Otra noche

Me da risa la manera en la que Alex no me saca la vista de encima, con tal de que no tome ni una copa.

Cada paso que doy, él me sigue, hasta tal punto que en un momento lo siento tan pegado a mí que casi me caigo. Esto puede ser divertido, pero al mismo tiempo, un tanto molesto. ¿Me seguirá hasta el baño? 

De todos modos, ni siquiera sé por qué dije eso. Estoy segura de que podría besarlo aún más estando borracha, así que, dentro de todo, me ayuda bastante estar sobria. Si intenta besarme, pensaré alguna excusa para que no lo haga, aunque ni yo me lo creería. 

—¿En qué estás pensando tanto? —pregunta en mi oído, haciéndome saltar del susto.

—En nada —replico encogiéndome de hombros.

—¿No te estás divirtiendo? —quiere saber con tono irónico. Giro para mirarlo y le dedico una sonrisa forzada.

—La verdad que no… —Hago puchero con la boca y arquea una ceja—. Me dijiste que tenemos que disfrutar la fiesta, pero estoy demasiado aburrida.

—Bueno, yo conozco una manera en la que podemos divertirnos —murmura esbozando una media sonrisa. Lo observo con los ojos entrecerrados y suelta una carcajada—. No sé en qué estás pensando, pequeña traviesa, pero me refería a bailar. —Me guiña un ojo y toma mi mano para darme muchas vueltas.

—Soy pésima bailando —comento con tono avergonzado luego de pisarle un pie, a lo que él vuelve a reír.

—Me di cuenta, corazón, pero vas a tener que aprender. Si no… ¿cómo vamos a hacer para bailar el vals en nuestra boda? —inquiere en voz alta, notando que su mamá está más cerca de lo que pensaba. 

Entre esa vieja y él siguiéndome por todos lados, creo que ni siquiera voy a tener tiempo de respirar. 

—Conozco a un buen profesor de danza —expresa Emma, claramente estaba escuchando la conversación—. Da clases a parejas, así que pueden ir antes de la boda. Es más, seguro que les hará un descuento…

—Me parece perfecto —la interrumpe Alex—. ¿Y a ti qué te parece, Maia?

—Bueno… —Busco su mirada, la cual me pide que acepte, así que termino asintiendo—. Es una idea excelente —agrego tratando de sonar con naturalidad—. Me vendrían perfecto unas clases de baile para no pasar vergüenza en la fiesta. 

—En un momento te consigo el contacto y te lo paso —expresa la señora, con la sonrisa más sincera que le vi en toda la noche. Se aleja a paso rápido, desapareciendo entre los invitados, y miro a mi acompañante con mala cara. 

—¿Qué? —dice, poniendo los ojos en blanco—. Me parece una oportunidad perfecta para demostrarle a mi madre que nos vamos a casar de verdad. 

—¿Clases de baile? ¿No podría ser de repostería, aunque sea? —inquiero esbozando una pequeña sonrisa. Se ríe de manera aliviada y me da un beso en la frente—. Son cinco mil dólares más —continúo con seriedad, aguantándome la risa.

—Lo que sea con tal de que…

—¡Que era broma! —exclamo ofendida. ¿De verdad cree que podría ser tan interesada y que lo vería como si fuera un cajero automático?

—Solo quiero que sepas que estoy dispuesto a darte todo con tal de agradecerte por este favor enorme, te daría hasta lo que no tengo.

—No es necesario, Alex, lo hago porque quiero —murmuro, embelesada con su mirada.

Nos quedamos un momento en silencio, solo mirándonos, hasta que la conexión se interrumpe cuando nos empujan y me hacen caer sobre él, quien me ataja con fuerza. 

—¡Chicos, son unos brutos! —grita él negando con la cabeza de manera incrédula. Cuando logro ver quienes están a nuestro alrededor, casi me desmayo. 

Son sus cuatro amigos, observándome con sus ojos oscuros tan abiertos que de inmediato siento mis mejillas rojas. Creo que nunca estuve atrapada entre tantos hombres lindos. 

—Ella es Maia, mi prometida —me presenta Alex, tomándome de la cintura. 

¿Son sus mejores amigos y no les dice la verdad? Me parece que eso está muy mal, cuanta más gente se crea esta mentira, peor va a ser… 

—Hola, Maia, mucho gusto —manifiesta el más bajo de todos, pero con una espalda tan ancha que parece una heladera—. Yo soy Alan, él es Jonathan… —Señala a un muchacho igual a él, deben ser gemelos—. Nos distinguirás por los tatuajes —agrega mostrando que cada uno tiene un tatuaje con su nombre en la muñeca. No puedo evitar reír. 

—Es una idea genial —comento. Alex bufa.

—Yo les dije que era una idiotez —expresa—, pero ya sabía que te iba a gustar a ti.

Dos hombres detrás de mí se aclaran la voz y estrechan mi mano con firmeza. Pero, ¿qué son? ¿Boxeadores? ¿Rugbiers? Tienen demasiada fuerza. 

—Yo soy Robert —se presenta el más alto.

—Y yo Daniel —dice el otro dedicándome una sonrisa enorme—. Ahora, dinos, ¿cómo hiciste para conquistar a este hombre que tiene un corazón tan frío y duro como una roca?

—Ni yo sé —replico soltando una risita, y miro a Alex para que me ayude y me saque de esa situación tan incómoda, aunque es Gabriella quien lo hace.

