Capitulo XLIII

El cuerpo de Apolo comenzó a calentarse, sosteniéndole la mirada un momento, y vio como ella humedecía sus rosados labios con la lengua, haciendo que la respiración de él se entrecortara, él entonces se levantó y se encaminó para continúar con su trabajo.

Merida era su responsabilidad, no podía pensar en ella de otra manera que no fuera en familia. Pensó Apolo mientras se alejaba de ella.

Después de preparar el desayuno Merida decidió excursionar un poco, y también se moría de ganas de probar la cámara que le había regalado Apolo, y estar sola.

Antes de salir tomó unos de los rifles y su mochila. Siguió el sendero que recorrió con Apolo hacia el río, aliviada de no haberse perdido. Bajó las rocas hacia el pequeño pozo. Estaba vacío, sin gente, sin ruido. Perfecto. Pensó la joven.

Con manos temblorosas sacó la cámara de su bolso, y por un momento no supo que hacer. Las lágrimas vinieron a sus ojos y sacudió la cabeza para alejarlas. Lo intento nuevamente, pero esta vez se tomó su tiemp
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