Capitulo 3. Las cosas no pintan bien

La ida a la sastrería término siendo espantoso, a duras penas Gala encontró un traje que se ajustara a las exigencias del hermano de su jefe. Y con las prisas a todo dar, logro regresar a la empresa con el traje nuevo y el resto de las cosas que le pidieron.

Después de entregar el mandado, corrió hacia la sala de juntas para finiquitar los últimos detalles para la reunión… terminando de dar las instrucciones, la pelirroja escucha una voz que conocía muy poco, pero estaba al tanto de quien se trataba la persona.

—¡Buenos días, señorita!

Ella se da la vuelta para observar a un hombre de baja estatura, con el cabello casi cano, bigotes blancos y en su mano llevaba un bastón, el cual servía de apoyo para sostener todo su peso. El hombre iba ataviado por un fino traje, de esos como los que utilizaba su jefe. Se preguntó si todos los Couper compraban sus trajes en el mismo sitio.

—Buenos días, señor Couper —Lo saluda con una sonrisa gentil.

—¿Dónde están mis nietos?

—En la oficina del señor Héctor.

—¿Riley está aquí?

—Sí, señor.

—Muy bien, en ese caso los iré a ver a la oficina. Dejaré que termine aquí.

El corazón de Gala latía con fuerza, aún no sabía cómo es que no le había dado un infarto por tantas emociones para un solo día. Parecía como si estuviera montada en una montaña rusa, en sus 6 años, únicamente había visto al señor Jacob 2 veces. Y esas veces que asistió a las juntas, las cosas no terminaron bien.

Contaba con que no se armara un problema en esa oportunidad, aquella reunión era muy importante para su jefe. Llevaba meses programándola, si algo salía mal no se lo quería ni imaginar. De solo pensarlo, todos los vellos de su cuerpo se le erizaban.

Gala, culmino con los últimos detalles, quedando satisfecha con los resultados. En eso algunos de los invitados empezaron a llegar y ella comenzó atenderlos hasta que su jefe hiciera acto de presencia.

[…]

—Tu secretaria ha elegido un buen traje, no me quejo —Riley le dice a su hermano una vez que sale del cuarto del baño.

—Cállate Riley, ¿no tienes nada mejor que decir? —Héctor lo regaña mientras recogía algunas cosas de su escritorio —. Prepárate para la reunión —Golpea una carpeta contra su pecho —. Lee.

—Vamos Héctor, sabes que esto no es lo mío —Añade abriendo la misma mientras que fruncía el ceño.

—No me cabrees Riley, mucho he hecho por ti últimamente. Así que no me jodas la paciencia y estúdiate ese informe.

El castaño rueda los ojos, se tumba en un sofá para leer aquel montón de datos tan aburridos. Pero según su hermano era necesario, si tan solo no estuviera involucrado en esa m*****a situación, en esos momentos estaría metido en la cama con una bella mujer.

De pronto la puerta de la oficina se abre y por esta aparece Jacob, de inmediato Riley se pone en pie tirando la carpeta a un lado.

 —¡Abuelo! —Lo saluda con sorpresa.

—¿Qué pasa? ¿Acaso creíste que no vendría? —Dice el viejo ingresando en la oficina.

—Hola abuelo  —Lo saluda Héctor con seriedad —. Qué bueno que ya has llegado.

—Hola muchacho, ¿todo está listo?

—Sí, ya podemos comenzar.

—Estoy impaciente —Le responde con un tono de voz que llamo la atención de sus nietos.

Para cuando todos estaban reunidos en la sala de juntas, los Couper ingresaron en la misma… Gala, observo a su jefe en compañía de su hermano y abuelo y sintió un poco de pánico. Ella conocía muy bien a su jefe, sabía que estaba estresado y algo incómodo con la presencia del abuelo.

Contaba con que todo saliera bien, al menos esa vez…

Unas largas y tediosas horas después, la reunión culmino siendo todo un éxito. Jacob Couper pareció quedar conforme con los avances de la compañía, con las expansiones que Héctor y Riley tenían planificado en hacer, pero sobre todo con los ingresos obtenidos en lo largo de todo el año.

Las piernas de Gala seguían temblando, pero al menos ya todo había terminado. Ella miró su reloj, y no se pudo creer que la reunión se tomara casi todo el día. Esperaba con que todos se marcharan lo antes posible para poder recoger todo y le diera tiempo de irse con minutos de sobra.

—He quedado satisfecho, muchachos.

—Gracias abuelo —Héctor agradece sinceramente.

—¿Volverás a Grecia esta noche? Puedes quedarte en mi casa si gustas, abuelo —Sugiere el nieto mayor.

—Me parece buena idea, estoy muy cansado para regresar a casa.

—Dispón de mi chófer, te llevará a casa en cualquier momento.

—Primero necesito hablar con ustedes dos —Advierte en tono severo —. Los espero en la oficina.

El viejo se marcha dejando a sus nietos pensativos, ambos se miran como intentando descifrar lo que su abuelo quería decirles. Desafortunadamente, nada les venía a la cabeza.

Poco a poco despidieron al resto de los inversionistas, dejando la sala completamente vacía, bueno, excepto por la secretaria, quien recogía las cosas un tanto apurada. Héctor, detecto su apuro y sintió curiosidad por él, aún faltaba media hora para la salida. ¿Pensaba escaparse antes?

—Vamos a ir a ver al abuelo, ya debe estar desesperado —La voz de su hermano lo saco de sus cavilaciones.

—Sí, vamos de una vez —Ambos miran a la pelirroja —. Señorita Jones, termine de organizar todo.

—No se preocupe, señor. Yo me ocupo de todo —Contesta sin mirarlos.

No más los hermanos entraron en la oficina de Héctor, visualizaron a su abuelo sentado en el sofá bebiendo una taza con café.

—Ya estamos aquí, abuelo. Tú dirás —Héctor se sienta en su sillón y Riley en una de las sillas.

—Bueno, primero diré que estoy bastante sorprendido de verte aquí Riley. La verdad es que creí que no asistirías. Asumo que tuviste que tomar un largo viaje para poder llegar a la compañía a primera hora.

—No, abuelo… no es…

—Silencio —Lo calla —. No le mientras a un viejo zorro —El hombre saca un pedazo de periódico de su saco y se lo tira en la cara —. Yo sé los movimientos de mis nietos, y tú no eres una excepción.

El CEO toma el periódico dándole la vuelta y lo primero que ve es su rostro en la primera plana. Se encontraba metido en ese club que solía frecuentar, con aquella morena que había dejado tirada en aquel hotel. Ambos estaban en una situación bastante comprometedora.

—Asumo que esa jovencita no es nada importante para ti, supongo que no la volverás a ver.

—No, señor —Héctor rueda los ojos para luego picarse el puente de la nariz, su hermano era un imbécil.

—Eso pensé.

—Abuelo, puedo explicarte lo que paso.

—No vas a explicarme nada, has tomado el jet para poder llegar a tiempo. Y a juzgar por esas ojeras que cargas es más que obvio que la pasaste muy bien anoche. Pero eso no me importa a estas alturas, eres un hombre de 35 años, y no debo decirte a quien debes llevarte a la cama.

Riley observa a su abuelo atónito, luego mira a su hermano por el rabillo del ojo, quien también lo estaba observando. Esa reacción no era normal en Jacob, y dado que no era usual, pues, la situación no pintaba nada bien.

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