Preguntas

Esa misma noche me metí a bañar con agua tibia. De mi mente no se quitaba la imagen de ese lobo enorme siguiéndonos. No podía. Todo me pareció como si fuera una película de fantasía. Enjuagué todo mi cuerpo, metida en la tina con la espuma. Esto era increíble. Lance vino a mi mente, me acordé de su valentía y de sus ojos. Él ocultaba algo, lo sabía. Pero también sentía que debía averiguar qué era y qué tenía que ver conmigo. Mi celular sonó en un mensaje. Lo tomé y lo leí.

Número desconocido:

¿Estás tranquila?

Fruncí el ceño y miré su perfil en W******p, no tenía foto y tampoco nombre.

Naya:

¿Quién eres?

Desconocido:

¿Tan rápido te obviaste de mi?

Pensé y pensé en quien podría ser.

Naya:

No sé quién eres.

Desconocido:

Te salvé la vida hoy.

Y entonces caí en cuenta. Era Lance.

Naya:

Lance.

¿Cómo había conseguido mi número?

Lance:

Exacto. ¿Estás más tranquila?

Naya:

Estoy pensando mucho. Además, tienes muchas explicaciones que darme.

Lance:

Deja las cosas a como están, Naya :)

Naya:

No me conoces y no lo dejaré así como así. Hay algo más, puedo sentirlo.

Lance:

¿Siempre eres así de terca?

Naya:

Así es.

Lance:

¿Estás acostada?

Naya:

Estoy metida en la tina.

Lance:

Entonces estás desnuda 👀

Naya:

Pues si me estoy dando un baño es porque sí.

Ahora sentía mis mejillas arder por haberle dicho eso. ¿Qué me pasa? Lance me hacer ser... otra. Me hace salir de mi zona de confort y no quiero salir de ese lugar. Todo va bien así, es mejor no involucrarse. Dejé el celular a un lado y no seguí respondiendo.

Es mejor así, me repetía una y otra vez, es mejor así.

Minutos después salí de la tina. Con una toalla envolví mi pelo y con la otra me sequé el cuerpo. Me puse una pijama de short y camisa de tirantes. Busqué alguna película en N*****x para distraerme un rato. Había escuchado que mamá iría a una cena con sus amigas y que Fede iría al billar con sus amigos. Estaba sola en casa, me gustaba estarlo. Valiente se montó a mi cama, maullando. Tenía hambre.

—Vamos a comer —lo cargué entre mis brazos. Bajé las escaleras, le di atún a Valiente y lo dejé comiendo tranquilo. No tenía ganas de comer la misma comida de siempre así que llamé para ordenar una pizza de pepperoni con extra de papas fritas y una Coca Cola. Eran quizás las nueve y media de la noche, temprano. A esta hora los jóvenes normales salen a divertirse y no se quedan en casa como yo. Subí las escaleras y seguí buscando algo divertido que ver. Miraría Cómo perder a un hombre en diez días. Era viejita pero me gustaba. Mientras llegaba la pizza me mensajeé con Luci.

Luci:

¿Como vas?

Naya:

Todo bien. ¿Qué haces?

Luci:

Vine al billar con Amanda.

Abrí la boca del asombro pero luego la cerré. Había salido y ni siquiera me había invitado. Eso es tan triste. Miré el mensaje sin leer de Lance, me había respondido:

¿Quieres que te acompañe?

Y ni siquiera lo había leído.

Naya:

Pásala bien :)

Dejé el celular en la cama y bajé, Valiente había terminado su comida y se estaba bañando encima del sofá. Saqué una bolsa de palomitas y las metí al horno. En eso el timbre de la casa es tocado. La pizza.

Abrí la puerta, afuera había un chico vestido de repartidor, traía una gorra que me impidió verle bien la cara.

—¿Cuánto es?

—Son diez dólares —respondió. Tomé los diez dólares del bolso y se los di. Tomé las cosas, dispuesta a meterme de nuevo, pero detrás del chico noté que venía el vecino de enfrente. Traía un recipiente en sus manos.

—Que la disfrutes —me dijo el chico para después irse. El señor Johnson se acercó a mi, sonriéndome de manera extraña. Siempre me había dado miedo este señor. Es que vivía tan solo y tan apartado.

—Buenas noches, señorita —se detuvo en el umbral de la puerta.

—Buenas noches, señor Johnson.

—Me preguntaba si tenías algo de sal que me regales. Estoy preparando mi cena y me he olvidado que no tengo —su manera de hablarme era tan extraña.

—¿Sal? Esta bien —tomé el recipiente—Iré por ella. —Me giré, caminando hacia la cocina. Seguramente pensó que era una maleducada porque no lo había invitado a pasar pero no lo haría, no me daba confianza. Le eché un poco de sal y, cuando giré para volver, lo encontré detrás de mi, muy cerca.

—Quise entrar si no te molesta.

—Amm aquí está su sal —le tendí el recipiente—Ahora si me disculpa...

—Muchas gracias, en serio.

Pero el señor Johnson no parecía tener mucha prisa por irse. El horno sonó, anunciando que las palomitas estaban listas.

