Beautiful Angel
Beautiful Angel
Por: Val Narváez
Vecino Nuevo

Corría una brisa fría mientras caminaba por las hermosas calles de Nueva York, tiendas llenas, el olor a galletas de jengibre, niños corriendo de un lado a otro con sus trineos o saliendo contentos de las jugueterías, resumiendo todo, un ambiente feliz. La Navidad estaba cerca, mi fecha favorita del año, amaba ver los adornos navideños por todos lados, especialmente el árbol gigante que ponen en el Rockefeller Center, la ceremonia cuando lo encienden es increíble.

Amaba cualquier estación del año, pero si me pondrían a elegir definitivamente elegiría el frío, ¿por qué? La respuesta era simple, podía quedarme en mi habitación haciendo una maratón de mi serie favorita sin que mis padres me reprochen que no salgo de casa, claro, como si ellos me dejaran salir cuando les pido permiso, las únicas veces que he podido salir a alguna fiesta es porque mi único y mejor amigo Lucas ha intervenido. Mis padres lo aman.

Entré a Starbucks, el olor a café inundó mis fosas nasales, al observar a mi alrededor pude ver a varios chicos que iban a la misma escuela que yo, como mencioné anteriormente Lucas era mi único amigo, no me resultaba tan fácil socializar, cuando me encontraba con un grupo de personas que no conocía me ponía muy nerviosa, si me preguntaban algo solo respondía con monosílabos o en la peor situación me trababa al hablar lo cual me avergonzaba demasiado, así que como mis padres tampoco me dejaban salir muy seguido aprovechaba mi tiempo libre leyendo o ayudando a mi mamá en las tareas del hogar.

Camino a la caja divisé una mata de cabello castaño, al acercarme más pude comprobar que si se trataba de él, al verme una gran sonrisa apareció en sus labios y sus bellos ojos color café se iluminaron.

—Pensé que estarías en Palm Springs visitando a tus abuelos —me paré frente a él — Esperaba verte después de Año Nuevo.

—Summer Winston para mí también es un placer verte, me sorprende que tus padres te hayan dejado salir de casa—dijo burlón.

—Ja ja ja eres muy gracioso Lucas—respondí con sarcasmo.

—¿Podrías apresurarte? Hay personas detrás de ti—dijo una chica a mis espaldas.

—Me gustaría un Cranberry Mocha Blanco helado—le dije a mi mejor amigo — Asegúrate de que le agreguen mucho jarabe de arándano.

El castaño me miró con disgusto por mi elección de bebida. —Es asqueroso Sum, no sé cómo puedes beber eso, ¿sabes la cantidad de azúcar que lleva una de esas bebidas?

—Lucas, no deberías decir eso mientras estás en el trabajo—solté una risa baja — No querrás que te regañen nuevamente por criticar el pedido de los clientes.

—Eso sucedió una vez —murmuró — Cambiando de tema, ¿qué te parece si al acabar mi turno voy a tu casa y salimos un rato?

—O tal vez podríamos qued…

—¿En verdad te demoras tanto comprando una bebida? —habló nuevamente la persona a mis espaldas — Date prisa, no tengo todo el tiempo del mundo.

Suspiré fastidiada y volteé dispuesta a reclamarle a la chica alta de tez morena, cabello castaño y ojos color miel. Era preciosa, pero podía notar que también era algo odiosa. —Sabes, es de mala educación interrumpir cuando alguien está hablando —le di la espalda y centre mi atención nuevamente en Lucas.

—Sum, es la primera vez que haces algo así —Lucas aguantó la risa. La verdad es, que esta chica me había sacado de mis casillas, durante esta corta charla con Lucas podía escuchar como golpeaba su tacón desesperadamente contra el suelo o la forma en la que soltaba quejidos.

—Hablamos menos de dos minutos, que le pasa—murmuré agarrando mi bebida helada y saliendo de la fila.

—Iré a tu casa cuando acabe mi turno ¿si? Saldremos y no aceptaré un no como respuesta. Nos vemos luego —me lanzó un beso y atendió a la morena odiosa.

De regreso a casa pensé en todas las cosas que le podría decir a Lucas para no salir, pero sabía que él de alguna u otra forma acabaría convenciéndome, era un chico muy persuasivo así que creo que debería dejar de gastar mi tiempo buscando excusas para no salir. Ahora que lo pienso es muy irónico que me queje de que mis padres no me dejen salir cuando yo misma intento buscar excusas para no hacerlo. Diablos Summer, quien te entiende.

