CAPÍTULO 3

—No había necesidad que me acompañara —aclaré, viéndolo de reojo.

Adriano había venido junto conmigo para ir por Emilia, esperaba tener el tiempo para hablar con ella, pero no, él decidía venir y dar una notica tan importante y trascendental como esa sin anestesia.

—Es mejor que nos vean desde ahora juntos —sentía como su mirada me perforaba, pero seguí viendo las calles pasar—. Trataré que Emilia sea lo menos expuesta posible, esto es algo de los dos y no quiero involucrar a tu hija.

Se sentía bien escucharlo tutearme, tenía que empezar hacerlo.

—Exacto, no quiero que Emilia se vea involucrada —concordé.

—Las personas nos preguntaran como nos conocimos, les diremos que en el hospital donde soy socio.

Esta vez sí que lo había volteado a ver.

—¿Así que eres casi el dueño? —cuestioné inquisitiva, mientras alzaba una ceja.

—Se podría decir que sí —su sonrisa arrogante se abrió paso y rodeé los ojos—. ¿Qué pasa? ¿acaso hay algo que te incomoda, Lena?

La manera en que había dicho mi nombre había sonado tan secreta, intima…él estaba coqueteando y no podía creerlo. Inhalé hondo y negué, no le seguiría el juego, pero tal vez…solo tal vez lo haría en otra oportunidad.

Cuando llegamos Jeremy nos abrió la puerta y le sonreí, no había tenido la oportunidad de saludarlo.

Estaba por caminar hacia la entrada y sentí como Adriano entrelazaba nuestras manos, mandando corrientes eléctricas por todo mi cuerpo. Por un momento me detuve demasiada confundida con la sensación y el hecho de lo bien que se sentía.

—¿Vamos? —preguntó

Asentí, viendo como las personas empezaban a detenerse a nuestro alrededor y murmurar.

Alce mi rostro y nos adentramos a la clínica, miré esperando encontrar en el recibidor aquella mujer que no permitía que Emilia fuera atendida y para mi sorpresa estaba otra persona.

—La despedí —murmuró en mi oído, sorprendiéndome un poco por el atrevimiento, lo miré de inmediato.

Grave error.

Nuestras narices rozaron y su respiración golpeó con fuerza sobre mis labios. Ambos nos miramos fijamente, haciéndome olvidar solo por un par de segundos en donde nos encontrábamos.

Miré al frente rápidamente y apresuré el paso.

¿Había química? Claro que sí. Necesitaba mantenerme serena.

—Esta es la habitación —señaló—. Ordené que estuviera en una más cómoda, espérame en el automóvil, yo iré hablar con Santiago sobre su condición.

Asentí y entré, viendo con lo más hermoso de mi vida. Tenía una ropa muy diferente a la que traje y supe que se trataba de Adriano.

—Mami —abrió sus manos y corrí abrazarla.

Tenerla entre mis brazos era paz para mí, haría todo por ella sin pensarlo.

—Te extrañé muchísimo —susurré, empezando a besarla por todo su rostro—. Otro minuto más y no lo soporto.

Empezó a reírse, llenando de un melodioso sonido la habitación.

—También te extrañé —me separé por el tono de su voz—. Sé que tienes que trabajar en las noches, pero no quiero estar más sola mami.

Sus ojos se aguaron y mi corazón se rompió.

—Mamá ya no se irá más en las noches —agarré sus manos y besé cada una—. Ahora tenemos una nueva y enorme casa en donde viviremos por un tiempo, trabajaré de día, tendré mucho tiempo para ti.

Abrió sus hermosos ojos con sorpresa y me abrazó.

—¡Quiero verla! —chilló, sí que tenía bastante energía el día de hoy.

—Lo haremos, ahora debemos irnos —agarré la mochila y cuando estaba por cargarla, se negó alegando que sentía fuerzas para caminar. Estos días en donde parecía que no tuviera ninguna enfermedad los amaba y trataba de aprovecharlos al máximo y que ella también lo hiciera.

Caminaba con una sonrisa en el rostro mientras Emilia me contaba sobre una película de princesas que había visto, realmente le había gustado.

Mi sonrisa se cerró de golpe en cuanto salimos a fuera, una ola de flashes cegó mi vista y muchas personas empezaron empujarnos, preguntaban cosas sin sentidos.

Me alerte cuando Emilia empezó a llorar asustada.

—Por favor, apártense —dije preocupada, no podía cargarla y estaba entrando en pánico.

—¡Quítense! —el gritó de Jeremy me alivió, sabía que nos ayudaría.

