Un encuentro inesperado

Uno de los compañeros de Ayla, se había casado. La ceremonia se realizó en un lujoso hotel de la ciudad y Nikita era el padrino de la boda. Era obvio, como el padrino y adinerado empresario, fue quien costeo los grandes gastos. En ese sentido era muy solidario, a pesar de ser a veces una persona desagradable, lo destacaba esa bondad y generosidad que tenía.

Ya había pasado una semana de aquella visita a las tierras que tanto anhelaba Nikita.

Ayla, estaba en la misma mesa que Keyla y su jefe. Nikita había tomado demasiada Champaña, y estaba muy parlanchín. —Te ves espléndida —alagó a Ayla.

—Tú también te ves muy bien—dijo Ayla.

—Quería comentarte que la próxima semana van a venir los japoneses—comentó Nikita y agregó—Quieren conocer el lugar donde van a invertir. Estaba pensando que quizás puedas ir sola a hablar con esa gente. Tal vez puedas convencerlos y hacerlos entrar en razón. Tienes el toque porque la verdad que tuve la impresión que conmigo no quieren dialogar.

Ayla, tomó un copo de Champaña, meneó su cabeza de un lado a otro, lo miró a los ojos, con sus bellos ojos marrones y dice. —Nikita, no puedes pretender que quieran hablar contigo, luego de la manera tan vulgar y despreciable con que les hablaste. Haré lo posible, pero no voy a prometer nada.

Nikita, le dio un beso en el hombro y dice.

—Confío en ti. Eres buena para relacionarte con las personas. En verdad, va a hacer una gran inversión, la más grande de tantos años que llevo en el rubro. No puedo fracasar. Esa gente tiene mucho dinero y esos hoteles van a hacer una mina de oro. Si lo logras, te prometo hacerte socia de este proyecto.

Ayla lo miró, suspiró y dice. —No me interesa ser socia, no pretendo nada. Lo voy a hacer porque es mi trabajo y me pagas para eso.

Keyla los interrumpió, le dijo a Nikita que no era un lugar para hablar de trabajo. Que dejara esa charla para el día lunes en la empresa.

La velada era muy agradable, Ayla se estaba divirtiendo, pero toda aquella diversión fue empañada por su jefe. Un muchacho muy amigable la invitó a bailar, y como era de esperarse, Nikita la perseguía y no le perdía pisadas, era como su sombra.

Ella ya estaba cansada, miro la hora en su móvil y le dijo a Keyla que iba a esperar un rato más, luego se iba a marchar, y sin mencionar que Nikita no dejaba de perseguirla en aquella boda, para que él dejara de molestarla, ella bailó con él, hasta conversaron por un largo rato, pero lo conocía muy bien y sabía cuáles eras sus intenciones. Antes de pelear con su jefe, llamó a un taxi y se marchó.

Sonó el teléfono de Ayla. Ella miró quien era y atendió—¡Hola, Nikita! —lo saludó ella y le pregunto— ¿Qué sucede?

—Nada, solo quería saber si estabas bien. Me fui a dar mi discurso para los recién casados, cuando regrese a la mesa, ya te habías marchado.

Ayla suspiró y dijo —Estaba cansada. Tome demasiada champaña. Ya me estaba doliendo la cabeza. No debes estar preocupándote por mí todo el tiempo ¡Diviértete, nos vemos el lunes!.

—¿Vas a tu casa? —preguntó él.

Ella se limitó a responderle y cortó la llamada.

Cuando Ayla, iba de regreso a su casa, vio a Bledd, quien iba caminando solo por las calles del centro de la ciudad. Le pidió al taxista que se detenga, le pago el viaje y le dejo un extra de propina.

Se quedó parada mirándolo. Vestía una campera de cuero de color marrón, jeans negros y una camiseta blanca.

Él, al levantar la mirada la reconoció inmediatamente, ella se quedó parada saludándolo con su mano derecha.

—¡Qué sorpresa! ¿Me recuerdas? —expresó Ayla.

Bledd le sonríe y le dice. —Eres la secretaria del ególatra que quiere comprar las tierras ¿Eso responde a tu pregunta?

