Conquistado por la CEO
Conquistado por la CEO
Por: Sofía de Orellana
Prefacio

Todo en la mansión Finnick es una locura, hay dos decenas de personas en el jardín, moviendo todo, acomodando sillas y mesas. Arreglos de dulces, globos y una mesa lista para recibir los regalos que le llevarán ese día a la princesa.

Es el cumpleaños número trece de Charlize, pero para Gerard es como si fuera ayer que la tuvo entre sus brazos.

—No es justo que crezcan tan rápido —dice Gerard, mientras abraza a su esposa por la espalda.

—Es la ley de la vida, ¿qué podemos hacer?

—Lo dice la mujer que corretea la pequeña novia de su hijo —ella frunce el ceño y se enfrenta a su esposo —. Oye, Ethan ya tiene siete años, es hora que lo asumas.

—¡Yo no asumo nada! Es muy pequeño, cuando sea mayor podrá buscar nuevas opciones.

—Pero sabes que no lo hará…

—Así como no lo hará Charlize.

—Ese es un golpe bajo, mujer.

Por respuesta, Gerard recibe un beso de su mujer y la ve caminar a la cuna en donde descansa su pequeña Lianna, de casi un año. Los dos se quedan viendo a la pequeña dormir, tranquilamente y con esa sonrisa bella, capaz de cautivar a cualquiera.

Los invitados comienzan a llegar poco a poco, dejando sus regalos en la mesa, preguntando por la festejada. Unos minutos después, Gerard recibe un mensaje de Charlize y corre al interior de la casa.

Luz ni se preocupa ni se molesta en preguntar qué pasa, porque ese hombre es un exagerado cuando se trata de sus hijos, en especial de su princesa bella.

Cuando Gerard entra a la habitación, se encuentra a Charlize sentada en la cama y mirando al suelo.

—Princesa, ¿qué pasa?

—¿Tú crees que venga esta vez? —su hija lo mira con esos ojos esperanzados, los mismos de todos los años.

Gerard se sienta a su lado y ella apoya su cabeza en el brazo de su padre. Se le hace difícil entender que su nena ve todo de una manera muy diferente a la de una niña de trece años, tal vez por eso pensar que esté esperando otra vez a Matías, lo hace estar entre la espada y la pared.

—Tu madre lo invitó, igual que siempre, pero no sabemos si vendrá.

—¿Por qué duele tanto el amor, papi?

Ella deja salir un sollozo y Gerard la abraza, se siente tan impotente, saber que su nena sufre como una adulta por ese hombre, pero no pueden estar juntos, eso sería muy incorrecto, ni ahora ni nunca… no, se niega a que su niña caiga en las manos de un hombre mayor.

En especial si ese hombre es el hermano de su esposa, es como si fuera su tío. Aunque ella se niegue a verlo de aquella manera. Para Charlize, Matías es su héroe, su caballero andante, el único amor que su corazón admite.

—Te prometo que pasará, un día lo olvidarás y te enamorarás de un jovencito de tu edad, que te verá como la increíble niña que eres.

—Eso es lo que tú quieres… pero no necesariamente lo que pasará.

Ella se aparta, se seca las lágrimas y Gerard la ve tan frágil. Se traga el orgullo de papá posesivo y, sin saber si es correcto o no, en ese momento solo quiere ver a su hija feliz.

—¿Te espero?

—Sí, no quiero bajar sola.

Ella se mete al baño, Gerard saca su teléfono y textea un mensaje para Matías.

«Supongo que este año no dejarás a mi hija de lado»

Uno segundos después, Matías le responde.

«Creí que no me querías en tu casa… pero aunque quisiera ir, no tengo regalo para la princesa»

Gerard mira la puerta del baño y le escribe rápidamente la respuesta.

«Si el regalo es tuyo, puedes traerle lo que sea y será feliz. Solo asegúrate de llegar.»

