Capítulo 3.

• Institutriz•

-Sera-

Al llegar al departamento ya eran pasadas las once de la noche. Me dolía la planta de los pies de una forma tortuosa. Sabía que lo había arruinado, seguramente mañana me obligarían a renunciar o echarían sin más. Suspiré cansada, al abrir la puerta de mi departamento el olor a galletas de chocolate y leche caliente revoloteó en mi estómago. 

En la cocina había un tazón con las chispas y un vaso de leche no muy caliente. Leí la nota que, al instante mejoró un poco mi día. 

“Por si tuviste un mal día” 

Con cariño: Amanda. 

La castaña es menor que yo por dos años. Vivimos juntas en el orfanato. Cuando salí, solo bastó de un año para poder regresar por ella, había conseguido el alquiler de un diminuto cuarto en una fea azotea. Pero todo era mejor que estar en ese lugar. Después Demián y Lourdes nos ayudaron a salir adelante, es algo que siempre les agradeceré. 

Me quité las zapatillas botándolas por allí. 

No dejaba de pensar en ese hombre, en como su mirada cambio tan repentinamente, como si le hubiese recordado a alguien, y después solo se fue molesto. 

—Bueno, da igual, de todas formas no quería trabajar en ese lugar— cierro los ojos con fuerza. No puedo engañarme a mi misma, ese trabajo mejoraría todo en la vida de Amanda y yo. 

Su trabajo en la florería no es tan bien pagado, pero debo esperar, su título profesional como diseñadora gráfica aún no llega. Y sin él no puede trabajar en ningún centro de diseño aún. 

«Las cosas mejorarán» 

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Como sabía que iban a despedirme, no me preocupé en ir tan formal. Me coloqué un vestido dos tallas más grande color avellana, converse hasta los tobillos, y sujete mi cabello en una coleta alta. 

—¿Todo bien?— Mi amiga se encontraba preparando el desayuno. Es excelente cociera, muchas veces traté convencerle para que estudiase gastronomía, pero los costos eran más altos. 

—No fue un buen día ayer. Gracias por las galletas pero, lo más seguro es que me despidan esta tarde. Así que tendrás mi brillante compañía toda la tarde— reí sin gracia. 

—Eres demasiado para esa empresa tan…horrible— hace una mueca. Ambas sabemos que no era horrible. 

—Tranquila, estaré bien— tomé una manzana antes de irme. Quería llegar temprano y terminar con esto lo más rápido que fuera posible. 

El camino fue un tanto largo, era un hermoso día soleado, aunque muy probablemente las nubes aparecerían por la tarde. 

—Llegas tarde— Bramó la mujer de recepción. Rodé los ojos, dos minutos era una locura. 

—No te preocupes ya no lo haré— le giñé un ojo. Subí por el ascensor hasta el área de ventas. 

Sera, Sera, Sera— Claudia brincaba de lado a lado. 

—¿Qué pasa? 

—El director quiere verte. Luce bastante molesto— suspiré bajando mis hombros. No era la primer vez que me echaban de un trabajo, pero si el primero que me gustaba. 

Toqué la puerta de su oficina y luego de un “pase” bastante grave, entré. 

—Quería verme— tragué saliva. 

—Claro que quería verte. ¿Sé puede saber qué rayos pasó ayer? El empresario me habló

muy molesto. Te dije niña que no lo arruinarás

— Frunzo el ceño cruzándome de brazos. 

—Yo no soy ninguna dama de compañía. El señor Jhonson… 

—Me vale tres pepinos si no lo eres, tenías que firmar esos documentos, aunque eso significará compartir más

 que la cama con él— abro mis ojos indignada. Estoy por acercarme a él y terminar todo con una merecida bofetada. Sin embargo la puerta se abre con violencia sacándome un sobresalto. 

—Más bien, aunque significará pasar por encima de mi autoridad—. Muerdo la mejilla nerviosa. El CEO de la compañía Arcuri. El mismo señor Arcuri acaba de entrar a la oficina del Director. 

—Señor— Mi jefe o ex jefe luce verdaderamente aterrado. ¿Será cierto que todos le temen por su frivolidad? 

—¿Quién te crees que eres para pasar sobre mí? Di una orden, nadie en esta compañía debía tener tratos con Marcel Jhonson. 

—Pero su padre dijo… 

—¡Mi padre ya no está a cargo de esta empresa! Yo soy el único

 Y legítimo dueño— por instinto di un paso hacia atrás. Luce verdaderamente molesto, imponente, como si todo el mundo girará alrededor de él.  

—Lo siento mucho señor. No volverá a pasar. 