Ella se sonrió, se ruborizó y dijo. —¡Entonces sí me recuerdas! ¿Qué haces a estas horas, y solo? Es muy lejos de donde vives, yo diría que estás a unas horas de tu casa.

—Me gusta salir a caminar —dijo él.

—No tengo nada que hacer, es viernes y es temprano todavía. La noche es agradable ¿Me acompañarías a beber algo? Conozco un bar tranquilo, no muy lejos de aquí —dijo Ayla, y con sus grandes y brillantes ojos marrones lo miraba esperando una respuesta.

Bledd, se encogió de hombros y acepto. Al fin de cuentas no tenía nada que hacer aquella noche.

Mientras iban caminando, él notó que ella iba muy elegante vestida.

Ayla, era una mujer de test blanca, cabello largo color negro, sus ojos eran de color marrones brillantes, ella era una muchacha de baja estatura, era muy simpática y amable.

—¿Vienes de una fiesta? —pregunto Bledd.

Ayla, llevaba un bello vestido largo de encaje color perla, con su espalda descubierta.

Ella se miró, se reía y dice. —Una boda, para ser precisa. Me aburrí, mi jefe se había puesto algo intenso y molesto. Así que decidí irme —lo miraba de reojo, le resultaba un sujeto interesante aparte de ser muy buen moso— ¿Y tu novia? Es raro que salgas a caminar solo, tan lejos y sin ella. No me malinterpretes, pero parece una mujer ruda, de carácter, con mucha personalidad.

—Ella a de estar en casa de sus padres. Es eso y mucho más de lo que crees. Seré sincero contigo, tuvimos una pequeña pelea, pero no preguntes por ello —le comentó Bledd y le preguntó — ¿Y tu novio?

—No, no. Yo no tengo novio. Soy soltera y sin apuros. Y en verdad es todo un tema —dijo ella y añadió— ¡Llegamos, es aquí!

La brisa de la noche era suave, el cielo estaba muy estrellado. El calor había calmado un poco pero aún asi, se hacía sentir.

Ingresaron al bar, pidieron una mesa y se ubicaron tranquilos. Luego la moza les trajo unas cervezas.

—¿Y por qué estás sola? —le pregunto e insistió Bledd, quien se había quitada la campera y las mangas cortas de aquella remera dejaban al descubierto sus grandes y fuertes brazos.

Ayla, lo miraba, miro hacia su derecha y se mordió el labio y le dice. —Es algo complicado. Nikita, mi jefe está enamorado de mí. Me lo confesó y yo lo rechaze. Desde entonces se encarga de espantarme y alejar a todo hombre que se me acerque. Nunca ví a Nikita como una opción. No es mi tipo de hombre, no niego que es muy bello, pero no me atraen las personas como él.

Bledd frunció el ceño y dice. —¿Cómo lo aguantas?

Ella bebió un poco de cerveza, se limpia la boca con una servilleta y dice. —Me pagan más de lo que deberían. Es un trabajo estable y es mi carrera. Así que debo aguantarlo. Igual no me molesta, he conocido muchos patanes...

Él, arquea su ceja e hizo una mueca.

Conversaron por unas tres horas, habían perdido la noción del tiempo y espacio. Hablaron de muchas cosas, de Bledd y su compromiso arreglado por parte de la familia, era una tradición de su raza, de los malos amoríos de Ayla, se reían a carcajadas, estaban pasando una divertida y alegre noche; hasta que ella miró la hora y dijo muy asombrada. —¡Oh, es retarde! ¡Creo que ya debo irme, Bledd! ¿Cómo vas a regresar a tu casa?

Él sonrió y dice. —No te preocupes, en un abrir y cerrar de ojos estoy allí.

Él, la acompañó hasta la puerta del bar, debía esperar a que llegara el taxi, le había prestado su campera a Ayla. Ella, cuando se dió cuenta que se llevaba algo que no le pertenecía, le dice. —Te devuelvo tu campera.

Bledd le sonríe y le dice. —Puedes llevarla y devolvérmela cuando te vuelva a ver.

Ayla se ruborizó, bajó la mirada, le había gustado lo que oía y dice. —¡Si tú lo dices!

Bledd le sonríe y dice. —Estoy seguro que volveré a verte.

Ella, se froto las manos, se sintió nerviosa, miró al cielo y se movía de un lado a otro, como balanseándose.

Quedaron en silencio y de repente aparece el auto de Ayla. Bledd le hace una seña para llamarlo.

Ambos se despidieron. Él le dio un suave beso en la mejilla, la tomó por la cintura y como todo un caballero le abrió la puerta del taxi. Ella lo miro a los ojos y antes de despedirse le dice.

—Te va a parecer una locura, pero un día un lobo me salvó de un asalto, y su mirada era igual a la tuya —dijo Ayla entre risas.

Bledd le sonrió y dice. —¡Un lobo! Ayla, creo que está hablando el alcohol por ti. Ve a descansar.

Ella sacó la cabeza por la ventanilla y le grita.

—¿Nos volveremos a ver? ¿Verdad?

Y él le respondió a los gritos. —¡Sí, quédate tranquila! ¡Yo te voy a encontrar! Aparte vas a tener que devolverme mi chaqueta.

Al oír aquello, se dio cuenta que ella nunca le dijo a Bledd donde vivía. Y no era ético ir hasta su comunidad a buscarlo, sin lugar a dudas se lamentó mucho.

Desde aquella noche, como una adolescente, ella usaba la chaqueta de Bledd en su casa. Le recordaba a esa hermosa noche, su aroma aún se podía sentir en la campera de cuero.

LA VISITA DE AYLA A LA COMUNIDAD

Era lunes, sonó el despertador a eso de las 6 de la mañana. Ayla, se despierta, se da una ducha, como era de costumbre, luego eligió que atuendo usar, se preparó un café y miró por la ventana de la cocina, estaba lloviendo, pero el sol estaba radiante aquella mañana. Recordó una frase de su padre, la repitió en su mente y se ríe.

Suena la bocina de un automóvil. Ella se asoma a la puerta y con una seña le avisa al chofer de Nikita que ya salía. Agarró su cartera, sus carpetas y salió corriendo a la salida.

—¡Buen día, Pedro! —lo saludó ella y dijo No era necesario que me vengas a buscar. Iba a ir en taxi.

—Es mi trabajo, Ayla —dijo el chofer y le advirtió Nikita, hoy parece no tener un buen día. Te voy avisando antes de que llegues a la oficina.

Ella se ríe y dice. —Sería un milagro comenzar un lunes y encontrar al jefe de buen humor.

Cuando llega al trabajo, marco su tarjeta de ingreso y se dirigió a su oficina.

Su oficina estaba al lado de la de Nikita, era amplia, las paredes eran de un bello y agradable color verde. Ella la había decorado a su gusto. La vista era muy buena, se encontraba en un 6.º piso, y no tenía nada que envidiarle a la vista de la oficina de Keyla.

Para su asombro, Nikita estaba sentado en su lugar, ella lo mira, lo saluda muy amablemente y este le dice. —¿Qué tiene de bueno?

Ayla frunció el ceño y añade. —Yo tampoco ando de buen humor, así que no empieces a molestarme.

—¿Dónde estabas el viernes? Luego de que te fueras de la boda, fui hasta tu casa y no estabas allí la interrogó su jefe.

Ella, ya cansada le dice. —Me fui con un amigo. Es mi vida y no puedes entrometerte. Esto me está desganando mentalmente. Ya es acoso hacia mi persona.

Nikita lanza una carcajada y dice. —¡Acoso lo llaman ahora! Te vi con el sujeto ese. No te hagas la tonta.

—¿Me estás siguiendo? —gritó ella algo alterada y dijo — Estás pasando los limites. No soy tu trofeo ni tu trabajo de caridad, esto en verdad me está cansando y mucho. Voy a terminar renunciando.

Nikita se dio cuenta de que realmente estaba enfadada, se pone de pie, se le acerca, le da una taza de café y le dice. —Está bien, solo quiero protegerte. Ese tipo es un don nadie.

Ayla estaba muy molesta, tomo sus carpetas y se sentó en su sillón favorito a trabajar. Nikita siguió ahí, ella levanta la mirada y le pregunta. —¿Vas a quedarte aquí toda la mañana?

Nikita se reía carcajadas y dice. —Ya me voy. En una hora quiero que vayas hasta allá y trates de convencer esa gente.