Al llegar al piso en donde se encontraba mi apartamento noté que alguien se estaba mudando al apartamento que quedaba frente al mío, solo esperaba que no sea alguien igual de ruidoso como las personas que habitaban antes en ese lugar, hacían fiestas todo el tiempo, no entiendo como no los echaron los administradores.

—Pensé que llegarías más tarde —dijo mi madre al verme entrar a casa, estaba colocando algunos adornos navideños en el árbol.

—No, solo salí a comprar una bebida —levanté mi Cranberry Mocha — ¿Viste que alguien se está mudando frente a nosotros?

Me miró con desaprobación al ver mi bebida helada, Lucas y ella concordaban en que debía dejar de consumir tanta azúcar, pero es mi vida y yo consumiría lo que se me antoje. —Así es, pude ver que era un muchacho tal vez tenía unos años más que tú ¿por qué no vas y te presentas? Podrías ayudarlo a meter sus cosas a su apartamento y acaben siendo amigos.

—Por Dios, no mamá. Que incómodo que una extraña se acerque a ti para ayudarte a meter tus cosas.

—Vamos Sum, sabes que este edificio está lleno de gente mayor y tal vez se sienta solo, incluso podrías invitarlo a cenar.

—No, si quieres ve tú —sonreí sacando mi teléfono, inmediatamente mi mamá me lo quitó —¡Hey!

­—Summer Winston —se cruzó de brazos y me fulminó con la mirada. Me levanté del sofá a regañadientes y salí de casa.

El nuevo vecino todavía metía sus pertenecías a su nuevo hogar, no podía ver su cara ya que se encontraba de espaldas, solo pude ver sus hermosos rizos color chocolate.

—Hola —dije haciéndolo asustar provocando que la caja que tenía en sus manos se caiga —¡Lo siento mucho! No quería asustarte.

Apresuré mi paso quedando frente a él, al tenerlo ahí frente a mí sentí como me quedaba sin aire. Ahora lo podía admirar mejor, era guapísimo, muy alto, piel blanca, labios rosados y lo que más resaltaba, unos hermosos ojos color esmeralda.

—Maldición, lo que me faltaba —se agachó a recoger la caja.

—En verdad lo siento, no pensé que te ibas a asustar —agarré una caja y seguí al rizado al interior de su nuevo apartamento — ¿Dónde quieres que la deje?

—¿Tus padres no te enseñaron que no debes entrar a la casa de un extraño? —me arranchó la caja y la dejó sobre la encimera de la cocina.

Ignoré su comentario — Me llamo Summer, ¿y tú?

Lo ayudé a meter otra caja y nuevamente repitió la acción anterior, arranchármela y dejarla sobre la encimera — Sabes, no es necesario que hagas eso. Yo podría dejarla ahí.

El rizado suspiró fastidiado — Niña, ¿qué quieres? En verdad me estás distrayendo.

—No soy una niña y deberías ser más amable con alguien que lo único que quiere hacer es ayudarte —me crucé de brazos, me comenzaba a molestar la actitud de este tipo.

Ignoró todo lo que dije y siguió metiendo las cajas, muchas veces me gustaba llevar la contraria y esta vez no sería la excepción. Lo ayudé a seguir metiendo las cajas.

—Por cierto, vivo frente a ti —intenté entablar una conversación. En verdad estaba sorprendida, por el momento no me había trabado al hablar, incluso intentaba entablar una conversación con alguien que no conocía — En este edificio vive gente mayor, creo que somos los únicos jóvenes. Si quieres puedo ser tu amiga.

—Que afortunado soy, puedo tenerte de amiga —respondió con un toque de sarcasmo — Niña, en verdad no sé qué haces aquí, pero quiero que te vayas.

—No soy una niña —volví a repetir — Y ya te dije, solo quiero ser amable contigo, se ve que necesitas ayuda tienes muchas cosas que meter.

Me mostró una sonrisa burlona y se acercó a mí, muy cerca, a decir verdad, podía sentir como su aroma penetraba mis fosas nasales. Vainilla, tabaco y chicle de menta.

—Así que no eres una niña… ¿qué edad tienes? —se inclinó un poco para quedar a la misma altura que yo.

—Dieciocho —respondí con un hilo de voz, su cercanía me ponía demasiado nerviosa, sin mencionar que sus orbes verdes me intimidaban.

—Bien…—pellizcó su labio inferior y me analizó de pies a cabeza — Para mí sigues siendo una niña.

—¿Y tú qué edad tienes? —recuperé la compostura — No creo que pases los veintidós, no es mucha diferencia.

—No te interesa —murmuró y se alejó — Ahora te lo volveré a repetir una vez más, quiero que te vayas no necesito tu ayuda.

