Capítulo 1

MEGAN

La vida no siempre te sonríe, y en mi caso, las nubes grises yacen encima de mi cabeza, salgo de casino con las piernas temblorosas, las manos frías y una amenaza de muerte sobre la espalda. Pedirle dinero prestado a un usurero que resulta ser miembro de la mafia italiana, no es la idea más inteligente, sin embargo, es la salida más fácil si quiero salvar la vida de mi madre.  

Quien padece de cáncer de hígado, los doctores me han dicho que necesita tratamiento y ver si ya es candidata para un trasplante, lo cual cuesta mucho, dicha cantidad que mantengo dentro de mi bolso, lo abrazo a mí con fuerza. Hace unos meses apenas me gradué de Administración Hotelera, buscar un trabajo resulta difícil, más con los tiempos, pero no me rindo. 

Anoche, mamá tuvo una caída, la traje al hospital, el doctor mencionó que ya era necesario tener que iniciar con el tratamiento. Doy un paso adelante con la intención de subir las escaleras, cuando siento un tirón en el brazo, luego mi bolso desaparece de mis manos, veo como un tipo me lo quita y con él, todas mis esperanzas. 

Abro la boca para gritar, cuando alguien más pasa por mi lado corriendo a gran velocidad detrás del ladrón. Es un hombre de traje, voy tras ellos, pero los pierdo luego de cinco minutos, sin saber qué hacer, vuelvo a la entrada del hospital, saco el móvil sin saber qué hacer, cuando alguien toca mi hombro. 

Para este punto, mis ojos están llenos de lágrimas, mismas que retengo al ver a un hombre, debe tener unos veinticinco años, cabello oscuro, ojos azules, de porte intimidante y sonrisa encantadora. 

—Esto debe ser tuyo —argumenta.

Siento que el corazón me late con fuerza, rápido abro el bolso y comienzo a revisar el interior, sin embargo, el corazón se me encoge al ver que no hay nada, es como un balde de agua fría cayendo por mi espalda. 

Levanto la mirada y observo al hombre que está delante de mí, trae unos pantalones, camiseta y saco demasiado costosos, o al menos eso es lo que se ve a primera vista. 

—Señor, por favor, si usted tomó el dinero, le pido que me lo regrese —mi voz tiende de un hilo. 

—¿Qué? —enarca una ceja con incredulidad. 

Odio comportarme de este modo, pero a mi mente viene la cara del Sr. Bonjovi, y la de todos sus matones, trago grueso, el corazón me late con fuerza y creo que comienzo a hiperventilar. 

—Señor —esta vez la barbilla me tiembla—. Por favor, regrese el dinero. 

—Esto debe ser una broma —resopla.

La gente comienza a vernos y algunos se quedan a nuestro alrededor. 

—Mi madre está muy enferma, si tiene el dinero, le pido de la manera más atenta que me lo regrese —espeto con firmeza. 

—No lo tengo yo, hasta donde recuerdo, fui yo quien corrió detrás del ladrón —arguye el tipo con un tono de voz que detona molestia. 

Los murmullos de la gente llegan hasta mis oídos, sin embargo, no lo puedo dejar ir, la vida de mi madre depende de ese dinero, ella es todo lo que tengo en este mundo. Por lo que hago un último movimiento desesperado, al ver que gira sobre sus talones con la intención de marcharse. Tiro de su playera. 

—Señor, si tiene el dinero de mi bolso, le ruego que lo devuelva, no estoy bromeando, mi madre está muy enferma y lo necesito para… 

Mis palabras quedan suspendidas en el aire, cuando se suelta de mi agarre. Me mira de arriba abajo con desdén y frunce el ceño. Luego voltea a ver a nuestro alrededor. 

—Señorita, déjese de tonterías, no tengo su dinero, y por favor —merma el espacio que hay entre los dos—. Deje de comportarse así, de ese modo, la gente nos está viendo y no tengo tiempo para estar aquí, con usted, le he devuelto el bolso, lo menos que puede darme, son las gracias. 

Hace un nuevo intento por marcharse, es como si la esperanza de mi madre se deslizara por las manos. En un nuevo intento por detenerlo, todo me da vueltas, no he comido nada y lo vuelvo a tomar del brazo. 

Me siento tan débil, que los latidos de mi corazón van en aumento. 

—Señor, se lo ruego, devuélvame el dinero, lo necesito para la el tratamiento y operación de mi madre —me aferro a él. 

Pero en cuanto lo hago, mi cuerpo se debilita, mis piernas flaquean y siento que caigo, pero no alcanzo a llegar al suelo, estoy delirando, no ha sido una buena semana tampoco. 

—¡Señorita! —un par de brazos fuertes me detienen—. ¡Dios, qué terca eres! 

El sujeto me detiene para evitar la caída al suelo. Abro la boca para decir algo, una vez que logro sostenerme de pie, cuando mi voz se ve opacada por el estruendoso sonido de un claxon. Levanto la mirada y frente a nosotros se estaciona un auto negro, del que baja un chófer y le abre la puerta al tipo. 

—Tengo que irme —anuncia él. 

—Por favor, haré lo que sea… 

Esta vez el sujeto no se detiene, se aleja y sube a su auto, enciende el motor y debo haber perdido la cabeza por completo, porque en cuanto el carro arranca, corro para intervenir su escape. Colocándome delante, lo que hace que él frene y salga molesto. 

—¡Qué haces! —brama con ojos de fuego—. ¡Pude haberte matado! 

Me muerdo el labio inferior. Tiene razón, pero es que la necesidad me hace hacer cosas de las que no estoy orgullosa. La gente comienza a rodearnos, los curiosos no faltan. 

—¡Señor, lo único que le pido es que me devuelva el dinero rápidamente! —exclamo con todo el aire que se había acumulado dentro de mis pulmones. 

El auto quedó en medio de la avenida, por ello, algunos carros llegan y comienzan a hacer demasiado ruido para mi gusto, tocan el claxon, algunos comienzan a gritar que se quite del lugar. El sujeto se toca el puente de la nariz en un acto de estrés, luego se acerca a mí, sacando algo de sus bolsillos. 

Por un momento pienso que se trata del dinero, pero es imposible, en su lugar, me da una tarjeta. 

—Esta es mi tarjeta, tengo que irme ahora, después de las siete de la noche llámame, prometo hablar contigo sobre el dinero para la operación de tu madre —espeta con firmeza—. Ahora, por favor, deja de dar un espectáculo vergonzoso a las afueras del Hospital. 

Tomo la tarjeta entre las manos y me aferro a ella como si fuera mi salvavidas, viendo como él desaparece luego de que suba al auto. De algo estoy segura, pienso llamar, porque la vida de mi madre, ahora depende de ello.

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