Conmigo

La subasta estaba próxima a comenzar, por lo que puse mi mejor sonrisa y me retoqué el maquillaje, estaba esplendida. Al verme al espejo comprendí que no sería difícil encontrar un buen comprador, pero rogaba porque fuese alguien de contextura mediana, para que así fuera más fácil deshacerme de él.

—Keira ¿Estás lista? Dime, te ves excelente. —dijo Marcus, haciendo que diera una vuelta para lucirme. Asentí, sonriendo y lo abracé.

—Gracias Marcus, me has salvado la vida. —le dije, mientras lo abrazaba, eso lo sorprendió, pero me devolvió el abrazo.

Fui rápida, ese era mi modus operandi, cuando nos separamos, yo ya tenía una daga guardada en mi abrigo de hilos de color plata. No era lo único que robaría, si quería dar un golpe, necesitaba un arma de verdad.

Las chicas me felicitaron al verme así de radiante y derrochando simpatía, yo seguí caminando hacia la famosa subasta, donde hombres ricos debían hacer ofertas para adquirirme. El lugar era amplio y allí había más de cuarenta hombres y algunas mujeres, todos acaudalados, observé sus rostros para no olvidarlos, tenía que ser observadora si quería sobrevivir.

—Buenas noches, queridos invitados, es un honor para alguien como yo estar rodeado de personas tan importantes como ustedes. —empezó a decir Marcus, con su capacidad de oratoria practicada. —A continuación, les describiré mi propuesta para hoy…

Su voz se difuminaba en mi mente, mientras esperaba mi turno para pasar al frente. No quería sentir miedo, aunque era inevitable ante tantas miradas expectantes por ponerme las manos encima.

—La señorita Keila es una dama elegante, cordial, con habilidades especiales. —guiñó un ojo a la audiencia. —Una belleza fuera de lo común, unas curvas notables y un rostro interesante y atractivo. ¿Qué más pedir? Es atlética, con clase y buenos temas de conversación.

Caminé y me hice notar, modelando y poniendo la mejor de mis sonrisas dirigidas hacia mi público. Lo escuché hasta que comenzó la subasta y los precios se elevaron por las nubes, los millones se multiplicaban en los letreros y los hombres se peleaban por ganar. Uno en específico, era el más interesado en mí, su nombre era Barry, aparentaba ser un tipo de millonario excéntrico. Observé todo con sumo detalle, para buscar una debilidad en un momento preciso, para poder obtener mi botín.

—¡Vendido al señor Fartes! —dijo la eufórica voz de Marcus, vitoreando y generando aplausos masivos. —¡Al precio de ochenta millones! Tenemos un trato señor, no se arrepentirá, se lo tengo asegurado.

Marcus tenía el rostro colmado de felicidad, había tenido una venta mayor incluso a lo que pensó en un primer momento. Caminé hacia mi comprador contoneando mis caderas lentamente, buscando que se mantuviera embobado mirándome.

—Eres una mujer preciosa. Mi nombre es Jayden Fartes, es un gusto conocerte. —dijo, al verme, examinando su nueva adquisición con lujo de detalle. Tomó mi mano para besarme, con una cortesía elogiable.

No era un señor como imaginé, al ver que el que iba ganando era ese tal Barry. Este hombre era joven, extremadamente guapo. Tenía los ojos verdes y una mirada penetrante, su cabello era castaño claro y su piel ligeramente bronceada. Era muy musculoso y llevaba un tatuaje debajo de su ojo derecho, una especie de símbolo que no identificada. Al contemplarlo allí, pensé en la posibilidad de quedarme y ver cómo era mi nueva vida estando en su poder.

—Puedo asegurarte, Keira, que no te faltará nada. —empezó a decirme, con una voz que me ablandó de a poco, era muy atractivo y eso hacía que me llamara mucho la atención.

Sujetó mi cintura y me susurró al oído, allí frente a todos.

—Espero que nos llevemos muy bien, princesa. —dijo, pegado a mi oreja, sentía su respiración cálida tan cerca que se me erizó la piel.

Me tenía entre sus brazos, olfateando mi cabello y mi costoso perfume. Estaba hipnotizado conmigo, era como si tuviera un juguete nuevo en su poder. Divisé a Marcus subiendo las escaleras hacia la habitación de arriba. Yo sabía que allí iba a dejar todo el dinero ganado, era mí oportunidad de escapar al fin. Miré a mi comprador fijamente.

—Tienes una mirada fuerte, me gustas mucho. —sonrió, se le formaban hoyuelos en las mejillas y eso lo hacía todavía más guapo.

—Te agradezco. —le dije, acercándome y dándole un beso en la mejilla, para que entendiera que era suya. —No veo la hora de irnos a un lugar más privado…

Al oírme su corazón comenzó a ir más deprisa, había algo en él que no terminaba de cerrarme, un misterio en su persona. Luego de provocarlo, procedí a pedirle permiso.

—Discúlpame, si quieres podemos irnos ahora mismo… —dije, con la voz endulzada y pasando mi mano delicadamente por su cuello, sintiendo ese calor que su cuerpo emanaba.

—Sería fantástico. —contestó, sonriendo, con los ojos brillantes.

—Pero necesito despedirme de Marcus, ya sabes, el ha sido como un hermano para mí, es lo único que tengo… —torcí mis labios, para realzar mi suplica, él asintió con la mirada.

Era rudo, aunque parecía tierno en el fondo, era una lástima tener que partirle de ese modo el corazón. Me había comprado por un precio desorbitante, por lo que debía ser un millonario y yo era de su interés.

Caminé escaleras arriba quitándome los zapatos de tacón y golpeando con uno de ellos al guardia de seguridad privado de Marcus, al que conocía muy bien, no era rápido y nunca pudo ver llegar mi ataque. Tomé su arma luego de dejarlo inconsciente en el suelo, parecía que las puertas se abrían para mi escape. Apunté hacia el frente y seguí caminando, abriendo la puerta rápidamente para que no se lo esperara.

—¿Keira? —preguntó.

Lo descubrí justo cuando estaba contando los billetes y los guardó de inmediato en su mochila charolada, ahí siempre guardaba sus mercancías, lo recordaba desde que empecé a trabajar con él. Se la colocó hacia atrás para dejarla fuera de mi alcance.

—Dame todo el dinero y no te mataré. —dije, con la voz temblorosa, nunca lo había enfrentado de ese modo, el era mi jefe y siempre le tuve respeto y temor.

—Oh, ya veo, has venido a timarme para quedarte con toda la paga. Eres predecible ¿Sabias? —Caminó hacia atrás, pateando una puerta trasera que conducía a una de las terrazas del edificio.

Era un lugar amplio, lo seguí hasta que llegamos, él se quedó mirando al horizonte, era una noche estrellada y hermosa, la luna llena iluminaba toda oscuridad.

—No quiero matarte, es mejor que me obedezcas. —dije, con mi dedo en el gatillo que temblaba por completo, no sabía si era capaz de disparar cuando llegara el momento, esperaba que se rindiera.

Escuché que las personas en la subasta salían a las calles, debían estar montando una fiesta, como las que se extendían por toda la manzana, eran vecindarios criminales. El bullicio crecía y se extendía, me resultaba tan familiar, siempre asistía a esos eventos.

—Keira, deja de fantasear, no vas a matarme y mucho menos te quedaras con el dinero. Deberías haberte conformado con tener un buen comprador y ya. —decía Marcus, caminando y pasando su mano por la barra. Sonreía, estaba muy tranquilo.

—No ibas a darme la mitad, solo iba a ser el objeto de ese tipo. —dije, enfocándolo entre mis ojos, estaba harta de los engaños.

—Deberás hacerlo ya. —dije, jalando el gatillo, apuntando a una de sus piernas. Quedó herido y me maldijo en voz alta, soltando toda clase de insultos.

—Maldita… —decía, mientras sujetaba y presionaba su herida.  —No tendrás nada, no mereces ni una pizca de dinero.

Al decir esto, me quedé paralizada. Marcus se quitó la mochila y la abrió, arrojándola hacia las calles. Los billetes se esparcieron entre las personas allí presentes y se empezaron a escuchar los gritos de alegría y euforia.

—¡Como has podido…! —empecé a gritar, con la furia creciendo por mi pecho sin control, mi única salida y salvavidas se había ido para siempre.

Un gruñido me interrumpió cuando estuve a punto de volver a disparar. Un lobo de dimensiones abismales apareció en la terraza, gruñendo con los ojos rojos y mostrando sus afilados colmillos. Solté un grito de espanto al verlo, era de color negro y plateado brillante, con los ojos escarlatas y una ferocidad increíble.

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