El Misterio de Victoria.
El Misterio de Victoria.
Por: LEFenix
† PRÓLOGO †

Es impresionante lo rápido que pasa el tiempo, y cómo se lleva consigo todo lo que va dejándose atrás.

 Cuánta razón tenía mi abuela al decir “que el tiempo se disuelve como agua entre las manos”. En aquel entonces no lo creía así. Luego aprendería también con el tiempo, que el dolor y el miedo a lo desconocido te enseñan a ser fuerte.

 Las sombras y los huecos en mi cabeza persisten, no planean abandonarme. Continúan ahí. Aun así, atesoro la esperanza de liberarme de este pesar, aferrándome al hecho de que nada dura para siempre.

 La señorita Rebeca, mi psicóloga, me repite constantemente que todos necesitamos algo de tiempo para reencontrarnos. Pero es difícil tener un corazón dispuesto cuando hasta los amigos parecen herirte. Es ahí cuando me hundo y las penumbras regresan. Dejo salir mi espíritu de supervivencia y me aferro a la ilusión, de que, en medio del abismo, en un rincón de mi mente, podré verlo. Adrián, el hombre que solamente existe cuando me entrego a los brazos del sueño, solo ahí me vuelvo parte de un mundo alejado de la realidad, donde él renace, extendiéndome la mano para salvarme y repetir las palabras que, en un pasado lejano, en alguna otra vida, viví: Siempre estaré ahí. Él me muestra la luz a través de su mirada. En ese instante ya no me importa la oscuridad, Adrián logra sacarme ilesa de sus fauces; pero la paz dura poco. Se quiebra cuando vuelven las voces que me perturban, y amenazan con sus lúgubres designios: “Viviste tu vida como una bella durmiente, pero tu viaje final ha comenzado. Es hora de que veas tu verdadera realidad, sentirás filosas dagas envenenadas que caerán sobre ti sin piedad. Cierra tus ojos por última vez, de ahora en adelante serán noches de insomnio. Desde aquí, hasta la eternidad”. En ese instante me doy cuenta, que lo que yace en mi interior está luchando con más fuerza por emerger.

Me levanto de la cama y camino hacia la ventana, mis manos se aferran en el alféizar, mientras una cálida lágrima recorre mi mejilla; suspiro, y analizo, que esta es otra m*****a noche fría en la que lucho por entender mi vida.

                                                                                                                                                     Victoria Montesinos.

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