𝓟𝓲𝓼𝓽𝓪𝓼

Mientras Nicholas tomaba el arma con fuerza, un hombre se hacía visible entre la noche.

Nunca lo había visto, era alto, robusto, canoso y parecía granjero. Nos tocó la ventana y Nicholas bajó un poco el vidrio para saber que quería.

—¿Están bien? ¿Puedo ayudarles?

Mi rubio le explicó que nos habíamos quedado estancados en el lodo, así que ofreció ayuda para sacarnos por la mañana, cuando se pudiera ver algo.

—Señora, la veo pálida, ¿por qué no vamos a mi casa que queda a solo un par de pasos? Toman una ducha, un café y descansan.

No nos quedaba de otra que aceptar, el desconocido por lo menos se veía amable. Llegamos a su casa, era una casa muy bonita, sin lujos, pero era notorio el calor de hogar en ella.

El hombre se llamaba Robert, nos presentó a su esposa llamada Rhoda. Era una mujer delgada que parecía sacada de una revisa de alemanes con su mantel en la cintura. Tenía su cabello muy rubio. Su hija, Paige, literalmente se le tiró a los brazos a Nicholas.

Tenía mi edad, era muy
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