Me reúno con el personal en la sala de empleados para un merecido descanso.
Mi apetito anda perdido por algún lugar de la galaxia y, en cambio, solo me queda ansiedad para reemplazar el hambre. Aún así, me obligo a comer un par de galletas de avena y chocolate del tarro comunitario, mientras acompaño a las demás con un café. El trabajo me ha ayudado a sobrellevar los días desde el domingo.
Trabajar duro es lo que mejor se me da, me distrae, me cansa y evito pensar en cosas que no debo. Sin embargo, estaría mintiéndome aún más si dijera que mi mente no divaga de vez en cuando.
En tres días en los que he eludido a Luc, de todas las maneras posibles, me he convertido en un avestruz. Un cobarde avestruz que esconde la cabeza para no pensar en él. Y el hecho de que casi nos besáramos agrava aún más la situación de engañar a mi cabeza, y corazón, de no querer verlo. Pero, ¡Maldita sea!, quiero saber de él con urgencia y lo quiero a lo de ya.
No me importa si solo es para saludarlo, quiero escuchar su voz.
La abstinencia sobre Luc Cox tiene que acabar. No obstante, para ello requiero un absurdo valor que no tengo. No hay una gota de valentía en todo mi cuerpo y tengo el firme pensamiento que se esfumaron cuando intenté revelar cómo me sentía el domingo en la noche en casa de Natalia.
Ahora soy un mar de sentimientos encontrados, divagaciones sin sentidos, y emociones que se dispersan a cada espacio que voy.
Si estoy corriendo por la mañana, el recuerdo de él acompañándome a trotar me envuelve.
Si estoy en mi apartamento; puedo soñar despierta y verlo garabateando en mi escritorio, trasteando en mi cocina, tirado en el sillón, roncando en mi habitación, paseándose sin rumbo por mi piso o tomando café mientras mira por la ventana envuelto en sus propias cavilaciones.
Es mi propio infierno personal.
Cada espacio privado de mi apartamento tiene recuerdos de él. Cada uno de ellos vívidos y terroríficos para mi corazón. Por que, ¿es normal que recuerde cada gesto que hace al pensar? ¿O lo brillante que se ve su mirada al ver el atardecer? ¿Lo bonito y tranquilo que se ve al dormir? ¿Y qué tal el hecho que le guste que le acaricien el pelo cuando está leyendo estirado en mi sofá, con su cabeza en mi regazo?
¡Maldito él por confundirme!
—¡Claire!
Pego un brinco en la silla y me llevo la mano al pecho. Pestañeo un par de veces y levanto la mirada y tengo a San, mirándome reprobadora y también algo ladina, con una ceja alzada.
Maldito seas, Luc, por distraerme.
Maldito el amor, porque trae estas cosas malas a mí...
—¿Qué? — pregunto, intentando recuperame.
—Tu móvil — señala con la barbilla el aparato que se mantiene en la mesa —. No ha dejado de sonar en un rato. Estoy que lo tiro por la ventana, así que aléjalo de mí.
Ella suspira y se levanta para ir hasta el fregadero para lavar su taza de café.
Frunzo el ceño y veo mi celular con la pantalla apagada. No está sonando. Aunque, si lo hubiera hecho tal vez ni me hubiera dado cuenta. Alzo la mirada y veo la esbelta figura de San salir de la sala de descanso.
Observo el resto de la mesa y veo que Lisa y Tita están distraídas mirando algo en la tablet frente a ellas. Parecen absortas, con las mejillas levemente sonrojadas y los ojos brillantes de emoción. Sea lo que sea que ven, debe ser bueno, porque ambas suspiran algodonasamente.
Me levanto para dejar mi taza y, entonces, llega una notificación.
Es un mensaje y se me acelera el corazón porque sé de quién se trata. Solo una persona tiene ese timbre distintivo.
Vuelvo a caer sentada en la silla, con las piernas temblando, doy un vistazo rápido a las chicas pero están distraídas. Entonces, con todo el valor que no tengo, tomo de nuevo el móvil y desbloqueo la pantalla; hay notificaciones de cuatro llamadas perdidas. Tres de él y una de Natalia.
Maldigo bajito, entre dientes, y abro la mensajería.
✉ LUC: «¿A qué hora acabas de trabajar?»
Me muerdo el labio ansiosa. ¿Debería responderle?
Tal vez le estoy dando demasiadas vueltas a esto, no es como si se me permitiera escapar toda la m*****a vida. A lo mejor debería negarme a verlo hoy y ver que tan mal estoy por la mañana, ¿eso me ayudaría?
Otro mensaje se abre paso un par de segundos después de comenzar a escribir.
✉LUC: «Salgamos esta noche»
M****a, quiero verlo. Pero, ¿le hará bien a mi atribulado corazón encontrarlo?
