Capitulo 9. Cambios

Mientras que esa mañana, Héctor revisaba unos permisos para exportar un cargamento de licor, el teléfono de su mesa comenzó a sonar interrumpiendo su concentración.

—¡Diga! —Contesta, de mala gana.

—Señor Couper, su abuelo está en la línea dos.

—Gracias —Responde a su secretaria de quien esperaba ansioso por una respuesta, el CEO aprieta el botón dos —. Abuelo, no esperaba que llamaras este día.

 —¿Has encontrado a una buena chica?

—Abuelo, eso no es tan fácil como lo piensas.

—Eso ya lo sé, pero si no les pongo presión a ustedes, dos harán lo que les venga en gana. Te recuerdo que si el mes pasa ambos se quedarán sin nada.

—Y yo te recuerdo que si encuentro a la chica, me firmarás los papeles para que la empresa sea toda mía.

—Únicamente, si apruebo a la mujer.

—Lo harás, encontraré a la mujer indicada para Riley.

—Y me sigo preguntando, ¿por qué se la estás buscando tú?

Héctor no dijo una palabra. No podía confiar en su hermano, si lo dejaba buscarse esposa capas y se buscaba a una loca solo para fastidiarlo.

—Riley, todavía no acepta su compromiso.

—Tendrás que hacer que lo acepte.

<Eso ya lo sé, abuelo. No es necesario que me lo recuerdes cada dos días>

—Volveré a llamar, ya saben que los estoy esperando.

—Sí, abuelo.

Al colgar la llamada, Héctor divisó su puerta. ¿Cuánto más se tomaría su secretaria para darle una respuesta? No quería presionarla, pero la verdad es que le urgía que le dijera si aceptaba o no.

El apremio del Jacob hizo que Héctor se pusiera en pie, así pareciera que la estaba forzando a darle una contesta, necesitaba saber si al menos se lo estaba pensando. Hizo amago de encaminarse hasta la salida, cuando la puerta se abre de la nada, dejando entrever a la pelirroja.

—¡Señorita Jones! —Exclama con sorpresa.

Gala ve a su jefe quien parecía que se dirigía a la salida. Se preguntó si había interrumpido su salida o algo así.

—¿Va de salida?

—¿Se le ofrece algo?

—Bueno, es que quería hablar con usted.

—¿Sobre mi propuesta? —Pregunta anhelante.

Ella asiente con un poco de timidez. Por una fracción de segundo Héctor sintió emoción, al fin conocería la respuesta y si era la que esperaba, por fin podría dormir en paz.

—Tomé asiento —Ella obedece y él también hace lo mismo —. Usted dirá.

—Anoche estuve pensando mucho sobre su oferta, y he decidió aceptar.

< ¡SI!>, gritó para sus adentros. Esa era la respuesta que necesita escuchar para mejorar su día.

—¡Qué bien!, entonces…

—Pero hay una condición que me gustaría proponer antes de que me diga cualquier cosa, si la acepta, yo me caso con su hermano.

—¿Condición? —Esa parte no le agradaba —. ¿De qué clase de condición estaríamos hablando?

—Bueno, yo no voy a compartir cuarto con su hermano. Eso significa que nosotros no…

De pronto las mejillas de su secretaria se ruborizaron al instante, causándole cierta sensación extraña a Héctor.

—¿No quiere llevar el matrimonio a más allá de la firma del papel?

—Si —Ella inclina la cabeza hacia abajo —. ¿Si está de acuerdo con eso?

Joder, que problema más grande era ese. Si ella no quería nada con Riley, su hermano no iba a aceptar casarse con ella.

—Señorita Jones, entiendo su punto, pero…  Esto no será un matrimonio de algún par de años, es muy posible que permanezca con mi hermano por un tiempo bastante largo. ¿No cree que eso amerite un grave problema para el matrimonio?

Lo pensó, claro que lo pensó, y mucho. Casi no había dormido nada en toda la noche, pero el simple hecho de tener sexo con un hombre que no le gustaba era intolerable. No obstante, ese no era el problema mayor que tenía entre manos y en la cabeza. Lo malo es que no hallaba como exponerle a su jefe su verdadero inconveniente.

—Quizás… podría conocer mejor a su hermano, y tal vez me lo pensará mejor.

—¡Excelente! Para eso tendremos algunas semanas. Viajarán hasta Grecia, allá en la villa de mi abuelo podrán conocerse mejor. Y con eso tendrán la aprobación de Jacob —Afirma entusiasmado.

—¿Viajar? ¿Por cuánto tiempo seria eso?

—Unas dos semanas, cuando mucho. Tranquila, buscaré a alguien que la reemplace por ese tiempo. De todas formas, tengo que buscarme a otra secretaria, una vez que usted se case con Riley ya no podrá trabajar para mí.

—¿Por qué no?

