Capítulo 5. El verdadero Nial Wolf

La pelirroja no supo que hacer, abrazó a la niñita que lloraba desconsoladamente. Pero se dio cuenta de algo que le heló la sangre, quitó un momento la mano de la cabeza de la niña y descubrió que había sangre en su palma. Abrió los ojos asegurándose de donde venía.

—Eh, bueno, papá —Rebeca jugó con los mechones de su cabello rubio, la muchacha ya no tenía un acento francés —. Ella es la niñera de la que te hablé.

Kaitlyn no tenía la vista hacia el hombre, pero pudo escuchar un gruñido.

—Rebeca, no me hablaste de ninguna niñera —rugió, lo oyó caminar hasta las ventanas y abrir las cortinas. Inmediatamente la luz alumbró toda la estancia —. ¿De que se trata esto? ¿De una broma?

¡Esos niños sí que eran unos demonios!

La habían engañado a ella y a su propio padre, no sabía cuál era el motivo o si solo eran juegos de niños, pero aquello no le hizo feliz, al revés, se le subió un estremecimiento por la espalda. Se centró en la pequeña que se había acurrucado en su pecho y ella se arrodilló para que los niños no la cayeran.

—Después solucionaremos este malentendido, señor Wolf —ella subió la mirada, observó sus piernas bien formadas y subió hasta su rostro para admirarlo mejor. Tenía unos rastros atractivos y una fina barba en su mandíbula, le daba un aire varonil. Descubrió que tenía un color de cabello castaño tirando a dorado—. Ahora centrémonos en la niña, se ha dado un golpe en la cabeza y no para de sangrar.

—¿Cómo pudo pasar esto? —el semental bien buenorro se paseó por la sala mirando a su hija mayor, mientras caminaba a paso rápido para llegar hasta la niñita herida —. ¿Te das cuenta que eres una irresponsable?

—Papá yo...

Los ojos de la adolescente se llenaron de lágrimas.

—Tienes diecisiete años, Rebeca. Tienes responsabilidades, pero estás decidida a joderme con tu actitud de niña consentida —le dijo de mala gana mientras se arrodillaba.

Kaitlyn sintió pena cuando la muchacha salió disparada del despacho con los sollozos arañando su garganta. Examinó mal al hombre que tenía en frente, no le intimidó que fuera irrimediabilmente sensual.

Eso era lo de menos ahora, lo que importaba es que estaba siendo injusto o demasiado agresivo echándole la bronca a su hija. Seguramente había un respuesta para lo que estaba sucediendo.

Pero la lengua de la muchacha picaba, eso significaba que si no decía lo que quería decir, se moriría.

—¡Eres un estúpido! —le gritó ella.

Nial parpadeó perplejo, mirándola con una mueca de incredulidad. ¿Qué había dicho esa mujer? Pudo apreciar que tenía un rostro bastante bonito y la manera que tenía de abrazar a su pequeño retoño lo conmovió.

Pero después recordó que era una completa extraña para él y que había entrado en su hogar sin permiso.

—¿Perdone? —inquirió altivo.

—¡Lo que has oído! ¡Cómo se te ocurre hablarle así! Eres un maldito insensible —le soltó Kaitlyn.

—Señora, hágase cargo de sus asuntos y deje de joderme.

Kaitlyn abrazó muy fuerte a la niña, que estaba lloriqueando de un modo más bajito. Jesse, que estaba al lado, se quitó las lágrimas de los ojos y pudo ver como esos dos adultos estaban cara a cara, gritándose bastante cerca, como si en algún momento fueran a besarse. Entonces un plan B se le ocurrió, le pellizcó la mano a su hermanita para que supiera lo que tenía que hacer.

—Mide tus palabras, Nial.

—¡No, usted mida las suyas! ¡Qué demonios hace tuteándome sin conocerme! —bramó el hombre.

—Cállese y deje que curé a su hija.

Nial tiró de su niña para protegerla entre sus brazos, pero Kaitlyn también tiró de ella para regresarla a su lugar. Ambos se observaban con miradas de odio, cómo si de un momento a otro se odiaran. Aquello se convirtió en una guerra de quien se quedaba con la chiquitina, la pobre Kate alternaba las miradas y esperaba el momento para empujarlos y que se dieran un beso.

—¡Claro que no! Usted no tiene ni idea —vociferó él.

Kaitlyn revisó la herida de la niña, con o sin el consentimiento de su padre malhumorado. Se asombró al ver que su cabeza dejaba de sangrar y que no había ninguna zona de su pequeña cabeza que tuviera que suturar.

—Solecito, todo ha pasado ¿si? Solo te diste un pequeñito golpe —ella acarició la suave mejilla de Kate y le sonrió —. Tu cabello esta horrible lleno de sangre. ¿Quieres que te ayude a lavarlo?

—Sí —asintió con timidez.

Se acurrucó a ella, mientras Nial la miraba con verdadero asombro. Aquella mujer era el ser más odioso que había conocido, y créanme, él había conocido a mucha gente. Podía parecer un ángel con ese rostro liso, con facciones femeninas que posiblemente vuelvan locos a los hombros.

Pero esa mujer no iba a volverlo loco a él, estaba seguro de eso.

Qué ingenuo.

—Haga el favor de no llamarla de nuevo «Solecito», su jodido nombre es Kate —gruñó Nial, tirando de nuevo del brazo de la niña.

A Kate se le quitó la respiración cuando los labios del hombre estaban casi contra los suyos, soltó un suspiro y se alejó de él levantándose con la niña. La cargó en sus brazos y lo enfrentó.

—Mire, idiota mal follado, ahora mismo Kate necesita amor porque se llevó un buen golpe en su cabeza, así que si tiene un poco de amor por su niña, déjeme que la ayude —se armó de valor para decirlo, asumiendo las consecuencias —. Tal vez sea una desconocida, pero al igual que usted, no se que pasó aquí. Me encantaría describirlo pero ahora me centrare en la niña. Me contrataron como niñera o bueno, casi me contrataron, así que le voy a demostrar que puedo cuidar perfectamente de sus hijos.

Nial se quedó sin palabras. ¡Esa mujer le había llamado idiota mal follado! Nadie se había tomado tantas confianzas con él. Todos le respetaban por su título de alfa.

¡Pero de dónde había salido esa mujer!

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