Se abrió paso junto con Adriano, quien cargó a Emilia rápidamente y con su otra mano libre entrelazó nuestras manos y me guio hacia el automóvil.

Los gritos aumentaron ante tal gesto, empezaron a preguntar cosas como: ¿Es su novia señor De Santis? ¿Hace cuánto están juntos? ¿La pequeña es su hija? ¿está enferma? ¿usted es el padrastro? ¿Abandonó a su hija? ¿Es esta la razón por la que cortó con Antonia?

¿Quién era Antonia?

Pude respirar tranquila solo cuando pudimos salir de esa ola de paparazzis y reporteros.

Emilia seguía en los brazos de Adriano y parecía a gusta en ellos, le hice una seña para que estuviera conmigo, pero el negó.

—Déjala, no hay problema —musitó, sacando su teléfono—. Pensé que mantendrías a esas personas lejos, llegaron a la clínica y asustaron a Emilia, es tu deber mantenerlos alejados y te juro que, si vuelve a suceder de nuevo, te despediré y me encargaré que no vuelvas a conseguir un trabajo en tu pu... —alcé una ceja y negué—. Estas avisado.

—Sin malas palabras delante de ella —advertí.

—Trataré Lena. Emilia —la separó un poco de su pecho y la sentó en sus piernas—. Soy Adriano, el novio de tu madre.

Se me hacia un sin sabor en la boca al escucharlo. Nunca le mentía a mi hija y el hacerlo y mucho más, incluirla en toda esta farsa me disgustaba.

¿Cómo podía mentir tan bien y ser tan directo?

—No sabía que mamá tenía un novio —sus mejillas se sonrojaron violentamente—. Eres muy guapo, más que mi hermoso.

Me miró confundido sin entender.

—Le dice hermoso a Santiago —comenté. Frunció su ceño algo confundido y asintió.

—¿Cómo me llamaras a mí? —inquirió, besando con ternura su mejilla.

—No lo sé —susurró nerviosa.

—Cuando lo sepas me dices.

[…]

    

—¿Estas preparada? —le preguntó a Emi, quien no dejaba de asentir—. Bienvenida a tu nuevo dormitorio.

Tanto Emi y yo nos quedamos sorprendidas, perplejas…todo era tan hermoso. Los colores pasteles, las estrellas dibujadas en la pared, los cuadros de mariposa, el gran tapete, la cama tenía la forma de mini y que decir de lo hermoso que era el oso al pie de la cama.

—Mami mira —caminó por todo el dormitorio con su boca ligeramente abierta, mientras tocaba todo aun sorprendida.

Ambos nos quedamos en la entrada, dejando que explorara todo. Abrió una de las puertas, sorprendiéndose a un más por lo que veía. Fui hasta ella, entendiendo la razón por la que lo hacía, aparte de ser su guardarropa, uno muy grande, la otra mitad era una sala de juegos con muchos castillos y princesas.

—Es tan hermoso —caminó hasta Adriano para abrazarlo—. Muchas gracias, jugaré todos los días y te prometo que cuidaré mis juguetes.

Empezó a bostezar, indicio de que estaba cansada, así que la llevé hasta la cama para que descansara un par de horas.

—Descansa amor, cuando te levantes tendré algo rico para que comas —asintió y sin previo aviso cerro sus ojos.

Así era todo, podría estar tan llena de energía y de repente el cansancio se apoderaba de ella.     

Salí junto con Adriano y fuimos hasta la sala, necesitábamos hablar.

—¿Qué pretendes con todo esto? —pregunté de golpe—. Gracias, enserio te lo agradezco por tomarte estas molestias, pero con una habitación normal bastaba…esto es temporal y no quiero que se acostumbre.

—Vive el presente, no sabemos lo acontecerá en el futuro —respondió tranquilamente—. Es algo que quise hacer, no debo de darte explicaciones.

—Claro que lo debes de hacer cuando esto trata de mi hija.

—Bueno, según los reporteros soy su padre —sonrió, ¿acaso estaba probando mi nivel de paciencia?

—Hablo enserio.

—Yo igual, Lena —su teléfono empezó a sonar, pero solo rechazaba la llamada.

Antonia, decía en la pantalla.

¿Sería la misma Antonia que nombró el periodista?                                    

—Quiero saber la razón por la que tengo que fingir ser tu novia —dije, obteniendo toda su atención.

—¿Tiene que haber una razón? —inquirió burlón.

