Capítulo 3 Miradas

Juan Carlos llegó a urgencias una hora antes de lo previsto, quería revisar varios exámenes que tenía pendientes, había logrado cambiar el turno con una colega.

De las seis horas asignadas, solo estaría dos horas y medias, adelantaría unos informes, revisaría varios exámenes, uno de los sobres captó toda su atención, era el sobre con los resultados de Nora, una afable mujer, a quien después de unos chequeos le había enviado a practicar varios exámenes, el temía lo peor. Allí estaba en la sala de urgencias, nuevamente afectada, tendría que internarla pues al ver los resultados comprendió que el tumor era fulminante.

Le embargó un sentimiento de tristeza, Nora no solo era su paciente, era su amiga, su cariño y aprecio por sus pacientes, le hacían esforzarse cada día más en su profesión.

Su tarea consistía en salvar vidas, esta vez no podía hacer nada. No tenía palabras esta ocasión, El tumor había avanzado mucho, el tiempo que le quedaba estaba acortándose, tendría que notificar a su esposo e hijos, sería un duro golpe para ellos, era una verdad frontal, devastadora, pero al final la verdad solía ser mejor.

Así que procedió a ingresarla, y citó a sus hijos, a manera personal se tomaría el caso de ella. Estaba acostumbrado a dar en muchas ocasiones la fatal noticia, era parte del día a día. Se quedó para sí mismo sorprendido, allí junto a la cama de Nora tomando su mano buscaba las palabras adecuadas, fue Nora quien cortó la frase.

-Querido; Mira mis ojos, se la verdad, mi tiempo se está acortando, pero no por eso dejaré de sonreír ¿Sabes que es lo más emocionante? Iré a mi descanso, es un paso que todos afrontaremos, pero mientras dure el espíritu en mí, viviré para confortar los míos; Quédate tranquilo, tu busca una buena chica, y ¡cumple mi último deseo! -.

-Nora, es muy serio…-. Juan Carlos entrelazo sus manos.

-Yo también lo digo muy en serio, estoy bien, aún estoy aquí cariño, luchando, batallando… el día que unos ojos te prenden, y los tuyos le cautiven, sintiendo que ya no puedes vivir sin ella, es allí donde entenderás que el amor toca la puerta; Déjalo pasar-. La afable mujer cerraba sus ojos mientras su caja de música emitía las notas.

Miro el reloj en la pared marcaba los ocho veinte minutos, una enfermara avanzaba a paso rápido, entrando a la habitación le devolvió al momento, Nora dormía, eso le haría bien.

-Doctor buenas noches, quería que usted revisara este chiquillo, esta con dolor agudo en el estómago, en esta zona dijo ella señalándolo, se que usted hará entrega de su turno en pocos minutos, pero se lo pido por favor-.

El hizo señal de seguirle, luego entrando en la pequeña salita de consulta, miró al chiquillo, lo entretuvo con algunas preguntas mientras le revisaba, se quedó pensando unos segundos, ordenando exámenes le dejó en manos de la enfermera. Estaría en buenas manos, Santana su colega le atendería con el mayor de los gustos,

-Igualmente, me mantiene al tanto, por favor-. Dijo a firme voz.

Se despidió y a prisa fue en dirección al estacionamiento, su auto estuvo en marcha rumbo a casa de la abuela de Naomi, sabía por esta que estaría su hermano, sus sobrinos, la abuela y su hermana menor. Esperaba no fuera una de esas cenas que resulta aburrida, y tediosa, con largos interrogatorios, cuestionarios, casi que un examen para resultar aprobado como visita.

El horno emanaba un olor exquisito, en el amplio comedor todo se encontraba en orden, era una mesa que se extendía en el centro, dando lugar a tres puestos más. El espacio del comedor era amplio, confortable, de unos tonos hermosos.

La abuela miraba la televisión atentamente, había insistido en cocinar, a lo que Ani le animó, le gustaba, era una cocinera que gustaba sentirse útil siempre que sus males cedieran un poco permitiéndole aquel pequeño capricho, había hecho un estofado de pollo, papas, zanahorias, con un toque de cilantro fresco, ensalada de aguacate, cebollas julianas, repollo con una delicia de mayonesa. Arroz de almendras, filetes de pescado en salsa casera al horno, de entrada, tenía rollitos de queso y jamón, el pan estaba cortado, vino, agua, solo faltaba que todos llegaran.

La abuela tenía sorpresas, salsa de pimentones rojos. Su hermano solía acabársela en cuestión de segundos, champiñones, cebollas en salsa blanca, los aromas envolvían el ambiente.

Ani escuchó el motor de los autos aparcando fuera de casa. Subió a su habitación. Se lavó las manos con calma, en su tocador eligió una de las fragancias que se aplicó con cuidado, se había dado tiempo a aplicarse un perfume cuando ya todos llegaran a cenar. La sutil fragancia de rosas impregnó su cuello. Su cuello lucía un collar de perlas azules magenta, que le quedaba hermoso, regalo de su padre en su último cumpleaños, se dio un vistazo y salió a recibir a sus hermanos y sobrinos, la avalancha entro a casa, los chicos corrían por los pasillos, inundando la cocina con gran alboroto a su paso.

