Capítulo 3: ¿Buscando alianzas?

Charlotte

Me quedé esperando que Luciano  me de razón alguna, estoy sentada en la camioneta mientras fumo un cigarro. Lía quedó en una de las bodegas, ella quedó encargada de revisar algunos documentos, su especialidad es los números así que debo explotar sus habilidades. Siento como mi presión se sube por todo lo que está sucediendo. El tabaco es lo único que en estos momentos me alivia. Le pedí a mi chofer que se fuera, mientras que no tenga más confianza con él, no puedo darle la oportunidad para que se integre más en mis cosas. 

Luciano no tardó en aparecer en mi camino, me gusta demasiado su eficiencia, no podría confiarle todo esto a alguien más, él no solo es mi mano derecha, también es mi amante clandestino, nunca he tenido una relación y nunca la tendré soy más de disfrutar el momento, de disfrutar a los hombres. El amor y todo eso es una babosada, eso no va conmigo, esas cosas solo te pueden despejar del camino verdadero, tengo muy claro que el placer no se debe mezclar con los negocios. 

—¿Conseguiste información? —Él se quita sus lentes y niega.

—Solo tenemos información de las personas que estuvieron allí, fueron seis, aunque todos lo niegan, hay dos que están muy nerviosos, sin embargo, pensé que era necesario que estuvieras allí. 

—Está bien. Entre más pronto salgamos de eso, mucho mejor. 

—Lo otro, es que conseguí una cita con unos nuevos socios. Son nuevos en la ciudad y transportan buena calidad. 

—Suena bien —contesté al mirar por la ventana, estoy alarmada ante cualquier movimiento. 

—El único problema es que ellos quieren vernos, bueno, verte en una hora. 

—¿Quienes se creen para darnos órdenes? Soy yo quien decide a que horas vernos, o en que momento. 

—Son unos que nos van a generar mucho dinero y eso es lo único que te debe importar preciosa. Así que iremos a la bodega y luego, saldremos para donde ellos ¿Te parece? —Él agarra mi mejilla, pero desvió su beso. Lo último que quiero es estresarme más. 

—Maneja rápido, que la incertidumbre me va a acabar. 

Llegamos hasta una de las bodegas en San Giuseppe, está es una de las especiales ya que allí nos encargamos de torturas. Al entrar, algunos de nuestros hombres tienen a los demás atados. Me pongo un par de guantes y camino a pasos largos.

—¿Entonces? Me imagino que ya tienen respuesta a lo que sucedió en una de mis instalaciones —dije con autoridad.

Nadie habla, todos bajan la cabeza y eso me desespera más, nadie acepta un error y eso no es perdonable.  

—Está bien, nadie responde. Entonces tendré que pagar con cada uno de ustedes. —Saqué mi arma y disparé al techo. Algunos gritos agudos se escucharon. 

—Pero señora… Señora nosotros no tenemos nada que ver con eso. —Una mujer de unos treinta años se levanta, la miro y voy y la hablo muy de cerca. 

—¡Siéntate! y jamás te iguales con alguien como yo, ustedes no son más que herramientas para poder conseguir lo que deseo. —Ella se sienta y baja la mirada—. Ustedes no deben mirarme a los ojos, no se ganaron ni el más mínimo respeto con lo que acaba de pasar.

El silencio se hizo presente, nadie se atrevía a decir nada. Mire a Luciano que parecía estar disfrutando todo esto. 

—Entonces ¿Quién prendió fuego? necesito que me digan quién carajos fue. —Nadie decía nada, empuñe mis manos llena de frustración, no puedo creer que me quieran ver la cara. Mire a Luciano para hacerle la seña. 

Él sonrió y disparó a uno de ellos. Algunos gritaron mientras otros solo permanecieron en silencio. 

—¿Tendré que repetir? o ¿Acaso prefieren que la siguiente vaya a la cabeza de alguno de ustedes? —Entre todos se miraron para luego mirar a uno de los hombres allí sentados. 

—Un hombre se acercó y fue el que tal vez inició todo, se veía muy sospechoso. Pensé que de pronto era alguien de seguridad de usted señora. Lo siento mucho por no cumplir con mi trabajo. —Me acerco a él, tiene su uniforme de guarda, él tan solo baja la cabeza y pide disculpas ¿Cómo si eso pudiera devolver los billetes que perdí? —Él solo miraba todo el lugar, no lo había visto jamás, le aseguro que ninguno de acá tiene algo que ver. 

Claramente no les creo, alguien tuvo que dar dinero por eso, ellos saben que si alguien se acerca deben prender fuego. 

—Espero que no hayan sido tan estúpidos de dar información de más a ese hombre misterioso, porque les aseguro que sus familias son las que saldrán pagando todo ¿Entienden? —Todos asienten con su cabeza, doy media vuelta y le hago señas a los francotiradores—. Acaben con ellos.

Caminé y Luciano fue tras de mí, se escuchó el eco de los disparos. 

 Ahora vamos camino a la bahía, al restaurante bar que hay allí, supuestamente allí nos van a esperar aquellas personas, me da mucha curiosidad que alguien se haya atrevido a meterse conmigo, por lo general soy yo quien busca a mis socios, ellos a mi no.

Ahora no solo debo enfrentarme a lo que me corresponde a diario, sino que también debo buscar quien se atrevió a meterse en mi camino, nunca nadie lo había hecho. 

Al llegar observó a mi alrededor, Luciano hizo bien su trabajo, nuestro personal está listo, en caso que deban abrir fuego y empezar una batalla campal con tal de defendernos, lo van a hacer. La bahía es uno de mis lugares favoritos para hacer reuniones. 

—¿Pudiste averiguar algo de aquellas personas misteriosas? es la primera vez que escucho de ellos —le dije, él sacó su teléfono y me enseñó la fotografía. 

—Son ellos, la única información que tenemos es que vinieron de América. No sabemos nada más. —Me enseña eso y ruedo mis ojos, no puedo creer que sean los mismos sujetos del cementerio, lo único interesante es que podré descubrir quienes son—. Pero no te preocupes, tal vez sean unos más del montón que solo quieren quedar bien contigo, sabes a la perfección que nadie se va a atrever a competir contigo. 

En mi mente no dejaba de procesar esos rostros, en especial el del hombre no despegaba su mirada de mí. 

—Luciano, quiero que los vigiles, espero que hoy podamos solucionar algo. Adicional vas a buscar a la persona que hizo eso creéme que no vamos a tener compasión, acabaron con demasiado cargamento y no vamos a tolerar eso. 

—Lo sé. No te preocupes que las cosas se harán como tu digas. 

Mientras que Luciano maneja, acomodo mi maquillaje, recordando las palabras de aquel sujeto en la fábrica, alguien tuvo que filtrar información. Llegamos hasta la bahía, un lugar transcurrido en horas de la mañana, somos privilegiados en usar este lugar, algunos miembros de la policía están bajo nuestras órdenes así que ellos se encargan de que nadie aparezca por aquí. Bajamos del auto, con la plena seguridad de que aquí solo saldrá un victorioso y esa soy yo. 

Hay una van color blanco, con vidrios polarizados ya estacionada, veo mis mejores francotiradores en la parte superior de los inmuebles cercanos. Veo como se abre la puerta y salen ellos, con suficiente prepotencia que solo ellos la pueden creer. Se acercan y uno de ellos habla.

—¿Podemos entrar? —Asentimos y ellos siguieron de primeras, al entrar una gran mesa con licor nos esperaba. Todos tomamos asiento, el ambiente era tenso, el juego de miradas por ambas partes era arrasador.

—No sabía que debíamos traer alguna mujer para divertirnos —habla el mayor de los hombres, con gracia. Este tenía algunas canas a los costados de su cabeza. Luciano arruga el ceño y me mira negando con la cabeza—. Nos dijeron que era una reunión de negocios ¿Aquí acostumbran hacerla con las mujerzuelas? —comenta con burla, mantengo mi rostro serio.  No puedo creer la falta de profesionalismo.

—Soy la encargada de esto ¿Te suena el apellido “Musolini”? —me acerqué mientras lo miraba—. Soy su hija, soy la dueña y señora de todo este lugar, soy la encargada de que las cosas funcionen. Ahora no me interesa hablar con intermediarios, mis planes son grandes así que les conviene ¿Cuál es el jefe? si es que hay uno. Por lo que veo solo pueden hablar con superioridad falsa. Se escudan en sus fachadas de machos alfas, pero en el fondo son obviamente unos payasos —dije con rabia. 

Todo dentro de mí, era una bomba de tiempo, que iba a explotar en menos de nada. 

—Somos tres en esto, así que te… —Uno de ellos le hace señas al mayor para que evite hablar más. 

—Soy yo, Adriano D’ Angelo, soy el jefe. Ellos son mis hermanos, Donato el mayor y Enzo el menor. —Él se presenta, su barba de algunos días le daba su toque misterioso, su cuerpo marcado y su rostro perfilado dejaba una invitación clara—. Es un gusto conocerla…

Su mirada me taladraba con tanta intensidad que sentía que me estaba quemando. 

—Que bien, mira Adrino, quiero que seamos claros, a mi no me gustan los juegos y estas bromas fuera de lugar, son puestas en su sitio de otra forma, les daré mi voto de confianza ¿Qué quieren? 

—Me parece bien… —Señala con su mano pidiendo mi nombre.

—Charlotte, —besa mi mano, subiendo su mirada poco a poco, generando suficiente tensión en mi. 

—Queremos ser los encargados de transportar su mercancía, tenemos suficientes contactos en América. Eso puede ser útil para usted mi querida dama. —Sirve dos copas, mientras los demás están observando en silencio, él bebé primero y luego lo hago yo. 

—¿Qué te hace pensar que necesito que ustedes trabajen para mí? —Me acerco a él, baje mi mirada hasta sus labios y luego la subí a sus ojos.

—Le aseguro que no trabajaremos para usted, trabajaremos con usted. Tengo un buen presentimiento de esto, si desea puede ponernos a prueba. —Él le hace señas a su hermano menor, esté trae un maletín—. Aquí hay una gran cantidad de dinero, tómelo como una muestra de mi lealtad, nuestra lealtad. 

Luciano miro el maletín, mientras el verde de los billetes sobresalen. 

—Una oportunidad nada más y le aseguro que será un placer, en ambas partes. 

Me puse de pie, para luego caminar a la salida. 

—Nos veremos el lunes, tienen solo una oportunidad. Les aseguro que si fallan no los quiero volver a ver en este lugar. 

Ante la sonrisa ladeada de Adriano salí de allí, bastante curiosa por ver que puede suceder con él. 

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