04 - ╬ La cita ╬

Margret

—Sigo pensando que esto es una mala idea. —Le digo a Daisy, arreglando el cuello de mi camisa por quinta vez. Aunque estoy acostumbrada a este tipo de prendas, hoy me molesta muchísimo.

—Mar, es solo una cena, no seas dramática —una sonrisa se dibujó en su rostro mientras veía la pantalla de su teléfono.

—¿Con quien tanto hablas? —La miré con el ceño fruncido.

—Luego te cuento, por el momento tienes que darte prisa porque creo que ese de ahí es tu galán. —Señaló un auto aparcado frente al local de comida rápida donde trabajábamos.

Mis manos comenzaron a sudar mientras termino de arreglar mi maquillaje.

No voy a mentir diciendo que no me afecta que esto este pasando, porque si me afecta, y mucho.

—Estas hermosa, Mar —me asegura Daisy levantándose de su lugar, guardando el teléfono en el bolsillo de su pantalón y acercándose a mi lugar, detrás de la barra—. Sin importar lo que uses o como te arregles siempre estás perfecta.

Me sonrojo.

—No soy perfecta, girasol —salgo detrás de la barra y comienzo a caminar con dirección a la salida. Antes de llegar a la puerta, me volteo y me planto frente a ella, dándole un beso en la frente—. Te amo, regreso temprano.

—Te amo más. —Me sonríe—. ¡Espero tengas fiesta hoy!

Y dicho eso, comenzó a mover las caderas en un baile muy obseno. Sonreí, mitad divertida, mitad avergonzada.

Amo a Daisy con mi vida, pero ella es extremadamente exagerada a veces -todo el tiempo.

Cuándo salí del establecimiento, lo primero que sentí fue el frío chocar contra mis mejillas. Ajuste un poco más la chaqueta que llevaba, abrazándome a mi misma.

—Eres muy puntual. —Susurre cuando estuve frente a Nicklass.

Realmente no lo había visto. Yo tenía mi vista clavada en el suelo, y caminaba como si estuviera en una burbuja dónde solo yo podía entrar.

—Y agradezco que tú también lo seas —dijo, sacándome de mi burbuja con su voz firme y varonil. Automáticamente, mi vista viajó hasta él—. ¿Nos vamos?

Era el ser más hermoso que mis ojos habían visto. Sin exagerar, este hombre estaba buenísimo.

Aunque me ofreció irnos, no se movió. Me observó por un instante, que se me hizo eterno, y vi —fue algo irreal, a mi parecer—, como sus ojos grises se volvieron negros de un momento a otro.

Parpadeé y llegué a la conclusión de que estaba loca. Completamente loca. Sus ojos eran grises otra vez.

—Te abriré la puerta —dijo después de un rato.

Hizo ademán de caminar para rodear el auto y abrir la puerta, pero antes de que pudiera dar un paso lo detuve, sosteniendo su antebrazo en mis manos.

—Tran... —Aunque llevaba una chaqueta de jean y no podía tocar su piel, el contacto hizo que todo mi cuerpo se tensara—. Tranquilo, se abrir una puerta.

Una leve sonrisa se dibujó en su cara.

—Bien, —dijo abriendo su puerta—. Vamos que se nos hará tarde.

Subió a su auto y cerró la puerta de un solo golpe. Mis cejas se alzaron con sorpresa, pero no dije nada.

Yo rodeé el auto por la parte delantera. Mientras caminaba podía sentir su mirada en mi. No volteé, no podía hacerlo.

—¿A dónde vamos? —Pregunte mientras me abrochaba el cinturón de seguridad. Recordaba como conducía, y no quería salir lastimada en la primera cita.

Él encendió el auto y se puso en marcha. No dijo nada más, solo manejo, dejando mi pregunta en el aire.

—¿Hola? —Dije después de un rato.

No me gustaba que me ignorarán y menos si me habían invitado a una cita.

Tenía que dejar de decir que esto era una cita o me pondría más nerviosa.

—Esta es la única cosa que odio de ti, Margret. —dijo, haciendo que me girará completamente en su dirección, haciendo que el cinturón me lastimara un poco por la presión.

