Divo-Luna

Callan 

Decisiones, decisiones..., son importantes. 

Como las que hice: esperar por mi otra mitad, amar a la mujer que la Diosa Luna emparejo conmigo, luchar por su amor, esforzarme cada día y mostrarle mi amor. 

Los dos años que pedimos de plazo para que nos entregaran las riendas de la manada de Peakwood llegaron muy rápido, habíamos cumplido algunos de los objetivos que nos habíamos trazado; uno de ellos, y el más crucial para mí, fue seguir a lado de mi bella Sylvia. 

Su independencia y carácter me mostraron lo que era ser un líder innato, la admiraba, había ocasiones en que su terquedad nos enfrentaba, me di cuenta de que con el paso del tiempo se desarrollaba en mí la necesidad de Deo por mostrar su naturaleza Alfa, aunque este siempre meneaba la cola al ritmo que tocaba Sylvia. 

Al regresar de Finlandia, ya teníamos los planes de celebrar todo de una sola vez, nuestra unión como pareja y el nombramiento como Alfa y Luna de Peakwood. Era algo que tenía a la manada en un estado de absoluta felicidad, resulta que la historia de como persevere para conquistar a mi Luna ya circulaba en el mundo de los lobos. 

Mi madre, Gretel y las mujeres de la manada preparaban desde hace mucho este evento como si fuera el acontecimiento del siglo, nos consultaban algunos detalles sobre nuestros gustos y preferencias.    

Mientras que yo me debatía con los detalles y los preparativos para algo especial que desde hace días vengo imaginando que sería la mejor forma de demostrarle mi amor a Sylvia. 

Desde la mañana desocupe mi agenda para ir a recoger su regalo, ya lo habían traído, pero al parecer algo de papeleo era necesario para que lo liberaran, por suerte el precio que pague por el me liberaba de estos engorrosos trámites.  

Noa estaba aquí por lo que él me ayudaría con los planes, estaba en el ayuntamiento por los últimos detalles. 

Le envié un mensaje a Sylvia: “Vamos a cenar a ese restaurante que mencionaste, ya reservé, te veo a las 8 pm”. No tardó en responderme que le agradaba la idea. 

A pesar de convivir con ella, sé de sobra que este es un paso a algo que lo vuelve más real y me sentía nervioso, muy en el fondo me siento con el temor de que un día me diga que se ha dado cuenta de que tenía razón y lo nuestro se acabe. Por suerte Deo está siempre presente para recriminarme y decirme que deje de pensar idioteces. 

La última fue cuando me dijo: “¿no sientes el amor que ella siente por ti?, observa detenidamente como te ve con ojitos de cordero, siente cómo la haces vibrar cuando te la coges”. 

Llegue antes de la hora, pues Sylvia es muy puntual, era un lugar con comida coreana, pero recientemente han tenido mayor apertura y aceptación por la difusión de su cultura, música y en este caso su cocina. 

El corazón se me acelero al verla, un vestido en negro arriba de la rodilla con algo de transparencias y un abrigo blanco y su cabellera suelta. Todavía no me acostumbro a que sea el centro de atención y miradas de hombres y mujeres, por igual, más allá de su belleza física, es la forma en como tiene esa aura de seguridad y autoridad al caminar a donde quiera que va. 

Le sonreí — ¡Buenas noches!, te ves increíble, ni parece que vengas de una jornada de arduo trabajo — me levanté, fui hasta ella, se pegó a mí para besarme, luego la ayudé a sentarse y volví a mi lugar. 

— ¿A qué se debe la cena? — me cuestiono. 

— Nada en especial solo quería algo romántico antes de ir a Peakwood — alzo la ceja y me vio algo incrédula sobre mi anterior afirmación. 

— Aruna tampoco te cree — estas dos tienen como detector de mentiras, espero que le dé un uso mejor que tirar por la borda mis planes. 

Por suerte para mí los platillos llegaron y Sylvia estaba muy expectante, por lo que este restaurante y sus reseñas decían sobre la calidad. Ella amó todo lo que probo, solo no le gustó mucho el soju, dijo era como alcohol, nos dieron a probar licores afrutados que le agradaron más. 

Antes del postre sentí mi celular vibrar por lo que me disculpé con ella y salí para cerciorarme de que todo iba según el plan, Noa me deseo suerte, le dije que no tardaríamos.  

Al regresar continuamos hablando sobre los pendientes que tendríamos que finiquitar antes de ir a Peakwood y dar el gran paso. 

— Dime algo, ¿no te has arrepentido? Aún puedes huir — se me quedo viendo bastante sería, meneo la cabeza. 

— No Callan, se te fue la oportunidad. Ahora y desde que llevas esa marca en el cuello estás atado a mí por lo que te quede de vida. Así que ódialo o disfrútalo, me da igual, ¡eres mío! 

— Sabes que me encanta cuando lo dices de forma tan tajante — me guiño el ojo. 

Le pedí al mesero la cuenta, la pague y espere a que Sylvia regresara de los servicios sanitarios, la tome de la mano y nos encaminamos a la salida.  

Pase mi mano y la tome por la cintura, la acerque a mí y así caminamos lo poco que faltaba, en la entrada estaba esperándonos su regalo, metí mi mano a la bolsa del pantalón y le quite el seguro, se vio el flash de las luces ella volteó a verme. 

— ¿Qué te parece? — le pregunté. 

