Capítulo 2

BRANDON

Ha sido un mal día, la cara de la rubia de ojos grises que me encontré por desgracia, a las afueras del hospital, no sale de mi cabeza, la ayudé, cosa que no debía, porque ahora tengo encima un retraso de más de media hora, el tráfico no ayuda y mi genio se amarga con lo sucedido.  

Todavía que le ayudo a recuperar su bolso, me tacha de ladrón, cuando la necesidad no la tengo encima. Creo que la gente debería aprender un poco más de modales, le di mi tarjeta porque era la única manera segura de que me dejaría en paz. 

Cuando veo que la avenida está libre, ordeno al chófer que pise el acelerador y vaya lo más rápido posible, él sigue al pie de la letra mis instrucciones y respiro hondo. Dios, nadie me había hecho pasar tal vergüenza, solo espero que ninguno haya grabado un video y que menos me reconozca. 

Comienzo a desesperarme, cuando mi móvil suena, y el nombre de mi hermano mayor resplandece en la pantalla. 

—¿Dónde estás? —me reclama en cuanto atiendo. 

—Voy en camino —respondo con molestia y ganas de estrangular a la culpable de esto. 

—Hace cinco minutos que la junta terminó, era una de las importantes con nuestros socios en Japón —contesta lo que ya sé. 

Mi hermano mayor y yo somos accionistas de una de las cadenas hoteleras más grandes del país, yo soy el gerente, ahora que el abuelo está enfermo e internado en el hospital desde hace dos meses, somos nosotros los que llevamos la carga, con ayuda de nuestra madre; Lena Lewis. La CEO de la empresa. 

—Lo sé —suelto un suspiro lleno de exasperación. 

—Traté de que no se notara mucho tu ausencia, pero el gerente de Japón no parecía muy feliz y mucho menos seguro, duda de los arreglos que tenemos para el nuevo departamento de proyectos —me explica y la cabeza me duele. 

—Trataré de arreglarlo, no te preocupes —respondo con seguridad fingida. 

—¿Puedo saber qué es lo que hizo que llegaras tarde? —comienza a joder con su papel de hermano mayor—. El horario de la conferencia terminó hace una hora, y llegas demasiado tarde, ¿puedo saber qué estabas haciendo? 

—Fui a visitar al abuelo, me retrasé un poco, eso es todo, sin contar el maldito tráfico —bramo, aflojando mi corbata. 

—Una pérdida total de tiempo —habla en tono monótono. 

Como siempre hace cada que tocamos el tema del abuelo, un hombre que toda su vida fue estricto hasta la médula. Pero que antepone a su familia para todo, algo que sin duda alguna le admiro. 

—No seas capullo, no has visitado al abuelo desde que enfermó, tampoco preguntas por él —replico.

Estoy a cinco minutos de llegar a la empresa. 

—¿Por qué lo haría? El viejo nunca me ha querido, tú eres su consentido —recalca—. Ni siquiera me presenté al funeral de nuestro padre, otro hombre que siempre me vio como si fuera un obstáculo. 

Me quedo callado, Gabriel es bueno, pero ha crecido con el resentimiento de un padre que le exigió más, y con la educación dura del abuelo, él piensa que ambos no le tuvieron afecto, pero pienso que es todo lo contrario. 

—Como sea, estoy llegando. 

—Mamá se enfadó por tu ausencia —dice antes de colgar—. Habla con ella, sabes que odia estas cosas. 

—Lo haré. 

Colgamos y espero dos minutos, en cuanto llego, subo al elevador, luego de saludar a la recepcionista, algunos empleados, reviso mi aspecto, subo hasta el último piso, que es donde están nuestras oficinas, entro a mi despacho y comienzo a revisar los documentos que están sobre el escritorio. 

Cuando llaman a la puerta. 

—Adelante —demando.

—Buenos días, señor Lewis. 

Una voz melódica me saca una sonrisa de oreja a oreja, levanto la mirada y me encuentro con Elisa Hall, una mujer de estatura mediana, pelirroja, ojos azules y sonrisa encantadora, mi asistente personal y por supuesto, mi mejor amiga. 

—Sabes que odio que me llames como a mi abuelo —refuto relajando mi cuerpo. 

Ella cierra la puerta. 

—Tu madre está de mal humor —cambia el tema de conversación. 

—No quiero hablar de mal humor, que el mío lo gana —mi sonrisa se borra al recordar el incidente del hospital. 

—¿Por qué llegaste tarde? 

—Una rubia loca me detuvo a las afueras del hospital, es una larga historia, ya te la contaré después.

Asiente en silencio. 

—Bueno, como sea —me tiende una carpeta—. Aquí está la información que me pediste ayer. 

Tomo la carpeta y comienzo a hojear cada documento. Con los datos y fotos. 

—El detective privado que contrataste y con el que me pediste que me contactara, encontró que tu prima fue adoptada poco después de nacer —me explica—. Por una pareja, lo extraño es que las fotos y los nombres que vienen en los registros, no concuerdan con las personas reales, al parecer usaron las de una pareja de ancianos que murieron cinco años antes del nacimiento de ella. 

La información me marea. 

—Lo que quiere decir que alguien ha alterado la información para que nadie pueda localizar a las personas que realmente se quedaron con tu prima —finaliza Elisa—. Todo te lo ha mandado por correo también. 

Tenso el cuerpo. 

"Tienes que encontrar a mi nieta, ella es sangre de mi sangre y carne de mi carne, es familia, tu prima"

Las palabras del abuelo retumban en las paredes de mi cráneo, le prometí al abuelo encontrar a su nieta perdida, y no pienso detenerme hasta dar con ella. Viva o muerta, pero la voy a  encontrar, aunque ahora mismo parece ser una aguja en un pajar. 

—Gracias —le respondo a Elisa. 

—De nada, estaré pendiente con el caso, cualquier cosa que resurja, te mantendré ocupado —dice antes de salir. 

Estando solo, reviso una vez más los documentos, la nieta perdida es la hija de Erika Lewis, la hija menor del abuelo, lo poco que sé de su historia, es que el abuelo quería casarla con un socio millonario, pero ella estaba enamorada de otro hombre, no tan rico, así que huyó con él, en aquel entonces el abuelo era severo, poco después se enteró de que había tenido una hija, pero eso fue lo último que supo, y desde entonces, ha dedicado lo que le resta de vida a encontrarla. 

—Ahora es mi turno, te voy a encontrar, primita. Eso es un hecho.

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