Permíteme estar a tu lado
Permíteme estar a tu lado
Por: Mel Polanco
Prologo:

Era une tarde fresca, el reloj marcaba las 6:45pm y justo en esos momentos en el hospital central de la hermosa ciudad de California se podía escuchar el llanto de un recién nacido. Aunque claro, eso ya era algo normal en ese lugar y justo en el piso de maternidad en la habitación número 33 se encontraba una hermosa madre primeriza llama Isabela de compleción delgada, piel ligeramente bronceada, de rasgos finos, ojos de color azul y cabello largo ondulado de color castaño claro; la cual en esos momentos lloraba de felicidad por que acaba de dar a luz a su primogénito: un hermoso varón de tez clara, cabello negro y ojos color azul.

Ella tenia en sus brazos a su pequeño bebe admirando cada detalle de él, contemplándolo como su nuevo gran tesoro y su nueva felicidad, aunque miro a la puerta y suspiro triste al ver que su esposo no llego a tiempo para le parto esperando que sus temores fueran infundados ya que en todo el embarazo este se porto indiferente y un poco agresivo con el tema.

- Es un hermoso bebe, ¿Qué nombre le pondrá? – le pregunto la enfermera que estaba en la habitación con ella, quien estaba terminando de limpiar y recoger las cosas que se usaron durante la asistencia del parto y ahora se habia acercado para tomar a su bebe y terminar de limpiarlo.

- Se llamará Roger – contesto la joven mientras sonreía con dulzura mirando al pequeño angelito que dormía tranquilamente entre sus brazos. Con cuidado se lo paso a la enfermera para terminar de limpiarlo y ponerle una de las ropitas que habia traído en su pañalera.

Tras lavarlo y vestirlo ella se lo regreso a su mama para girarse y sacar de la bolsa de su bata una pulserita azul a la cual le coloco el nombre del pequeño, quien al sentir como le movían su mano se quejó y frunció el ceño en forma de queja, ocasionando que ambas mujeres rieran bajito por el comportamiento del infante.

- Saldré un momento a llevar esto y ahora regreso por él bebe para que igual usted descanse – le comento la enfermera mientras salía, empujando un carrito con todos los implementos que utilizo.

- Bienvenido mi pequeño ángel – le dijo la castaña al bebe dándole un beso en su frente cuando estuvieron a solas, notando que el pequeño cerraba sus ojitos, ya que se estaba dejando adormecer por el calor proporcionado por su madre.

Justo en eso la puerta se volvió a abrir ahora revelando a un hombre alto de cabello negro, de piel clara, de compleción ligeramente fornida quien usaba una camisa blanca con corbata color verde botella, pantalón de satín negro y un saco a juego; quien dejaba notar en su mirada color azabache el asco y fastidiado de estar en ese lugar y ver a quien era su mujer y su supuesto hijo.

- ¡Alejandro! – exclamo ella feliz al ver a su esposo, quien pensó que no llegaría al hospital para apoyarla – amor llegaste, mira ya nació nuestro… - empezó a hablar feliz, pero sus palabras fueron interrumpidas por el.

- ¡Cállate! - le ordeno, asustando a la chica, quien tembló ligeramente – no estoy aquí para mirar a ese mocoso, estoy aquí para decirte que este es la última vez que nos veremos – declaro mirándola con odio.

- ¿Qué…? – ella no entendía por qué le hablaba así, por lo que no sabía que decir.

- Aquí están los papeles de divorcio – hablo tirándole una carpeta a la chica mientras se acercaba a la cama donde descansaba - ya no te soporto e igual te dije que no quería que esa “cosa” naciera – declaro dedicándole una mirada de odio al infante que dormía en los brazos de su madre en esos momentos – fírmalos y terminemos con esta farsa.

- ¿Pero de que estas hablando?, ¿porque haces esto?, yo pensé que tú y yo… - Isabela seguía sin poder entender.

- Oh vamos, sí que eres una ingenua y bruta como todos dicen – se burló notando que ella le miraba en shock - ¿en serio creías que te amaba?, jajaja por favor… ¿quién amaría a una cosa tan fea como tú? – sus palabras se notaban cargadas de odio y malicia ocasionando que Isabela solo empezara a llorar en silencio – fue una apuesta que hice con los chicos sobre ver quién era el primero en llevarte a la cama y soportar vivir contigo un año entero – comento mientras sonreía – y como notaras gane e igual ya paso ese año así que ya me deshago de ti.

Isabela no sabía que decir, temblaba de furia y al mismo tiempo se sentía tan dolida por sus palabras, donde se aguantaba las ganas de insultar a ese que se decía llamar su esposo para no hacer ruido y despertar a su bebe.

- Entonces, ¿para ti somos un juego? – pregunto armándose de valor y buscando sonar calmada, aunque por dentro sentía ganas de gritarle y golpearlo.

