Términos y condiciones

En su departamento, la familia estaba a punto de cenar al llegar Becca.

— Llegas en momento justo, hoy papá hizo un asado negro. — Grito Alicia.

— ¿Que celebramos? — Contesto Bec con una sonrisa.

— La unión de nuestra familia. — Respondió David.

El asado negro de su padre era de pollo y todos lo amaban. Lo acompañaban arroz, tajada y ensalada. Realmente era un buen plato de comida, nada comparado a lo acostumbrado.

— Vi que te llevas muy bien con tu amado Luciano. — Dijo Moisés en medio de la cena, para molestarla.

— ¿Vieron como respondió cuando Alexandra vino a molestar? — Agregó Isobel.

— Un hombre que sabe defender a la dama que va consigo, es un buen tipo. — Contestó David.

— Es guapo, educado, y además sabe responderle a gente molesta.... la verdad, me agrada. — Dijo Bec evidentemente nerviosa. — Sin embargo, no hablamos demasiado. Aunque ya entiendo porque papá intentó metermelo por los ojos durante tanto tiempo.

— ¿Te comentó algo de la boda? — Preguntó David.

— No, pero está bien. Será en un par de meses.. y el... bueno.. supongo que no quizo hacer las cosas más incómodas. — Comento ella.

— Uno de estos días, el vendrá a buscarte para que conozcas su hogar, inicies la mudanza y los preparativos de la boda. Esta al tanto de que Isobel será quien organice todo, ya que sabe, que tú así lo deseas. — Terminó David.

La cara de Rebeca se ensombreció y apretó fuertemente su cubierto. — Está bien, papá. Todo sea por una vida mejor para todos. — Susurró.

La cena termino bien, aunque algo incomoda. Rebeca tomó un baño, donde logró relajarse para poder dormir. Sus jabones de lavanda eran perfectos para estas ocasiones.

La noche se puso fría, y al entrar en su cuarto vio a Alicia durmiendo en su cama. Probablemente tuvo una pesadilla y se durmió esperandola.

— Mi pobre bebé — pensó.

—Descansa, hermana... mañana viene tu nuevo príncipe... necesitas estar fresca, para no matarlo. — Isobel hablaba desde un escritorio, llenando papeles de la empresa en que trabajaba.

— ¿Lo ves como un buen hombre?... — Dudó Bec.

— Dale el beneficio de la duda, tómate tu tiempo en conocerlo.... — Susurró la hermana. — Al menos es un caballero.

— Es verdad...

Rebeca fue directo a su cama, y se acostó. Alicia no tardó mucho en abrazarla.

Aún así, la noche fue fria y llena de incertidumbre. Paso casi todo el tiempo pensando en lo que sucedería a continuación, y como haría para enfrentarlo.

La siguiente mañana Bec despertó cansada.

Su teléfono tenía un W******p de un par de horas antes, era de un número desconocido el cual decía:

"Buenos días, la mañana de hoy pasaré a buscarte, desayunemos juntos, te mostraré mi casa, tal vez sea un buen inicio. Y por favor deja de inquietar a tu guardia.."

Lo agendo como "Luz".

Tomó un bolso y lo lleno con lo esencial. Un par de pijamas, ropa de casa, su manta, peluche, cepillo de dientes y desodorante.

Además aprovecho para sacar una pesada caja de debajo de su cama. Esta contenía muchos materiales e implementos de sus prácticas paganas. Pensó que al menos podría sacarlas de casa, y evitar que su padre las consiguiera.

Se arregló, está vez con un suéter negro de cuello de tortuga y jeans sin roturas. Se maquilló y peino. Era lo más decente que podría lograr... si quería algo mejor, el mismo tendría que volver a alquilar el vestido que ella usó, noches atrás. Hiciera lo que hiciera, aquella mañana, nada podría quitarle la inquietud que albergaba su corazón. ¿Que pasará ahora?

Rebeca tomó nuevamente sus implementos de estudio, su bolso, la caja y salió de su habitación.

Antes de cruzar la puerta de salida, notó que su padre estaba en un sofá, rodeado de muchos álbumes y fotos. Era claro que había estado llorando.

— Oye pá. Ve a tu cama a descansar. — Le susurró para despertarlo.

— Mi bebé. ¿Ya estás lista para salir? Que desconsiderado, debería acompañarte de camino a su auto. — Dijo con la voz quebrada.

— Tranquilo, papá... le diré a Luci para que almorcemos juntos y conozcas su casa esta semana. Luego de la boda me visitaran tanto, que no notarán mi ausencia. — Contestó ella.