Miro nerviosa a las chicas, con miedo a que me vean en plena crisis de ansiedad, pero ellas siguen emocionadas con lo que quiera que están viendo.
Vuelvo los ojos al móvil y escribo.
✉ «No puedo. Acabaré tarde el trabajo»
Contengo la respiración mientras espero su respuesta. De seguro deja las cosas por la paz y aplazamos esto lo más que se pueda… pero, para mi desgracia, no es así.
✉LUC: «Bien. Paso por ti a las seis»
Frunzo el ceño molesta, ansiosa, y tecleo mientras mis latidos, ya acelerados, galopan más violentamente.
✉ «¡Idiota arrogante! He dicho que estoy ocupada. No puedo»
Su respuesta no se hace esperar.
✉LUC:«Técnicamente lo escribiste. Pero da igual. Te veo en un rato ;)»
✉ «¡Te prohíbo que vengas!»
✉LUC:
«Bien, como quieras… iré de todas formas»Me quedo boquiabierta mirando lo que ha escrito.
En circunstancias normales, él aceptaría mi negativa. Ahora parece que le da igual.¿Cómo puede pasar sobre mí? Es más, ¿por qué demonios siento las mejillas acaloradas al pensar en su actitud en ese instante?
—¿Todo bien?
Lisa me distrae.
Alzo la mirada, me toma dos parpadeos asentir lentamente. Dejo el celular sobre la mesa, apartado de mí y veo como Tita se abanica con ahínco el rostro.
—¿Qué le pasa? — pregunto en compensación.
Intento distraerme del insolente hombre que toma mis pensamientos.
—Ah — Lisa sacude la mano para quitarle importancia —. Solo está emocionada por el hombre que le he presentado.
—¡No solo es un hombre — dice Tita con sus ojos marrones cristalizados en lágrimas —, es un maldito dios! ¿Cómo es que puede transmitir todo eso con solo una melodía?
Sacude la cabeza como si ella misma no lo comprendiera.
—Creo que te has enamorado a primera vista — dice con sorna Lisa.
—¿Y quién no lo haría? No solo es guapo, también terriblemente talentoso — se defiende Tita, sonriendo y se abanica la cara con la mano.
—¿De quién hablan? — inquiero, porque estoy cada vez más perdida.
—De Ethan Hunter — Lisa suspira encantadoramente, a la vez que me tiende la tableta y desconecta el cable con los audífonos.
—O dios moja bragas — aporta Tita con una risita.
Lisa sonríe y me hace una señal para que reproduzca el vídeo.
En la pantalla aparece un hombre.
Un atractivo hombre de ojos marrones y pelo castaño oscuro. Va vestido completamente con ropa oscura, con una camisa con los botones abiertos en la parte superior y las mangas arremangadas sobre sus fuertes antebrazos. Entre sus piernas sostiene un violonchelo y mientras se escucha de fondo una melodía base de una canción que me encanta, él sonríe a algo fuera del alcance de la cámara. Su sonrisa es extensa y la barba de varios días sobre su barbilla y mejillas le da un aspecto realmente sexi. Si no estuviera repentinamente tan fascinada, estaría boquiabierta. Él vuelve a sonreír a la cámara y luego de unos segundos comienza a seguir a su propio ritmo la canción. Su presencia traspasa la pantalla, mientras toca absorto en su propia energía. Sonríe con encanto y luego arquea una ceja juguetón mientras sigue interpretando «Bésame mucho» con bastante pasión.
—Adoro esa canción —susurro sin pensar, absorta en lo que la pantalla presenta.
Me paso toda la canción tarareando la letra en mi mente y totalmente cautivada con la maestría con la que ese hombre trabaja su instrumento.
—Es el efecto Hunter — se ríe Lisa.
—Y maldito efecto tiene… — comenta Tita, con el mismo ánimo y picardía.
Alzo la mirada y les sonrío. Le devuelvo el aparato a Lisa.
—¿Hace calor o soy solo yo? — pregunto, uniéndome a la broma.
—Es él — Lisa señala la pantalla —. Él es jodidamente sexi y esa manos... — suspira soñadora.
—Dejaría que tuviera las manos en mí, cuando quisiera — dice Tita pensativa.
—Chica, yo dejaría que estuviera todo, incluso sus manos, sobre mí — Lisa choca juguetona mente su hombro con el de Tita y las tres comenzamos a reír.
—Mira, mira este — dice Lisa y señala la pantalla donde pone otro vídeo.