- No, te equivocas: tu… - dijo señalándola - eres un juego y esa cosa – hablo mirando con aburrimiento al pequeño - un adefesio que ni debió existir, ahora déjate de dramas y firma de una m*****a vez, pero tranquila para que veas lo bondadoso que soy, ya pague el hospital – comento parándose cerca de ella para ver que en verdad firmara y no intentara nada extraño - oh…, te hice llorar – se burló al ver las lágrimas silenciosas que se escapaban de los ojos de la chica – bueno ya déjate de dramitas y firma – ordeno poniéndole los papeles enfrente y un bolígrafo en su mano.

A lo que ella sin mirarle a ver los firmo.

- Después de esto, no te quiero volver a ver nunca más en mi vida – declaro ella mirando a los ojos, a su ahora ex-esposo.

- ¿Y quien querría volver a verte? Eres tan fea, torpe, una mujer sin gracia y ahora con un mocoso; nadie te querrá a su lado o te tomara en serio, o no ser que sea uno de esos gordos mediocres porque solo sirves para cocinar – se mofo mientras tomaba los papeles y le dejaba una copia del acta a ella para dirigirse a la salida, pero antes de tocar el pomo de la puerta se giró para verla una vez más – por cierto ni te atrevas a ir a mi casa por tus cosas, ya las tire a la basura y pobre de ti donde intentes pedirme pensión para mantener a esa cosa – declaro para salir de la habitación y azotar la puerta en el proceso, ocasionando que él bebe se despertará y llorara a todo pulmón, provocando igual que ella llorara mientras trataba de calmar al bebe.

Le dolía lo que estaba pasando y se sentía estúpida de no haberlo notado antes, pero se dejó segar por el amor repentino que él le profesaba, ya que ese sujeto siempre la trataba mal y de un momento a otro cambio, se dejó enamorar como una idiota y ahora ese era el resultado: sentirse humillada y usada. Le dolía recordar las palabras de su padre, el cual jamás creyó en ese tipo, pero aun así respeto sus decisiones.

Se sentía mal porque ahora no tenía nada, pero en eso una pequeña manita atrapo uno de sus dedos haciéndole recordar que aún no podía dejarse vencer, existía alguien que la necesitaba por lo que solo siguió llorando y jurando en silencio que nunca más se dejaría caer por esa estupidez del amor porque tal y como le dijo ese imbécil: nadie la tomaría enserio o la amaría por ser como era… pero al menos buscaría salir adelante por esa pequeña vida que no tenía la culpa de lo que ocurría.

Dos días después de salir del hospital, Isabel decidió afrontar a sus padres y pedirles ayuda temiendo que igual la rechacen porque al salir de casa se peleó con ellos y no quedaron en buenos términos, ya que no estaban de acuerdo con su idea de vivir con Alejandro o en el amor que este profesaba por ella… y vaya que tuvieron razón.

Con solo el dinero que ella tenía en su cartera y solo con un pequeño kit que el hospital le regalo para él bebe, se fue caminando hasta la otra ciudad para llegar a casa de sus padres, ya que el dinero lo prefirió guardar para comprarle un poco de formula al pequeño o comida para ella. Tardo tres días a pie tomando cortos descansos para recuperar energías.

Justo al atardecer del tercer día sonrió mientras visualizaba la casa de sus padres, donde vivió hasta que tuvo la gran idea de casarse con Alejandro, donde por el recuerdo ella frunció el ceño, pero busco olvidar eso.

- Ven Rolli, iremos con tus abuelitos y esperemos nos perdonen – menciono triste meciendo a su bebe quien dormía en esos momentos, donde avanzo mirando la hermosa casa de tamaño algo grande de dos pisos color blanco con café en algunos adornos, donde la reja era de piedra con herrería en color negro y un hermoso jardín de arbustos de rosas cuidados y con forma rectangular. Al llegar a la puerta sintió que ya le faltaban fuerzas ya que por un momento sintió que perdía su equilibrio apoyándose en la pared donde tras dejar escapar un suspiro y decirse palabras de aliento de forma mental reunió las pocas energías que le quedaban para tocar la puerta.

- Ya voy – se escuchó que le contestaban desde el otro lado. Al abrirse la puerta revelo a una hermosa mujer de cabello lacio ligeramente largo de color castaño oscuro, ojos azules, de piel clara la cual vestía un vestido blanco largo de manga corta de encaje floreado con cuello bandeja, y calzaba unas pantuflas blancas – Isabela… - dijo asustada al mirar a su hija en la entrada la cual se notaba cansada y estaba apoyada en la pared.

- Mama… perdón... – dijo antes de dejarse vencer por el cansancio y caer inconsciente sentada.

- ¡ENRIQUE! - grito la mujer llamando a su esposo mientras ella tomaba al bebe que la castaña sostenía para revisar que este estuviera bien y luego examinar con la mirada a su hija, quien se notaba agotada y muy cansada.