— Mi dulce bebe. Te amo, mi amor...

— Te amo, pá.

Salió de casa, cargada "como un burrito" y fue en dirección a la salida de la urbanización.

El cielo hacia brillar estelas de luz solar, intensas y casi angelicales. Las aves cantaban y el viento fresco, no la helaban. Parecía el comienzo de un buen día.

Frente a la caseta de seguridad, un auto lujoso esperaba aparcado. En su opinión este, era un Mustang, pero todos los autos costosos eran un Mustang en su cabeza.

Sentado en el capó, había un joven hombre con un conjunto de saco y pantalones negros, sobre una camisa blanca. Llevaba lentes de sol, mientras fumaba un cigarro de forma distraída.

Becca dejo las cosas a un lado y se acercó a él.

— Debo tener valor... — pensó. Y le quitó el cigarro de la boca, para darle un tema sorbo.

— Valor no es lo mismo que descaro. — Dijo el, sonriendo de medio lado. — Pero... me gusta. ¿Estás lista?

— En efecto... ¿Todos en el infierno fuman cigarros de patilla? — Preguntó en un arranque impulsivo.

El se rió. — Pensé que, tal vez así no oleria a cigarros... para eso lo usan ustedes los humanos, ¿no? — Se levantó del auto y cargó las cosas de ella en la maleta.

— Así es, pero eso ya lo sabes... así como probablemente sabes que yo solo fumo de patilla, menta o chicle....

— Si, para evitar que alguien en casa se diera cuenta.

— Me gusta tu consideración... así que te permitiré seguir fumando las mismas fragancias que yo. — Respondió ella, entrando al auto. Claramente estaba bromeando, pero aún así nada podía quitarle el nerviosismo.

Los asientos eran de cuero blanco, y el auto estaba perfumado con un delicado olor a rosas.

— ¿Ya no tienes miedo?

— Claro que lo tengo. Pero decidí enfrentar las consecuencias de mis acciones. — Dijo ella, echándole humo en la cara.

— Me agrada la filosofía de vida, de las brujas tradicionales. Me alegra que hayas abrazado el legado ancestral de tu familia materna.... ¿Desayunamos?

Becca asintió y el encendió su auto. El motor rugió y el salió de la calle a alta velocidad.

La ciudad parecía en paz, las calles se veían armoniosas. Rebeca estaba agradecida de no tener que usar el subterráneo o autobús.

En unos minutos, llegaron a una cafetería donde Becca trabajaba.

Ella bajo del auto con su identificación y su teléfono.

Una mesera saludo a Becca, ella la reconoció como Clarise. La chica los llevo a una mesa apartada de la gente. Les coloco vasos de agua y se fue.

— Me gusta el esfuerzo que haces porque este cómoda. — Comentó Rebeca.

El ambiente del local era totalmente rockabilly. Suelo de cuadros, paredes de tapiz, asientos rojos, y mesoneras en patines.

— Me conviene estar en paz contigo.

— Quiero saber algo... ¿Que me hace merecedora de tu compañía por la eternidad? ¿Que ganas al estar tú conmigo? - Preguntó sin rodeos.

— Verás, quiero hacer mi voluntad en la tierra, y para ello, necesito una humana, una que encaje dentro de... mis exigencias. — Comento encogiéndose de hombros.

— Que exclusivo... ¿Cuáles exigencias?

— Me agrada que seas directa. Necesito de una bruja, una bien estudiada, sin problemas morales, y que, además fuera la séptima hija de un linaje de brujas antiguas. Tu encajas dentro de todo eso, hija del reverendo... — Sonrió.

Becca tragó grueso. Ella realmente encajaba en todo esto. — ¿Que obligaciones debo tener hacia ti, como esposa?

— Eres una mujer libre, solo necesito de tu trabajo, de tu energía, pero tranquila, tampoco quiero hacerte enfermar. Si eventualmente quieres procrear conmigo, yo no tendré ningún tipo de objeciones, pero tú debes quererlo. Recuerda las leyes de lo que hoy llaman "satanismo". Solo quiero potenciar todo aquello de lo que eres capaz. Dependiendo de tu desempeño, tal vez, incluso, te haga una inmortal. — Dijo el con total naturalidad.

— ¿Donde vamos a vivir?

— En el mundo humano, por su puesto. Al final, quiero conocer el plano material en totalidad. Eventualmente, iremos al inframundo y el plano astral. Pero no sucederá a menos que sea necesario. — Ya esto lo dijo con un tono, mayormente aburrido.

