2. El inicio de un reinado

Desde ese día, las cosas fueron buenas para él. A duras penas recordaba todas las cosas que tuvo que vivir en Londres antes de partir a Rusia con ese sujeto que decía ser su padre. Descubrió que tenía cinco cuatro hermanos más que fueron dejados a un lado por personas importantes en su vida. 

Todos tenían una historia diferente que contar y él no podía meterse en eso. 

— Axel, buenos días —su hermana entró a la habitación mostrándole una pequeña sonrisa—. ¿No consideras que ya es hora de que te levantes de esa cama?

— ¿Ya se murió el anciano? —preguntó dándose la vuelta—. Tengo mucho sueño y no quiero estar con ustedes.

— Vamos, por favor —su hermana le quitó las sábanas—. Tenemos que irnos lo antes posible con él, sabes que la última vez que nos escapamos no nos fue de la mejor manera y tengo por seguro de que ahora no será para nada bonito si nos quedamos.

— Tienes razón —bajó los pies de la cama—. ¿Y los demás?

— Sin deseos de irnos —dijo su hermano Bruno, entrando a su habitación—. Te ves espantoso. ¿Te masturbaste la noche anterior pensando en esa chica?

— No molestes a Axel con tus mamadas, Bruno —Astrid golpeó su brazo—. Recuerda que está chiquito y hay que cuidarlo como si fuera un bebé.

— Soy el mayor, deben tenerme respeto al menos —dejó salir un bostezo—. ¿Alguno de ustedes sabe cuándo sabemos por qué estamos aquí?

— Nuestro padre lo dirá después —dijo su hermano Klaus entrando a su habitación junto con su hermano Dominick—. M****a, ¿te caíste de la cama anoche? ¿Por qué estás de ese modo?

— ¿Qué tan mal me veo? —se levantó de la cama, y fue a mirarse al espejo—. Me veo espantoso…

— Los estoy esperando desde hace diez minutos —todos se pusieron en alerta al escuchar la voz de su padre—. Salgan, y no me importa si no se han lavado los dientes.

Todos asintieron como si fueran soldados y siguieron a su padre hacia la sala de reuniones. Desde que comenzaron a vivir con él, siempre se mantenía mostrándose superior a los demás, dejándose ver que él tenía el control sobre todas las cosas y que, además, ellos se iban preparando para cualquier pelea. 

Axel era el mayor de los cinco, sin embargo, les tenía un enorme cariño a los cuatro hermanos que se volvieron una parte de él. Su padre, Alek, les informó que tenían una misión en la vida y no era precisamente morir. Seguían sin saber qué quería ese hombre de ellos y cada vez que tenían una de esas reuniones, siempre era un descubrimiento nuevo.

— Saben que odio que me hagan esperar cuando los necesito conmigo, mocosos —farfulló mirándolos—, pero ya que están aquí; ya les tengo una primera misión para saber que tan metidos están metidos en esto.

— ¿Misión? ¿Vamos a matar a alguien?

— Sí —respondió Alek con mucha simpleza—. Quiero que ustedes cinco hagan algo por mí, son pequeñas manadas las que tendrán que tener en sus manos y ahora quiero que ustedes las tomen.

— ¿Quieres que le quitemos la manada a alguien? —preguntó Astrid, sorprendida—. ¿Qué nos han hecho como para que hagamos algo como eso?

— ¿Tienes miedo de morir? —preguntó Dominick, burlón—. ¿Para qué naciste?

— Para darte un buen golpe en el rostro, cabrón —Astrid le lanzó lo primero que encontró en la mesa—. No seas orgulloso de ti mismo.

— Dejen de pelear ustedes dos —ordenó Alek—. Es algo sencillo, si logran vencer a esos alfas de esas manadas, podrán tenerlas si gustan o desaparecerla.

— Podemos hacerlo —dijo Klaus luego de analizar toda la información—. ¿Cuándo comenzamos?

— Tenemos un par de horas antes de ir con el primero. Hagan todo como se los he dicho, nada de andar haciendo sus bromas pesadas.

Sus hermanos, al ver la seriedad del asunto, dijeron que sí y fueron a prepararse. Axel era el primero en hacer esa misión en nombre de su padre. La noche llegó, y él se mostró muy reacio a tener que lidiar con los problemas de los demás. Sus hermanos estaban con él esa noche, podía ser un alfa joven, pero era fuerte y tenía una excelente destreza al momento de pelear.

— Un niño que quiere ser hombre —dijo el alfa de la manada que tenía que tener en sus manos esa noche—. ¿Por qué no te vas con tu papi? ¿Quieres ver cuantos huesos puedo romperte?

— ¿Por qué no te callas y haces las cosas como se deben? —indagó sarcástico.

El hombre intentó darle un golpe el rostro, sin embargo, él se agachó lo suficiente para que el golpe quedara en el aire. Desde que llegó, fue fácil para él darle unos buenos golpes en el cuerpo que lo dejaran desconcertado por unos segundos hasta que él le dio otro golpe en el cuello que lo mandó directamente al suelo.

Los golpes iban y venían. El rostro del alfa se cambió en su mente por el del sujeto que le quitó a su mujer en el pasado. Tuvieron que alejarlo de ese sujeto porque lo iba a matar con sus puños, y ese no era parte del trato; una sonrisa se instaló en su rostro luego de ese momento. Si las cosas son de ese modo, sería muy fácil convertirse en el alfa más poderoso y de ese modo, podría cobrar venganza en contra de todas las personas que se burlaron de él en el pasado.

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