Me gustaría decir que he escuchado cosas de él, pero realmente no tenemos amigos en común. Ni siquiera se cual es su grupo de amistad. Así que sí, me sorprendí muchísimo al oír su tono de voz: frío e indiferente.

—¿Qué? —Pregunte, haciéndome la inocente.

—Sabes muy bien qué es —respondió, serio—. Esa m*****a costumbre de preguntar y no tener ni un poco de paciencia.

Bien, este hombre sabía más de lo que yo creía. Algo me lo decía.

¿Qué pasa aquí?

—¿Cómo sabes eso?

Sentí como se tensaba en su lugar, dejándome ver qué no quería decir lo que dijo. Pero ya era tarde.

—Esta no es la manera correcta de cortejar a una dama, Nicklass.

Quizás era porque estaba ofendida, o por qué no sabía que decir, pero dije eso con voz firme sin estar afectada aunque por dentro me moría de la vergüenza.

Rápidamente sustituí la vergüenza por la sorpresa, cuando Nicklass comenzó a reír sin pudor alguno.

—¿Una dama? —Detuvo el auto en un semáforo que estaba en rojo—. Margret, ¿sabes que estamos en el siglo veintiuno donde está bien decirle a una mujer que es una preguntona?

Inmediatamente, sentí como mis vellos de eruzabsn lleve mi mano a su brazo y pellizque la piel envuelta en la tela del suéter.

—¡Hey! —Dió un respingo alejándose de mi—. ¿Qué te pasa?

—¿Qué que me pasa? —Le dije, un poco perpleja—. ¿Para que me invitaste a esta cena, Nicklass? ¿Querías ganar una apuesta o joderme con algo de las clases? Porque si es así, vete bajando de esa nube, porque yo soy pendeja, pero no para tanto.

Realmente, la emoción y los nervios se habían ido. No voy a decir que deje de sentir cosas por él, porque solo estar en el mismo auto que él me tiene loca. El problema es que él está siendo un verdadero idiota.

—¡No me pasa nada! —Puso el auto en marcha cuando el semáforo cambio de color—. Solo fui sincero, pero ustedes son tan delicadas.

—¡No es ser delicadas, Nicklass! —Grite de regreso—. Es cuestión de ser un caballero y no decir esas cosas de una manera tan mordaz.

—¿Prefieres que te mienta? —Dijo, está vez su voz cambiando a un tono de sorpresa.

—No, no. Es solo que... —¿Cómo decirle a tu crush que te sientes insegura y crees que todo lo que te dice es porque no eres suficiente para él?—. Es complicado.

—¡Ves! —Le dió un leve golpe al volante—. Es lo que digo, son tan complicadas.

—Sin tin quimpliquidis —le saco la lengua, aunque se que no me puede ver—. Eres un idiota.

—Y tú una preguntona —lo dice en tono divertido.

—Idiota.

—Chismosa.

—Tonto.

—Metiche.

Siento como mi cara se vuelve de jn fuerte color rojo.

—¡Ah! Ya no tengo más insultos. Te odio —me cruzó de brazos y pongo una mueca viendo al frente.

—¿Me estabas insultando? —Escuche como se reía—. Pensé que era tu forma de conquistar.

—¡¿Qué?! —Este hombre iba a matarme—. No... yo no... yo no quise...

—Llegamos —ignoro mi intento de explicar, estacionando el auto.

No me había fijado que habíamos entrado en una calle lujosa de Seattle.

Muy lujosa, diría yo.

—¿Dónde estamos? —Veo como Nicklass comienza a ordenar cosas en su auto, se detiene y me observa.

—¿No conoces Seattle? —Pregunta un poco extrañado. La luz interior del coche está encendida, por lo que puedo ver todos sus rasgos. Es muy lindo de ver—. O sea, pensé que tenías un tiempo ya por aquí.

Por un momento, mi mente se desconecta, y vuelve a conectarse.

—¿Cómo sabes tantas cosas sobre mí? —Pregunto, realmente confundida.

Él me mira, y por un momento siento como si él quisiera quemarme completa, y solo con su mirada.

—Se todo sobre ti, Margret —se encoge de hombros, abriendo la puerta—. Es solo que tú eres muy distraída.

♡♡♡

Voy a decir la verdad: esperaba que está cita fuera un desastre.