En eso un hombre de cabello negro cortó ondulado, ojos negros, de piel ligeramente bronceada, cuerpo algo fornido; quien en esos momentos usaba un pantalón negro de vestir y una camisa naranja, con corbata negra y pantuflas blancas, llego corriendo a la entrada solo para ver a su mujer hincada en el suelo y a su hija inconsciente en la entrada.

- ¿Qué pasa Jazmín, porque gritas? ¿qué…? - fue lo único que atino a decir el hombre al llegar y ver a su hija desmayada en la entrada.

- Llama al doctor, ¡rápido! – le ordeno la mujer al ver que este se quedó parado y solo mirando, notando que su grito lo regresaba a la realidad y asentía para correr e ir a buscar un teléfono para llamar a su médico familiar.

Después de un rato el medico familiar salió de la habitación donde habían colocado a la castaña para que descansara.

- Ella se pondrá bien, lo que hizo fue muy imprudente ya que pudo morir, por que recién acaba de dar a luz y debió estar en reposo – dijo mirando al pequeño bebe que la castaña mayor tenía cargando en esos momentos – por suerte solo presenta un fuerte cuadro de fatiga y un poco de insolación.

- Uff… que bueno, gracias doctor – dijo la mayor suspirando aliviada por las noticias que le decía el médico - entonces este bebe es mi nieto – dijo la mujer para mirar con ternura al pequeño que estaba dormido en esos momentos.

- Ese miserable me va a escuchar esta vez – hablo Enrique molesto, caminando a su estudio, el cual entro a paso decidido para sacar de su escondite su pistola listo para ir a buscar a ese miserable que solo jugo con su hija y llenarle el cuerpo de balas.

- No creo que eso sirva cariño, encontré estos papeles en la mochila que traía nuestra hija – opino Jazmín entregándole una carpeta a su esposo, el cual al leerlos solo tembló de rabia y los tiro al suelo.

- Juro que lo mato – declaro enojado.

- Olvídate de eso, no vale la pena, además ahora tenemos algo más importante que atender – dijo de forma seria la mujer, ya que esta igual tenía ganas de ir a matar a ese sujeto que jugo con su hija, pero sabía que ahora la prioridad era ver como se encontraba ella – Doctor, ¿Isabela se recuperara? – le pregunto preocupada al médico.

- Tranquila, ella solo debe descansar y comer bien e igual que tome estas medicinas – dijo dándole una receta a la mujer – y con eso se recuperará, lo que si necesitara de todo su apoyo porque no sé cómo este con respecto a lo emocional – indico con algo de tristeza mirando a ver de reojo a la chica que seguía dormida.

- Descuida de eso nos encargaremos nosotros – dijo Enrique, cruzándose de brazos.

- Es bueno saber que tanto Isabela como Roger llegaron a salvo con nosotros – comento la mujer.

- ¿Roger? – pregunto el pelinegro sin entender.

- Así se llama tu nieto, mira – dijo acercándoselo y mostrándole su pulserita con su nombre.

- Bueno sin más me retiro, cualquier cambio en la salud de ambos no duden en llamarme e igual mañana pueden pasar al consultorio para que haga una revisión adecuada al pequeño con un pediatra de mi confianza – indico el médico, retirándose y dejándole a la pareja sola.

- Se lo que estás pensando amor – opino de forma seria Jazmin – yo igual quiero llenar su cuerpo de plomo y tal vez torturarlo un poco, pero ahora nuestra prioridad es velar por ellos.

- Lo sé, pero eso no quita mi enojo, ¡yo lo sabía! ese imbécil solo jugaría con ella y aun así la deje ir – comento apretando sus puños mientras temblaba de ira.

- Lo importante es que ella regreso y estaba bien, nosotros nos encargaremos de cuidarla mejor esta vez – comento la castaña poniendo su mano derecha en la mejilla de su esposo para que la mirara a ver y hacer que este se calmara.

- Si tienes razón amor, ahora me encargare de que estos papeles los revisen, no quiero que “ese” se llegue acercar de nuevo a nuestra hija y nieto – hablo recogiendo los papeles.

- Te apoyo, si lo llego a ver no dudare en matarle – indico segura Jazmín mientras que su mirada se oscurecía.

- Amo ese lado sádico tuyo – dijo el pelinegro de forma coqueta mientras se acercaba y besaba a su mujer, aunque este acercamiento hizo que sin querer aplastara al bebe el cual se puso a llorar – ¿y tú que lloras? – dijo retándole.

- No seas niño, anda ve a prepararle algo de comer a tu nieto – le regaño divertida mientras buscaba arrullar al bebe.

Al ver que su esposo fue a hacer lo que le pidió, la mujer fue a sentarse en la orilla de la cama donde estaba su hija para recostar al bebe junto a ella. Le sonrió de forma melancólica, porque ella mejor que nadie sabía que tendría mucho trabajo por delante para ayudar a su pequeña a poder levantarse de este golpe y más aún recordarle que ella no estará sola.

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