5: Problemas.

Cuando decidí entrar a este bosque no pensé que tendría serias consecuencias por hacerlo, es decir ¿a cuantos les pasa? No pensé ser la “elegida” entre millones de Nirvanences. 

Mi vida hasta ahora había sido muy monótona, pero me gustaba. Y ahora todo pintaba a que tendría un final muy pronto. 

—Fue una lástima su muerte, era el mejor de los Bathory, me agradaba. De seguro y se está lamentando en su tumba el no haberse hecho inmortal —Mi padre y tío se ven confundidos. 

—No le des vuelta, solo ve al punto —suelto desesperada por respuestas. 

—No le quites la diversión —me dice soltando una risa «¿Cómo un bosque puede estar tan desquiciado?» Intento mantener la calma. Dudo que me diga algo si le molesto. 

—¿Qué tiene que ver Aarón en esto? — cuestiona Froilan. 

—Yo diría que, absolutamente todo. Rey Froilán usted nunca conoció realmente a su padre —Él frunce el ceño y mi tío solo sonríe amargamente. Está claro que él sí sabe más que mi padre. 

—Aunque pareciera buen padre y rey, solo era una fachada, una mentira. Él jamás aceptó que no pudiera reinar solo él, que cada movimiento que quisiera hacer tuviese que aprobarse por el consejo, sabía que no podía enfrentarse con ellos siendo tan poderosos e inmortales. 

»Desgraciadamente para ustedes era bastante consciente que él no les llegaba ni en sabiduría. Por lo que hizo un plan y lo llevó a cabo en todo su mandato como rey, tardó años en cómo ingeniárselas para hacerlo sin que el consejo se diera cuenta ni sospechara.

»Su plan era conseguir una bruja lo suficientemente poderosa como para que pudiera con el hechizo, por lo que le tomó bastante tiempo conseguirla y proponerle un buen trato del que ella no pudiera rechazar, en cuanto la consiguió. —Se detiene bruscamente pensando si decirlo o no. Me impaciento y vuelve a hablar en voz baja y lenta. 

—Qué consistía de que al nacer el primer hijo de cualquiera de sus hijos, este llevará el hechizo, ese hijo sería una combinación de todas y cada una de las especies más poderosas de este reino, tendrá sus poderes, sabiduría, inmortalidad, fuerza y sobre todo la capacidad de derrotar a cada uno de los miembros del consejo y todo el que se oponga a ser cualquier cosa para quitarles el mandato. 

Por un momento quedó sin poder hablar, por todos esa información entrando en mi cabeza. Por no saber qué hacer, observó a mi padre quién parece a punto de matar a alguien por lo rojo de su rostro, y mi tío igual, en este momento y por primera vez veo que tienen la misma expresión y ansias de revivir a mi abuelo solo para matarlo de nuevo. 

Mi cabeza da vueltas, coloco mi mano en ella intentando tranquilizarme mientras el bosque vuelve a hablar. 

—Claro que no pensó, que tú serías niña, ya que me imagino y sabes que no es común que en los Bathory tengan hijas, tus antepasados al no tener hijas fueron desarrollando la creencia que las mujeres no eran nada más que adornos y quiénes le daban descendencia. —No sé qué creer por lo que sólo analizó en silencio todo. 

—¿Por qué tú lo sabes? ¿Por qué no le has dicho nada al consejo? —pregunta mi tío hablando por primera vez desde que llegamos. 

—Ya se los dije, tu abuelo me agradaba y ¿Crees que él lo planeo solo? —todos nos sorprendemos y fruncimos el ceño ¿Acaso ella? —Yo le di la idea. Soy lo más viejo y poderoso que existe actualmente. Creí que una guerra sería divertida y Aarón estaba más que dispuesto en hacer cualquier cosa por lograrlo, así que le di todo lo que necesitaba. 

—¿No puedes…? 

—No, no voy a ayudar. Inténtelo si pueden, pero les aseguro que eso no les llevará a nada. —suelta una risa burlesca. 

*****

El bosque nos saca por lo que nos vamos de vuelta al palacio. Una vez llegamos voy a mi habitación donde me lanzo a mi cama de espalda. 

