2.2

Una voz masculina que conozco más que cualquiera, hace que alce el rostro de la sorpresa. 

—¿Qué haces aquí? — pregunto levantándome de golpe. 

—Dije que vendría — declara y le sonríe a mis chicas. 

Frunzo el ceño y doy un vistazo a mi reloj de pulsera: no han pasado ni veinte minutos desde que me ha escrito. Y ni siquiera aún dan las seis.

Lisa y Tita se levantan y casi hacen reverencia al verlo. Ambas están juntas y sonríen tímidamente a la sonrisa encantadora que él les dedica. 

Sí, es el maldito Luc Cox. ¿Es qué acaso es la primera vez que lo ven?

Las miro a ambas y ellas, captando el claro mensaje de advertencia silencioso, se disculpan y salen de la habitación con torpeza, no sin antes dedicarle caídas suaves y nerviosas de pestañas al rockero guapo, sexy y encantador que tengo delante. 

Sí, es Luc Cox. 

Sí, su m*****a banda está dominando el mundo entero. Sí… ¡Maldita sea, sí, estoy deslumbrada por él!

—Si mal no recuerdo, te prohibí venir — le increpo y me acerco a él, quedando a dos pasos de distancia —. ¿Qué haces aquí?

Él se mete las manos en los bolsillos de su jeans oscuro y rasgado a la altura de las rodillas y se encoge de hombros aparentando inocencia. 

—Quería verte, ¿hay algo malo en eso?

—Muchas cosas — digo sin pensar.  

Él frunce el ceño y estudia mi rostro. 

Aprieto los labios, desvío la mirada un segundo y me muerdo la lengua. 

¡Mierda! 

—Lo que quiero decir — me apresuro a explicar —, es que estoy en el trabajo. No puedo darme el lujo de distraerme. 

—¿Soy una distracción? — inquiere él y alza su ceja izquierda. 

De la peor forma, pienso.  

Y me pierdo en ese gesto, en el piercing que tiene en la ceja y luego miro sus malditos labios que contiene una sonrisa de medio lado. Esos benditos labios que casi toqué y que ahora muero, nuevamente, por intentar besar. Sobre todo quiero morder justo donde tiene la perforación la esquina de su boca.

—¿Y para quién no? — cuestiono, saliéndome por la tangente. Miro nuevamente sus ojos azules, que están atentos sobre los míos. Paso por su lado y salgo del lugar, aferrandome a la idea de que necesito otro espacio para estar con él. Donde haya más gente, donde malditamente no me den ganas de arrojarme sobre su cuerpo o de querer confesar mis sentimientos —. No quiero a mi personal distraído contigo…, sabes que te admiran, no se concentraría en su trabajo. 

Camino por el pasillo corto, rápidamente y entro a la boutique principal. Siento sus pasos detrás de mí, siguiéndome. Busco con la mirada a las chicas: vendedora, recepcionista, gerente… pero no hay nadie a la vista. Ni siquiera un cliente. ¿Dónde demonios están cuando las necesito?

—Solo les vine a alegrar el día — contesta él tranquilamente y toma la delantera, plantándose frente a mí. 

Me detengo a duras penas para no impactar contra su pecho. 

—¿No tienes a nadie más a quién molestar? — pregunto con fingido hastío. Luc ni se inmuta y hace el más sexy y adorable mohín con los labios, mientras se encoge de hombros y niega. ¿Es qué acaso no puedo encontrar un maldito lado malo de él? —, ¿No se supone que trabajas? 

Vuelvo a probar a ver si con eso lo espanto. Me ofrece una sonrisa con todo y hoyuelos.

—Ya me reuní con los idiotas — contesta y suspira mientras mira a su alrededor —. ¿Remodelaste desde la última vez que estuve aquí?

—No — gruño y paso de él para dirigirme a uno de los banquillos.

Todo sigue igual. Toques clásicos, colores suaves y pasteles en celeste. Techos altos, donde domina una elegante araña de cristal. Detalles en blanco. Muebles Luis XV, todos en blanco con toques en dorado. Equilibrado, antiguo, clásico. 

—¿Por qué sigues aquí?

Desvio mis pasos a un vestidor que tiene el velo cerrado por completo. Lo abro con fuerza, revelando el espejo de tres caras y ato los nudos de seda blanca con los lazos dorados. 

