DUCHA

Capitulo 3

Fernanda no quiere que el se vaya, no sabe que le pasa pero su presencia le da seguridad, esta llena de miedo y de pánico, su mente se ha quedado en blanco, siente que toda su piel está erizada y helada a la vez nunca pensó que Joseph se atreviera a hacerle daño, era parte de esa realidad que tenía que aceptar de golpe pero su cabeza no estaba preparada para eso, fue un duro golpe que de nuevo la hace ver que estába en una burbuja de mentiras color rosa y acaba de ver la verdadera cara del que un día pudo ser su esposo.

Ricardo se acerca a ella, ve que la joven está en estado de shock, la tristeza que tiene en sus ojos se vuelve en un reflejo de su propia alma, la toma de las mejillas pero ella rehúsa a verlo a la cara —¿Estas bien preciosa?— le pregunta pero ella no dice nada, se queda en silencio, solo toma más fuerte su mano como si al hacer eso se aferrara a la realidad que desde hace mucho se perdió de su corazón, su mundo de nuevo se agrieto.

El hombre observa su cuerpo semidesnudo sin morbo, solo quiere saber si ella está herida, lo que sucedió fue muy grave y no quiere que esté lastimada, Ricardo sintió un impulso depredador que pocas veces ha sentido en su vida, ya le habían dicho que cuando perdía la razón era capaz de asesinar a alguien con sus manos, era el jefe de la mafia, era la carga que le habia dejado su padre en los hombros y eso significaba tener sangre ajena todo el tiempo, ya se había acostumbrado a ser llamado asesino por otros, pero esta vez fue diferente sé despertó en el algo que lo hizo convertirse en ese ser lleno de oscuridad, muchas veces su madre le habia dicho que cuando el perdía el control era por un buen motivo y se da cuenta que fue así.

Fernanda no dice nada, solo se quedó en silencio procesando todo lo que había pasado, todo se había congelado mientras su cuerpo, Ricardo se da cuenta que tiene un terrible golpe en el pómulo y que lo poco que quedó de su pijama y su ropa interior tiene sangre, la jala del brazo y en un acto impulsivo decide llevarla a su departamento para darle un baño, Fernanda se resiste no quiere moverse pero solo con una mirada firme de Ricardo es suficiente para que ella ceda y de los pasos hasta aquel lugar que había causado mucha curiosidad en estos meses.

Ricardo la lleva hasta su baño, quiere que ella tome una ducha caliente y sabe que en el edificio el es el único que tiene este servicio así que quiere darle un trato de reina, mientras prepara la ducha se da cuenta que sus nudillos están abiertos, en medio de la pelea se lastimó pero no le dolió, no sintió nada más que las ganas de matar al sujeto que había tocado a Fernanda.

— Voy a darte una ducha para que te quites la sangre de tu piel, además le servirá a tu herida, no te preocupes — el agarra el hombro de Fernanda y con delicadeza le baja con ayuda de un dedo la bata de seda de su pijama dejándola en una diminuta ropa interior que había visto antes de frente pues Joseph había roto casi toda su bata en medio del frenesí de la locura, el pensaba que al hacer esto aseguraba el regreso de Fernanda o por lo menos disfrutaría de eso que siempre quiso tener pero que Fernanda no había accedido, ella no estaba segura de entregarle su virginidad.

Fernanda se llena de miedo, recuerda la escena que la hizo sufrir hace unos momentos, siente como su corazón quiere salir pies está lleno de miedo, la escena de ver y sentir a Joseph encima de ella diciendo mil improperios es suficiente para que ella tiemble de nervios y de rabia por lo que está sucediendo, intenta golpear a Ricardo le da varios golpes con sus manos abiertas en medio del eclipse en el que se encuentra su mente, todo lo que pasó es algo que la hace sufrir, quiere llorar

— Soy yo, tu vecino, mirame a los ojos, solo quiero ayudarte — Ricardo la mira fijamente a los ojos para que ella se dé cuenta de su presencia, Fernanda reconoce esos ojos que se han convertido en parte de ella, que parecen penetrar su alma y se calma, acepta estar en sus brazos y recibir su ayuda.