—Sé cuáles sin mis obligaciones —dijo ella irónicamente.

A eso de las 10 de la mañana, ella se dirigió a los terrenos como le había indicado su jefe.

Estaba nerviosa, porque allí iba a ver a Bledd. No sabía como sería su reacción y como iba a recibirla.

Eran una comunidad, al menos así se hacían llamar, pero no eran indígenas ni nada de eso, la verdad era que debía darle la razón a Nikita, era un grupo de unas 27 personas que habían llegado como inmigrantes, habría usurpado aquellos terrenos, de hecho eran personas de diferentes nacionalidades, parecían más una secta.

Lo que llamaba la atención de ella, es que Bledd era diferentes a todos ellos, desde su color de piel, él era de test blanco, cabellos castaños y ojos verdes, tenía un buen porte, no parecía provenir de una familia de clase pobre. No comprendía como habría terminado allí con esa gente. De hecho los padres de Bledd tenían negocios de transporte en Alaska. Hasta donde ella tenía conocimientos, por lo que él mismo le había contado. Allí, Bledd había dejado su trabajo y su departamento por seguir a Lúa. Eso le hizo pensar que de seguro él la amaba mucho, porque abandonar toda su vida para seguir a una persona. Aunque no quiso juzgarlo, porque ella terminó allá por seguir a un amor que fracaso.

Iba sumergida en sus pensamientos, intentando comprender todo.

Al llegar, antes de bajar del auto, tomo aire. Se miró en su espejo y retoco su maquillaje. Aquella mañana iba vestida con un jean negro, una camisa color violeta, y llevaba su oscuro y lacio cabello suelto.

Las personas la recibieron de manera muy cálida, y ella les contó de manera tranquila la idea que tenía la empresa, pero iban a darle otro lugar donde vivir. Tenían casas a disposición en un barrio cerrado más cerca de la ciudad. Intento convencerlos de que aparte de recibir nuevas y confortables viviendas iban a recibir una gran suma de dinero. El ambiente estaba algo tenso, y más se le complicó a Ayla cuando apareció Bledd y su prometida Lúa.

Cuando ella los vio ingresar se puso nerviosa. Bajo la mirada y se sintió intimidada por la presencia de Lúa.

—Aquí nadie se va a ir —dijo Lúa y añadió— Nosotros no molestamos a nadie, trabajamos como todos, vendemos nuestros productos y nos alcanza para sobrevivir.

Ayla, contradigo a Lua. Le explico lo que había explicado antes de que ella llegara. Pero comenzaron a discutir. Ayla cansada se fue. Era en vano convencerlos.

Cuando iba camino al auto, Bledd venía corriendo detrás de ella.

—¡Ayla, espera!

Ella volteó para mirarlo y se detuvo.

—¡Hola, Bledd! ¿Cómo estás? —lo saludó con una amplia sonrisa y le brillaban los ojos cuando lo vio

—¡Bien! —dijo él y agrego— No te prometo nada, pero voy a tratar de hablar con Lúa y convencerla. Es una buena propuesta para todos ellos. El tren pasa solo una vez. Es muy generosa la propuesta y es por una mejor calidad de vida.

—¡Claro, Bledd! Esa es la idea. Con el dinero pueden invertirlo para algún negocio

—dijo Ayla muy entusiasmada.

—No te emociones —dijo él y acoto— Voy a hablar, es muy testaruda y la escuchan mucho a ella. Pero haré lo que puedo. Ellos piensan que la naturaleza no debe destruirse para construir grandes edificios.

—¡Te lo voy a agradecer! —dijo ella y le explico— No van a hacer edificios, gran parte del espacio verde permanecerá, la idea es hacer un gran hotel, con canchas de golf, futbol, y otras recreaciones, no van a destruir todo. Cuando regrese, que seguro me tocará regresar, pero con mi jefe, voy a devolverte tu chaqueta.

—No hay problema. Nos volveremos a encontrar —insistió él.

El móvil de Ayla no dejaba de sonar, atendió y era Nikita. Ella se disculpó con Bledd, lo saludó y se despidieron.

Al llegar, le contó a Nikita que no tuvo la suerte que esperaba. Nikita, le diò a entender que volverían e insistirían.

