02 - ╬ La invitación ╬

╬ La invitación ╬

Margret

—Gracias por venir por mí, nena —murmuré. Estaba temblando y no por el frío.

—Puedo venir por ti siempre que quieras, Mar —su tono de voz sonó más preocupado del que esperaba—. ¿Puedes decirme por qué estabas tirada en medio de ese sucio callejón?

—N-no... —lamí mis labios, los tenía muy resecos—, no lo sé, Daisy.

—¿Cómo qué no sabes, Margret? —Estacionó bruscamente el auto en la entrada de nuestra residencia—. Estabas en el suelo, sollozando, con la mirada perdida y súper traumada, ¿y me dices que no sabes el por qué?

Negué. No quería hablar de eso, solo quería dormir y olvidar… ¿olvidar qué?

—Vamos adentro, te daré un té de manzanilla que según mi madre es buenísimo para relajar a las personas…

Dejé que Daisy continuara hablando de su madre mientras bajábamos del auto y caminábamos directo a nuestro pequeño hogar.

Sentía un dolor intenso en mi cabeza. Unas imágenes fugaces me invadieron, pero, las sacudí. ¿Me habían drogado y no lo sabía?

♡♡♡

Al día siguiente me levante aún con secuelas del dolor de cabeza y con mucha pereza. No tenía ganas de ir a la universidad y por primera vez en dos años y medio, me sentí cansada de estudiar y tener una vida tan estricta.

De todos modos, me levante y como pude hice el intento de arreglarme —cabe resaltar que lo único que hice fue cambiar el pantalón de pijama corto por otro que encontré en la ropa limpia, colocarme una de las sudaderas de Henry y recoger mi cabello en una cola de caballo alta; era un desastre, pero me sentía bien así—, y comer algo antes de salir a la universidad.

Para mi desgracia ya Daisy y Henry se habían ido, dejándome abandonada y con la responsabilidad de irme en autobús.

No soy muy fan de esperar el bus, pero hoy, hoy en particular, odio esperar el bus.

Después de unos treinta minutos esperando —el primer autobús ya había pasado—, me subí al transporte público.

Creo que me quede dormida a medio camino, porque no me di cuenta que había pasado mi parada hasta que el chófer me llamó y avisó que era la última parada.

Me baje en la parada, las ganas de llorar se hicieron presente pero no deje caer ni una lágrima, lo cual me resultó complicado porque realmente me sentía mal, en todos los sentidos.

Miré el horario en la parada de autobús y sentí que me daría algo. El horario del próximo bus era de sesenta minutos.

Una hora.

El bus pasaría en una hora.

Estaba al borde de las lágrimas cuando mi teléfono comenzó a vibrar en mi bolso.

Era Henry. Antes de poder contestar, se cortó.

Suspire, viendo como tenía diez llamadas perdidas de Henry. ¡DIEZ!

—¡Mierda! —Susurre—. No, no, no…

Le devolví la llamada a mi compañero. Las manos me temblaron al recordar la fecha.

—¡¿Dónde diablos estás, Margret?! —La voz de Henry estuvo más allá de la desesperación—. El profesor Mitchell ya no nos dará ninguna otra oportunidad…

—Henry —lo interrumpí—, estoy a unos veinte minutos de la universidad y el bus pasará dentro de una hora.

—¡¿QUÉ?! —Alejé el teléfono de mi oído—. No me hagas esto, Margret, hoy no.

—Lo siento —las lágrimas picaban por salir—. Habla con el profesor y dile que tú harás la presentación sólo y yo perderé la nota ahí, pero no importa.

Lo escuche suspirar. Ya sentía otra vez como mi cabeza amenazaba con explotar por el dolor.

—No te llamé antes de irme porque Daisy me contó lo que sucedió en el callejón. —Un escalofrío me recorrió la nuca. Había olvidado lo del callejón. Henry suspiró más pesadamente está vez y dijo—: Llama a Daisy, si ella no puede ir por ti en media hora, lo hago sólo —me estaba suplicando—. No puedo dejarte tirada sin más.

—Está bien, te aviso —la voz se me quebró.

Nunca había perdido un examen, ni nada parecido. Ni siquiera recuerdo haber llegado tarde, nunca. Bueno, hasta hoy.

Marqué el número de Daisy, pero no atendía.

Sí, soy la nerd que le da malestar imaginar que puede llegar a faltar en algo que tenga que ver con las clases. Pero, tengo mis razones: si no lo hago pierdo la beca.

Seguí intentando, pero me mandaba al buzón, por lo que decidí buscar otra opción de llegar a la universidad. Tenía aproximadamente veinte minutos para que el profesor entrará a nuestra aula.

Observé a mi alrededor en busca de algo, pero no sabía que era ese algo que buscaba.

Estaba preocupada, muy preocupada. Pero, tenía un malestar distinto que me estaba comprimiendo las entrañas. Sentía que me observaban, que alguien me vigilaba, pero intenté ignorarlo, no podía centrarme en eso teniendo en cuenta mis otros problemas.

Después de unos minutos, decidí caminar intentando encontrar un taxi, pero, noté inmediatamente que no habían pasado más autos desde que estoy aquí.