Nos acercamos a ella y nos deleitamos con una sinfonía donde hacen especial acercamientos a Ethan. Vemos como toca el instrumento rebosando cada ápice de emoción en una interpretación de Secret Garden que me deja la piel erizada y las lágrimas al borde de ser derramadas. Tiene un talento inigualable. No solo es guapo, sino también es capaz de hacer que cada nota se haga parte de ti. Entonces, la imagen vívida de Luc tocando el piano invade mi mente y eclipsa la misma imagen de Ethan Hunter ante mis ojos.
Luc puede lograr que yo esté al borde de las lágrimas incluso cuando canta. Él sabe mis canciones favoritas y las ha interpretado para mí cuando se lo he pedido. También es condenadamente guapo y me tiene al filo del asiento totalmente conquistada, mucho más que cualquier hombre con el que haya estado.
—Me encantaría estar entre sus brazos — musito, reflexivamente.
—¿A quién quieres sobre ti, mi niña?
Una voz masculina que conozco más que cualquiera, hace que alce el rostro de la sorpresa. —¿Qué haces aquí? — pregunto levantándome de golpe. —Dije que vendría — declara y le sonríe a mis chicas. Frunzo el ceño y doy un vistazo a mi reloj de pulsera: no han pasado ni veinte minutos desde que me ha escrito. Y ni siquiera aún dan las seis.Lisa y Tita se levantan y casi hacen reverencia al verlo. Ambas están juntas y sonríen tímidamente a la sonrisa encantadora que él les dedica. Sí, es el maldito Luc Cox. ¿Es qué acaso es la primera vez que lo ven?Las miro a ambas y ellas, captando el claro mensaje de advertencia silencioso, se disculpan y salen de la habitación con torpeza, no sin antes dedicarle caídas suaves y nerviosas de pestañas al rockero guapo, sexy y encantador que tengo delante. Sí, es Luc Cox. Sí, su maldita banda está dominando el mundo entero. Sí… ¡Maldita sea, sí, estoy deslumbrada por él!—Si mal no recuerdo, te prohibí venir — le increpo y me acerco a él, quedand
Luc acorta la distancia conmigo y me arrebata el teléfono de las manos, acabando la llamada casi con violencia. —¡Hey! — alego e intento quitárselo, pero es inútil porque aleja el aparato con rapidez—. ¿Pero qué demonios te pasa?—No, Claire ¿qué diablos pasa contigo? — me increpa de mal humor. Su voz dura me hace dar medio paso atrás. Su ceño fruncido podría ser fácilmente el reflejo del mío.—Es mi móvil y si no te diste cuenta, estaba hablando con alguien— tiendo la mano para que me lo devuelva, pero no hace caso. —Escuché su nombre, Claire — gruñe.—¿Y eso qué? —¿En serio quieres que esté tranquilo mientras hablas con ese gilipollas? — masculla y se pasa una mano por el pelo con clara frustración. Lo miro desconcertada.—¿Qué tiene que ver eso ahora? — cuestiono, con las manos en la cintura —. Me estaba llamando a mí, no tiene que ver contigo. Me observa de arriba a abajo con frustración y clara sorpresa, como si estuviera delante de otra persona. Casi puedo ver el fuego en
—Entonces… — susurra Natalia. Mientras lleno mi copa de vino pasando de su mirada preocupada —. ¿Vas a quedarte toda la noche bebiendo? —No, solo hasta que el — señalo mi pecho, en dirección a mi corazón —, esté lo suficientemente adormecido como para no sentir nada y poder irme a casa. —En ese caso la llevas cruda. Te saldrán raíces sentada. De fondo suena un replay de jazz instrumental y el bar al que he venido por años, se mantiene tranquilo. Todo aquí es de estilo industrial, privado y ubicado en un sótano. La barra de madera oscura donde estoy sentada con Natalia casi está desierta y en los reservados y mesas, apenas hay unas cuantas personas. No hay ruidos energéticos ni conversaciones a alto volumen. Aunque, con una botella de vino en el cuerpo, y media más que me estoy embutiendo, no sabría decir si realmente es así. Pero no creo que importe luego de lo que ocurrió en la boutique. Me sentí herida, enojada y muy humillada. Luc se marchó nada más darle la espalda, cerrando de
Sabrina me mira sentada desde el borde de su cama. Su reflejo es claro y pensativo, mientras me observa con los brazos cruzados y su rostro ligeramente ladeado. Me está poniendo de los nervios. Dejó la barra de labial sobre el buró, atuso mi cabello corto, que está justo a pocos centímetros de mis hombros, y me paso la mano por la tela del vestido azul marino ajustado con escote asimétrico. —¿Qué tal? — pregunto, volviéndome sobre mis tacones de infarto. —¿Te digo la verdad o te miento? Blanqueo la mirada y me dirijo al tocador para empacar lo necesario en mi diminuto bolso de mano. —La verdad. Siempre la verdad — respondo, dándome un repaso de nuevo en el espejo y acomodando la corta y delgada gargantilla de oro blanco, con el dije de una solitaria y pequeña estrella. Me gusta mirarla, mucho más porque él me la ha regalado. Es un toque especial que pienso llevar a la fiesta de hoy con orgullo. Es la respuesta a mi propio pequeño secreto. Una señal que llegó hace algunas
