3. La fragancia de tu piel

Mila:

Pérdida en el calor de su cuerpo, el sabor a vodka con menta de su boca, acariciar su tonificado cuerpo, sin duda era un elixir que no podía dejar pasar, total; sólo está noche lo vería.

—¡Vamos, aquí no es lugar para esto!—espeto, tomando la ropa y poniéndosela, igualmente hice lo mismo.

Le tomé de la mano, caminamos unos cuantos metros de donde estábamos, más sin embargo había algo que no me tenía tranquila del todo, y es que, los gorilas que estaban en el bar y pagaron la cuenta cuando el hizo la señal, venían a una distancia prudencial, sin quitarle la vista a ese hombre hermoso que me llevaba de la mano, ansioso por probarme.

—Harry, creo que nos están siguiendo—acote nerviosa.

Nos detuvimos abruptamente, me miró a los ojos y acuno mi rostro en sus manos grandes, me plantó un beso en la frente y vio directo hacia atrás de mí, hizo una señal con su mano nuevamente y volvió a verme.

—Deja que nos miren, son sólo seguridad, no te preocupes que ahora estarán un poco más alejados—Dijo con seguridad.

Al fin llegamos a donde quería llegar, una cabaña de playa, hermosa y ostentosa, entramos por fin, mientras yo cerraba la puerta, me tomo por la cintura, reclamando cada centímetro de mi piel.

—Me he enamorado, nunca lo olvides, me haz atrapado, deja que te bese ahora… eres una mujer hermosa… —Dijo con sed de querer mas de lo que habíamos practicado en la arena.

Nuevamente quede expuesta ante sus ojos, mi desnudez por completo había quedado sin filtros, solo ante su mirada de hambre, de ansiedad por probar los carnes.

—Eres bellísima—Dijo, acercándose a mí y dejando atrás la caballerosidad que había demostrado hace unos instantes atrás.

Nuestros cuerpos se unieron, el sabor de sus besos, la fragancia de su piel eran un deleite, me agazapo de los glúteos, haciendo a que mis piernas temblorosas quedarán enganchadas a su cadera, contemplando esa firmeza y la v que se dibujaba en su abdomen. Justo me empotro en la cama, colocándose arriba de mí, mordiendo suavemente cada centímetro de mi piel, esa piel que hervía por sentirlo.

—Hazme tuya ahora, por favor—dije sin pensar, mientras que el se posó debajo de mi abdomen, haciéndome ver luces obscenas, jadeando del placer que me estaba haciendo sentir.

Vi juegos artificiales explotar por doquier, esta sensación única de compaginar de cierto modo con alguien, era fabuloso. De otro planeta.

—Sabes delicioso, Mila—Dijo ronco de la excitación.

Abrió mis piernas y dio paso a su miembro imponente, así como él. Acarició ese punto dulce una vez más y dos de sus dígitos entraron en mi humedad, haciéndome retorcer de dolor, y ese dolor se transformó en placer.

Libere un pequeño gemido, él levantó su mirada, conectaron mis ojos con los suyos y se adentro con su miembro, de una estocada haciéndome ver las estrellas, cada embestida era más fuerte y profunda, el vaivén de su pelvis chocando con la mía, era una locura… mi primera vez estaba siendo ruda, pero jodidamente deliciosa.

Entre gemidos compartidos, la habitación nos quedaba pequeña, clave mis uñas en su espalda, mientras que el mordía mis hombros, besaba y succiona a partes de mi cuello, una experiencia única, dos cuerpos perlados del sudor compartido, grititos de placer y gruñidos guturales de su parte, fueron el detonante perfecto para querer más.

Pasamos toda la madrugada haciéndonos uno solo, el dolor que sentía se convertía en placer y eso era lo más genial que había experimentado en la vida y, con semejante prospecto de hombre.

Dormimos después de la faena, yo sobre su pecho y él con sus piernas entrelazadas con las mías… quien me viera así no lo creería.

Me desenrede como pude, sin hacer ruido, tome mis cosas y medio me vestí, no quería involucrar sentimientos y menos, despertar ilusionada y terminar desechada como lo que había sido; el enredo de una noche de un millonario.

Porque era obvio, tenía toda la pinta de ser un millonario arrogante.

Plasme un último beso en sus labios, despidiendo me de él, quien hasta dormido se veía guapísimo. Saqué mi teléfono del bolso y le tomé una foto, ese sería el único recuerdo que me quedaría de esa noche. Una noche de marzo, perfecta.

Salí de la cabaña, mientras que los guardaespaldas de ese hombre guapo se quedaron viendo entre sí, mientras me enfile hacia el hotel que no quedaba tan lejos de la cabaña en la que estuve hace unos instantes, apretujada en esos fornidos brazos y sentir esa barba cerca de mi piel… había sido toda una faena para recordar.

Llegué a mi habitación, me encerré y empecé a reír como una loca de remate, me sentía diferente, algo había cambiado en mi definitivamente. Tomé mi laptop, la encendí y escribí lo que había vivido, para mí eso era algo inolvidable. Luego de eso me metí a la ducha, empecé a lavarme y recordando cada parte donde pasó sus labios, haciéndome sentir libre con todo lo que había vivido.

Me acosté en la cama en pijama y un poco de dolor, era obvio, él no había sido un caballero sino todo un animal salvaje, y había perdido mi virginidad a un estilo diferente a lo que había leído en cuentos, y visto también en películas de romance.

(***)

Los rayos del sol empezaron a colarse por las cortinas del balcón, golpeando mi rostro y haciendo a que me levantará de la cama, pero no tenía fuerzas, estaba muy agotada, feliz pero agotada.

Una llamada de mi hermana Hillary terminó de despertarme y preguntarme con preocupación que había sido de mi toda la noche.

Obviamente no le contaría nada entonces, para no levantar sospechas, me levante, tome una ducha, me arregle poniéndome un bikini sexy, un vestido largo de playa y la fui a buscar para tomar el sol juntas, luego así, compensar lo que no pude y sacarme de la cabeza a ese hombre con nombre de príncipe… Harry.

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