De repente, un escalofrío me recorrió la columna, como un hormigueo. Me detuve a mitad de camino y volteé, el sentimiento de ser observada me invadió de nuevo.

—Vamos, Daisy —murmuré, marcando de nuevo su número.

Seguí caminando y decidí pedir un Uber, pero, como nunca lo utilizaba, no tenía el número de la compañía.

Suspiré, vencida. Las ganas de llorar volvieron a mí y sentí que me iba a desmayar. El dolor en mi cabeza aumentó, haciendo que llevara la mano hasta mi sien, sosteniéndola por el dolor.

Abrí mis ojos lentamente, sintiendo como el dolor bajaba un poco, miré mis pies, pero no les presté mucha atención. Mi visión cayó inmediatamente en un anuncio que pisaba con mis tenis viejos y sucios.

Era de una compañía de Ubers.

Rápidamente, me incliné y la tomé. Marqué el número en mi teléfono sin esperar mucho, y los contacte.

Sonreí cunando me respondieron inmediatamente, confirmando la ubicación. Me dieron dos minutos y casi lloro de la emoción.

Espere exactamente dos minutos, hasta que vi un único auto negro girando en la esquina y deteniéndose frente a mí.

Subí sin esperar mucho, y suspire cuando estuve sentada en la parte trasera del vehículo.

—Me ha salvado, señor conductor de Uber. —Dije, enviándole un mensaje a Henry avisándole que ya iba de camino a la universidad.

—Es mi trabajo, Margret —Levante mi cabeza de golpe.

Esto no podía estar pasando.

Unos ojos grises como el humo, me saludaron a través del espejo. Su cabello enfundado en una gorra negra, y su expresión tan seria.

—¿Nicklass? —Sentí mi estómago retorcerse—. ¿Eres conductor de Uber?

Puso el auto en marcha, haciendo que me pegará más al asiento, rezando por mi vida.

—Sí —respondió después de un rato—. Así es como gano dinero, Margret.

Cómo pude, abroche el cinturón de seguridad. Nicklass conducía como un psicópata.

—¿Por qué estás por aquí? —Preguntó él, un tiempo después.

—Me dormí en el autobús y me pase la parada —sentí el sonrojo de la vergüenza trepar por mi pecho hasta mis mejillas—. Soy tan torpe.

Pasó un minuto de silencio, cuando la risa de Nicklass me hizo saltar en mi asiento.

—¿Qu-qué? —Balbucee, muerta de la vergüenza.

Realmente, estaba un poco sorprendida al escuchar a Nicklass Rhett reírse, siempre lo imaginé con su cara de odio-a-todos-y-por-eso-no-sonrió.

—Nada, nada —estacionó frente a la universidad, el trayecto había sido tan corto que no podía creer que ya estás aquí—. Es solo que me recuerdas a mí antes de tener que som...

Se corta a sí mismo. Lo miro con el ceño fruncido.

—¿Antes de qué? —Pregunte con mucha curiosidad.

Él me miró, y sentí como sus ojos, de alguna manera, vieron mi alma. Era extraño, mucho, diría yo, pero sentía como Nicklass me observaba más allá de mi cara, más allá de mi ropa, más allá de mi exterior... Él en serio me estaba viendo.

—Te daré un consejo, Margret —se giró en su lugar, quedando de costado pero viéndome fijamente—. Ten siempre presente el dicho de: la curiosidad mató al gato. Si alguien no te dice algo, no indagues, quédate con lo que sabes.

Con disimulo, estira el brazo y abre la puerta cerca de mí. En el proceso, su mano roza con el dorso de la mía, y siento como la piel se vuelve de gallina en todo mi cuerpo.

—El conocimiento no solo es poder, —dice, viéndome fijamente—, también es destrucción.

»Llegas tarde a tu clase, es mejor que te vayas —vuelve su vista al frente.

Cómo en automático, mi cuerpo se mueve hasta estar fuera del vehículo. Sin esperar más, Niklass arranca el motor dejándome de pie frente a la facultad de literatura, con la cabeza hecha un lío y el corazón latiendo a mil por segundo.

♡♡♡

—¿Qué demonios te sucede, Mar? —Henry vuelve a gritarme. Ya es la tercera vez—. Desde que nos sentamos a almorzar, estás muy distante, ¿en qué mundo estás?

Vuelvo en sí, he intento recordar lo que hace un instante Henry me dijo, pero, simplemente no lo escuché.

—Lo siento, Henry —lo miro con expresión de disculpa—. Hoy simplemente no es mi día.

—Nunca es tu día —voltea los ojos exageradamente antes de llevarse el sándwich a la boca—. Creo que deberíamos ir más tarde al karaoke —da un mordisco—. Hoy es el único día que no tienes que estar en alguna extracurricular vamos a aprove... ¡Santa m****a! —Da un respingo en su asiento, provocando que el sándwich que antes estaba en su mano, caiga en su camisa.

—¿Qué sucede, Henry? —Intento no reír.

—Dime que esto es real y que no lo estoy imaginando —ve algo detrás de mí—. Dímelo, Margret.

