Desearía odiarte
Desearía odiarte
Por: Taylor Mártin
Capítulo 1: Ellie Jhonson: ¨ ¡Qué desastre! … ¨

Capítulo 1:

Cada decisión que tomamos, marca un antes y un después en nuestra vida. Ha llegado el momento de tomar mi decisión. No es, desde luego, la más fácil ni la más cómoda; todo lo contrario, sé que me resultará demasiado difícil ejecutar mi plan, pero tengo un gran motor impulsor que me hace levantar el mentón y creer que sí es posible. 

Fueron demasiadas noches en vela y días mirando un punto fijo en la nada. Sé que ha pasado tiempo. Sé que debería superarlo, pero hay algo que me lo impide. Y ese algo es mi sed de venganza. 

La decisión está tomada. Ya estoy aquí, y debo enfrentarme a ella. Quiero hacer que paguen por haber arruinado mi vida y la de mi familia, y no tendré piedad a la hora de lograrlo.

Miro una última vez mi libreta de apuntes antes de guardarla en mi bolso. Cada diálogo está planeado, cada gesto y cada movimiento premeditado. 

- Todo saldrá bien – comenta mi mejor amigo, Edward. Como siempre, sabe leerme el pensamiento. – Confía en ti misma. Sé que te resultará difícil hacerlo, pero has estudiado bastante sus movimientos, sabes cómo ganártelo. Piensa en cada pequeño detalle que hemos analizado y ten paciencia. Sé que lo conseguirás.

Le sonrío con sinceridad. Ed no solo es mi mejor amigo, es esa persona que me consigue un arcoíris, cada vez que mis días son grises. Es muy guapo. Su cabello negro, largo y desordenado en perfectos risos que cubren su nuca, junto a sus ojos azules, le hace parecer un modelo de revista. Nos conocemos desde que yo tenía doce años y él catorce. Nuestros padres eran muy amigos. Compartíamos en vacaciones y fines de año hasta que poco a poco nos convertimos en familia. No sé qué habría sido de mí sin su apoyo durante todos estos años.

- Lo sé – le respondo, aunque con muy poca convicción. 

- Sabes que no estoy completamente de acuerdo con tu decisión, pero quiero que entiendas que no estás sola – me recuerda colocando sus manos en mis mejillas, obligándome a buscar la verdad de sus palabras en sus ojos. – Te prometo que me mantendré a una distancia prudente. Solo intervendré si es necesario, pero ten mucho cuidado, peque. 

¨Peque¨, esa forma de llamarme suya siempre ha logrado ablandar mi corazón. Solo él consigue brindarme la tranquilidad que necesito y en estos momentos me hace falta más que nunca. Me arrojo a sus brazos y lo rodeo en un fuerte abrazo.

- Mil gracias – dejo un beso en la punta de su nariz y él deposita uno en el centro de mi frente. 

- ¿Lista? – me pregunta. 

Suspiro y asiento. Es la hora.

- Estoy lista – respondo, esta vez con más certeza.

Ambos salimos del auto. Ed camina a unos metros por detrás de mí, mientras entramos en el Club Night Center. Voy directamente hacia el extremo trasero del club, donde me encuentro con Blass. Él es el dueño del local y quien me va a ayudar con esta farsa.

- Ya estoy aquí – le digo a modo de saludo.

- Eso ya lo veo – responde negando con la cabeza. – Me han pedido cosas raras, pero lo que estoy a punto de hacer por ti se lleva el premio. Te lo aseguro.

- No seas tan exagerado, Blass. Le debes muchos favores a Ed, ayudarme no te supondrá mucho esfuerzo. Solo debes actuar bien tu papel y despedirme.

Blass es amigo de la familia de Edward. Es de mediana estatura y regordete, viste siempre de color negro en luto por su mujer, quien no logró vencer la batalla contra el cáncer. 

- Solo cumple con lo acordado, Blass – comenta Edward apareciendo a mi espalda. – ¿Lo tienes todo claro?

- Sí – responde el hombre y me pasa el uniforme que debo usar durante las próximas horas. 