—Claro que la hay, así que necesito saber todo —exclamé, un poco cansada con todo esto—. Mira, hoy es el primer día y siento que ya tuve suficiente, no quiero ir en blanco sin saber nada.

Bufó y asintió de mala gana.

—Mi exnovia quería comprometerse y yo no, el matrimonio es para siempre y no sabía aun si quería pasar el resto de mi vida con ella, así que no se lo propuse y me engañó, ahora tiene una pareja y según comentan van enserio —decirlo lo molestaba.

Fruncí mi ceño confundida.

¿Qué tenía que ver eso con nosotros?       

—¿Qué tiene que ver el hecho de que me pediste que fingiera ser tu novia?

—¿Acaso no ves titulares? ¿si quiera sabes que es el internet, Lena? —preguntó seriamente.

—A eso se le llama tener una vida, de nada —guiñé el ojo, haciéndolo reír.

—Bueno, mi nombre está en todo y me relacionan como el novio que aún no supera a su exnovia y se la pasa buscándola —empezó a reírse nuevamente, esta vez con rabia.

Era raro.      

—¿Y es mentira? —quise saber.

—¡Claro que es mentira Mujer! ¿me ves como la persona que buscaría a una ex y le pediría que volviera conmigo? —se señaló ofendido—. ¿Crees que soy esa persona Lena?

Negué, claro que no era esa persona.

—No, pero eres el tipo de hombre que consigue una novia falsa solo para aparentar estar bien, cuando no lo estas. Apuesto a que te hierve la sangre cuando la ves con su pareja —la mirada de advertencia que me dio, me hizo saber que había dado en la herida—. Está bien, no digo nada más. Dime cual es el fin de todo esto, ¿para qué quieres aparentar tener una relación que solo durara tres meses? ¿y después? ¿serás nuevamente el hombre que aún no puede olvidar a su ex?

—Ya te dije, vive el presente no el futuro —rodó los ojos y suspiró—. Nunca pienso en el mañana con respecto a mi vida, solo dejo que cada día traiga lo que tenga que traer, mira te trajo a ti y a Emilia. 

Se encogió de hombros.

—¿Se llama Antonia? —curiosee, asintió y fue suficiente por ahora—. Bueno…¿Qué edad tienes? Necesito saber más cosas de ti, porque es obvio que me mandase a investigar, ¿o me equivoco Adriano De Santis?

—Siempre tan inteligente, Lena Green, pero no pude encontrar información sobre sus padres…lo ha escondido muy bien.

—Temas personales que no le incumbe —sonreí inocentemente.

—Tengo veintisiete años, soy hijo único, mis padres son Karla y Bruno De Santis, son muy especiales y ambos tienen carácter un tanto fuerte, pero en realidad son buenas personas. Procura caerles bien, porque si no lo haces en la primera impresión jamás lo harás y pueden llegar a ser muy —miró ambos lados y se inclinó un poco para susurrarlo—. Malditos. Quieren mucho a mi ex, así que la tienes difícil.

—¿Difícil? —cuestioné—. No buscaré su aprobación, tres meses pasan muy rápido y no los veremos todo el tiempo…podré manejarlo si no les agrado.

Ladeó su rostro mientras me observaba fijamente y por primera vez, sonrió de una manera genuina.

—Mi madre es un poco intensa, así que te lo advertí —miró su reloj y se levantó—. En la noche tenemos una gala benéfica, vendré a eso de las ocho por ti.

Me levanté abruptamente, sin dar crédito a lo que decía.

—¿Qué es lo que sucede contigo? —cuestioné, casi gritándolo—. No puedes decirme eso así tan tarde, una mujer necesita tiempo para arreglarse, yo necesito tiempo para entrar en el papel de novia, ¡no sé qué me pondré! No quiero ser criticada por esas personas superficiales y algo muy importante. ¡¿Quién cuidara a Emilia?!

Parpadeó varias veces, sin dejarme de ver… ¿maravillado?

¿Qué m****a?

—Tu amiga vendrá y la cuidará —aclaró, recorriendo los pasos que nos separaban—. No necesitas de muchas cosas, eres hermosa así natural.

¿Cómo rayos habían conseguido su número? Yo ni siquiera la había llamado aun, tenía mucho que explicar.

—¿Pretendes que me calmé con esas palabras? —pregunté en un susurro.

Mis piernas empezaron a temblar, no entendía el porqué. Yo no era así.

—Un equipo vendrá arreglarte, pero he dicho que no te maquillen…o bueno no tanto —sonrió abiertamente—. No quiero que tu belleza natural sea opacada. 

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