Capítulo 5

Acomodo mi falda negra, un poco para luego verme en el espejo de cuerpo entero, terminó de abotonar mi camisa blanca y arreglar el maquillaje, una vez terminó con mi vestimenta, optó por soltar mi cabello a cada lado de mi rostro y me coloco los tacones blancos.

Tomo mi bolso y lentes de sol, antes de salir de mi departamento, subo al auto en cuanto llego al estacionamiento, me coloco los lentes antes de poner en marcha el auto. En cuanto llegó a mi despacho, mi secretaria me extiende mi café antes de entrar.

Tomó asiento y empiezo con todo el trabajo que tuve atrasado, paso alrededor de cuatro horas contestando llamadas y correos. En cuanto siento que yo no puedo más alguien entra sin previo aviso.

—Helen cariño. —reprimo las ganas de girar los ojos al escuchar la voz de Laura.

—Llegas tarde. —Le digo molesta, se supone que debió llegar hace dos horas atrás.

—Lo sé, lo siento. Pensé que no era tan importante. —Se encoge de hombros. Suspiro antes de hablar.

—Toma asiento por favor. —Le señaló la silla frente a mi.

—¿A que debo la grata sorpresa de que me pudieras venir? —cuestiona una vez toma asiento.

—Una sorpresa, para nada agradable. —murmuró. Tomó una carpeta y se la extiendo, lo toma en sus manos con intriga. 

—¿Qué es?

—Leelo primero. —me recuento en mi asiento cruzándome de brazos, la curiosidad puede más que ella por lo que la abre enseguida, y mientras más lee su ceño se frunce.

—¿¡Qué m****a es esto!? —se levanta furiosa.

—Tu esposo quiere el divorcio. —le explico con calma.

—Pero. ¿¡Por qué!? —sus ojos se cristalizan y en segundos su rostro está completamente rojo.

—No lo sé, deberías preguntarle. Yo solo hago mi trabajo. —me encojo de hombros.

—¿Por qué haces esto?

—¿Hacer que? —preguntó algo perdida.

—¿¡Por qué lo ayudas!? — ladeo la cabeza y la miró fijamente,sus ojos ámbar chocan mis ojos grises. 

—¿Tal vez…? porque es mi trabajo —respondo con sarcasmo. Eso parece empeorar las cosas puesto que su rostro se vuelve aún más rojo y su respiración se vuelve pesada. 

—Eres mi amiga, debiste decirle que no. ¡Hablar conmigo y darme una solución para que no pueda divorciarse de mi! —sonrío. 

—Lo volveré a repetir, porque parece que no entendiste la parte de que ¡es mi trabajo! Además que el es un Bloss

¿Cómo podría rechazar algo así? —preguntó un poco molesta. 

—¡¡Debiste decir que no!! —Su furia explota y mi paciencia se agota. Me levanto y la encaró. 

—No me interesa, lo que tu piensas que debí hacer, si no piensas firmar te puedes largar. —Sus ojos se llenan de lágrimas. 

—No le pienso dar el divorcio ni hoy, ni nunca. Y esto no te lo perdonaré. —tira los papeles en mi escritorio antes de irse. 

Algo me dice que esto me traerá más problemas. 

—¿Qué le pasa? —dice Tania al entrar. 

—Está loca. —digo sin pensar. 

—Eso ya lo sé, ¿pero por qué parece querer matar a alguien? — Me vuelvo a sentar. 

—Le entregué los papeles de divircio, y como lo sospeche no lo va a dar por las buenas. —suspiró. 

—Oh, eso era de esperarse. 

—¿Necesitas algo? —Le pregunto una vez dejo de pensar en Laura. 

—No, sólo quería saber como estabas. —sonríe con inocencia. 

—¿Qué sucede?

—Nada —entornó los ojos, la conozco hace demasiado tiempo como  para saber cuando algo pasa. 

—Si no lo dices ya, sabes lo que pasará —Le advierto. 

—Bien, —sede —necesito que acompañe al médico. —mi ceño se frunce. 

—¿Por qué? ¿Está bien? 

—No, bueno si. En realidad no lo se — habla tan rápido que no logró comprender nada. 

—Explícate. 

—Es que... —su cara de preocupación enciende mis alarmas. 

—¡Dilo ya! —le exijo con desespero. 

—¡Tengo un retraso! — mi mente queda en blanco por unos minutos. 

—¿¡Qué!? — chillo con sorpresa. 

—Agende una cita para hoy en unas horas. Helen estoy asustada. —Sus ojos se vuelven cristalinos, enseguida me levanto de mi asiento para abrazarla. 

—Pero... ¿No te estabas cuidando? —Le pregunto sin soltarla. 

—Si, no se que paso. —empieza a llorar. 

—Calma, no saquemos conclusiones aún, esperamos a ver qué nos dice el doctor ¿si? —ella asiente mientras seca sus lágrimas. 

°°°

—Todo va a estar bien. —Tomó la mano de mi amiga al ver que tiembla del miedo. 

—Todo va a estar bien. —repite intentando convencerse. Mi corazón se acelera en cuanto una enfermera nos dice que podemos entrar. 

—Adelante. —nos dicen del otro lado de la puerta. Entramos juntas y no le suelto la mano, su ginecóloga conoce su historial sexual desde que lo empezó, por lo que no perdemos el tiempo en preguntas. 

—¿Cuánto exactamente tiene de retraso? —Mi amiga está muy pálida, temo que en cualquier momento pueda desmayarse. 

—Tres meses. —la ginecóloga asiente. 

—No estoy embarazada ¿cierto? Yo me cuide, usted misma me receta los anticonceptivos. 

—Señorita, los anticonceptivos no son 100% efectivos, suele fallar, además si no mal recuerdo su implante ya lleva más de tres años. 

—Si, yo reservé una cita para cambiarlo, pero igualmente estuve usando preservativos con mi última pareja sexual. —Confiesa mi amiga y la doctora la mira con preocupación. 

—Primero veamos qué dice la prueba, y luego seguiremos con la conversación. —teclea algo en su computador antes de levantarse. —Acompañame. —mi amiga se levanta aún temblorosa por lo que la acompañó hasta la camilla donde se encuentran los aparatos. 

—Suba su camisa y desabroche su pantalón por favor. — Tania hace lo que le pide y luego se recuesta en la camilla, la doctora le coloca un líquido transparente y luego coloca algo que no tengo idea de que es, lo empieza a mover de un lado a otro hasta que algo se logra ver en la pantalla —Oh, hay esta. —mi sangre se congela al ver una pequeña mancha en la pantalla, mi amiga empieza a llorar pero no es de felicidad. 

—No lo entiendo, debería ser imposible. —dice mi amiga en medio del llanto. 

—Las únicas dos posibles son que se haya roto el condon... 

—No se rompió. —niega con la cabeza. 

»O que él se lo haya quitado sin que te percataras. —Tania se queda en silencio recordando seguramente lo sucedido. 

—Necesito ir a casa. —susurra. 

—Está bien. — la ayudó a bajarse, en todo el camino se queda en silencio, la conozco y sé que está debatiéndose en qué hacer. Ella no lo quiere eso lo se, pero también sé que no es fácil tomar una decisión así. 

—Llegamos. —Ella se baja sin  decirme una palabra, me bajó también y la sigo sin decirle nada. Una vez entramos en su apartamento se da la vuelta para abrazarme con fuerza. 

—¿Qué voy hacer? —dice ante de llorar de nuevo.

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