Ricardo toma un poco de aire, y lentamente la desviste, el cuerpo de Fernanda es un cuadro que aprecia lentamente de arriba a abajo, con una esponja le ayuda a aplicar el jabón en su cuerpo mientras ella recibe el agua caliente que cae por su cabeza, los dos se miran fijamente, Ricardo entra a la ducha con la ropa aún puesta, los dos están muy cerca del otro y es inevitable que su masculinidad reaccione ante una belleza como la de ella, manda saliva y respira profundo para calmar todo lo que siente y que empieza a nacer.

Fernanda está en shock, no piensa ni se da cuenta de lo que hace, solo deja que Ricardo la toque con la esponja y le quite las manchas de sangre que están en su abdomen y senos, no hay erotismo en su cabeza después de lo que acaba de pasar esto es lo último que desea.

Ricardo se moja la cabeza, tiene que sacar las imágenes que creo, un hombre como él puede tener muchas mujeres pero pocas veces una de ellas le hace sentir estiz una mezcla de pasión y ternura que no sabe cómo manejar, cierra la ducha y le coloca una de sus batas, el se desnuda en el clóset para colocarse también una bata pues mojo su ropa en medio del baño.

Acuesta a Fernanda que se siente acogida en ese lugar, no ha reaccionado con todo lo que le paso, solo quiere cerrar los ojos y dormir olvidar por un momento que fue parte de ese porcentaje de mujeres violentadas, se pregunta una y otra vez que hubiese pasado si el vecino no la hubiera defendido, la respuesta es más que clara y eso es lo que aún más la llena de miedo y de inseguridad.

Ricardo coloca sus sabanas encima de ellas decide que lo mejor es dormir en el sofá para que ella se sienta cómoda en la cama, quiere cuidarla pero no consideraba prudente estar encima de ella, no quiere que las cosas se malinterprete, cuando intenta levantarse de la cama, Fernanda que se quedó dormida hace unos minutos lo agarro fuerte del dedo meñique y no lo suelta, Ricardo sonríe, no quiere despertarla y que se dé cuenta de su realidad, esta durmiendo plácidamente y eso es lo que deseaba así que se acuesta a su lado abrazándola.

No sabe que sentir, obviamente su masculinidad no puede dejar de pensar en ella, una mujer tan bella que está a su lado, Fernanda en medio del sueño y como generalmente hace todas las noches se quita la bata quedándose desnuda a su lado mientras lo abraza de cerca, Ricardo no pasa la mejor de las noches ,tiene una diosa de Venus a su lado y no puede tocarle un cabello, sus principios tienen que ir primero, por encima de sus deseos siempre su padre le dijo lo que debía hacer un hombre en este tipo de situaciones y la respuesta siempre era la misma, respetar y no aprovecharse de la vulnerabilidad de la mujer.

Ricardo llama a Francisco — No te preocupes, lo dejamos tirado en un callejón y le recordamos que no se puede acercar a tu chica —.

— Ella no es mi chica, solo quiero que averigues ¿Quién es? Necesito saber si salve a una chica normal o estoy metido en un lío más grande del que ya tengo tras mis espaldas — Ricardo dice esto mientras la ve dormir a su lado y acaricia su rostro.

— No te preocupes voy a traer toda la información lo más pronto posible, si puedes aléjate de ella, no queremos un nuevo lío de faldas — Francisco colgo la llamada con una sonrisa, nunca pensó que Ricardo hiciera esto, siempre fue un hombre muy lógico y frío, si decidió defender a la chica fue por encima de su seguridad por cuidarla.

******

Amanece

Fernanda abre los ojos, siente como su pómulo le arde debido al dolor de lo que sucedió, las imágenes son confusas recuerda solo un poco del ataque de Joseph, el olor al tocino y café caliente llega a su olfato, intenta reconocer el lugar donde esta pues todo es nuevo para ella.

Abre la sábana para salir y se da cuenta que debajo no tiene nadaz esta completamente desnuda <¿Que paso?¿Que hice?> Se pregunta más de una vez mientras agarra su cabeza es como si se hubiera puesto una buena juerga el día anterior.

Ricardo entra con una bandeja con café, jugo de naranja, huevos con tocino y una flor para su invitada, quiere que se sienta segura — Buenos días — la saluda con una gran sonrisa.

—¡Aaaa! — grita Fernanda tapándose con las sábanas —¡ No me veas!— exclama muy avergonzada.

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