El pastel de chocolate y avellanas reposaba sobre la mesa auxiliar, Ani extendió su mano, dando una palmada a la mano de su hermana, a quien ya veía con intenciones de untar sus dedos, debería esperar que llegase el momento de tomar su tajada.

Se agilizó en batir un helado, que envío al congelador, así los chicos comerían un toque después de cenar, les encantaba.

Del horno extrajo una bandeja donde se admiraban unas empanadas de pollo, cebolla y queso, jamón y queso, las colocó en la bandeja y comenzó a llevar todo al comedor. La abuela tomaba lugar, los chicos se secaban sus manos tomando así sus lugares.

-Henry ¿Porque no ha venido Luisa? Dijo Ani.

-Tenía una reunión, pero vendrá en media hora…Por cierto; ¿Dónde se sentará nuestro invitado estrella? -. Hizo señas hacia la mesa, Henry tomaba unos rollitos, haciendo gestos de aprobación completa, se sirvió vino de inmediato.

-Ya veo que Naomi no pudo mantener ese sujeto hoy al margen de la cena familiar -. Le lanzó una mirada de resignación.

-Me gustaría que te presentara al invitado, me parece buena idea, quizás liguen, tomaré una empanada de pollo, jamón y lo llevaré a mi boca-. Acto seguido se saboreó-.

-Aprobado también, mi paladar hoy esta algo antojadizo de todo, por mi madre, esto está delicioso-

Ani le sonreía con gracia. -No dejarás nada para la cena-. Henry se disculpó, esperaría unos minutos.

Las flores azules que había colocado en el jarrón hacían juego con el mantel naranja ocre, que había elegido esa noche, las servilletas de tela ocres, fuentes azules y ocres, donde la ensalada cobraba vida lucían hermosas, la bandeja del pan con aquella salsa de untar lucía magnifica. En ese instante Naomi, entraba al comedor, con sus elegantes zapatos gamuza rojos, su vestido que resaltaba sus curvas, ella y su esposo tomaron lugar,

-Ani te has lucido con esta cena, uh me gusta el color de todo, el olor, todo me antoja., Dijo Naomi mientras extendía sus manos a los rollos de queso.

-Deja las manos quietas y alejadas -Exclamó Henry. -Esos son todos míos-.

-Tonto, ya sabes que estoy a dieta, pero comeré algunos esta noche Henry-.

-Pero... ¡si tu no haces dieta! vaya que si eres presumida ¿Dieta? -.

-Querida que mala que eres, solo déjame probar un bocado, uno solito- Dijo mientras tomaba la más pequeña empanada.

Todos reían, el timbre sonó, Naomi se levantó de inmediato,

-Cariño, Juan Carlos va a adorar tu receta-. Naomi giró sobre sus altos tacos color rojo, se veía hermosa. Ani esbozó una mueca Frank y Luisa llegaban al mismo tiempo, saludaron a la familia y se unieron a los demás en el gran comedor, saludaron efusivamente a la abuela y los chicos.

Henry entró en la cocina para ayudar a Ani a servir todo a la mesa, le miró con cariño y alzando a Ani le dio giros, luego le dio un beso en la frente, él había sido como un padre, después de la muerte de su madre, su padre había pasado un tiempo muy depresivo, y su hermano estuvo ahí para ella, le cuidaba, siempre estaba al tanto.

-Bien, deberíamos empezar, no veo la hora de devorarme todo-. Concluyó Frank.

-Tendrás que comenzar por estas fabulosas empanadas, y sorpresa… mi hermana querida ha hecho estos rollos de queso-. Henry señaló.

-Naomi se le dio por invitar alguien a la cena, ya la conoces-. Respondió Ani a su cuñado, quien estaba deseoso que comer, era de buen paladar.

- ¡Si, me imagine…! ¡Por Dios! el hambre que tengo es horrible-. Henry hizo expresión de cansancio.

-Amor, ya somos dos-. Dijo Luisa que en ese momento abrazaba a Henry.

-Sepan que es alguien especial, es médico en la clínica donde hago mis turnos, es una belleza de persona, me encanta, estudiado, viajado, culto, que más podría pedirle una mujer, en realidad tengo una amiga que deseo presentarle; Angélica Lerena, ese es el hombre para ella-. Dijo Naomi con su fuerte acento.

Ani le miraba con asombro, algo no había sido revelado por su hermana.

-No entiendo Naomi ¿Invitaste a Angélica a casa y ni me avisaste? -tendré que colocar un puesto más-.

-No creí que fuera un problema invitarla, además es mi amiga, no me confirmó, pero lo seguro es que venga, le dije de quien se trata, eso parece haberla animado-.

-Buena sorpresas las tuyas-.

-Uh, ya veo, ¿Pensaste que te iba a presentar a Juan Carlos a ti? por favor Ani, es un hombre de dinero, mundo, viajado, que tonterías... por cierto allí llega su coche, solo mírate en un espejo-.

-No digas tonterías, ni siquiera he tenido tiempo para pensar-. Y eso era cierto, el día había sido bastante trabajado, pero los resultados saltaban a la vista.

-Naomi, no está correcto que trates a tu hermana de esa manera…tengamos una noche cálida y familiar, con extraños incluidos, no lo olvides-. Puntualizó la abuela con una acertiva mirada severa.

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