Esta vez no hubo más preguntas de parte de Becca. Ella solo intentaba procesar todo lo que él había dicho.

— ¿Alguna exigencia de tu parte? — Preguntó el.

— ¿Se podía exigir al diablo?

— Estamos estableciendo los términos y condiciones de un contrato que ya firmamos. — Dijo el. — Y no me llames así, sentenció. — Se le notó algo incómodo con el apodo.

— Si voy a ser tu mujer en este plano, lo seré en el siguiente. Además, debo ser la única. — Su expresión era totalmente sería.

Becca ya había sufrido al pasar por las manos de diversos hombres que no pudieran respetar su relación con ella, y no lo repetiría con Lucifer.

—¿Por quién me tomas? — preguntó el molesto.

— Existen muchas historias y muchas leyendas. Soy la única, y nadie más. Además de mantener estable, saludable y viva a mi familia... no exigire nada más.

— Puedes ser millonaria, famosa... poderosa... y sólo quieres mejorar la vida de los demás. ¿Estás segura?...

— Por tu trabajo, tu ropa, tu auto, y tus gustos posiblemente caros, estoy segura de que tú ya eres millonario, y que seré famosa, o al menos popular, solo por emparejarme contigo. Además, una vez firmes ese contrato, lo que es tuyo... también será mío, amor... — Siempre se reconoció a si misma como una mujer cínica, esta vez.... no se arrepentiría de serlo.

— Eres muy inteligente... — Sonrió el. — Sellaremos el trato.

Ella le tendió la mano, y el la tomó. La miro con intensidad un instante, pero luego tiró de su mano y al tenerla lo más cerca posible, el le plantó un beso. Sus labios no eran demasiado carnosos, pero eran suaves.

— No volveré a tomar tu mano, he de considerarla un vil engaño. — Respondió ella, luego de la separación de sus labios. En secreto, disfrutó el beso. No fue tan malo, reconocía su dulce olor a lavandas y su respiración seguía siendo calida, como en todos aquellos sueños, donde la arrullaba y aseguraba que todo estaría bien.

—Te gustan mis labios. — Su maliciosa y sensual sonrisa incitaba al pecado.

— Deberías tener un poco de desencia, y dejar de escudriñar en mi mente. — Contesto ella.

—Me cuesta muchísimo evitarlo, me disculpó de antemano... por el resto de la eternidad.

— Estás disculpado... — Suspiró — ¿Cuéntame, a que se supone que te dedicas hoy en día? Además de tu famosísima aplicación — Pregunto ella, tratando de cambiar el tema.

— Actualmente soy el dueño de una compañía de telecomunicaciones, y me divierte explorar este mundo, ver sus cambios y la evolución de su gente.

— Prácticamente eres un sociólogo. — Comento ella con mucha gracia.

— También soy docente, uno muy exigente, si me preguntas.. de hecho... trabajaremos juntos en tu último semestre, antes de que te gradues.

Becca ignoró lo último, y llamo a la mesera, quien tomó sus órdenes. Becca quería panquecas con mantequilla y miel, con un batido de chocolate. Luciano, un sándwich y café.

— ¿Luz, que seguridad tengo, de que no me vas a lastimar? — La duda y el temor estaban plasmados en la voz de Becca, aquella era una pregunta fundamental.

— No tengo razones para lastimarte, solo quiero aprovechar tu potencial. Eres talentosa, trabajadora y cuidadosa.

Becca se miró las manos por un momento, y luego lo vio a los ojos. — ¿Qué planes tienes exactamente para mí?

— Por ahora, más estudio, para que complementes lo que ya sabes. Me gustaría que expandas tu conocimiento. — Contestó el de forma sencilla.

— ¿Tienes en mente realizar algo terrible con mi ayuda?

— Solo quiero alguien que gobierne conmigo de manera adecuada y no me apuñale por la espalda. Vienes de dos líneas familiares caracterizadas por ser honradas, y además cumples con los requisitos uhm.... "magicos" de lo que busco. Solo por eso acepté pactar contigo, sin incitaciones, ni manipulación. Las situaciones de tu vida y mis deseos convergieron de manera adecuada, gracias a ello, henos aquí. Si no confías en mí, puedo agregarle una cláusula de seguridad a nuestro contrato.

— Suena como un buen plan. No quiero que me pase absolutamente nada malo...

La comida llegó y el resto de la comida transcurrió en silencio. Pero no fue del todo incómodo. Becca se concentró en su teléfono y Luciano, en un periódico.

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