Cuándo nos sentamos en la mesa, me di cuenta que Nicklass realmente es así: muy franco y directo. Pero, no lo hace por ser cruel, simplemente es su personalidad y aunque a veces es molesto, creo que podría vivir con eso.

También descubrí que había elegido ese lugar porque amaba la comida italiana y según él, era el lugar perfecto para comer pasta a la boloñesa. No pude contradecirlo, porque realmente estaba muy buena.

Y el descubrimiento más importante de toda la velada, fue el hecho de saber que él en realidad no me acosaba -como suponía yo-, se enteró de algunas cosas por medio de Jonny Lee, el ex novio de Daisy que compartía algunas materias con él.

Me dijo que Jonny había estado hablando de mi desde que empezó con Daisy, también creía que Jonny estaba enamorado de mi y no de mi amiga.

—Pregunta rápida —dijo Nicklass. Estábamos de camino a mi departamento—. Si tuvieras que elegir entre tener sueños super locos cada vez que duermes o simplemente no soñar nada, ¿qué elegirías?

Aunque su tono de voz era relajado, se veía muy concentrado en lo que hacía.

—Mhm... —Pensé en su pregunta—. Creo que preferiría no soñar nada.

Estábamos a una calle de distancia de mi piso. Por una parte sentía como mis sentimientos estaban muy, pero muy mezclados dentro de mi, pero por otra sentía como la incomodidad iba mermando y podía hablar con más fluidez.

—¿Por qué? —Dijo cuando estacionó frente a mi edificio. Quite el cinturón de seguridad y me giré un poco en su dirección, él hizo lo mismo y me observó.

Me encogí de hombros, sin saber muy bien que decir.

—Bueno, es que a veces soñar solo hace que te sientas mal, y prefiero simplemente no soñar.

Él me miró un momento. Sentía como algo dentro de mi me instaba a continuar hablando y relatarle toda mi vida a Nicklass, pero me contuve.

—Es raro —dijo más para él que para mí—. A todos ustedes les gusta tener sueños y escapar de la realidad y todo eso. ¿Por qué tú no?

—¿Quienes nosotros? —Lo mire, algo confundida.

De devolvió la mirada, como dándose cuenta de lo que había dicho.

—Digo, nosotros —se encogió de hombros—. En fin, la mente humana es tan complicada. Por eso elegí medicina forense y no psicología.

No le creía mucho si excusa, eso de haberse equivocado —Nicklass tenía unos ojos muy lindos, podría acostumbrarme a verlos cambiar de color—, y que él no dijo —sí, que sonría así también le da puntos—, que no dijo... ¿Qué dijo?

Parpadeé varias veces y sentí como mi estado de ánimo decaía.

Un bostezo escapó de mi sin poder controlarlo. Me tape la boca rápidamente.

—Disculpa —dije después de bostezar.

—No hay nada que disculpar —dijo sonriendo de lado—. Ya es tarde y es hora de dormir, hoy no tuviste un buen día.

—Realmente no —dije, cubriendo mi boca cuando otro bostezo se hizo presente. No recuerdo haber tenido sueño hace un rato—. Gracias por la cena, Nicklass, estuvo muy rico.

—No es nada —sonrio de lado. Me quedé embelesada por un momento hasta que volvió a hablar—. Quiero decirte que, está no será la última vez que me veas. Estaré detrás de ti hasta que mueras... —Mis cejas se fruncieron, pero el hablo antes de que yo pudiera decir cualquier cosa—. ...del aburrimiento por mi culpa.

Sonreí tontamente, mientras abría la puerta del auto.

Pude un pie fuera, pero antes de moverme, él tomó mi brazo y dijo:

—Puedes decirme que no y me detendré ahora mismo —no sabía a lo que se refería, por lo que solo me giré y lo vi con cara de confusión. Él busco algo en mis ojos, pero, no lo encontró por lo que suspiro y negó brevemente—. Corres con todas las consecuencias, Margret.

Libero mi brazo y volvió a su puesto.

—Buenas noches, Margret. —Dijo.

Sentía que algo no estaba bien, pero, no podía reaccionar, estaba muy cansada.

No sé qué me pasaba, pero mi cuerpo no respondía muy bien a las órdenes que mi mente le daba. Por lo que solo dije:

—Buenas noches, Nicklass.

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