—Y yo te lo repetiré una vez más, sólo quiero ser amable —me senté en uno de los taburetes frente a la encimera de la cocina.

—No podré deshacerme de ti, ¿verdad? —bufó derrotado y se paró al otro lado de la encimera — ¿Alguien te ha dicho que eres una persona insoportable y terca?

—¿Y alguien te ha dicho que eres un arrogante y patán? —enarqué una ceja, mi comentario le causó gracia — Cómo te llamas.

—Harry —sonreí victoriosa al obtener lo que quería — Harry Ward.

—¿Ves? No era tan difícil decirme tu nombre —nos quedamos unos segundos en silencio — Soy Summer por si lo habías olvidado.

—¿Sólo Summer? —enarcó una ceja.

—Summer Winston.

—Summer Winston…—mi nombre se escuchaba tan bien saliendo de sus labios — Diría que es un placer conocerte, pero te estaría mintiendo.

—Lo mismo digo de ti Harry Ward —compartimos una risa por cortos segundos — Mi misión acaba aquí, te dejaré solo.

—Gracias al cielo —frotó su rostro, lo miré mal antes de irme.

Al entrar a casa me dirigí a mi habitación sin antes comentarle a mi mamá que las cosas habían salido bien, o eso creo. Me tiré en la cama y admiré la hermosa vista que tenía frente a mí, la ciudad de Nueva York, específicamente Times Square. Algo que amaba de vivir en este edificio era su locación, estaba situado justo en el centro de Manhattan que albergaba atracciones icónicas.

Mientras esperaba a que Lucas llegará decidí ver una de mis series favoritas The Walking Dead, tenía un flechazo con Norman Reedus, un poster gigante con su cara se encontraba pegado en la parte trasera de mi puerta.

Ahora que me ponía a pensar, si conociera a alguien nuevo y me preguntara qué es lo que me gusta enseguida me catalogaría como una “chica básica” amo los días fríos, el café helado, The Walking Dead, Glee, adoro a Taylor Swift, Lana del Rey, entre otros artistas. Pero la verdad no entendía la necesidad de llamar a alguien “básico” por tener todos estos gustos, como me repetía una y otra vez mi abuela “Vive y deja vivir”.

Las tres horas que pasé viendo The Walkind Dead debo admitir que no puse atención, mi cabeza repetía una y otra y otra vez lo sucedido con Harry Ward, sus ojos, su aroma, no salían de mi mente. Algunas cosas que aprendí de él, es un egocéntrico, un arrogante, le gusta hacer comentarios sarcásticos y no es muy amigable. Comenzaba a creer que pertenece al enorme grupo de idiotas que solo tienen cara bonita pero una horrible personalidad, me gustaría estar equivocada, pero esa fue la impresión que me dejó. Yo y mi mala costumbre de sentirme atraída por patanes, en el pasado eso no ha acabado bien para mí.

Volví a la realidad al escuchar unos golpecitos en mi puerta, enseguida la cabeza castaña de Lucas se asomó.

—Las galletas que prepara tu madre son deliciosas —habló con la boca llena y se tiró a mi cama — Me llevaré algunas a casa.

—No hay problema, le diré que te empaque algunas antes de que te vayas —le robé un pedazo de galleta ganándome un manotazo de su parte.

—Consíguete la tuya Winston —se metió toda la galleta a la boca para que no le quite otro pedazo.

—Ahora sí, ya que no hay morenas odiosas aquí, cuéntame porque no estás en Palm Springs —me senté apoyando mi espalda contra la cabecera de la cama.

—No es una historia interesante, les íbamos a caer de sorpresa a mis abuelos allá ya que ellos siempre vienen a Nueva York para las fiestas, al llegar no había nadie en la casa —una sonrisa comenzaba a formarse en sus labios mientras contaba la historia — Solo encontramos una servilleta pegada en la puerta y decía “Nos fuimos de crucero, volvemos el cinco de Enero”

Exploté en carcajadas al escuchar lo último — ¿Una servilleta? Quién deja una nota en una servilleta.

—Así es, una servilleta, al parecer salieron al apuro y el único papel que tenían cerca era una servilleta —negó con la cabeza mientras reía junto a mí — Pero veamos el lado positivo, estoy aquí en NY y podremos hacer todo lo que hacemos por las festividades, salir a patinar, comprar regalos y tal vez podríamos ir a algunas fiestas. Muero por entrar a una discoteca.

—Olvídate de lo último, sabes que es imposible, aún no tenemos edad para entrar a una discoteca —murmuré. Creo que era la millonésima vez que le decía eso a Lucas, la edad mínima para entrar era veintiuno — Podríamos hacer otras cosas, como ir al cine o visitar algún museo.

—No hay nada que un par de billetes no puedan arreglar —me mostró sus dientes perfectos — Pero no te obligaré a hacer nada que no quieras, si quieres ir al cine o visitar un museo, iremos.

—Tengo tanta suerte de tenerte Lucas Parker —me tiré sobre él y lo llené de besos en el rostro — Solo por eso iré al lugar que elijas esta noche.

—Bien…entonces iremos a una discoteca —al ver mi expresión de desconcierto soltó una carcajada y pellizco mi mejilla — Es broma Sum, esta noche podemos ir a patinar al Rockefeller Center.

La idea me emocionaba demasiado, Lucas sabía que amaba ese lugar. Aunque en estas fechas siempre estaba repleto, especialmente de turistas.

—Oye, vi que alguien se mudó al apartamento de enfrente. Solo espero que no sea como los vecinos que vivían allí antes.

—Así es, se mudó un chico un poco mayor que nosotros, no es nada amigable —hice una mueca de fastidio.

—¿Ya lo conociste? —asentí — Me sorprende que te hayas acercado primero, Summer Winston está creciendo.

—No lo hice por voluntad propia Lucas, mi madre me obligó.

—Aun así me alegra que hayas dado el primer paso, es un gran avance —besó mi mejilla y se levantó de la cama — Vamos, ponte un abrigo y zapatos.

—Le dejaré a mi padre una nota en una servilleta diciendo que fui a patinar contigo —reí al recordar a los abuelos de Lucas.

Antes de salir de casa le avisé a mamá que saldríamos y también le mandó una gran cantidad de galletas a mi mejor amigo, quien se las guardó en el bolsillo de su abrigo.

Al cruzar la puerta lo primero que vi fue al rizado parado frente al ascensor junto a una chica, se estaban devorando la boca, una escena que no me hubiera gustado ver. Siempre estuve en desacuerdo de las muestras afectivas subidas de tono en público, ¿por qué dar un espectáculo? Lo único que consigues es, poner incómodas a las personas.

—¿Es él? —susurró Lucas en mi oído y asentí — Vamos, preséntamelo.

—No, no vamos a interrumpir su momento con su novia —dije entre dientes. En verdad admiraba a aquella chica por aguantar todas las malas actitudes de su pareja, o tal vez no era así con ella.

Harry notó mi presencia al escuchar mi voz, se separó de la chica y volteó hacia mí, cuando lo hizo pude ver mejor a su acompañante, era nada más y nada menos que la morena odiosa de la cafetería. No me sorprendía que estén juntos, eran el uno para el otro.

—La odiosa de la cafetería —murmuró Lucas solo para que yo lo pueda escuchar —Si el tal Harry es como lo describiste, esa chica es la indicada para él.

—Summer Winston, no creí que volvería a verte, bueno no tan pronto —sonrió con petulancia — Pero ahora que lo pienso nos veremos seguido, tu madre fue muy amable al invitarme mañana en la noche a cenar en tu casa —genial, lo que faltaba — ¿Podrías decirle que estaré allí a las ocho?

—No soy tu mensajera —lo fulminé con la mirada — Ahora, si nos disculpas —pasé junto a él y entramos al ascensor con Lucas cerrando las puertas cuando entramos. Tal vez fue algo grosero ya que ellos llegaron primero pero ya que.

—Ahora lo entiendo —dijo Lucas — Un verdadero idiota.

Saliendo del edificio una corriente helada azotó nuestros rostros haciéndome tiritar, en las noches la temperatura bajaba demasiado.

—Está helando —entrelacé mi brazo con el de mi acompañante — Debí haber venido más abrigada.

—No te preocupes Sum, pronto entrarás en calor.

[…..]

El camino a la pista de hielo fue silencioso, admirábamos cada avenida y poníamos monedas en los baldes que tenían las personas disfrazadas de Santa Claus. Al llegar al lugar nos sorprendimos ya que no había mucha gente como pensábamos, alquilamos dos pares de patines y entramos.

—Me alegro de que vayas a pasar estas fiestas en la ciudad, no sé qué habría hecho sin ti.

—Mmm…de seguro estar aburrida —rió Lucas.

Pues no se equivocaba.

No pasé desapercibido a la familia que se encontraba en el otro extremo de la pista de patinaje. Sonreí con nostalgia al recordar que yo hacía lo mismo con mis padres, cada víspera de Navidad veníamos a este lugar, pero con el pasar de los años esa tradición se perdió. Sin Lucas mi vida sería tan aburrida y sin duda me sentiría más sola de lo que ya me siento.