- Gracias – le digo mientras me dirijo hacia el baño de empleados.

Me coloco el uniforme de camarera, es algo corto, pero no me importa. Me miro al espejo mientras sonrío. Aquí y ahora empieza mi nueva vida. Hoy nacerá una nueva Ellie.

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Dos horas después, comienzo a desesperarme. Según mis cálculos, debería haber llegado ya. Mi mirada se encuentra con la de Ed, quien me hace un gesto para que me tranquilice. Él se encuentra en el reservado de mi izquierda. 

El trabajo consiste en tener siempre una bebida en las manos del cliente. Escogí este cubículo porque sé que es el que mi objetivo frecuenta cada viernes en la noche, sin embargo, el día de hoy ha tardado demasiado. 

Cierro los ojos, tomo aire y luego lo suelto. Repito la operación un par de veces más hasta que una voz a mi espalda me provoca un gran susto.

- Señorita, tráiganos dos whiskies, por favor.

Ha llegado. Es momento de actuar, sin embargo, siento que puedo fallecer.

Vuelvo a centrar mi mirada en mi mejor amigo, quien se ha levantado de su asiento y me observa con atención. Sé que sería capaz de sacarme de aquí a rastras y no lo puedo permitir. Le sonrío para transmitirle seguridad y recibo su sonrisa de vuelta.

- ¿Señorita? – pregunta nuevamente la voz masculina a mi espalda y me volteo para enfrentarlo.

Es la primera vez que lo veo tan de cerca y puedo asegurar que esta noche luce mucho más apuesto que en las fotos que le hemos realizado a escondidas. Es alto, debe rondar casi los dos metros de altura. Viste de forma informal, con pantalón vaquero y camisa blanca. 

Lleva una barba de dos días que perfila aún más su rostro varonil. Su voz es gruesa y ronca, del tipo de voz que eriza la piel con tan solo escucharlo. Su musculatura corporal es apreciable a través de la ropa, me imagino que debe desperdiciar bastantes horas en un gimnasio. Su cabello es negro, perfectamente peinado hacia atrás. Y sus ojos, esos que están fijos en mí en estos momentos, son de un intenso color café que incitan a beber de ellos.

Si fuese una chica cualquiera y lo viera en un bar como este, un día al azar, de seguro caería a sus pies. Sin embargo, William Becket es el último hombre con el que podría estar. Su familia ha hecho demasiado daño a la mía y eso nunca se lo podría perdonar.

Me obligo a reaccionar mientras aparto la mirada.

- Sí, señor – le digo con una inclinación de cabeza. Cuando me dirijo hacia la salida, él se aparta para darme paso descubriendo a su acompañante de esta noche.

¡Maldición! Esto no entraba en los planes.

- Sabes que no bebo whisky. ¿Por qué no me llevas a tu casa o a un restaurante? No me gusta este lugar.

La dueña de esa voz tan chillona es Selina Abril. Es una arpía en todo el sentido de la palabra. Su familia también es adinerada, aunque no tanto como los Becket. La he analizado en profundidad, es el tipo de persona que mira por encima del hombro y pudiera asegurar que es demasiado avariciosa. Mantiene una relación con William, aunque no es algo formal.

- Puedes hacer lo que quieras, Selina. Este es mi día de desconectar del mundo. Yo no te pedí que vinieras – le reprocha él, un poco exasperado, sentándose en una de las mesas y sacando su celular del bolsillo del pantalón. Estoy parada justo en frente de ambos, evaluándolos y pensando en la manera de seguir con mi plan a pesar de la presencia de esta mujer. 

- ¿Qué querías que hiciera? ¿Te dejo venir aquí solo, como un alma en pena? Tu amigo es un idiota por dejarte tirado.

Selina camina sin siquiera mirarme directo a enfrentar a su compañero. 

- No le llames así – lo defiende él, mirándola furioso. – Tuvo un problema, por eso no pudo venir.

- Como tú digas. Sigue siendo un idiota.

Él rueda los ojos y luego se gira hacia mí.

- Tráigame un whisky doble con dos cubitos de hielo. 

