1.2

¡Maldita sea!

Soy un mar de nervios mientras intento ordenar mis ideas. Debo levantarme, caminar, conversar y decirlo. En ese orden, sin más ni menos. 

Me obligo a recordar que no debo gritarlo, no debo parecer alterada ni debo sorprenderme si algo no sale como lo espero… porque realmente no debo imaginarme a Luc poniéndose de pie, hincándose la rodilla en el piso, tomando mis manos y prometiéndome un «para siempre». Eso no sería propio de Luc. 

Tal vez de mi idealizada mente, pero no de él. 

Luc no es un hombre que se enamora o de una relación duradera, ¿será por eso que estoy hecha un mar de extremidades temblorosas? ¿Qué es más terrorífico; saber que no me ama o intentarlo y arruinarlo para ambos?

M****a.

Debo dejar de pensar y actuar de una vez. Dejo el botellín de cerveza sobre la mesita a mi lado e intento levantarme, pero me detengo de sopetón. Él se peina el pelo con los dedos, dejándolo más desordenado. Escribe algo con rapidez, se está mordisqueando la esquina del labio mientras lo hace y el metal en la comisura de su boca brilla bajo la luz artificial del salón. Sus ojos estudian el garabateo de su trabajo, mira las teclas y sigue.

Debo hacerlo. 

Soy valiente…  Soy valiente…  ¡Soy valiente!

Me levanto con decisión y me acerco. Paro solo cuando estoy a poca distancia. 

—Hey — digo bajito, para llamar su atención. 

Él alza la mirada con el ceño fruncido, pero cuando me ve suaviza el semblante y me dedica una pequeña sonrisa.

—Hey — contesta de buen humor, dejando la partitura sobre el atril.

—¿Qué escribes? — me acerco a él.

Se desliza un poco y me hace espacio en el banquillo. Me siento a su lado, muy cerca. Puedo sentir el calor que desprende su cuerpo y me dan ganas de estirar los brazos y acurrucarme contra su pecho para no dejarlo ir. 

¡Jesús! Hasta en mis pensamientos sueno tan necesitada que da miedo. Parezco una adolescente hormonada ¿En qué me he convertido?

Luc señala la partitura, justo al inicio de las notas garabateadas y acomoda las manos tatuadas sobre las teclas.

—Esto, escucha… 

Comienza a tocar a un ritmo relajante, con notas a veces electrizantes y otras un poco más calmadas. Es una melodía completa para una balada. Lleva una tonada suave hasta que da en el gancho a un puente mucho más armónico que el resto. Más cálido…, algo que fácilmente tocaría el corazón de cualquiera. Se detiene y aparta las manos del piano, dejándolas en su regazo.

—¿Qué te parece? — pregunta y escucho la ansiedad oculta en su voz.

—Es… es diferente — contesto, no sé muy bien que decir. 

Sus ojos azules buscan los míos. 

—¿Para bien o para mal?

—Para bien, supongo — encojo los hombros. 

Él sonríe. Una sonrisa completa con hoyuelos y juro que si no estoy derretida en este minuto en el suelo, es porque hay aire acondicionado. 

¿Cómo, m*****a sea, puede desarmarme con una sonrisa?

—Ya me lo parecía — responde y empuja amigablemente mi hombro con el suyo. Ladea el rostro mientras me observa —; ¿Cómo has estado? 

Confundida… 

—Bien — intento parecer indiferente. 

—¿En serio? — arruga el entrecejo y estudia mi rostro de cerca. 

Odio cuando hace eso, porque puede leerme con facilidad. Se le da bien darse cuenta de mi estado de ánimo. Esa es una de las razones por las que lo he evitado, por miedo a que sepa lo que estoy sintiendo por él.

Me tenso un poco. 

—En serio — miro a mi alrededor, nerviosa —. He estado bien. Nada nuevo que reportar, las mismas calamidades de siempre — aprieto una sonrisa y lo observo un segundo antes de volver a barrer la mirada por la habitación. 

—¿Ya no confías en mí? — inquiere en voz baja.