—¿Todo bien? —me dio un codazo despertándome de mi trance — Te quedaste congelada por unos segundos.

—Todo bien. sólo recordaba algunas cosas —sonreí desviando la mirada de aquella familia.

—¿Una carrera hasta el otro extremo? —me retó.

—Jamás rechazaría una propuesta así —respondí animada — A la cuenta de tres. Uno…dos…tres ¡ahora!

Patiné lo más rápido que pude, esquivando a algunas personas en el camino. Lucas era bueno en esto así que tenía una gran ventaja, de un segundo a otro dos personas se atravesaron en mi camino, iba tan despistada que no pude esquivarlas y peor frenar. Choqué contra ellas cayendo al suelo y golpeando mi trasero y codos. Gracias al cielo no me golpeé la espalda o la cabeza.

—Eso dolió —susurré frotando mi codo derecho, aún seguía en el suelo. Escuché a lo lejos la risa de Lucas, apuesto que el accidente se debió ver gracioso.

—Summer Winston, aparte de terca, eres una chica muy despistada —¡esa voz! La pude reconocer al instante. Levanté la mirada encontrándome con esos bellos ojos verdes que me veían con preocupación mientras que su acompañante me veía con gracia intentando aguantar la risa.

—La próxima ten más cuidado —habló la morena.

—Lo siento, no vi que patinaban en mi dirección —intenté ocultar toda la vergüenza y las ganas de llorar que tenía.

El rizado se puso de cuclillas frente a mí y tomó el brazo que me estaba frotando — ¿Te hiciste daño?

—No, estoy bien —me deshice de su agarre e intenté levantarme pero fallé en el intento.

—Deja que te ayude Summer —se levantó y me extendió su mano, la acepté de inmediato. Cuando nuestras manos se tocaron sentí que los vellos se me erizaron. Algo extraño, lo sé.

—Por Dios Sum, ¿estás bien? —Lucas llegó y agarró mi rostro entre sus manos — ¿Estás herida? Perdón por reírme y no venir a ayudar.

—Creo que solo me hice un par de raspones, nada de qué preocuparse —lo tranquilicé — ¿Podemos irnos ya? Ya sé que pasamos poco tiempo afuera, pero te lo compensaré otro día.

—Te llevaré a casa—dijo Harry antes de que mi amigo pueda responder.

—No es necesario, deberías quedarte con tu novia —regresé a ver a la chica que me asesinaba con la mirada.

—Cariño, tiene razón. Su novio la puede llevar, es más dijiste que esta noche iríamos a mi casa —murmuró. Lucas y yo nos aguantamos la risa al escuchar que se refirió a él como mi novio, ya no nos parecía extraño, muchas personas nos decían que parecíamos pareja.

—Eso puede quedar para otro día Meghan —la silenció Harry — Te llevaré a casa Samantha y no creas que voy a aceptar un no como respuesta.

—No, ni siquiera recuerdas como me llamo —hice una mueca.

­—Como sea Sun, ¿nos vamos? —me miró impaciente — El auto está en la acera del frente.

—Que mi nombre es Summer —lo corregí.

—Da igual, vámonos ya —musitó con la poca paciencia que le quedaba. Hizo el ademán de agarrarme el brazo, pero fui rápida y retrocedí unos pasos.

—No me iré contigo, no dejaré a Lucas solo —me aferré a su brazo — Iré con él, fin de la discusión.

—Sum, está bien —dijo Lucas — Estás golpeada y adolorida, él tiene auto y podrás ir cómoda hasta tu casa —sonrió tratando de convencerme — Estaré bien, recuerda que no vivo lejos de aquí.

—Lucas, no me hagas esto —le supliqué con la mirada.

No me imaginaba a Harry y a mi encerrados solos en un auto, acabaríamos matándonos. Era una muy mala idea, no sé qué pensaba Lucas al permitir que me vaya a casa con él. ¡Harry es un completo extraño! Podría ser un asesino o alguna cosa horrible.

—Nos vemos mañana —besó mi frente y se alejó de nosotros dejándome en una situación incómoda.

—Meghan, te llamo mañana —habló el ojí verde.

—¡No puedes dejarme! ¿Cómo se supone que voy a regresar a mi casa? —se cruzó de brazos enfadada.

—De la misma forma en la que llegaste hasta mi apartamento —se giró hacia mí, tomó mi brazo y nos dirigió a la salida. Podía sentir la mirada de Meghan sobre mí, una razón por la que tal vez me gané su odio.

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