Asiento con la cabeza y salgo a preparar su pedido. ¡Dios! ¿Qué hago ahora? Ella no entraba en los planes. Que esa mujer esté aquí me dificulta las cosas. 

Camino de un lado a otro. Tengo que pensar qué hacer.

¡Joder! No me queda otra opción. Tendré que seguir adelante con lo pactado y deshacerme de ella. Pensaba esperar un poco más tarde, pero dadas las nuevas circunstancias, es mejor no arriesgarme a que algo más se me salga de control.

Preparo su vaso de whisky. Saco del bolsillo de mi delantal un pequeño frasco. Lo agito y luego vierto dos gotas en su bebida. En un par de horas comenzará a hacer efecto, por lo que debo darme prisa. Toco mi reloj de pulsera y la cuenta atrás comienza a marcar en la pantalla.

Regreso al reservado y le entrego la bebida. 

- ¿Necesita algo más, señor? – le pregunto sin levantar la mirada del suelo.

- Sí. Yo quiero una copa del mejor vino que tengan – interviene Selina mirándome con desprecio. – Y si demoras, te quedarás sin propinas esta noche.

¡Será zorra! 

Preparo su copa, mientras le hago una señal a Blass. Espero que capte la indirecta y sepa improvisar. Debido a que las cosas no han salido como esperábamos por la aparición de Selina, él tendrá que crear un nuevo papel. No puedo correr el riesgo de perder antes de comenzar, así como tampoco pienso esperar un día más.

Coloco la copa en una bandeja y regreso junto a ellos. Mis ojos caen en William, quien se bebe de un trago el contenido de su bebida, ignorando el parloteo de su acompañante.

¡Bien! 

Se me ocurre una buena forma de ella. Al regresar junto a ellos, hago como que tropiezo con mis propios pies, provocando que el líquido se desparrame sobre el lujoso vestido de Selina, creando una gran mancha roja. 

- Lo lamento – le digo, usando mi voz más inocente. 

- ¿Qué lo sientes? – grita ella poniéndose en pie y sacudiendo en vano su vestido. - ¿Has visto lo que has hecho? ¡Lo has arruinado!

- Tranquila, Selina. Ha sido sin querer y se ha disculpado – intenta tranquilizarla William y yo me sorprendo. ¿Me está defendiendo?

- Sus disculpas no me valen. ¡Quiero ver al encargado! – el grito que pega me hace contener la risa. 

- ¿Algún problema? – dice Blass, apareciendo en escena.

- No. Solo ha sido un malentendido – le responde William y yo lo miro sorprendida. 

- Sí. Hay un gravísimo problema – Selina me fulmina con la mirada mientras le habla a Blass. – Esta señorita que has contratado es una inútil. Ha destruido mi vestido. Quiero que la despida inmediatamente.

- Eso haré, señorita – le asegura Blass. – Le pido disculpas. Si me permite, lo que estén consumiendo corre por cuenta de la casa. También puede pasarme la factura del vestido, y el club se ocupará de pagarlo.

- No - contradice Selina. - Quiero que sea ella quien lo pague.

- No, por favor. No tengo dinero – suplico con voz lastimera hacia Blass.

- No quiero escusas. Estás despedida. Sal ahora mismo de mi local. Me aseguraré de que algo como esto no vuelva a ocurrir – dice él con voz autoritaria antes de marcharse, dando por terminada la conversación. Muy bien hecho. Hasta yo me lo creí. 

- Te lo tienes bien merecido – puntualiza Selina furiosa y luego se voltea hacia William. – Nos vamos. Sin dudas fue un error haber venido.

- No. El error fue permitir que vinieras aquí conmigo. ¡Vámonos! – él la toma del brazo y la guía hacia la salida. Antes de cruzar la puerta, se gira para enfrentarme. – Siento mucho su despido. No tiene que preocuparse por el vestido. 

Sus ojos me recorren con detenimiento, provocando una extraña sensación en mi cuerpo. Yo asiento ante sus palabras y veo como se marcha.

¡Dios! ¡Qué desastre! 

Tengo que conseguir la otra parte del plan. Sonrío solo de pensar en cómo lo haré.

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