Había pasado seis días que Ayla no tenía noticias de Bledd, y no dejaba de pensar en él.

A los días, llamaron a su puerta, era una linda tarde de domingo, ella estaba terminado unos trabajos, se arreglo un poco su cabello y se asombro al ver a Bledd, parado en el umbral de su puerta. —¡Que grata sorpresa! —dijo Ayla sorprendida— La verdad no esperaba visitas ¿Cómo sabes dónde vivo?

—Sé más de ti de lo que tú crees —le respondió Bledd y añadió— Andaba por aquí cerca y quería saber si tienes ganas de dar un paseo, ya que el día está maravilloso.

—¡Me encanta la idea! —exclamó Ayla— Pasa, por favor. Toma asiento, dame unos minutos, iré a cambiarme ¿No hay novedades? ¿No lograste hablar con tu prometida?

Bledd, se quedó en la sala de estar esperando a Ayla. Miraba las fotos de ella, no podía suponer lo hermosa que era. Algo en ella había despertado y movilizado su interior desde aquella noche que la salvó en aquel callejón.

Él, suspiró y dijo. —No, no tuve suerte. Te dije que no iba hacer fácil ¡Lo siento, Ayla!

—No te preocupes—dijo ella, quiense había arreglado rápidamente. Notó que Bledd, estaba mirando una fotografía de ella y añadió. —Esa es la foto de mi graduación.

Bledd le sonríe y dice. —No has cambiado nada.

Ella se ruborizó y le agradeció.

Salieron a dar un grato paseo, ella estaba encantada, era agradable tenerlo cerca, le gustaba estar a su lado y disfrutar de su compañía.

—¿Y como van las cosas con tu prometida? —preguntó ella mientras disfrutaba de su helado.

—Con Lúa las cosas no van nada bien —susurró él— No sé como explicarlo, pero no la amo. Ya te dije, es un compromiso de nuestra tribu, pero si trato de explicarlo seguramente pensarías que estoy loco.

—Todos estamos loco en este mundo ¿Por qué no la dejas? —preguntó Ayla.

—Si pudiera lo haría —murmuró él.

—La verdad, no entiendo porque se refieren a una "tribu". No quiero ser grosera, pero ustedes no son indígenas ni nada parecido. Al menos eso veo desde afuera —comentó ella.

Ayla, era un poco distraída, se tropezó y casi cae, Bledd tenía muy buenos reflejos y logró atraparla. La tomó de la cintura y la llevo hacia su musculoso cuerpo.

Ayla quedo fría, contuvo la respiración, no podía explicar lo que sintió al sentir su cuerpo junto al de ella. Lo miró a los ojos, y la brisa movía los cabellos de Bledd. Se veía tan sensual, y deseaba besarlo. Pero antes de dejar que su mente delire exclamó. —¡Qué buenos reflejos!

Bledd, quedó mirándola, no la aparto de él, se perdió en aquella hermosa sonrisa, cuando volvió en sí le dice. —Sí, es parte de mi naturaleza. Y no creo que puedas comprender lo que somos.

Ella se reía a carcajadas y dice. —Eres algo raro y misterioso ¿No serás un homicida? Eres muy atractivo, inteligente, sensual, y misterioso. Eres como esos personajes de libros de ficción.

Le causo gracia a él y dijo. —No, no soy nada eso. Puedes quedarte tranquila.

Pasaron una lindo día juntos. Cuando regresaron a la casa de Ayla, ya comenzaba a caer el sol. Aquella noche la luna se notaba que iba a estar más resplandeciente que nunca.

Bledd, antes de transformase a su forma natural, decidió marcharse y le dijo. —Nos volveremos a ver antes de lo que crees.

Ella sonrió y dijo. —Lo sé, esa noche me dijiste lo mismo y cumpliste. No te vayas, voy a devolverte tu chaqueta— ella ingresó a su habitación para buscarla.

Le devolvió su campera, se despidieron, ella se quedó recostada detrás de la puerta, soñaba con que él la besará pero solo se despidió con un beso en la mejilla.

Golpean la puerta, ella abre y se lanzó a sus brazos.

La alfombra y un cuadro modernista fueron testigos de aquella noche de amor y pasión.

A media noche, ella despertó y Bledd ya se había marchado.

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