Comprada por el alfa
Comprada por el alfa
Por: Jules Liz
Una propuesta

Tomé aire mientras me colocaban las esposas, el hombre que me inmovilizaba era mucho más fuerte que yo, por lo que era inútil intentar liberarme. Yo me había buscado los problemas supongo, era esa clase de chica. Sonreí, porque incluso en ese momento, cuando estaba siendo aprisionada, estaba siendo yo misma.

—¿Estás contenta, Keira? —preguntó con desdén el otro hombre que se acercaba.

Claro que lo conocía, era mi proveedor y mi jefe, él se encargaba de darme el dinero que usaba para mantenerme. Debía haberle pagado hacía tres meses, supuse que mi plazo de deuda había culminado.

—Anda, perdóname, no volveré a tardarme. —dije, sonriendo, enredando mi cabello lacio y azabache entre mis dedos.

—Cállate, no te será tan fácil seguir engañándome. —gruñó Marcus, era mi jefe y tarde o temprano iba a cansarse de mi comportamiento. —Me has timado muchas veces, escúchame, no has pagado todo lo que te llevaste y al parecer, cada vez tienes menos oportunidades.

—¿A qué te refieres? —pregunté, enfocándolo con mis ojos color miel casi amarillos, sabía que intimidaban a la gente.

—Perdiste tu toque, linda. —guiñó un ojo, mientras me acariciaba la mejilla. —Te han atrapado las dos veces que has intentado robar en algún sitio. ¿Qué crees, que no me entero?

No era cierto, yo si lograba tener éxito en las ocasiones en las que daba mis golpes, seguía siendo buena criminal. Pero no quería que él lo supiera, seguía siendo un secreto, debía conseguir ese dinero para algo más importante que yo. Mi hermana había fallecido, dejando a mi sobrina de dos años sola y necesitaba asegurarle un buen pasar el tiempo que pudiera, era mi objetivo. Gala era muy importante para mí, debía cuidarla, era tan pequeña aún. Si le decía a Marcus, ella correría peligro y no me lo perdonaría jamás.

—Lo siento, debo estar volviéndome más lenta. —dije, encogiéndome de hombros. Llevaba mi ropa favorita. Mis botas negras altas con cordones, junto con mis jeans desgastados cargo color verde militar y un top azul que dejaba ver algo de mi vientre.

—Sí, lo sé. —dijo, al tiempo en el que me daba una palmada en la espalda. —Afortunadamente para ti, Keira, tienes otra oportunidad.

—¿En serio? —pregunté, bastante sorprendida, luego de que fallara en varias de sus tareas, no esperaba que siguiera confiando en mí.

—Sí. —sonrió con malicia, eso me lo dijo todo, lo que quería hacer conmigo no sería agradable. —Por eso las esposas, querida. Ya no tienes el talento para robar, pero sigues siendo bella, por eso encontré la forma en la que pagarás tus deudas.

En ese momento, empecé a temblar, el miedo me invadió. No me pasaba seguido, mi valor me mantenía con vida. Estaba atrapada, en un lugar repleto de criminales, los cuales no se arriesgarían por protegerme, pedir ayuda sería inútil.

—¿Qué has planeado, infeliz? —pregunté, desafiante, con el enojo cruzado en mi voz.

Marcus soltó una risa y me miró de arriba abajo, para él, la elegancia era esencial y mi ropa seguramente lo asqueaba, no toleraba esa sencillez. Le ordenó a uno de los hombres a su mando que trajeran nuevos atuendos para mí.

—No puedes verte así para la subasta, nadie querrá comprarte. —dijo, negando con la cabeza.

—¿Qué dices? No puedes venderme, no es legal… —empecé a decir, con desesperación. No podía ser cierto, era la peor de mis pesadillas.

—Nada por aquí es legal, guapa. —contestó, con una mueca, luego fue a recibir a toda su comitiva. Era una tropa de estilistas, con valijas con ropa y maletines con maquillaje.

Quería tomar mi teléfono y llamar a alguien para que me salvara, a pesar de que sería inútil. No tenía a nadie mas que a mi sobrina, pero ella se encontraba viviendo con la ex pareja de mi hermana. Si les marcaba, los condenaría a muerte. Los nervios me tensaban la piel, el hombre que me comprara podía hacer conmigo lo que le plazca, era el más terrible de los desenlaces para mí.

—No te aflijas, ni se te ocurra llorar. —dijo Marcus, acercándose con severidad. Me tomó el rostro con las manos. —Si los ojos se te enrojecen… —sacó el arma y me apuntó. —Terminaré pronto.

Tragué saliva y asentí, no podía negarme a sus órdenes. Por lo que, tuve que hacer un gran esfuerzo para no llorar. Con todas mis fuerzas me contuve, sintiendo la frialdad de Marcus sobre mí.

—Escúchame Keira, todos los invitados dispuestos a comprarte, han ofrecido un monto mínimo de cincuenta millones. ¿Es mucho más de lo que me debes no?

Mis ojos se iluminaron al oír esa descomunal cifra, algo que en mi vida no podría ver jamás. Con ese dinero, mi sobrina no tendría que pasar necesidades nunca más y podía darle la vida que mi hermana quería darle antes de fallecer.

—Si te portas bien, te daré la mitad. Es bastante justo. —arqueó una ceja, luego le dio un par de órdenes a las estilistas.

Asentí con la cabeza. Ese trato era muy tentador, claro que también conllevaba a un gran peligro. Aun así, era mi única opción, si no obedecía, de todos modos, estaría muerta. Respiré profundo, buscando un poco de paz para seguir, ser comprada por un extraño no era un futuro tentador.

Una de las mujeres me hizo sentarme en una silla para comenzar a lavar y a peinar mi cabello, mientras la otra preparaba el maquillaje. El vestido era de color lavanda, ceñido en las caderas, que solía ocultar con pantalones bastante anchos, porque eran bastante pronunciadas y a veces me sentía acomplejada. Este vestido marcaba mis curvas sin pudor alguno y los zapatos me estilizaban y temí caerme con ellos en medio de la subasta. Me plancharon el cabello hasta que quedó lacio y brillante, un flequillo en mi frente hacía que pareciera mucho más interesante y remarcaba mis rasgos y el color de mis ojos. 

Estaba tan diferente que no me reconocí en el espejo. Tenía una misión clara, sonreír durante todo el proceso.

—Ahora sí, querida Keira, te ves excepcional. —dijo Marcus, aplaudiendo al verme así de producida. —Tendré una buena oferta, ya lo verás…

Sus palabras no me daban nada de seguridad, el no era el hombre más honesto del mundo. Confiar en él sería muy ingenuo de mi parte. Tenía un plan, solo debía esperar, por el momento sonreiría hasta encontrar al magnate que me comprara y luego, actuaría, una vez con el dinero en mis manos. Podría escapar, con la suma entera podía desaparecer junto con Gala.

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