Mis ojos vuelven a él, asombrados.

¿Confío en él? 

—¿Por qué lo preguntas?. 

Él se encoge de hombros y me estudia. 

Oh, cómo me estudia...

Reprimo mi impulso de mirarle los labios y de querer inclinarme adelante para besarlo. 

Aunque, tal vez debería hacerlo. Tal vez deba besarlo y ya, ¿será ello una pista clara de que estoy colada por él hasta el punto de perder el juicio?

O tal vez debería iniciar mi discurso con eso de: Oye, ¿sabías que nuestros amigos tienen una apuesta para saber quién de los dos se da cuenta primero de quién estaba enamorado del otro? No sé tú, pero yo sí estoy enamorada. Sí, Luc, creo que estoy enamorada de ti… 

—No sé... — se encoge de hombros de nuevo y sigue observándome —. Tal vez se deba al hecho de que llevo semanas intentando contactar contigo y me ignoras. O por la simple razón que pareces esquivarme de cualquier modo. Incluso ahora, te noto extraña…

—¿Para bien o para mal? — le devuelvo la pregunta en un intento desesperado por impregnar humor a esta situación. 

Pero no funciona, su ceño se hunde un poco más. 

—Para mal… — responde. 

—Lo notaste… 

—Sí, lo noté — responde a algo fue un pensamiento en voz alta. 

Me observa serio, ofendido, y con el rostro duro y firme. 

Ha sido mi confidente por años, sabe cada cosa de mí. Incluso más cosas sobre mí de las que otro ser humano debería. Y eso me pone al extremo nerviosa. 

Saber todo, ¿me quita puntos para estar a su lado o es algo a mi favor?

Trago forzosamente y mi mirada depara en su boca - justo en la argolla que descansa en su comisura izquierda- y luego rápidamente en sus ojos, con nerviosismo.

—No es personal. Solo es... complicado  — me excuso con una mentira. 

Él aprieta los labios y estrecha los ojos. 

—No te creo — afirma y se inclina sobre mí para observarme más de cerca. Me tenso, retengo la respiración y todo mi vientre se contrae de los nervios. —. ¿Es que ocurrió algo grave? ¿Alguien te hizo daño? ¿Debo patearle el culo a alguien por romper tu corazón o algo por el estilo?

Me muerdo el labio y sigo mirándole. 

Tal vez esta es mi oportunidad. A lo mejor solo debo decirle; ¡Hey, sí! debes patearle a alguien el culo por partirme el corazón. A ti mismo, quiero aclarar. Porque sí, quererte me está rompiendo. 

Tiene el rostro serio, pero veo solo una chispa de humor en sus ojos. Nos miramos una eternidad. Estamos cerca, a solo unos centímetros. Siempre hemos estado así de cerca, así que no me sorprende que estar a su lado no sea un escándalo. Nadie está pendiente, o tal vez sí. Espero que todos estén en lo suyo, porque yo apenas me estoy conteniendo de querer quemar el espacio entre nosotros y besarlo. ¿Por qué tiene unos labios tan apetecibles?

Abro la boca para hablar. Arrojar cualquier mentira porque el nudo en mi estómago y los nervios que traigo encima están haciendo estragos. Sin embargo, su acción me toma por sorpresa: se acerca más, mucho más. Él alza una mano y me tenso instintivamente, perdida en sus ojos fijos en algo en mi rostro, y en sus labios entreabiertos. Su perfume me envuelve. Huele bien. Malditamente bien... 

Quiero inclinar mi rostro en dirección a su mano, luego posar mis labios entre los suyos y, finalmente, enterrar mi nariz en su cuello y absorber su aroma por completo. 

El toque ligero como una pluma de la punta de sus dedos en mi mejilla hace que pequeñas motitas de electricidad se extiendan por todas mis extremidades hasta la punta de mis dedos, que se tensan contra mi regazo ansiosos por tocarlo. 

Aparta la mano unos milímetros mostrándome una pequeña pestaña que se me ha desprendido. La miro y luego de nuevo a él. Pero, a diferencia de lo que pienso, no se aparta de mi espacio personal. Se queda donde está, siento su respiración en mi rostro a centímetros de mis labios y, como estoy realmente hipnotizada con cada cosa que me hace sentir, decido arrojarme a la deriva.

