EL RENACER DE UNA FLOR
EL RENACER DE UNA FLOR
Por: Gigi
Episodio 1

Otra noche de tormento, la enfermedad de su padre solo empeoraba cada vez más. Los doctores no veían salvación alguna, lo único que dijeron es que debía prepararse para lo pero y con esto se referían a la muerte. El Rey Francis un hombre que fue un buen rey, siempre se preocupó por su pueblo y vio lo mejor para este. Como fue un buen rey, también fue un buen padre. Siempre estuvo pendiente de su hija y de que jamás se sintiera solo aunque el tuviera sus obligaciones, trataba de darle en el gusto a su hija en lo que fuera sin llegarla a malcriar y había hecho un buen trabajo el solo criándola, pues su difunta esposa murió en el parto.

El amó y protegió a su hija enseñándole los valores de la vida, siempre fueron muy unidos, pero cuando el le mencionó el tema del matrimonio se distanciaron un poco. Sofía se negó objetando de que esa no era la vida que ella quería, no quería reinar y casarse con un desconocido. Su padre intentó calmarla diciéndole que sería Arthur, lo que empeoró todo...

—Hija mía...— Su voz estaba algo desgatada, se notaba que le costaba hablar.

Sofía sostuvo con sus manos las de su padre, lo miró atenta a sus palabras. —Te escucho padre.

—Sabes que no me queda tiempo en este mundo...— Sofía oprime sus labios al sentir el nudo en su garganta. —No quiero que te quedes sola, por favor acepta a Arthur...— Su padre miró a Arthur quien estaba a unos pasos de su cama observando la despedida.

Sofía recordó la primera vez que conoció a Arthur, ella jamás olvidaría el día que vio entrar a ese hombre en el castillo mientras miraba detalladamente el trono del rey. En ese justo momento ella pudo ver la ambición en sus ojos de querer llegar a ese puesto, luego la miró a ella escaneándola de pies a cabeza, esa acción había causado que todo su cuerpo se erizara por un mal presentimiento. Desde ahí siempre estuvo vigilándolo, mandaba a alguien a que estuviera pendiente de lo que hacía Arthur cuando llegaba al castillo, temía que hiciera algo contra su padre, pero de los años que pasaban Arthur jamás hizo algo. Solo llegaba, ayudaba al rey con lo que necesitara y luego se iba.

Sofía le advirtió a su padre de que Arthur no era de confianza, pero su padre negó diciéndole que si le diera la oportunidad se podría dar de cuenta de que era un gran hombre. Ella negó eso y dijo que podía ver la ambición en sus ojos, a lo cual su padre contestó que solo había bondad en ellos.

—Hija...— Sofía mira a su padre y en contra de lo que le grita su corazón responde.

—Si, papá. Aceptaré casarme con Arthur.

El rey sonríe sintiendo paz, la preocupación de que su hija quede solo contra este reino desaparece al escuchar una respuesta positiva. El rey Francis da la orden de que comiencen los preparativos para la boda cuanto antes. Abraza a su hija diciéndole que es lo mejor, que no se arrepentirá y que si le da una oportunidad a Arthur se dará de cuenta que las cosas no son como ella cree. Sofía asiente sabiendo que eso no es verdad, no hay nada bueno que descubrir en Arthur Johnson.

Esa misma noche el rey muere mientras duerme y se hace sonar las campanas en anuncio de que el rey ha dejado este mundo. Sofía llora al pie de la cama viendo el cuerpo de su padre descansar. Sabían que solo era cuestión de tiempo para que su padre muriera, pero aun no estaba preparada para dejarlo ir, aun había tantas cosas que le fuera gustado hacer junto a su padre, más eso ya no es posible, ahora solo le queda afrontar su realidad.

El cuerpo del rey fue retirado para prepararlo, todos en el castillos guardaban silencio, solo se escuchaban los llantos de Sofía, quien estaba en su habitación junto con sus damas de compañía. Mientras una la consolaba la otra buscaba el vestido para el funeral del rey. Debían tener todo listo para cuando fuera el momento de salir.

La puerta de su habitación fue tocada y Sofía mando a una de sus damas para ver quien era, dando la orden de que si era Arthur que no se le permitiera entrar, la chica acató la orden de la princesa y fue abrir la puerta encontrándose con Nala, la cocinera principal del reino, la dama de compañía se hizo a un lado dejándola entrar, pues sabía que la princesa consideraba a Nala casi como su madre.

—Mi pequeña princesa..— Nala se acercó a ella y Sofía corrió hacia ella abrazándola. —Déjalo salir todo, no te guardes nada...— Dijo refiriéndose que por ser la princesa y sucesora debía mantener la calma.

—Duele mucho aquí..— Apuntó su pecho.

Nala asintió y solo la abrazó hasta que de apoco Sofía se logró calmar, la llevaron a darse una ducha y luego la vistieron para el funeral y ultimo adiós al rey Francis.

Estando lista se asomó a su balcón para tomar un poco de aire, era demasiado lo que estaba sintiendo. Jamás pensó que la muerte de su padre dolería tanto. A lo lejos contempló al reino entero encendiendo una vela en modo de despedida al rey. Sonrió agradecida por esas personas que encendían esas velas, lo sintió como un apoyo más para ella también.

Su dama le anuncia que es hora y deben bajar, camina en silencio y a su alrededor las fotos de su padre están cubiertas por un manto negro, los guardias le sonríen con melancolía y se inclinan cuando ella pasa. Sale del castillo y un carruaje la espera para ser llevada a la bóveda donde será enterrado su padre junto con su difunta esposa.

Arthur la está esperando a fuera del carruaje, este le tiende su mano para ayudarla a subir y Sofía sin ganas de negarse o quejarse solo la toma y sube, seguido sube Arthur y la puerta del carruaje se cierra. Las trompetas suenan y los caballos comienzan a andar, Sofia se dedica a ver por las ventanas para evitar mirar a Arthur, quien solo está mirando a un punto fijo. Ninguno dice palabra alguna, prefieran quedarse en silencio para evitar algún desacuerdo en estos momentos.

El carruaje se detiene y han llegado, la puerta es abierta por el cochero, Arthur baja primero y ayuda a bajar a Sofía, las miradas están en ellos, así que deben aparentar que no hay problemas entre ellos, por lo que Sofía se mantiene agarrada del brazo de Arthur todo el rato. El funeral duró unas cuatro horas con todos los procedimientos, de apoco la gente se fue yendo y Sofía solo pedía que la dejaran un rato sola, todos se fueron menos Arthur que la esperó dentro del carruaje. Para cuando ella terminó subió al carruaje, secó sus lagrimas y permaneció con su vista en el cielo naranjo.

—Sofía dame tu mano...

Ella empuña sus manos sabiendo porqué se la pide, el miedo la retiene y no quiere. Esta no es la vida que ella quiere...

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