† PRIMERA BATALLA GANADA †

El fin de semana había llegado junto a la brisa del verano, mientras observaba desde la ventana cuando venían a buscar a los estudiantes. Emily se me unió.

—Hoy no saldremos, pero nos quedan muchos fines de semana por disfrutar, ¿no lo crees? —dijo para subirme el ánimo.

—Realmente me da igual salir o quedarme encerrada aquí —contesté con apatía. Ella me observó con rareza.

—¿Victoria, se puede saber de qué planeta eres tú? ¡Cómo que te da igual! ¿Acaso no quieres conocer mejor la ciudad?— cuando iba a contestar sonó la puerta. Emily salió disparada a ver quién era. En cambio, yo no presté atención, pues en verdad no me importaba saber quién tocaba.

—Victoria— me llamó Emily. Giré hacia ella—. Tu familia vino y la mía también— la noticia no me gustó. Lo que menos quería en ese momento era ver a mi tío abuelo.

—¡No es que estamos castigadas!

—Victoria, una cosa es que no nos dejen salir, y otra muy distinta es que ellos vengan para saber lo que pasó. Así que arréglate para ir a enfrentar las consecuencias de nuestros actos—manifestó con tono de chiste. Su comentario logró que sonrieran. Lo bueno de Emily era que a todo le buscaba un lado cómico. Nos cambiamos y fuimos al encuentro con nuestros familiares. Efectivamente, ahí estaba el tío Gustavo con Andrea.

—Hola, Victoria, ¿Cómo estás?— me saludó Andrea.

—Bien— le respondí con pena. Luego, me dirigí a mi tío sin darle tiempo a que hablara y empecé el discurso disculpándome.

—Lamento haber ocasionado problemas y que los hayan llamado por mi culpa. El tío Gustavo me miró y comenzó a hablar.

—Victoria, quiero que me cuentes tu versión de los hechos— por un instante me quedé callada. ¿Para qué contarles? No quería quedar como la niñita frágil que no se sabe defender.

—Estoy esperando.

—Solo me defendí, tío.

—¿Esas niñas te molestan?— interrumpió Andrea. Yo no quería alargar la conversación, no me hacía sentir cómoda hablar de mis cosas.

—No tía, fue un malentendido— le mentí.

—Esta vez vamos a confiar en ti— dijo mi tío —solamente por esta vez no llamaré a tu padre— prosiguió con un suspiro —. Lo malo es que Andrea y yo habíamos hecho planes para ti; ni modo, lo dejaremos para la otra semana— cuando mi tío hizo manifiesto que no le diría nada a mi padre, no pude evitar alegrarme. Ese gesto me demostraba que no era un ogro, y qué, quizás, solamente debía darle tiempo para sentirlo como lo que era realmente, mi familia. Le regalé una sonrisa y él hizo lo mismo.

Aparentemente, había salido airosa de mi primer tropiezo. En ese momento no pude evitar sentirme orgullosa de haber podido enfrentarlo sin miedo, tomando en cuenta que todos los problemas se presentaron muy rápido. Repentinamente por mi cabeza pasaron las palabras de Margot cuando salíamos de la dirección, advirtiéndome que esto era solo el comienzo ¡Y vaya que sí! Aquella emboscada había sido el inicio de un camino largo y lleno de emboscadas, que me tocó recorrer junto a Margot durante toda mi estancia en aquel frío internado.

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