Recuerdo cada palabra que dijo el bosque, proceso palabra por palabra, la verdad no me molesta el hecho de ser la que porte el poder de matar al consejo y ser la que cambie ciertas cosas de este reino, pero sé que es algo suicida hacer algo así. 

Aunque por suerte, las misiones suicidas son mis favoritas. 

Pienso un momento la situación hasta que me levanto y voy a la biblioteca del palacio dónde está toda la información que necesito. 

Tomó unas escaleras y la coloco donde necesito, subo y tomó todos los libró de mis antepasados. A lo largo de su reinado le hacen un resumen de su vida en cuanto muere el rey. Al revisar me doy cuenta de que efectivamente soy la primera mujer en ascender al trono. Al ser todos hombres fueron unos machistas que ni se molestaron en poner algo de sus esposas. 

Todo esto me lleva a pensar en la vez que vi la habitación de los recuerdos, desde ese día muy pocas veces he ido otra vez, principalmente por no tener tiempo de nada. Cuando terminó ya ha amanecido y no encontré nada relevante, me levanto y pongo todo en su lugar. 

Salgo de la biblioteca y voy a mi habitación, al llegar me encuentro con Davinia, mi sirvienta. Ella al darse cuenta de mi presencia me da una sonrisa. En ella me sorprende que pueda sostenerme la mirada, puesto que los que me ven con frecuencia en el palacio no lo logran, no sabría cómo explicarlo.

Desde pequeña he tenido una mirada muy intimidante a pesar de mi apariencia. Ahora que lo reflexiono es muy contradictorio, ya que cualquiera que no me conociera pensaría que no hay ni un pensamiento impuro en mí. 

Pero algo cambia cuando me ven a los ojos es como si pudieran ver lo que soy, lo que soy capaz de hacer. Aunque no en todos los casos, me he dado cuenta de que solo sucede con las personas que me tienen respeto o miedo. 

—Cómo amanece, señorita Elizabeth. — Inquiere sosteniendo una bandeja con lo que supongo es mi desayuno. Va con un vestido azul sencillo, su cabello en una cola alta mostrando sus orejas puntiagudas y su rostro de jovencita. Ella es la que más me ha cuidado en estos años y le tengo algo de aprecio, sé que ella no está aquí por voluntad propia, por supuesto que es obra del consejo. 

—Muy bien Davinia. ¿Qué tal tú? —Le doy una sonrisa de lado. 

Me parece repugnante que el consejo se tome el derecho de decidir quienes pueden vivir una vida “normal” y los que no, de este mandato los Elfos son los que peor les tocó. 

Ellos decidieron que al ser algo insignificante —a comparación a ellos— serían los que sirvirian al reino y a ellos. Los Elfos no querían guerra, siempre se mantuvieron al margen, claro que eso el consejo lo tomó como sumisión, desgraciadamente la consecuencia a no formar parte de la guerra terminó en que los esclavizaran. 

Las mujeres tienen la obligación de servir como criadas en cada hogar de los nobles y realeza de Nirvana. Sin embargo, de los hombres no se sabe mucho. Algunos sirven como trabajadores en el pueblo o en las cosechas, los demás no se sabe absolutamente nada. 

—Excelente ¿Se lo colocó en el balcón? - Pregunta a lo que asiento. Entramos, coloca la bandeja en su lugar y se retira, tomó asiento en la mesa y empiezo a desayunar mientras veo mi jardín lleno de rosas negras y rojas. 

Fue un regalo de mi padre, al cumplir diez, una semana antes me preguntó qué quería de regalo, a lo que le dije un jardín enorme en forma de laberinto lleno de rosas negras y rojas. Una semana después ya tenía un hermoso jardín con pequeñas rosas. 

Desde entonces lo cuido con mi vida, no permito que nadie entre a menos que sea para cuidarlas. Al terminar de comer me percató de algo, o mejor dicho alguien, desde esta distancia parece un niño, me levanto de la silla rápidamente «¿¡Cómo se atreve!?» Me encaminó por los pasillos hecha una furia. 