—Te necesito un minuto en la cocina, Maia —pronuncia, tomándome del brazo. Alex abre la boca para hablar, pero ya es tarde, la mujer ya me arrastró hasta el cuarto—. Nena, perdón, quiero decirte una cosa… —Mira alrededor para verificar que no haya nadie cerca y prosigue—. Absolutamente nadie sabe sobre esto, yo le di la idea a Alex, y él no quiere que nadie más lo sepa…

—¿Por qué? —quiero saber—. ¡Son sus mejores amigos!

—Eres muy inocente, Maia. —Suspira—. En el mundo de él, nadie es su amigo, todos son falsos e hipócritas y, por supuesto, interesados. Se hacen los buenos, pero son serpientes. Alex tiene un dicho, aunque es muy conocido, pero él lo sigue a rajatabla: no le digas a nadie tus planes si quieres que salgan bien. 

—Es cierto —replico, mirando con amor la botella de licor de chocolate que tengo frente a mí. La mujer se da cuenta y me sirve en un pequeño vaso—. ¡Ay, gracias! Alex no está dejándome tomar, pero…

—¡Ja! —grita él detrás de mí—. Ni creas que te vas a beber eso —continúa. 

—Ay, por favor, un trago no me va a emborrachar —contesto poniendo los ojos en blanco. Acerco el vaso a mi boca y me mira con seriedad.

—Llegas a tomar una sola gota, y tendrás que atenerte a las consecuencias —comenta con tono firme. Me río y Gabriella hace una mueca.

—Creo que me voy antes de que esto se ponga feo —dice ella antes de salir—. No les recomiendo que entren ahí. —Escucho que les dice a algunas personas.

Alex me está desafiando con la mirada, y yo hoy quiero romper las reglas, así que, sin pensarlo, me tomo el contenido de un solo trago. 

Asiente con lentitud, mirándome con expresión de decepción claramente fingida, y se acerca a la puerta para cerrarla y ponerle llave. Trago saliva con fuerza, pensé que estaba haciendo una broma. De repente, se me borra la sonrisa. 

—Te dije que si hacías eso ibas a tener consecuencias —murmura, volviendo a acercarse a mí a paso lento, como una fiera acechando a su presa. Por el contrario, yo solo quiero alejarme un poco, aunque lo único que termino haciendo es quedarme pegada a la mesada y ya no tengo escape. 

—No te tengo miedo —contesto. Sonríe y acaricia mi mejilla, sin dejar de mirar mis labios. 

—No tendrías porqué, no voy a lastimarte —susurra, enredando su mano en mi cabello, mientras con la otra rodea mi cintura para pegarse más a mí.

—Entonces… ¿Cuál es mi castigo? —pregunto casi sin voz. Se relame el labio inferior y hace una mueca pensativa.

—No sé, creo que te va a gustar tanto, que vas a empezar a portarte mal todos los días con tal de que te castigue —replica, bajando su mano hacia mis muslos. 

Mi cuerpo completo cosquillea, mi respiración se entrecorta y no puedo pensar en otra cosa que no sea tenerlo desnudo sobre mí. Sacudo la cabeza con disimulo e intento mantenerme centrada. 

No sé si es el alcohol que acabo de tomar, pero siento que un calor ardiente se expande hasta mis extremidades, creo que voy a prenderme fuego. A juzgar por la temperatura de su mano, creo que él también está que arde. 

—Deberíamos… —digo sin voz, y me aclaro la garganta—. Deberíamos volver a la fiesta, deben estar preocupados por nosotros.

—Ja, ja, ja. —Ríe con sarcasmo—. De verdad, corazón, ¿crees que están preocupados? ¿Qué es lo que haría una pareja desaparecida en medio de una fiesta? 

—Pero nosotros somos una pareja falsa —replico.

—Para ellos, no, somos una pareja muy real —me contradice, rozando su nariz con la mía. Está a tan solo unos centímetros de distancia, puedo besarlo con apenas un movimiento, pero trato de resistir lo máximo posible. 

—Esto no se vale —murmuro—. Solo quiero divertirme, tomar, emborracharme y olvidarme de todo.

—Te entiendo, yo también quiero eso, pero también quiero estar con todos mis sentidos despiertos en caso de que no podamos controlarnos más. 

—Hoy no va a pasar nada —expreso, tratando de alejarme. ¿Qué parte de que si tenemos relaciones me enamoro no entendió? 

—Es solo una noche, Maia, para cortar tensiones entre nosotros —implora. Niego con la cabeza y cierro los ojos para no mirar su belleza tan de cerca—. Ya sé que te dije que respetaba eso, pero es que no sé cuánto tiempo más podré soportarlo. Eres demasiado hermosa. 

—Podrá ser alguna otra noche, Alex, pero no será esta. —Resoplo—. A no ser que me dejes emborrachar —agrego abriendo los ojos otra vez. Ríe y esta vez es él quien niega.

—Me estás tendiendo una trampa, ¿no? Con tal de que no te bese, eres capaz de hacer cualquier cosa.

—Y tú eres capaz de hacer cualquier cosa con tal de besarme, creo que somos más parecidos de lo que pensaba. 

—Me encantas, no te das una idea de cuánto —comenta, al fin alejándose—. Esta noche eres libre de hacer lo que quieras, pero no te olvides de que dijiste “alguna otra noche”, yo ya lo grabé con fuego en mi cabeza. 

Le saco la lengua de manera divertida y abre la puerta otra vez para dejarme salir. 

Creo que encontré la manera de que él esté bajo mis ordenes, cuanto más aguantemos este deseo, más tiempo lo tendré a mis pies. 

Me parece que me voy a divertir mucho con esta tortura. 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo