad…, olvídelo…

—Pero quiero saberlo, Emma. —Aquello había sonado más como una orden que como una petición, lo cual despertó cierto miedo en ella. Ser el hijo del dueño y ser el dueño, según lo que había escuchado, en aquella empresa era casi lo mismo, entonces, técnicamente se encontraba frente al dueño de la empresa, sentía que un desliz, una palabra mal formulada o un comentario torpe podría hacer que ella fuera despedida. A pesar de que Leonardo no se había mostrado como un déspota frente a ella, temía que sacara las garras en cualquier momento.

—Es s-solo que nunca he tenido comunicación tan… directa con uno de los jefes… es solo eso…

—¿Uno de los jefes? —Él rió—. El jefe, Emma.

La mujer tragó saliva, asintiendo.

—Disculpe.

—No tienes por qué disculparte. —Leonardo acercó su silla más a Emma, dedicándole una mirada desde lo pies hasta la cabeza, aquellos ojos parecían contar con la capacidad de escudriñar en su espíritu—. ¿Cuántos años tienes, Emma?

—Veintitrés —respondió, evitando el contacto visual con Leonardo, había algo en sus ojos que la paralizaba, o tal vez, solo se trataban de estúpidos pensamientos que había permitido que entraran a su cabeza basándose en lo que todos decían de él.

—Eres joven —le dijo, mirándole el rostro con una expresión por completo indescifrable—. Yo tengo veintisiete, casi veintiocho.

—¿Cuándo los cumple? —preguntó ella, sin ni quiera saber por qué: no le importaba el cumpleaños de aquel hombre.

—En dos semanas —respondió, con una sonrisa ladina—. ¿Y tú? ¿Cuándo cumples veinticuatro?

—En un mes…

—Luces muy joven para tu edad, luces como una jovencita de dieciséis. —Emma no sabía como considerar aquello, si como una ofensa o como un halago, constantemente recibía comentarios similares, pero al venir de aquel enigmático sujeto, no sabía muy bien como sentirse—. Es un halago.

Otra vez, leyendo su mente.

—Gracias —respondió, desviando su mirada hacia los papeles que tenía frente a ella.

—¿Desde hace cuánto trabajas aquí, Emma?

—Dos años…

—¿Siempre fuiste secretaria?

—Sí…

—¿Cómo llegaste a esta empresa? —preguntó, él mismo sabía que no era demasiado sencillo conseguir un empleo allí y que la mayoría lo hacían por contactos, pero una muchacha tímida y joven como ella, no lucía como alguien con demasiados contactos. Podría estar equivocándose, dudó, aunque muy pocas veces lo hacía.

—Mi papá me ayudó a conseguir el puesto. —Ella no entendía la razón de aquellas preguntas, pero ante cada respuesta, su capacidad para hablar sin tartamudear se volvía un poco más y más nula.

—¿Vives con ellos?

—No. —Un hilo de voz con su respuesta fue lo que él le escuchó. Era, fácil notar sus nervios, no los entendía, Leonardo dudaba que él luciera como un sujeto intimidante, aunque debía de admitir que le gustaba ver aquel trémulo movimiento en el rostro de Emma cada vez que le realizaba una cuestión de cualquier naturaleza, tal vez eso más que nada era lo que le impulsaba a seguir con la conversación.

—¿Vives sola?

—Lo hago.

La mirada de Leonardo cayó sobre los papeles, luego regresó a ella, detallándola un poco: era una muchacha menuda, de cabello oscuro y rizado y piel blanca, la más exquisita piel blanca que había visto jamás, sus labios tenían dejes rosados, y su nariz era tan pequeña y delicada como lo era ella, el único defecto que a aquel rostro podía verle, eran las enormes bolsas oscuras que se dibujaban debajo de sus ojos de apariencia cansada.

—¿Dormiste mal? —adivinó.

—Un poco…

—¿Por qué?

Emma enarcó una ceja, luego señaló los papales que tenía sobre su escritorio, ¿no era acaso, demasiado evidente?

Él rió, alejando los papeles de ella.

—No dañes tú salud por trabajo.

—Pero es usted quien me pone todo ese trabajo… —se atrevió ella a decir.

—Para que así no tengas tiempo de verte con hombres. —Una carcajada emergió de aquellos labios masculinos, ella observó al suelo, sin tener idea de como responder específicamente a eso—. ¡Es una broma, Emma! ¡Vamos, ríete, mujer!

Una sonrisa pequeña se escapó de Emma, fue más por obligación que por verdadera gracia.

—Lo siento, Emma, pero es el trabajo de la empresa, no lo hago de manera intencional, lo entiendes, ¿no?

—Sí, sí…, claro que lo entiendo, señor… Leonardo.

—Pero, hablando de hombres… dime, Emma, ¿eres soltera?

La mujer jugó de manera nerviosa con sus dedos ante aquel cuestionamiento, no entendía la razón, no había necesidad de que él contara con tan información, pero por la mirada de Leonardo, ella sabía que responder era su única opción.

—Sí, lo soy.

La sonrisa del hombre se amplió, iba a decir algo, pero su teléfono empezó a timbrar.

—Tengo que dejarte, Emma —le avisó, situándose de pie y dirigiéndose hacia la salida, pero antes de irse, se frenó y la miró una vez más—. Por cierto, yo también soy soltero al igual que tú, ¿qué crees que signifique eso, Emma?

Y se retiró, antes de que ella le diera alguna respuesta.

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