Al llegar abro la puerta de cristal de golpe y lo veo a punto de tocar una rosa negra, me acerco rápidamente, lo tomó por el brazo y lo lanzó al suelo sin usar tanta fuerza. Él me ve desde el suelo con miedo evidente. 

—¿¡Quién te dio el permiso de entrar en mi jardín!? —le gritó con mi pecho subiendo y bajando rápidamente. Intenta hablar, pero no lo logra. Yo lo detallo dándome cuenta de que no es un niño, es un joven que tal vez tenga un par de años más que yo. 

Me calmo un poco intentando saber si lo he visto antes, y el recuerdo de los nuevos reclutas llega a mi mente. 

—Te lo volveré a preguntar y espero respondas ¿Quién te dio permiso para venir a mi jardín? —Le dijo lentamente con la mandíbula tensa. Se levanta del suelo y me ve apenado. 

—Yo… Yo solo estoy esperando a mis padres que están platicando con el rey. Lo siento mucho, es que solo me sorprendió ver las rosas. De verdad no era mi intención. —Intenta justificarse, lo que me irrita más. Sé que tiene razón en Nirvana no se ven estás rosas gracias al consejo. 

Una de sus estúpidas reglas prohibió cosechar o comprar estás rosas, ya que según ellos las rojas representan sufrimiento y tragedia, mientras que las negras rebeldía y muerte. Para mí es una rotunda estupidez. Él me ve de arriba a abajo y luego abre los ojos de par en par.

—¡Oh! Princesa Elizabeth —pongo los ojos en blanco ¿En serio?

—Lárgate ya. —Demandó. Con evidente nerviosismo asiente repetidas veces. Me aparto y le señalo la salida, a lo que va sin titubear, al ir detrás de él lo detalló mejor.

Su cabello es castaño hasta sus orejas, sus ojos de un color verde muy sutil, su cara es de niño bueno. No se ve muy mayor, me podría llevar un uno o dos años máximo. 

Al llegar al otro pasillo nos encontramos con mi padre y una pareja que supongo que son los padres del chico. Mi padre se acerca a darme un beso en la frente. 

—¿Cómo está mi niña? —Pregunta y contengo las ganas de decir algo, siempre tenemos estás peleas de que no me llame así. Pero él jamás me hace caso, su mirada pasa de mí al chico. —Supongo que ya conoces al joven Arturo. 

—Sí, lo encontré en mi jardín. — Le respondo viendo de reojo al chico quién se sonroja. 

La rabia se me pasa y contengo las ganas de reír, mi padre me da una mirada de disculpa, mi mirada va a los padres que por la vestimenta y que esté hablando con mi padre deduzco que son de la nobleza. 

La mujer me ve de arriba a abajo con sorpresa, luego de verme la vestimenta cambia a desaprobación, el señor, con expresión impenetrable, levanta una ceja detallándome discretamente. Le devuelvo la mirada a la señora y no le prestó atención a su señor. 

Sé muy bien que mi apariencia es un poco diferente a lo que está acostumbrado las personas de Nirvana. 

Mi cabello es blanco y largo, aunque mis cejas son negras, mi nariz respingada, ojos azules oscuros y apariencia angelical. 

A pesar de que ya me han visto una pequeña cantidad del pueblo. Aún no se acostumbran a mi apariencia, ni mi vestimenta, ya que yo no uso vestidos, ni coronas y mucha menos joyería. Y no. No es porque no me guste. Al contrario, me fascina, pero solo los utilizo cuando es necesario o puedo. Qué es, casi nunca, por el hecho de que todos los días entreno, lo que no me da tiempo a nada. 

Mi padre habla para llenar el silencio que se ha formado.

—Cariño, ellos son los señores Clark. Señores, mi hija Elizabeth —Ellos hacen una pequeña reverencia. —Bueno, fue un gusto conocerlos familia Clark. 

Mi padre le da la mano al hombre y un beso en el dorso de la mano a la señora, quién se ruboriza. Se despiden y desaparecen por el pasillo. El chico me ve antes de irse, veo que intenta decirme algo, pero desiste de la idea y lo veo retirarse.

Regreso a mi habitación, dónde por suerte los empleados limpian el desastre que cause el día anterior.

El cansancio me gana una vez tocó la cama.

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