Volteo divertida por la reacción de Henry, pero la sonrisa se me borra de la cara cuando veo a Niklass caminar hacia nosotros.

—Mierda —susurro clavando mi vista al frente de golpe.

Siento como el calor sube por mi cuerpo. Y ciertamente creo que estoy muy sonrojada.

—¡Está buenísimo! —Escucho la emoción desbordar de Henry—. ¡Y viene para acá!

Henry es mi amigo —y también comparte piso conmigo y Daisy—, pero no sabe de mi amor oculto por Nicklass. La verdad es que nadie sabe de mi flechazo por él, ni siquiera Daisy que es como mi hermana.

Siento como se acerca más a nuestra mesa, y comienzo a entrar en pánico. Por su parte, Henry está parloteando sobre la posibilidad de que sea gay, pero se detiene abruptamente.

—¿Puedo sentarme? —La voz fría de Nicklass pregunta.

—Sí, sí, claro —Henry más que emocionado, se escucha desesperado.

Por mi parte, tengo la vista clavada en mis manos cruzadas sobre la mesa de picnic en el campus.

—¿Puedo sentarme, Margret? —Todo mi cuerpo reacciona a su pregunta, pero mi voz no sale—. ¿Entonces?

Levantó un poco la mirada y me encuentro con un desesperado Henry.

—Bueno —termino por decir.

Mi cuerpo se tensa cuando se sienta a mi lado.

La verdad, estoy muy sorprendida por ver a Nicklass en la universidad a esta hora.

Nunca lo vi por el campus desde que entre, solo lo he visto en una sola clase: matemática.

No volteo a verlo cuando se sienta, tengo seguro que si lo hago, estaré más avergonzada que antes.

—Entonces, Margret —un escalofrío recorrió mi cuerpo. La verdad era que me gustaba que dijera mi nombre—. ¿Pudiste hacer tú presentación?

—Mhm... Pues... —No pude continuar, porque Henry hizo acto de presencia.

—¡Sí, claro! —Dijo con un tono exageradamente animado—. Pero, ¿de dónde se conocen ustedes dos, en primer lugar?

Mire de reojo la expresión neutral de Nicklass y no pude evitar sentir envidia. Yo quería estar tan neutral como él, pero estaba súper angustiada por su respuesta.

—Primero que nada —respondió él con indiferencia en su tono—, disculpa por la mala educación —vi como extendía su mano—. Me llamo Nicklass Rhett, estudio medicina forense en el edificio tres de la escuela de ciencias y este es mi penúltimo año.

En realidad, no sabía nada de eso, por lo que me sorprendí mucho.

Nunca fui la acosadora de Nicklass, realmente solo siento —porque aún está— un gusto irracional por él, que ni yo misma entiendo.

—¡Ah, está bien! —Henry sacude su mano efusivamente—. Soy Henry Smith...

—Estudias literatura inglesa en el edificio seis de la escuela de literatura, tienes veintiún años y este también es tu penúltimo año. —Lo interrumpió descaradamente. Mire a Henry y tenía la misma expresión que yo: boca abierta, ojos como platos y mejillas sonrojadas, aunque eso último solo lo suponía porque su piel oscura no dejaba ver nada. Pero sin dudas, estaba tan sorprendido como yo—. ¿Qué? Solo eres muy famoso.

Nicklass sonrió de lado, y sentí como por un momento todo era perfecto, él era perfecto. Pero, cuando regrese a la realidad, me di cuenta que no era así.

—¿Me estas acosando? —Yo lo pensé, Henry lo dijo—. Porque yo soy todo, menos famoso... ¿Y con los raritos que abren muertos? Menos.

—¿Qué tenemos de mal? —Nicklass pregunto. Lo más sorprendente era que no se oía a la defensiva, simplemente pregunto y ya. Henry no lo noto y sentí como se ponía incómodo frente a él.

—Bueno... —Se encogió de hombros—. Es solo que abrir cadáveres es extremadamente extraño y asqueroso... Para mí.

—Pero, a mí me fascina —Nicklass se inclinó amenazadoramente hacia el frente, mirando fijamente a Henry—. Y bueno, por eso elegimos lo que nos gustaba, ¿no es así?

Vi como Henry asentía, pero no decía nada. Por alguna razón, había desaparecido el extrovertido amigo que hace unos minutos me gritaba-susurraba lo sexy que era Nicklass.

—Y bueno, si no te molesta, me gustaría hablar a solas con Margret —dijo después de un silencio incómodo.

—¿Conmigo? —Entre en pánico internamente.

—Te lo repito de nuevo: creo que eres la única Margret por aquí —está vez me mira a mí, con una expresión divertida.

—Te veo luego, Mar —dice Henry, poniéndose de pie y marchándose sin siquiera darme chance de decir algo.

—Bueno, Mar —imita Nicklass a mi lado—. Quería preguntarte algo.

—¿Y no podías hacerlo con Henry aquí? —murmure, un poco avergonzada.

Sabía que era realmente patética por actuar como chiquilla de diez años, pero, estaba nerviosa con toda esta situación.

—No —dijo, rotundamente—. Porque no podía invitarte a cenar estando él aquí.

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