¿DÓNDE ESTÁ LA MUÑECA?

Benedikt

—¡¿Qué les dio el valor para hacer esto?! —inquiero al tiempo que doy vueltas por la estancia.

—Vamos Fiară, sabemos de sobra que La muñeca no tiene las suficientes pelotas para llevar sobre sus hombros semejante responsabilidad —responde Danko, meneo mi cabeza y tomo el fuete que uno de mis hombres me tiende en ese momento, lo estampo contra su cara y al segundo siguiente veo como un hilillo de sangre escurre por su mejilla acompañada de un grito que me lacera los oídos.

—De lo único que estoy seguro es que son unos perros malagradecidos, ¿quién les tendió la mano cuando necesitaban trabajo? Exacto, La muñeca, incluso fue tan condescendiente de dejarles algunas zonas para sus negocios, ¿y cómo le pagan ustedes? Aliándose con estos bastardos, que creen que pueden hacer mejor el trabajo que ella y no solo eso, reuniéndose con esos políticos de m****a que una vez que obtuvieron lo que necesitaban de La muñeca la quieren fuera de su camino.

—Por su culpa hemos perdido bastante dinero, se niega a llevar a cabo algunos trabajos que son bastante lucrativos —replica Danko furioso, aprieto los dientes y le doy tres fuetazos en la espalda, a lo cual chilla como el maldito cerdo traicionero que es—. A-aunque me golpees y te deshagas de nosotros, hay más que harán lo mismo que nosotros —balbucea, mientras se reprime de seguir gritando.

—Más te vale que me digas con quien hablaron, si no deseas orinarte en los pantalones y te aseguro que suplicaras morir lo antes posible.

—¡No te diré ni una m****a! —farfulla, le hago una seña a uno de mis hombres, el cual busca un cubo con agua.

—¿Con quién hablaron? —inquiero amenazadoramente cuando mi hombre saca su cabeza del cubo con agua.

—N-no te lo diré, de t-todas formas moriré y no seré un soplón.

—Tú lo quisiste así. —Tomo el fuete y comienzo a golpearlo hasta que su sangre salpica mi rostro, cuando veo que no se mueve, tomo mi arma y le doy el tiro de gracia—. ¿Quién es el siguiente? —Los observo con una mueca de desagrado.

Uno a uno comenzamos a torturarlos, pero los malditos infelices no abren la boca, lo que me hace pensar que están encubriendo a alguien sumamente poderoso. Cuando veo que solo queda uno, me acerco hasta él y le pido a mis hombres que me traigan la pistola eléctrica, ante lo cual el infeliz que se encuentra a mis pies me mira con tanto terror que pareciese que de un momento a otro se va a desmayar y sé que si lo presiono lo suficiente podrá darme las respuestas que necesito.

—¿Piensas mantener la boca cerrada igual que esos bastardos? —inquiero al tiempo que señaló con mi cabeza los cuerpos sin vida de sus cómplices.

—Yo n-no sé nada —balbucea, acciono la pistola y veo como tiembla ante la inminente descarga que le daré en el cuello, cuando ésta entra en contacto con su piel, su grito es tan desgarrador que por poco se desmaya, por lo que mis hombres le avientan un poco de agua a la cara haciendo que reaccione de inmediato.

—Te lo preguntaré una última vez, ¿con quién hablaron? —cuestiono en un siseo, al tiempo que enciendo mi arma lista para darle otra descarga, veo como traga profundo antes de abrir la boca.

—N-no sé con q-quien hablamos, el tipo tuvo su rostro cubierto todo el tiempo, solo Danko y Terek, así como el hermano de Viktor sabían de quién se trataba —lo observo con la ceja arqueada en espera de que continúe hablando, pero dado que guarda silencio, pongo la pistola en su cuello y cuando estoy por darle otra descarga su confesión me paraliza—: p-pero lo que sí sé, es que Viktor tenía una amante en casa de La muñeca, e-ella era quien le informaba sus movimientos.

—¿Una amante? —inquiero con la respiración acelerada.

—Sí, su nombre es Jereni, justo hoy nos informó que usted había salido de la mansión y aprovechando su ausencia, entrarían para acabar con La muñeca, por favor, no me asesine yo…

—Sabes que, si te dejo con vida, nada me asegura que no nos vayas a traicionar en el futuro —le informó, acto seguido levanto mi arma y le disparó en la cabeza, terminando así con su miserable vida—. Ya escucharon, debemos volver cuanto antes, quiero que manden refuerzos a la mansión, ¡rápido! —los apremio, salgo como un bólido del estudio y corro hacia el jardín donde ya me esperan las camionetas listas para marcharnos.

—¡Jefe! ¿Qué hacemos con las mujeres y los niños? —pregunta uno de mis hombres antes de que pueda poner un pie fuera de la casa.

—¡Desháganse de ellos! No quiero perros traidores que nos puedan vender en un abrir y cerrar de ojos, en cuanto a los cuerpos de esos infelices ya sabes cómo desaparecerlos, limpien todo el lugar que no quede rastro de su existencia, muy pronto el nuevo dueño tomará posesión de estas propiedades. —Mis hombres asienten y entran para llevar a cabo todo lo que les he pedido.

Salimos de la propiedad y apremio a mis hombres para llegar cuanto antes a la mansión, un terrible presentimiento me inunda al pensar que en este momento Ana se ha quedado sin mi protección, por lo que es un blanco fácil para esos desgraciados.

Intento comunicarme a la mansión, pero después de varias llamadas nadie me responde, por lo que mi instinto me grita que algo malo debió de suceder en mi ausencia.

