2. Camino al encanto

 Mila:

Sentada en la barra del bar, pedí unos chupitos de tequila, ya no sentía ninguna gana de regresar a la habitación y menos a enfrascarme en el trabajo.

—Aquí tiene su chupito, bella dama—exclamó el bar tender, tratando de ligar conmigo, mientras yo, estaba aprovechando el servicio deluxe.

En el bar sonaba la canción del momento, “Provenza” de una cantante latina muy famosa, el ritmo era muy pegajoso y mi cuerpo con un buen cargamento de alcohol, necesitaba ponerse en actividad.

Me encamine hacia la pista de baile y empecé a mecerme al ritmo de la buena música, sacudiendo las caderas en un vaivén meramente provocador, si bien dicen que el alcohol te ayuda a desinhibirse, hoy me consideraba una alcohólica declarada. Empezaron los chicos del lugar a hacerme una rueda y empezar a gritar y a ocasionar me por los movimientos que estaba tomando, un movimiento de manos haciendo como que atraía al hombre guapo que me había ayudado hoy por la tarde a no caer de bruces al piso, solo el hecho de recordar sus ojos cielo, me hacían sentir elevada al mismísimo infierno regresarme de un tirón al éxtasis que provocaba el solo recuerdo de haber estado entre sus brazos, y no de la manera que quería, pero si de la que en ese momento necesite.

Por un momento me sentí valiente, relajada y empecé a sentirme verdaderamente yo, ya superada la etapa de Travis y dar entrada a algo nuevo, no caería mal un lío de una noche.

Unos enormes brazos fuertes y musculosos se resbalaba por mis caderas, pegándole más a ese torso muy bien esculpido y trabajado, seguía haciendo mis movimientos sensuales; mi mentora, Britney Britney.

—Me tienes bajo tu encanto desde que te vi en la recepción de este hotel—exclamó una voz ronca y gruesa.

De inmediato me gire hacia el lado en donde esa voz se escucho, todo mi mundo cambió al ver que era ese hombre al que estaba imaginando, no se si existe la telepatía, pero en ese momento, mis deseos se habían cumplido.

Respire profundo y sonreí, seguí bailando y los chicos seguían moviéndose a ese ritmo tan perfecto, haciendo la rueda ahora a la pareja de cachondos que bailaban tan bien.

—Yo creo que ambos estamos destinados a estar juntos—exprese.

El sonrió arrogantemente; y eso, había sido el detonante para perderme en la locura que, con él quería dejar atrás ese pasado tormentoso. Esa rutina odiosa que llevaba y proponerle una noche alocada, no salía hace tiempo y eso me puso con el valor que necesitaba para tomar decisiones que debía de tomar con el cuerpo y ya no con la razón ni el corazón.

No más sentimientos.

—¡Quiero conocerte mejor! —exclamó ese hombre que parecía un auténtico Dios griego.

Me sonroje como un tomate, no creía que levantará suspiros ante alguien tan imponente y dominante, un hombre que, para mí yo pasada, hubiese sido imposible topar.

—¡Claro, me encantaría!—acote casi en un jadeo.

El calor del lugar, los cuerpos sudados de tanto baile y el reseco de garganta por no ingerir más bebida, me estaban pasando factura.

—Vamos a la barra y luego a caminar por la playa, ¿quieres?—dije, tomando la iniciativa, total, si pasaba algo de una sola noche obviamente quedaría así; como el perfecto enredo de una noche.

Caminamos tomados de la mano, directo a la barra, el bar tender inmediatamente me dio un tequila sunrise, y a él un vodka frío doble, cuando el chico de las bebidas lo vio, frunció el ceño y me ignoro, saque mi billetera del mino bolso que tenía entrecruzado, sacando el efectivo para pagar mi cuenta.

—Esta noche invito yo—Dijo el ojiceleste que me tenía en vilo.

—No, no te molestes, yo puedo pagarlo—exprese, mientras que el hizo una seña a unos hombres altos, fornidos y de color, mientras ellos asintieron en forma de correspondencia.

Con ese detalle ya sabía más o menos que, este hombre, obviamente era alguien importante.

¿Sería un empresario importante? ¿Un ladrón de cuello blanco? ¿Un político?

No lo sé, pero era intrigante y a la vez excitante… llámenme loca o perversa, pero quería salir de mi zona de confort.

No dejo que pagará nada en la barra, mientras el me llevaba de la mano hacia la salida trasera del bar-disco que daba para la playa.

Estaba un poco mareada, pero sentía la ventisca fría y fresca del lugar y de la preciosa moche que hacía, nos perdimos caminando por toda la arena blanca de Asturias, una playa bellísima y en una compañía excitante y perfecta.

—Cuéntame de ti—espeto.

Verlo más de cerca, me tenia más que embobada, sería un buen recuerdo de la boda de mi hermano.

¿Qué de malo podía pasar?

Esta noche era una de encantó, una de esas que jamás en la vida se iba a poder repetir.

—Dime que es lo que deseas saber —acote en tono coqueto, aunque tampoco quería sonar exagerada.

El empezó a quitarse el pantalón, los zapatos y la camisa, quedando al descubierto su perfección, un cuerpo de Dioses, ya lo dije.

—¿Cómo te llamas? ¿A qué te dedicas? ¿De dónde vienes? Porque de seguro… no eres de este planeta—concordó.

—Soy Mila Callaghan, una abogada no tan reconocida en Washington… y sí, si soy de este planeta—dije sonriendo, nerviosa de porqué se había desnudado.

El sonrió y se presentó como todo un caballero.

—Soy Harry, vengo de una pequeña parte cerca de Inglaterra, y es un placer conocerte, bella doncella—que él dijera eso último, me había transportado a lo que tanto amaba, una noche de cuentos de príncipes y hadas.

—Tienes nombre y modales de príncipe—dije riendo.

—No soy un príncipe, menos un caballero, y esta noche, esta noche no lo seré, quítate el vestido… y sumerjámonos en el mar—Dijo, regalándome una sonrisa maravillosa.

Esto era un ensueño, así que obedecí y me quede en ropa interior. La ventaja de que Lorain empacar a ropa para mí, había sido este conjunto de tanga de encaje, así como el brasier con pedrería y del mismo material y un color bellísimo… blanco perfecto.

Nos adentramos al mar, dejando las prendas en el lado más arriba de la arena para que no se mojara.

El mar estaba helado, pero con su sola presencia esto era un quilombo de calor intenso, el se aventuró a nadar un poco más profundo del mar, mientras que yo estaba con miedo y no era profundo. Tomó mi mano y me guio hasta la profundidad mínima del agua, estaba nerviosa pero, me pego a su perfecto y delicioso pecho, uno duro y perfecto, el contacto de piel con piel era electrizante, delicioso y perverso.

—Voy a besarte y no me haré cargo de lo que pueda pasar esta noche—espeto decidido y con los ojos llenos de lujuria.

Esta noche era sin duda, una de encanto.

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