Sus ojos se iluminaron y una sonrisa se apoderó de su hermoso rostro, levanto la ceja y su sonrisa se transformó en una muy pícara. Yo sabía cómo le encantan los autos y desde que estamos juntos no me ha aceptado varios presentes que le quise hacer. En un principio me molesto, más tarde me explico que esperaría a que yo tuviera solvencia económica, tenía dinero si, pero era nada en comparación a lo que ella poseía y se negaba a que viniera de la manada. 

Así que esto era más que un obsequio, era una demostración de que ya era hora de que me dejara consentirla. 

— ¡Es fantástico! 

— Es tuyo, espero que te guste — le di un beso en la frente y enseguida se fue toda entusiasmada a verlo más de cerca. 

— Dame tu bolso — se lo pedí para sacar las llaves de su auto y dárselas a Noa, Sylvia al estar tan sorprendida y perdida viendo el vehículo ni cuenta se dio de la presencia de Noa, quien me dio un golpecito en la espalda y me dijo. — Todo está listo. 

Me acerqué a Sylvia que seguía viendo el carro con adoración, — es un Bugatti hecho especialmente para ti, tiene el aspecto del “Divo”. Ven — la llevé a la parte trasera en donde en vez de decir Divo decía “Luna” al ver esto Sylvia se agachó y delineo el nombre con sus dedos. 

Era todo blanco, los acentos no los quise en negro u otro tono preferí el color plata, a lado de la puerta del conductor se encontraba la tapa del tanque de gasolina y allí estaban grabadas las crestas y árboles de Peakwood con una luna. Saque la lleve y se la entregue. 

Al abrirlo se podía ver el interior que no era blanco ni beige, era un tono intermedio, no tenía solo el tablero con lo que caracterizaba al modelo base, al ser para mi Sylvia necesitaba ciertas amenidades como poder hacer llamadas y música, eso de lo que carecen estos costosos coleccionables. 

— Vamos, súbete. Llévame a dar una vuelta — cerré su puerta y fui a subirme al otro lado. 

— ¿A dónde vamos?  

— Solo sigue el GPS, ya tiene la dirección — volteo a verme como para decirme que sabía que faltaba algo.  

Al encenderlo y escucharlo por primera vez, ese rugir del motor. — ¡Aaah!, escuchaste eso, suena increíble.  

Su emoción solo iba en aumento, no tardo en avanzar, que fuera blanco el auto nos hacía aún más notorios, a pesar de que aquí en Nueva York se ven carros de lujo, este destaca, uno siempre reconoce la estampa inconfundible de los Bugatti.  

— ¿Cómo se siente manejarlo?  

— Es, nunca..., hubiera imaginado esto. ¿Puedes escuchar lo acelerado que late mi corazón? Se siente tan suave y puedo sentir la potencia que traemos, ¡ah!, quiero probarlo en una pista de carreras. 

— Quiere decir que fue un éxito — observaba su expresión. 

— ¡ja, ja, ja! Ni lo preguntes, me haces inmensamente feliz — tomo mi mano y la llevo a su pecho, ya de por sí escuchaba su corazón, ahora sentía su ritmo y la respiración acelerada, estaba realmente feliz y emocionada, quizá sus palabras no le hacían justicia a lo que experimentaba. 

Llegamos a uno de los tantos muelles que existen aquí alrededor del río.  

— Solo sigue las luces que marcan el camino. 

— Pero van hacia un muelle, ¿podemos entrar?  

— Claro que podemos. 

Siguió avanzando hasta que quedamos cerca del rio, — vamos debes ver la vista. 

Bajamos y enseguida se iluminó todo alrededor de nosotros, montón de luces diminutas por todo el muelle, Sylvia se tapó la boca y su cara decía lo mucho que la sorprendía, le señale que mirara al cielo, pues se podía apreciar una luna llena y muy cercana. 

— ¿Cuándo planeaste todo esto?, ven aquí — me sujeto por el cuello y me hizo bajar para poder besarme. Sus suaves labios se presionaron a los míos y su fragancia inundo mi olfato, el calor que desprendía, su toque hacía que mi corazón perdiera la compostura. Me había vuelto un adicto a su cercanía, ni que decir de sus besos. 

— Haría cualquier cosa por ti — la envolví en mis brazos para acercarla más a mí.

Mordí su labio inferior, me dejo entrar y el beso se profundizó, regularmente peleamos por quien domina, pero aquí solo queríamos demostrar nuestro amor, sus manos fueron a mi cabello, al separarnos para tomar aire, recargue mi frente con la suya, le di un beso en la mejilla. 

Me alejé un poco sin soltarla, la vi a los ojos. — Eres el amor de mi vida, así me gustaría poder estar para siempre contigo. ¡Sería un honor que aceptaras ser mi compañera de vida! — La libere del abrazo. Me miro en silencio sin ninguna expresión evidente. 

— Las joyas no son lo tuyo, por eso pensé en proponértelo con esta “Luna” — señalé el auto — Y nuestra preciosa Luna como testigo — señalé al cielo. — Aquí en la ciudad que tanto amas y con este escenario — desde este punto se podían ver los dos enormes puentes y la ciudad iluminada, era una vista muy fotogénica. 

Dio un paso hacia mí, poso su mano en mi mejilla — No existe otra cosa que desee más que compartir el resto de mi vida a tu lado. No sé qué me has hecho, tú consumes mis pensamientos, te infiltraste en mi ser, no concibo la vida sin tu presencia en ella. 

Se abrazó a mí y se escondió en mi pecho, mis brazos en automático sabían que debían cubrir a mi amada. — Bien hecho — declaro Deo, su alegría inundo mi ser.

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