Enemigos

Caminé por la extensa mansión a mi gusto, contemplando que no tenía lugar por donde escapar. No importaba, de todas formas, no quería ser devorada por alguno de esos lobos que vivían allí. Los hermanos de Iker me dieron una cortés bienvenida al igual que Aylin, pero todo seguía pareciéndome una completa locura. Me habían colmado de regalos lujosos que en toda mi vida esperé tener.

—Hola hermosa, ¿Quieres almorzar conmigo? —me preguntó, empezaba a fastidiarme que me tratara como si ya fuera suya, solo nos habíamos besado una vez.

—No, pero tengo mucha hambre. —dije, encogiéndome de hombros, el soltó una risa.

—Vendrás solo conmigo. —empezó a decir, tomándome de la mano, me solté, no quería que parezcamos una feliz pareja.

—Oye, no iré como si fuéramos unos recién casados, estás loco. —rodé los ojos y alisé mi falda, que no me gustaba para nada, remarcaba mucho mis glúteos.

—No hace falta que me digas que sí.

Con un solo movimiento, Iker me tomó por las caderas y me cargó cuesta arriba, subiendo las escaleras hasta su sala comedor individual, donde solo estaríamos nosotros. Por más que patalee, me cargaba como si fuera una pluma, era muy fuerte, sentía sus músculos rozando mi piel. Cerró la puerta una vez me depositó en la silla, en el extremo de la mesa.

—Aquí se sentará mi reina. —dijo, acariciando mi cabello, olfateó mi cuello como le gustaba hacer. Debía confesar que sentía un cosquilleo en el estómago cada vez que lo hacía, me hacía reír. —Tienes una bonita sonrisa, mi mate es perfecta. —susurró en mi oído.

Este tipo parecía sacado de una película, no entendía como era posible que fuera real, aunque todo allí carecía de sentido alguno. Miré la vajilla, era sumamente costosa. La comida olía fantástico, por lo que mi estómago rugió y tuve que dejar mi orgullo de lado.

—Espero te guste tu nueva vida, Keira. —Iker me miró fijamente, con esa capacidad que tenía que me hacía pensar que me estaba desnudando con los ojos.

En ese momento, tuve una inquietud que debía resolver, el hecho de ser comprada no detendría mi curiosidad.

—¿Jayden es tu rival? —pregunté, eso hizo que su ceño se frunciera, en una mueca de enojo.

—No debes inmiscuirte en ello, no te afecta, tu eres solo mía. —dijo en ese tono celoso tan suyo, parecía que me iba a gruñir.

—Ya lo sé, pero quiero saber igual. —sonreí, sabía que si lo hacía el se derretía, lo había notado. Tal como pensé, su expresión cambió.

—Sí, lo somos desde hace años. Pero no es más fuerte que yo, tengo peores enemigos.

Eso me sorprendió, no comprendía como funcionaban sus jerarquías, para mí era todo un gran misterio.

—Me descolocó que quisiera comprarte, al parecer también fuiste su mate… —dijo Iker, pensativo. —No importa, ahora te tengo en mi poder y serás mía por siempre, solo yo.

—No se a que te refieres. —dije, tomando un sorbo de la copa que estaba llena y humedeciendo mis labios.

—Cada lobo tiene su mate y una vez que la encuentras, el destino queda sellado, es el equivalente al amor de la vida, algo que no puede ser reemplazado. —Iker llenó mi copa nuevamente, su rostro era tan perfecto, tenía esa rudeza y esos rasgos tan atractivos que no podía evitar mirarlo con curiosidad.

—¿Es como un alma gemela? —pregunté, mientras probaba la comida de mi plato.

Asintió con la cabeza, algo lo tenía preocupado, podía notarlo y no sabía por qué, era como si estuviéramos en cierto modo, conectados.

 —Él no podrá llevarte, ya te tengo aquí. —dijo sonriendo, esa sonrisa que se le dibujaba era una mezcla entre seducción y malicia, me resultaba muy atractiva y misteriosa.

—¿Tienes miedo de que venga por mí? —quise saber, esa preocupación que sentía de su parte podía deberse a eso.

—No temó que me gane, él es mucho más débil que yo… Solo que… —hizo una pausa, desviando la vista hacia el costado, al tener esa apariencia tan ruda era difícil verlo así, pensativo.

—Puedes decirme lo que quieras, soy una prisionera después de todo. —dije, encogiéndome de hombros, él se rio y así rompimos el hielo.

—Me amarás, estoy seguro, como yo te amo a ti. —me miró enfocándome y pareció como si fuera a devorarme, incluso se relamió los labios.

Omití esa afirmación, estaba obsesionado conmigo, pero podía tener una chance de escapar si seguíamos conversando, quería ganarme su confianza para que luego, fuera más sencillo buscar un hueco por donde huir.

—Han matado a mi hermano menor. —dijo al fin, luego de tomar una copa casi entera, se notaba que tenía un dolor que intentaba ocultar.

Aquello me sorprendió y me quedé sin palabras, al confesarme lo percibí muy triste, con una angustia terrible que guardaba en su corazón. No lo amaba, pero sentía como si compartiéramos un vínculo inexplicable y cada vez se hacía más intenso.

—¿Cómo pasó? —pregunté, era un tema sensible y no quería que se sintiera muy herido, parecía ser un suceso reciente.

—Lo encontré en su cuarto, por eso temo que te suceda algo así a ti. Sería algo que no me perdonaría. —soltó un gruñido que inundó la sala y luego el silencio volvió a reinar. —Debo vengarlo, tengo que averiguar quién lo hizo y hacerlo pagar. Nadie me desafía de ese modo, si ha sido Jayden en complicidad con alguien…

Tragué saliva, era letal y su ferocidad me erizaba la piel. Se puso de pie y vino hacia a mí, poniéndose detrás y sosteniendo mis hombros. Comenzó a masajearme, haciendo que soltara una exclamación, tenía la espalda en una sola contractura y su tacto me relajó mucho.

—¿Te gusta? —preguntó, susurrando muy cerca de mi oído, tenía una voz irresistible, una mezcla de ronca y otro poco de malicia. —A mi me gusta ver que mi mate está relajándose.

Solté un suspiro que le dio a entender que mi espalda se descontracturaba.

—Te ayudaré a encontrar al asesino de tu hermano. —le dije, sonriendo, sabía que lo volvía loco.

—¿Cómo? —preguntó interesado, él tenía ese objetivo fijo.

—Me infiltraré con Jayden y averiguaré la verdad. —dije, el deseo de venganza era muy fuerte en él.

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