—Claro que no volverá a pasar. Tienes cinco minutos para recoger tus cosas y poner los pies fuera de mi empresa o de lo contrario seguridad vendrá a sacarte.

Estás despedido—.

Ambos nos quedamos atónitos. De un momento a otro su mirada penetrante se fija en mí. 

—Acompáñeme — trago saliva nerviosa. 

«Me va a demandar, me va a demandar, dormiré en la cárcel, o por los cielos no conozco a ningún abogado»

Me cuesta un poco seguirle el paso, sus piernas son largas mientras que las mías siempre han sido cortas. Por suerte traje zapatillas deportivas y no tacones.  Al salir de la oficina todos nos observan con asombro, algunas carillas de asustados se ven por los pasillos. Trago saliva cuando ambos entramos al ascensor. Mi corazón empieza a latir con fuerza, siento un extraño hormigueo recorrer mi espalda baja desde la columna hasta el cuello. 

Él no dice nada. Ni siquiera me atrevo a encararle. El tiempo parece detenerse, por un segundo el olor a su colonia llega a mi nariz. 

«Voy a derretirme aquí» 

La puerta se abre y lo que debe ser el último piso me da la bienvenida. Le sigo de nueva cuenta, hay una secretaria que dulcemente nos saluda y abre hacía la oficina más grande y lujosa que alguna vez haya visto en la vida. 

—Tome asiento por favor— torpemente me siento de forma arrebatada en la silla de ruedas, hago fuerza de más y está termina yendo hacia atrás conmigo. Sonrió regresando con la silla sin colocarme de pie. Arrastró mis cortas piernas hasta quedar al frente. 

El Señor Arcuri se muestra divertido con la escena, suspira sacando unos documentos de su escritorio. 

—Señorita Llilvian, primero que nada le agradezco haber arruinado la firma

 De ayer—  levanto las cejas. — De haber conseguido que se cerrará el trato, tendría varios problemas, segundo, le pido una disculpa por la mal imagen que mi compañía a generado en usted— relamo mis labios asintiendo. 

—Creo que, tenía que pasar lo que tenía que pasar. Fue un gusto haber pisado esta enorme empresa— me pongo de pie con la cabeza baja. —¿Qué hace?— pregunta con el entrecejo fruncido. 

—¿A caso no me está despidiendo? 

—¿Siempre es así de dramática? 

—¿Y usted siempre es así de misterioso e indirecto?

«¡Tonta!, ¿Qué no puedes cerrar la boca?» 

—Si fuese Directo Sera— se pone de pie, acto seguido, rodea el escritorio quedando justo a lado de mí. —Posiblemente ambos estaríamos usando este momento en mi oficina, no precisamente para discutir— trago en seco. Estoy segura que me he puesto roja como un tomate. 

—¿Entonces?— Comento. 

—Quiero que trabaje para mí— me balanceo un poco ante la respuesta tan extraña que acaba de darme. 

—¿En el sentido de que no va a despedirme?— niega con una sonrisa. 

—Es bastante inteligente. Me gustaría tenerla más cerca, recién retomo mis actividades en esta empresa, como usted sabe manejaba las instalaciones de los Ángeles— asiento con la cabeza — Creo que no logro entenderle completamente. 

—Sea mi asistente en la empresa, ganaría el doble que en ventas. A parte me gustaría proponerle un trabajo extra— abro mi boca impresionada. 

—¿Asistente? ¿Trabajo extra? 

—Investigué sus antecedentes en el área educativo y laboral. Tiene los conocimientos pasará servirme como asistente, a parte, me gustaría que me ayudara con un menor, sé que fue maestra por un tiempo corto en un orfanato. Serían un par de horas los fines de semana y durante un corto tiempo— me senté de rayo sobre la silla.  Parpadee confundida. 

«¡Acepta! ¿Sabes cuánto dinero vas a ganar?» Mi mente a veces solía responder con emoción. 

—¿Es una broma? ¿Esta la policía afuera esperando por mí? — Nuevamente una carcajada sale de su garganta. 

—Tomaré eso como un sí. Empieza mañana. Le doy el día libre, mi secretaria le enviará el contrato en digital y las clausuras. Que tenga excelente tarde señorita Llilvian— asiento con la cabeza aún confundida. Salgo como zombi y justo al cerrar la puerta gritó de la emoción dando un pequeño salto. 

—¡Esto es genial!— Quito la sonrisa al ver a la secretaria mirarme con picardía. Le regresó la sonrisa corriendo hacia el ascensor. 

Tengo que contarle a Amanda. No lo puedo creer. 

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