Capítulo 1 - Hamilton & Co.

La suave brisa londinense se cuela por mi cabellera roja mientras conduzco camino a la compañía familiar, un último semáforo y la siguiente calle me permite entrar al complejo.

Un enorme edificio de alrededor de cuarenta pisos divididos en dos plantas, lo cual nos permite trabajar en dos áreas de manera cómoda, bajo la velocidad al entrar al estacionamiento.

—¡Buenos días, Roger! —saludo al vigilante mientras le facilito mi identificación.

—¡Buenos días, señorita Hamilton! —corresponde al abrir el acceso.

Me estaciono en mi lugar correspondiente el cual queda entre papá y Harry, tomo mis cosas bajo y activo el botón para que se cierre el techo de mi BMW, con paso seguro me dirijo al ascensor que es de nuestro uso exclusivo marcando la última planta y aprovecho para prepararme mentalmente como todos los años cuando llega este día.

Las puertas se abren dándome la vista de una recepción muy agitada, gente de aquí para allá, papeles abarrotados, teléfonos sonando y una larga fila de jóvenes en espera de ser atendidos «¡Cierto! Los nuevos reclutas».

 Avanzo por el sitio, unos que otros saludan y asiente a medida que paso por su lado, algunos simplemente bajan la cabeza en señal de respeto, algo que no ha cambiado a pesar de mostrarme amigable, pero portar el apellido del dueño de la compañía no ayuda mucho que digamos.

Tomo el pasillo caminando hasta lo último, empujo la gran puerta de madera dando paso a la oficina presidencial en la cual ya se encuentra papá, Harry y los socios en la mesa de juntas.

—¡Buenos días, caballeros! —saludo.

—¡Buenos días, Hamilton! —contestan de regreso.

Tomo asiento a un lado de papá y quedando frente a mi hermano, a quién le saco la lengua disimuladamente para girarme hacia papá y guiñarle.

—Ahora que estamos todos completos podemos dar inicio a la reunión —anuncia.

«¡Aquí vamos!»

—Los presentes estamos al tanto del motivo principal de estar aquí, por lo que les recuerdo que hoy se cumplen tres años de aquel día fatal para la compañía, dónde nuestro objetivo principal era resguardar el Palacio de Tiradentes y todo se arruinó —da un golpe sobre la mesa.

Ruedo los ojos ya son tres años hablando de lo mismo.

—¡Y no solo eso! —continúa alterado— La mafia fue responsable de semejante desastre y ninguno lo notó —recalca.

— ¡Estamos de acuerdo! —alega el socio más viejo— Pero debemos recordar que tus hijos aquí presentes eran los encargados de esa misión —resalta sarcásticamente.

Miro a Harry quién presiente lo mismo que yo, desvío mi vista hacia papá el cual literalmente echa humo por los oídos y tiene la mirada de odio que si pudiera te entierra unos cuantos metros bajo tierra.

—¡¿Estás insinuando que mis hijos no son capaces?! —estalla—. Te recuerdo que tú y el resto aún siguen teniendo sus malditas vidas llenas de lujos y placeres por cada misión que mis hijos han cumplido… ¡¿No es eso suficiente?!, o ¡¿Quieres tomar su lugar?! —espeta.

—Papá —susurro y busco ayuda en Harry.

Él únicamente niega.

—¡No, Rose! No pienso seguir llevando la fiesta en paz—. Debo recordarles una vez más que también gracias a mi hija tenemos el apoyo de una de las familias con más poder en Londres, Europa y quizás hasta del mundo —resalta.

—Papá, por favor —suplico.

Su mirada desafiante me advierte que esa fue mi última interrupción, por más que quiera debo acatar después de todo, no solamente es mi papá sino el dueño principal y debo mostrar respeto.

—Por lo visto se les ha olvidado que gracias a la unión de los Hamilton con el apellido Moore nos posicionó como una de las constructoras más grande en la tierra y aun así eres capaz de dudar de sus capacidades por un error que no exclusivamente está sobre ellos porque ninguno fue capaz de hacer algo —gruñe.