Después de un viaje que se me hizo eterno logramos llegar a la mansión, en cuanto bajamos observo todo y pareciera como si el mismo ejército hubiese venido a atacarnos, varios de nuestros hombres están heridos y supongo que otros tantos murieron en el enfrentamiento.

—¿Dónde está La muñeca? —les pregunto a los hombres que se encuentran dentro de la propiedad.

—Lo siento jefe, es solo q-que…

—¿Qué? ¡Dilo de una m*****a vez! —le ordeno apretando mis manos en puños.

—No la encontramos, en cuanto llegaron los refuerzos que mandó, comenzamos a buscarla, pero no dimos con ella, creemos que tal vez alguien se la llevo —me confiesa bajando la cabeza.

—¡Con un demonio! ¡¿Cómo m****a es que no se dieron cuenta de que se la llevaron?! Son unos grandísimos imbéciles, les dije que pagarían con su vida si algo le sucedía —grito sacando mi arma, pero antes de que pueda mandarlos al infierno como se lo merecen sale Marisha y me toma de la mano.

—¡Déjalos, Ben!

—¿Cómo me pides que los deje cuando no sabemos que le sucedió a Ana? —inquiero desesperado.

—No se la llevaron.

—¿Qué quieres decir Marisha?

—Yo vi cuando mi niña se escapó por el jardín que conecta con el bosque —me confiesa bajando la cabeza.

—¿Y por qué no me avisaste para ir a buscarla? —bramo furioso ante la idea de que Ana ande por ahí sin protección—. ¿Te das cuenta de lo peligroso que es para ella estar sola y más después de este atentado?

—Lo siento —gimotea abrazándose ella misma—, pero pensé que mi niña necesitaba estar sola al menos por un momento, nunca pensé que esto sucedería.

Cuando la veo llorar un poco más fuerte me tranquilizo, la abrazo y beso su cabeza.

—Lo siento nana, en parte fue mejor que no estuviese cuando todo sucedió, tal vez de lo contrario podría haberle ocurrido algo.

—Pero no sé a donde podría haber ido.

—Yo si lo sé, a ese lugar que le trae pésimos recuerdos, pero que aun así no logra dejar ir del todo —contesto.

—Ella no puede regresar ahí, si alguien la reconoce…

—Lo sé, ahora mismo, voy por ella, tranquilízate nana.

Subo nuevamente a la camioneta y les ordeno que se den prisa por llegar a Basmanni, después de otro largo viaje en el que me la paso golpeando mi pierna con mi puño, por fin llegamos cerca de donde se encuentra la Cușcă de aur (Jaula de oro), alcanzamos a escuchar algunas detonaciones y al instante me tenso pensando lo peor.

—¡Date prisa! —le ordeno al chofer.

—Esas camionetas están tratando de darse a la fuga —comenta uno de mis hombres asomando la cabeza por la ventanilla.

—Ordénale al resto que los sigan, pero quiero que los atrapen vivos, ya saben a dónde llevarlos.

En cuanto las camionetas se detienen donde se escucharon las detonaciones hace un instante, abro la puerta y bajo corriendo al ver a Ana tirada en el piso y sangrando entre los brazos de un hombre.

Después de un intercambio de palabras con Ana, la cual me asegura que se encuentra bien a pesar de la sangre que emana de su pierna, le presto mi atención al hombre que la salvó y antes de marcharnos para sorpresa mía y de ese tipo, veo como Ana le da un beso en la mejilla como agradecimiento por lo que hizo por ella, dejando sin habla al tal Damien.

—No esperaba que lo fueses a recompensar de esa forma por salvarte —menciono una vez que la camioneta se pone en movimiento.

—Fue muy amable, no cualquiera haría algo como lo que él hizo. Que ironías de la vida, ¿no crees Ben?

—¿Por qué lo dices? —inquiero sin saber a qué se refiere.

—A que ese hombre me salvo igual que Konstantin hace algunos años y justo en ese mismo callejón —comenta con la mirada perdida, como recordando todo lo que le sucedió hace ya años atrás.

—Voy a revisar tu pierna —le informo en un intento por cambiar de tema.

—Haz lo que quieras —responde encogiéndose de hombros.

Rompo un poco su pantalón y cuando veo que tiene razón, que solo fue algo superficial, me permito respirar con normalidad.

—Iremos a la mansión de Moscú —le informo al chofer cuando me percato de que se dirigía a la de San Petersburgo.

—¿Por qué? —inquiere Ana, ahora si prestándome atención y saliendo de sus pesadillas en vida.

—Por qué resulta que cuando te dejé sola hace unas horas, la familia de Viktor aprovecho para tratar de deshacerse de ti, mando a sus esbirros a nuestra casa en San Petersburgo, sin mencionar lo que acaba de suceder en ese otro lugar —respondo.

—Pero ahora sin Viktor eso ya no es problema.

—Aun así, creo que no es buena idea que regreses a esa casa, debemos de cambiar de residencia, si el infeliz de Viktor le dijo a alguien más tu ubicación es posible que tengamos visitas muy pronto y temo ponerte en riesgo.

—En eso tienes razón, Viktor supo jugar muy bien sus cartas, aun en el infierno me está dando problemas; ordena que todos salgan de nuestro antiguo hogar y se trasladen a la de Moscú, en cuanto a mis mujeres del servicio quiero que las manden de inmediato conmigo, sobre todo a mi nana —comenta, para después desviar la vista y seguir sumida en sus pensamientos.

—Por cierto, Karlen quiero que les des estas indicaciones a todos sin que Jereni se entere, a esa perra la llevas junto con los desgraciados que logren apresar.

—Si Fiară.

—¿Qué sucede con Jereni? —inquiere Ana sin mirarme.

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