Three está a rebosar de personas. Todos entusiasmados bailando en la pista, con la música a alto volumen, o bebiendo por la celebración que se lleva a cabo. Me paseo por la orilla del segundo piso sosteniendo una copa de champán en mi mano y pasando los dedos sobre la barandilla de metal pulido con la otra, mirando atenta la pista de cristal y luces de colores que cortan el rostro de las personas eufóricas que bailan, gritan y ríen. Suspiro, por enésima vez, pesadamente y me detengo a la mitad del piso. Las conversaciones aquí arriba son variadas y energéticas, pero no me apetece unirme a ninguna. Es más, las ansias que he traído se han multiplicado por montones, al igual que las llamadas de Tristán. Miro a mi alrededor y camino a la terraza, donde algunos pequeños grupos de personas disfrutan bajo la noche estrellada de la fiesta. Todo es ánimo, glamour y furor, pero para mí todo se ha resumido a los nervios. No he podido verlo aún, pero sé que está aquí porque he escuchado hablar
Mierda. ¡Reacciona, Claire!Mi cuerpo está paralizado. El horror me consume. Intento mirar a mi alrededor, pero todos se encuentran detrás de nosotros hablando animadamente, nadie está cerca. Quiero gritar, en serio quiero hacerlo, pero nada en mí coopera. —He estado viéndote pasear. Estabas tentándome, nena. Estabas pidiendo esto a gritos, ¿no es así? — él aprieta mi pecho y jadeo.Intento apartarlo, alzo las manos para empujarlo, pero él malentiende mi movimiento y separa la otra mano del barandal para meter su mano bajo el dobladillo de mi vestido y tocarme por encima de las bragas. —Basta — me remueve, inquieta. No lo quiero tocándome. No quiero sus dedos en mí. —¡Basta! — exhalo, con las lágrimas desgarrando mi voz. —¡Quédate quieta, puta de mierda! — exclama en mi oído. Me remuevo entre sus brazos, empujándolo con todas las fuerzas que puedo. Pero es inútil. ¿Es que la gente no se da cuenta de lo que pasa? ¿Nadie ve lo que me está haciendo?Me armo de valor para gritar.
Despierto y me incorporo de golpe. ¡Maldita sea! ¿De dónde ha salido eso?Me aparto el pelo de la cara y lo primero que hago es tocar con celeridad mis brazos, mis piernas y mi cabeza. Suspiro aliviada. Estoy bien, estoy entera, estoy a salvo. Aún así, el corazón me late con fiereza y me toma un largo instante intentar volver a la normalidad, sin que me tiemblen las manos por tremenda pesadilla. Era un accidente. Pero ¿qué hay de todo lo que mi mente trajo consigo?No tiene sentido alguno lo que he soñado. Yo no estuve en ese evento, es más, no conocí a Luc hasta después de eso. Entrecierro los ojos y atraigo las piernas a mi pecho. Me esfuerzo por recordar lo que acabo de soñar, cualquier detalle que me haga sentido. ¿Conocí a Sabrina? Sí, era mi compañera de cuarto. Pero, ¿por qué me miraba de esa forma? Es más, sé que hablamos en el sueño, o esa mujer lo hizo, pero no puedo recuperar el fragmento de lo que me dijo. Pienso un largo rato, revolviendo mi mente y rescatando fragme
Lisa y San me ponen al día de las citas de la tarde, pero apenas las estoy escuchando pues toda mi atención está en el hombre que sigue fuera, sentado sobre el capó de mi auto jugueteando con su móvil. Su pelo negro con corte degradado brilla ligeramente bajo el sol. Aún lleva los benditos lentes de sol y su cuerpo se ve grande y trabajado encima de mi auto. Podría fácilmente sacar mi cámara y pedirle que haga una sesión de fotos para el calendario. ¿Será que para cuando llegue a la temporada de verano estará sin nada más que con bóxer posando? Se me suben los colores a la cara al pensarlo. Invierno totalmente abrigado y serio. Otoño, reflexivo. Primavera, con un toque de ternura. Verano, liberador y caliente. ¡Maldita sea! Debo concentrarme en cosas importantes. Sacudo ligeramente la cabeza para borrar esos pensamientos indebidos. Al final, termino asintiendo y sonriendo sin enterarme de lo que me han dicho. ¿Cómo puedo quitármelo de encima? ¿Será bueno viajar con él