—Hmm huele bien —dijo. Me acerqué al horno y saqué las palomitas. —¿No me das?

—Hmm, señor Johnson, no quiero ser grosera pero apenas lo conozco —murmuré un tanto nerviosa. Valiente apareció en la cocina, haciéndole gruñidos al señor Johnson. Era señal de que no le gustaba para nada.

—Ya lo sé pero sería bueno conocernos, ¿no crees? —sonrió, mirando a mi gato con sigilo. Tenía la impresión de que su sonrisa era falsa.

—Quizás.

Se acercó.

—Eres muy bonita, Naya —me miró de pies a cabeza. Se acercó más. —¿Te lo habían dicho?

—No —susurré, mirando el piso.

—Pues lo eres —más cerca—No deberías relacionarte con chicos que no valen la pena —mas cerca... podía sentir su aliento a pasta de dientes. —Hay mejores oportunidades para ti. Gente mas madura, con visión a futuro.

—¿Qué pasa aquí? —una voz gruesa y demandante me hizo sentir aliviada. Era la primera vez que me sentía así al escucharla.

Lance.

El señor Johnson se separó de inmediato al escuchar su voz.

—No pasa nada —respondió— De hecho ya me iba, muchas gracias por la sal, Naya —dicho eso el señor Johnson se fue. Lance se me quedó viendo.

—¿Estás bien? —me preguntó al verme tan nerviosa.

—Nada, es solo que ese señor me da mala espina —me calmé. Estar con Lance me daba una tranquilidad increíble.

—A mi tampoco me da confianza. Te pediré que no le dirijas la palabra por favor —mandó. Lo miré mal, ya empezaba con sus mandatos.

—Pero está bien, no importa. Seguramente solo es raro —le resté importancia. Pero de mi mente no salía el hecho de que ese señor tenía otras intenciones conmigo.

—Tranquila —Lance me tomó de mi cara, acariciandome el pelo. Me dejé solamente porque ese toque me gustaba. Se sentía relajación total. —Ven, te daré un pequeño masaje —me tomó de la mano. En otras circunstancias lo habría corrido de mi casa pero me sentía agotada de todo el día.

—Gracias —le dije sinceramente. Lance me había ayudado mucho hoy y no era tan mala persona como para no verlo—Te invito a comer pizza —casi sonreí.

—Pues gracias —Lance me ayudó con la pizza y las demás cosas. Los tres subimos a mi habitación, si, Valiente también nos siguió. Cerré con llave estando los tres adentro, no quería que nadie me interrumpiera. —¿Y como se llama tu gato? —preguntó, cargándolo. Me sorprendió que Valiente no le haya hecho ningún mal gesto. Solo se dejó acariciar. Si Valiente lo aprobaba...

—Valiente—respondí—Planeaba ver una película de romance —me senté en la cama, poniéndole play a la película. —Si no te molesta.

—No importa —se acercó a mi.

—Come —le di un trozo de pizza.

—Te queda bien esa pijama —susurró en tono pícaro. Me miré la camiseta. No puede ser: era blanca medio transparente y se notaban mis pechos, mis pezones. Me sentí avergonzada en ese momento, no solo con Lance sino con el señor Johnson y el repartidor. Puse una almohada en mi pecho para evitar que siguiera viéndome.

—Qué vergüenza.

—Conmigo no sientas vergüenza —me quitó la almohada—Cierra tus ojos.

—¿Qué...?

—Hazlo.

Eso hice: cerré los ojos. Las manos de Lance empezaron a masajear mis pómulos, mis cejas, mi cuero cabelludo. Wow, se sentía tan bien. Sentía que todo el estrés se iba. Cuando Lance se detuvo abrí los ojos un poco. Él miraba mis labios. Inconscientemente mordí mi labio inferior.

—Naya... —susurró—... ¿que me has hecho?

—¿De qué? —me asusté.

—¿Por qué no dejo de pensar en ti? —me miró. Y entonces sentí como que había caído en cuenta de algo, algo que yo también quería saber. Quería saber por qué me sentía bien con Lance, porque actuábamos como si nos conociéramos de toda la vida. ¿Por qué?

—¿Que pasa? —quise saber.

—Quiero besarte —tragó grueso.

Hazlo.

Como escuchando mis pensamientos Lance me tomó de la nuca y me besó. Sentir sus labios ir en sincronía con los míos provocó muchas cosas en mi estómago, en mi bajo vientre. Dios, era tan increíble, no quería que parara. Lance me hizo acostarme de espaldas a la cama mientras él estaba encima de mi. Podía sentir un bulto creciente ahí abajo y eso me hizo sentir más calor. Lance parecía todo un profesional en los besos, en el toque, en todo.

—Lance... —quise detenerlo porque sentía que podíamos hacer algo más y no me sentía preparada.

—Solo déjate llevar —susurró sin dejar de besarme.

—Lance... —me separé—... yo jamás he hecho eso —admití avergonzada.

—Lo sé. —me dio un beso en la frente—Por eso eres tan especial, porque sé que eres y serás solo mía.

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