—Papá, creo que ya durante estos tres años hemos entendido el gran error que se cometió aquel día, pero puedes continuar con el resto porque Rose y yo debemos inspeccionar a los nuevos reclutas —interviene Harry.

Hasta que por fin se decide hacer algo logrando que se calme y continúe antes de que pasemos todo el día aquí.

—Muy bien, continuemos… —dice encendiendo el proyector— Nos ha llegado información de que hace unos días ha fallecido el jefe de la mafia, así que no dudamos en buscar todo aquello que nos diera un nombre, pero como siempre usaron una identidad falsa —afirma.

—¿Cómo es posible que puedan ocultarse de esa manera? -interroga mi hermano.

—Nuestra mayor incógnita, hijo —resopla.

—¿Y quién tomará su lugar? —indago.

—Los bajos puntos de Londres dicen que su único heredero, quién se hace llamar “Satanás” se dice que desde muy joven su historial ya era impresionante, así que se pueden hacer una idea como será en estos momentos —aclara uno de los presentes.

—Y supongo que tampoco se sabe su verdadera identidad, ¿cierto? —reprocho.

—Cierto, pero por eso he decidido que debemos infiltrar nuestros equipos en la mafia para así obtener información —explica.

—¿Sabes que eso es una misión casi suicida, no? Todo el mundo conoce a tu familia —resalta el viejo de hace un rato.

—No te equivocas Alex, pero muy bien lo has dicho, conocen mi familia más, no conocen la FAEEI y nuestra conexión con el ejército —expresa de forma autosuficiente— Además ha sido un orden directa de nuestra FM, así que no podemos desacatar la orden.

Todos se quedan callados dando por entendido que una vez más tiene razón.

—Por los momentos pueden retirarse chicos, después los llamaré para explicar los detalles de la primera misión —nos indica.

Asiento para levantarme y encaminarme junto a Harry al piso de entrenamiento.

—Espero que con este nuevo objetivo olvide el error de hace tres años —rueda los ojos.

—¡Espero lo mismo! Aunque es de entender la mafia mató al primer ministro y si, ¿hubiese sido la reina? —cuestiono.

Se detiene, pasa las manos por su cabello, me mira y no dice nada más retomando el andar hacia el gimnasio.

Algo extraña su actitud, pero lo ignoro y continúo detrás de él empuja las grandes puertas de metal dando paso al gran lugar ocupado por un cuadrilátero en todo el medio, del lado izquierdo todo lo disponible para rutinas de ejercicios y del otro lado ya están alrededor de 20 aspirantes.

Me acerco a la mesa que está a un lado para recibir la carpeta que me entrega Adam Meyer; nuestro Mayor del ejército y mi mejor amigo.

—¡Buenos días, Coronel Hamilton! —me guiña el ojo.

Sonrío devolviéndole el gesto para ir rápidamente con Harry, apenas me planto a su lado, me dedican el respectivo saludo.

—¡Buenos días, soldados! —comienza mi hermano —Finalmente la lista de 100 aspirantes se ha reducido a los que están aquí presente — habla mientras camina a su alrededor.

Observo hasta el mínimo detalle de cada uno hasta que Harry se detiene frente a un par de chicas, las mismas que llamaron mi atención pues no paran de mirarme y murmurar; Harry se gira hacia mi dirección y me permite acercarme.

Al parecer las chicas no han notado mi presencia pues siguen con los murmullos y las risitas, ruedo los ojos.

—¡Atención, soldados firmes! —grito.

Las dos chicas dan un pequeño brinco debido al susto, pero rápidamente adoptan la posición indicada, las detallo una vez más hasta ver sus apellidos.

—Al frente, soldados Smith y White —demando.

Ambas avanza un paso hacia adelante y en sus ojos puedo observar miedo, camino alrededor de ellas para detener justamente a un lado de Smith, chica rubia un poco más baja que yo.

—Quieren compartir con el resto de los aquí presentes, eso que tanto las divierte e interrumpe la labor del Teniente General —señalo.

Miro de reojo, ambas niegan, pero la rubia intenta disimular una risa burlona.

—Me parece que White sigue pensando que esto es un juego, así que comparte con tus compañeros para ver si todo nos reímos —demando.