—Mmmh… pensé que estaba claro, peque.

—Y te dije que hoy salía tarde — respondo, mientras voy hasta una estantería y ordeno varios pares de tacones, que ya están perfectamente alineados. 

Sigo escuchando sus pasos detrás.

«NeoQueen» estará bien sin su dueña por unas horas. No es fin del mundo — comenta y vuelve a adelantarse cuando pretendo enderezar un vestido verde estilo romando que está sobre un maniquí —Vamos a jugar — propone y doy un paso atrás, clavando los tacones firmes en el piso. 

Arrugo la frente. 

—No puedo — niego y le doy la espalda. 

M*****a sea.

No puedo caer ahora. 

¿Qué tal si salgo con él y me enamoro más? ¿O qué tal si no salgo con él y sigo enamorada? ¡Carajo! ¡Cómo me molesta esta situación!

Él se vuelve a plantar delante de mí y, esta vez, no alcanzo a detener mis pasos lo suficientemente rápido y termino entre sus brazos. Impactando de cara a su pecho. Jadeo de sorpresa y trastabillo hacia atrás, cuando intento apartarme. Luc ancla sus manos y me rodea con ellas para evitar que caiga. 

Tengo los ojos abiertos de par en par. La respiración se me estanca en la garganta. Sus ojos buscan los míos. Su aroma me da en los sentidos. Mi corazón temerario, toma sin permiso mis latidos y los altera. Siento el calor de su piel traspasar su camiseta y calar mis manos. Mis dedos agarran la tela y trago con dificultad, repentinamente nerviosa. 

Él sigue observándome, ladea imperceptiblemente el rostro para estudiarme. Curioso, tal vez, por mi reacción.

Mis ansias y mi pánico se acrecientan. 

¿Podrá él oír los latidos de mi corazón?

El aire cambia entre nosotros. Siento nuevamente las motitas de electricidad que se extienden por todas mis extremidades, hasta la punta de mis dedos que se tensan contra él. 

Miro sus labios, lo miro a él… y de nuevo a su boca. 

Quiero besarlo. ¡Maldita sea! ¡Lo deseo aquí y ahora! 

Sus manos se tensan contra mí y me acerca más. Suspiro imperceptiblemente y su rostro está más cerca del mío. La punta de su nariz toca la mía y puedo sentir el calor de su boca. Tan malditamente cerca que puedo sentir respiración en mi rostro. Sus labios entreabiertos y su mirada brillante y azul se fijan en mí. 

Tan solo… tan solo podría quemar esos centímetro y podría besar….

—¿Claire?

M****a.

Lo alejo de sopetón y doy un paso atrás nerviosa.  Alzo la mirada y veo a Lisa en el umbral de la puerta mirándome con nerviosismo. Finjo una sonrisa profesional y me las arreglo para aparentar calma.

—¿Sí? — pregunto, carraspeando y llevándome una mano al cuello y otra a la cintura. 

Luc finge estar mirando con interés algunas prendas colgadas. 

Lisa sonríe tensa, pasando su mirada nerviosa de la espalda de Luc a mí, y se acerca tendiendome el móvil. 

—Una llamada urgente — informa y me entrega el aparato. 

—Gracias.

La despido con una sonrisa tensa y ella se retira tan rápido como llegó. 

Ella al menos es una mujer inteligente que huye de una batalla en la que nuevamente, he quedado en ascuas...

Le doy un vistazo a Luc de soslayo, quién sigue de espaldas a mí fingiendo estar mirando ropa, antes de respirar profundo y responder la bendita llamada.

¿Será esta una nueva señal de que no debería cometer un error?

Algo lloriquea dentro de mí. Yo quería ese beso. 

Inspiro profundo y me llevo el móvil a la oreja. 

—Claire Evans — contesto diplomáticamente. 

—¿Belleza? — una voz masculina y amable contesta. 

Contengo la respiración. Conozco esa voz. Una sonrisa se extiende en mis labios y no puedo evitar reír por lo bajo. 

—Tristán Blair — digo genuinamente sorprendida. ¡Dios! Hace años que no sabía de él —. ¿Qué puedo hacer por ti?

Luc se vuelve en el acto al oírme. Su rostro tiene los rasgos duros, labios apretados, mandíbula tensa y sus ojos están fijos y siniestros sobre mí. 

Pero, ¿qué le pasa?

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