—Luc… — murmuro y me detengo. 

Miro sus labios y luego sus ojos azules e intensos. Ardientes. Me queman la piel y hace que todo mi cuerpo se contraiga de forma deliciosa.

—¿Sí? 

—Luc, tú me… 

Alguien grita. 

Un grito fuerte y ensordecedor que nos sobresalta a ambos y nos hace dar medio tumbo sobre el banquillo. Nos separamos y buscamos con la mirada a la loca al otro lado del salón.

Todos en la habitación están tan descolocados como nosotros mientras miramos como Brighid mira su móvil con lágrimas en los ojos. Incluso los chicos que estaban en el salón de al lado, vienen a ver qué ha ocurrido. De puro milagro no oigo a nuestros padres correr escaleras abajo.

Fénix es el primero en ir con ella, anonadado y asustado por su reacción. 

La toma por los brazos y le dice algo, desde donde estamos no podemos oírlos, pero si vemos como ella asiente mientras algunas lágrimas bajan por sus mejillas. Ella dice algo y eso hace que Fénix cuadre los hombros y luego se incline sobre ella para besarla en los labios. 

Todo el mundo está atento, sorprendido y preguntándose qué demonios ha pasado. 

Entonces, Fénix le quita el móvil y se vuelve mientras da un vistazo a la pantalla. 

—¿Pero qué te pasó, loca?

 Maihrimah es la primera en alzar la voz y levantarse del sillón donde estaba con Kammie.

—No se preocupen— responde Fénix, entregándole el móvil a su novia.

Le susurra algo y ella cabecea, sin dejar de llorar. 

—¿Cómo que nada? ¡Casi me saca el alma con tremendo grito! — cuestiona Alba desde la cocina, igual de intrigada y preocupada. 

—¡Casi me matas, mujer! — alega Natalia desde el umbral, tocándose el pecho.

Fénix se remueve incómodo y se pasa una mano por el cuello. Mira a su novia en busca de ayuda. Brighid se adelanta y le toca el brazo mientras le sonríe suavemente. 

—Es qué… — comienza en voz temblorosa, mientras mira a su novio. Ambos se pierden en la complicidad sin palabras. Fénix le ofrece una sonrisa y asiente. Entonces, envalentonada, Brighid dice—. ¡Gané el concurso de Industrias Badcocke! — anuncia pletórica y alza la pantalla del celular para que lo veamos — ¡Me han otorgado el primer lugar! — da un saltito alegre —. ¡Seré la artista condecorada!

Claramente no veo nada de la distancia, pero sé a qué se refiere. A pesar de encontrarme nerviosa, me alegro por ella. Es la ilusión de su vida hecha realidad; ha ganado un concurso a nivel nacional de arte que le traerá muchas cosas buenas. 

Se escucha un suspiro colectivo de alivio y luego la sala explota en un sin fin de felicitaciones. Todos se acercan a ella para abrazarla, felicitarla, reprenderla por el susto y desearle mucha suerte. También hay un buen puñado de bromas que los hace reír.

Cada una de las personas que está aquí, está con ellos: rodeándolos y animándolos…, menos nosotros. 

Luc y yo estamos clavados en el banquillo. 

Yo, más nerviosa que nunca y él…, realmente, no lo sé. Me da miedo enfrentarlo y me entra el pánico. Así que, como la buena cobarde que me he vuelto, me levanto sin dedicarle ni una sola mirada y murmuro: 

—Tal vez deberíamos unirnos… 

—Tal vez… — dice él en el mismo tono, igual de tenso.

Pero no vuelvo para verificar su rostro ni su estado, camino directo al grupo contento de exclamaciones fascinadas y emociones sinceras.  Esta es mi familia, loca de atar.  Esta me he vuelto yo, una chica que escapa de lo que siente. Este es el maldito lado malo del amor…, que te hace cobarde cuando el momento se presenta.

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