Me plantó frente a ella.

—Disculpe, señorita Hamilton —susurra.

Ruedo mis ojos y quiero suponer que nadie le ha explicado quién soy porque si está intentando tomarme el pelo será mucho peor.

Adam se pone pie intentando acercarse rápidamente, pero lo detengo poniendo mi mano en alto, pues si ella quiere jugar así va a hacer.

—Sigo esperando…

—Hablaba con mi compañera sobre que usted es la exmodelo Rose Hamilton, como la esposa del también famosísimo exmodelo y dueño de la mayor cadena de Hoteles, Gael Moore —confiesa.

Suspiro e intento calmar mis nervios.

—Has interrumpido al Teniente porque has notado quién era públicamente hace unos años —cuestiono molesta —Pues te confirmo que sigo siendo la imagen de Hamilton & Co. Que ocupa el tercer lugar en las compañías de arquitectura, así mismo soy Vicepresidente de esta pero lo más importante… —recojo mi cabello en una coleta alta.

Sus ojos viajan rápidamente a la camisa azul donde resplandece mi insignia, inmediatamente palidece y si hace un rato sus ojos reflejaban miedo justamente ahora estoy segura de que desea estar 10 metros bajo tierra.

—Es… Es… La… — tartamudea.

—Es… Es… La… —repito burlándome— La Coronel Hamilton —espeto dándome la vuelta.

Harry niega mientras envía a las chicas nuevamente a la fila.

—Como oyeron soy la Coronel Rose Hamilton, arquitecta, modelo, políglota, francotirador con medallas de honor en estrategia y disciplina, además de ser la tercera al mando y dirigir las misiones más importantes de esta organización —detallo— Así que antes de verme como la niñita modelo o la esposa de Gael Moore, recuerden esto pues para la próxima no recibirán una sanción, sino que serán expulsados inmediatamente —sentencio.

—Pelotón, ¿ha quedado claro? —grita Adam.

—¡Si, Mayor! —responde al unísono.

Somos interrumpidos cuando las puertas de metal se abren.

—¡Disculpe la interrupción, Teniente General! —exclama— Permiso para hablar.

—Concedido, Capitana Lee —responde Harry.

Relaja la postura y se dirige hacia nosotros.

—El General Hamilton, los solicita a los 3 en la sala de reuniones para comenzar con la siguiente misión — informa.

—Muy bien —asiente y se dirige a Adam— Termina con el pelotón, esto lo continuaremos mañana —demanda.

Él se dirige hacia donde estábamos hace un momento acompañado de Amber mientras que nosotros nos dirigimos al encuentro con papá, al llegar a la sala tomamos asiento a espera de sus indicaciones.

—He citado tanto a ustedes cómo al Mayor, los Tenientes, Capitanes y Sargentos, pues está no será cualquier misión de su resultado, dependerá la estabilidad de la organización — adelanta a espera de que llegue el resto.

—¿Por qué? —cuestiono.

Papá nos entrega una carpeta, no dudo en abrirla y como se habló está mañana se trata de la mafia inglesa.

—Han robado “La Corona de San Eduardo” —responde.

Levanto la mirada de los papeles, trago grueso e intento que mi cerebro procese la información, pero al parecer no soy la única pues mi hermano está igual o más asombrado que yo.

—¡Es imposible! —exclama.

—Ya ves que no para la mafia no ha sido imposible —comentan.

Automáticamente, nos colocamos de pie.

—¡Buenos días, Primera Ministro! —hablamos los dos al mismo tiempo.

—Dejen tanto formalismo y militarismo —se queja—. Yo solo quiero un abrazo y un beso de mis dos tesoros más grandes.

Soy la primera en romper con la distancia que nos separa para abrazarla, hundiendo mi cara en el hueco de su cuello y aspirando ese dulce aroma a rosas que siempre he admirado desde que soy una niña.

—No sabes cuánto te extrañaba, mamá — susurro haciendo más fuerte mi agarre.

Al fin estamos completos una vez más, a veces simplemente odio que debamos separarnos por tanto tiempo.

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