La pregunta lo tomó por sorpresa, ¿acaso pretendía seguir siendo su secretaria? No tenía sentido, tendría todo lo que pidiera, ¿para qué quería seguir trabajando para él?

—No es necesario que continúe trabajando para mí.

—¿Y qué es lo que voy a hacer entonces?

< ¿Y cómo podría saber eso?, era una chica muy extraña…>

—Lo que hacen las esposas, atender a su esposo o ir de compras —Responde tranquilamente.

Esas opciones no le apetecían mucho que digamos, prefería continuar trabajando que quedarse encerrada en una casa.

—Si me lo permite, podría seguir trabajando para usted.

—¿Por qué? —Héctor frunce el ceño, pero por dentro sentía un minino estremecimiento, algo inquietante.

—Prefiero ocupar mis días trabajando.

¡Ah!, era eso… Era de esperar, un poco molesto, Héctor relame sus labios. Reclina su cuerpo del sillón y piensa, su hermano no estaría muy de acuerdo con que su esposa siguiera siendo una secretaria. ¿Y qué diría su abuelo?, por otro lado, si no aceptaba las peticiones de la pelirroja, quizás se desanimaría a casarse con Riley.

Lo más sensato era que la mantuviera interesada, de esa manera no desistiría del trato. Ya luego resolvería el asunto del trabajo.

 —Muy bien, como guste.

—Gracias.

—En dos días viajará con Riley a Grecia.

—Está bien —Responde poniéndose en pie.

Y es allí cuando Héctor observa sus atuendos, realmente, necesitaba un cambio. Así que también se pone en pie.

—Antes de que se vaya, necesitamos hacer unos pequeños cambios en usted.

—¿Cambios?

—Sí, necesitaremos salir. Estamos libres a esta hora, ¿no? —Héctor miró su reloj —. Tenemos tiempo para hacer algunas cosas, así que vamos —Se encamina a la salida.

—Pero, ¿A dónde señor?

< ¿Y cómo se lo decía de una manera que no se sintiera ofendida? Simplemente, no podía soltarle que su vestuario no era el apropiado para ir a visitar a su abuelo. No es que estuviese mal, sino que estaba algo paso de moda>

—Verá, iremos a comprar algunas cosas.

—¿Para quién?

—Para usted —Ella ensancha sus ojos.

—¡¿Para mí?!

—Le explico por el camino, sígame por favor.

Confundida sigue a su jefe, mientras se preguntaba que rayos le iba a comprar. No tenía sentido…

Para cuando el coche de Héctor se detuvo frente a una prestigiosa boutique, Gala ya estaba al tanto de lo que iban a hacer en ese lugar. Ella miró atreves de la ventana, el establecimiento y opino que con su sueldo del mes alcanzaría a comprarse solo una blusa.

—Vamos, señorita Jones —La apremia antes de bajarse del coche.

Una vez en el interior de la boutique, de inmediato la dependienta se aproximó a Héctor con una sonrisa abierta en los labios.

—Bienvenido, señor Couper. ¿Qué lo trae por aquí?

—Necesito que la atienda a ella, en todo lo que necesite.

La mujer observa a Gala de abajo hacia arriba, como evaluando sus atuendos para nada refinados y poco femeninos. Luego la ve a la cara y le sonríe, con esa típica sonrisa falsa en la cara.

—Claro, podemos ayudarla.

A Héctor no le agrado la manera en la que esa mujer miró a su secretaria, pero no armaría un escándalo en plena tienda por una simple mal mirada… cuando vio que la mujer se llevaba a su secretaria, él decidió sentarse en el sofá que se usaba para los clientes que esperaban.

Para entretenerse, se mete de lleno en su móvil ignorando los atuendos que la señorita Jones estaba eligiendo para exhibírselo a su hermano.

[…]

Era muy raro que estuviera en esa tienda comprando ropa con el hermano del que sería su prometido. No se supone que tenía que ser el señor Riley quien la acompañase hacer esas cosas, el hecho de que sea su hermano volvía la situación algo incómoda.

—¿Eres la novia del señor Couper? —La dependienta interroga con sarcasmo.

—No lo soy.

—Entiendo… ¿Qué es lo que estás buscando?

—No lo sé.

—En ese caso, buscaremos unos outfit de tu talla para reemplazar esos atuendos que llevas puestos. Quizás podamos encontrar algo que te sirva para... ¿A qué te dedicas?

—Soy secretaria.

—Lo imaginé, creo que tengo algo que te servirá para el día a día en la oficina. Espero que te parezca bien.

Gala la observa y piensa que esa mujer era muy odiosa, pero sabía perfectamente lo que estaba haciendo. La pelirroja mira de reojo a su jefe notando que no despegaba la vista del móvil <típico> se dijo para sus adentros. Bueno, tampoco es que le importase mucho que él estuviera enterado de lo que ella estaba comprando.

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