Matías le responde, pero Gerard no llega a ver la respuesta, porque Charlize sale del baño, más calmada y con una sonrisa que lo deja más tranquilo.

Salen de allí hablando de los invitados que han llegado. Gerard le cuenta que su tío Dan ha llegado con un regalo enorme y pesado, solo con el afán de opacar a los demás. Cuando se unen a la celebración, todos aplauden a la cumpleañera y se acercan a abrazarla.

La primera en acercarse es Keylen.

—¡Estás tan grande, princesa! No puedo creer que mi niña ya sea cinturón azul, estoy tan orgullosa de ti.

—Gracias, tía.

—No te olvides, puedo enseñarte otros golpes, de esos que no aprenderás en ninguna parte…

—Ya, ya, Keylen, no le metas ideas a mi hija —dice Gerard y todos se ríen.

Dan, James, Elizabeth, Amy, John, Abraham, Lauren… todos y cada uno se acercan a felicitar a Charlize, que no aparenta los trece años, sino unos dieciséis. A Gerard le da un microinfarto cada vez que alguien resalta esa cualidad de su hija y Luz solo niega con la cabeza.

El resto de la fiesta se trata de dejar a los más pequeños correr por donde sea, mientras las adultos se dedican a conversar. Charlize queda entre su madre, Dan y Keylen.

—Yo creo que me retiraré en unos años más, puede que ocho. No quiero ser un viejo metido en tribunales, lo mío es ir por ahí, con mi mujer y mis hijos.

—Gerard quiere lo mismo, yo puede que me quede diez años más… todo dependerá de quién se quede a cargo.

—Yo solo quiero tener un buen saco de arena en el gimnasio —dice Keylen —. Ya que no puedo andar por las calles, pateando criminales…

Pero el resto del discurso de Keylen, Charlize se lo pierde en cuanto ve la figura de Matías entrar al jardín, viene de uniforme, con una caja grande entre las manos y aquella sonrisa que ella recordaba.

—Matías… —susurra emocionada y sale corriendo, dejando a Dan con la pregunta en la boca —. ¡Viniste!

—Sí, princesa, aquí estoy… me escapé del trabajo un rato.

Ella se lanza a su cuello y aspira ese olor que hace tanto no tenía cerca. Matías trata de separarse pronto de ella, porque sabe lo que para ella significa. Cuando lo consigue, le entrega la caja y los ojos de ella son pura ilusión.

Gerard y Luz se acercan, Matías saluda a su hermana y luego a su cuñado, que lo mira como asesino en serie, pero asiente de todas maneras.

—¿Puedo abrirlo? —pregunta la niña, ilusionada.

—Es tu cumpleaños, puedes hacer lo que quieras —le dice Matías y ella salta emocionada.

Puede tener la inteligencia de un adulto, puede pensar como uno, pero sigue siendo una niña. Cuando quita el moño de la caja, la abre y da un gritito de emoción cuando saca un enorme elefante de peluche.

—¡Es hermoso! Dormirá conmigo, lo prometo.

—Me alegra que te guste…

—¿Quieres pastel? —y antes de que Matías responda, ella mira a su madre —. ¡Cumpleaños feliz, ahora!

Sale corriendo con el peluche entre sus brazos, comienza a llamar a los niños para apagar las velas y todos se aglomeran en la mesa.

Gerard y Luz se paran a cada lado de Charlize, pero ella solo mira a Matías. Encienden las velas y todos cantan desentonados, pero ella no escucha nada.

—¡Que pida un deseo!

—¡No, son tres!

—¡¡Que pida todos los que quiera!! —grita Keylen y todos se ríen.

Pero ella solo necesita uno, solo ese. El mismo que ha pedido desde su cumpleaños seis, sin falta. Mira el fuego de las velas, un vistazo rápido a él y toma el aire suficiente para apagar las velas, mientras desea su mayor anhelo…

«Cuando cumpla los veinte, quiero que Matías se fije en mí»

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