Capítulo 3: Modo dama de honor

*Reichel*

Me desperté abrazada al grandulón, con un poco de esfuerzo tome mi celular y al ver la hora pegue un salto, corrí al baño y me metí en la ducha, ya estaba terminando cuando entró Sebastián y yo había dejado mis anillos en el lavado pensé.

Comenzó a olfatearme y aunque una parte de mi lo disfrutaba (la parte que estaba enlazada con él) mi verdadero yo lo odiaba, como se acercaba a mí y sin ningún sentido del espacio personal me tocaba y recorría. 

Le pedí que se alejara, pero ni caso, me ignoraba.

—Sebastián tengo cosas que hacer, ya me duché—dije, intentando alejarlo de mí, aunque de nada sirvió.

—Tranquila niña será rápido—dijo, me giro y comenzó a darme besos por el cuello bajando por la espalda. 

Dioses sí que me volvía loca su tacto.

Intenté zafarme, pero él no me dio tregua.

Cuando acabé volvió a subir hasta mi boca y me dio un beso que parecía no tener fin, pero se separó de mí y me sonrió de una forma ¿sarcástica?

—Niña debes ser más libre, ahora te toca a ti—dijo sin dejar de sonreírme, por todos los Dioses me estaba invitando a hacerle sexo oral, no es que fuera mí primera vez, pero esas cosas suceden, no se piden.

*plaf*

—No me llames niña—dije poniendo mi mano en su pecho—tengo cosas que hacer y si me vas a tener todo el día satisfaciendo tu ego de perro posesivo te causare mucho dolor—concluí y a pesar que sonaba muy convincente lo único que recibí como respuesta fue una carcajada.

Me abrió el paso y me dejó salir. 

Sin dudarlo tomé mis anillos y comencé a prepararme para salir del baño, mientras él se duchaba, al terminar salió del baño y se sentó en la cama viendo cómo iba de un lado a otro en la habitación acomodando todo lo que él había desordenado en la noche, que los Dioses me amparen este grandulón no tiene sentido del orden.

—Saldré a correr si te sientes mal ven a la habitación y espérame desnuda—dijo y antes de que le dijera algo salió de la habitación con una toalla en la cintura.

En ese momento pude ver su tatuaje, iba del cuello a la parte baja de su espalda como el mío, solo que su espalda era el doble de la mía. 

Los símbolos no se diferenciaban tanto solo que el mío tenía lilas, magnolias y flores de cacao mientras que el de él tenía símbolos en la lengua de los Lobos que no logre diferenciar bien, cuando lo tenga desnudo otra vez lo miraría más detenidamente, pero ahora tengo cosas de las que ocuparme.

Al bajar me encontré con Sara en la cocina, ella estaba con unos niños de lo más monos, la niña tenía como seis años y no paraba de olfatear el aire alrededor de Sara, mientras que el niño, algo mayor, capas que de unos diez años estaba distraído con el celular.

—Hola hermosa—digo mientras le doy un beso en la mejilla.

—Hola hermosa, ¿pudiste descansar?—preguntó ella con cara picarona.

—Si—fue mi respuesta rápida, temía que me había puesto roja como un tomate—¿hay galletas?—pregunte para cambiar de tema y Sara se levantó, fue a una alacena y me dio una cajita con algunas de sus galletas, me volvían loca, podía comerme una docena sin pensar en las calorías.

Fue hasta otra alacena y tomó una de las cajas de té, me la mostró y le hice una seña de que ese estaba bien.

—Extrañare esto cuando te mudes con John definitivamente—dije mientras esperábamos que el agua se calentara.

—Lo dices como si me iré al otro lado del mundo—contestó sirviéndome el té.

—Pues así será, tú te volverás una Loba y madre a tiempo completo y yo seguiré en la ciudad trabajando como una desquiciada—dije y Sara se me quedó viendo algo preocupada—¿Qué dije?—pregunté al no entender su mirada.

—Rei, Sebastián te marco, tú también serás una Loba—explico y creo que me dio un ACV porque me quede tildada varios minutos pensando en sus palabras.

En eso que recalculaba mi cerebro, entró el resto de la familia de John, ¿o mi familia? 

La verdad no entendía nada.

Aproveché que se pusieron a hablar y a chusmear de todo un poco y me escape de escena, le hice una seña a Sara de que debía atender algunas cosas y me salí de ahí. 

Nunca me gustó ser el centro de atención y antes de que comiencen a hablar de algo a lo cual no tenía respuesta preferí huir.

¿Qué sucederá ahora? ¿Sebastián y yo nos casaríamos? ¿Iríamos a vivir juntos? ¿Debería dejar mi trabajo? ¿sería una Luna entre los Lobos?

Y sin darme cuenta Sara me abrazó sacándome de mis dilemas mentales.

—Todo va a estar bien hermosa—dijo tranquilizándome—ya tendrán tiempo para hablar de todo lo que viene—dijo y le conteste con la cabeza que así era.

Caminamos a la entrada donde las benditas flores habían llegado, era algo bueno ya que así me distraeré de los dilemas mentales que me estaban surgiendo porque un Lobo me unió a él sin sentarse a discutirlo.

—Usted debe ser el señor Ramírez—dije poniéndome en mi papel de Jefa de Obra al hombre que parecía ser el que mandaba a los demás que habían llegado con el camión lleno de flores.

Estaba hablando con el dueño de la florería y arreglando en donde irían cada ramo y cada arreglo cuando Sebastián se me puso al lado y me tomó de la cintura pegándome a él.

Lo mire con ganas de asesinarlo, que le pasaba por la cabeza para agarrarme así porque sí, sabía que los Lobos eran posesivos, pero él marcaba el terreno de una forma enfermiza.

Al terminar de hablar con el señor Ramírez y despedirlo de la propiedad, me despegue de Sebastián dándole una descarga de algunos voltios, bueno de bastantes voltios, tranquilos que siendo Lobo solo le causaría cosquillas.

—Eso dolió—dijo con una sonrisa en la cara.

—Te dolerá más si me vuelves a sujetar sin mi permiso—dije mostrándole mis anillos. 

El solo sonrió y se me acercó al oído.

—Sé que te encanta que te sujete sin pedirte permiso niña, iré a ducharme—dijo y antes de que pudiera lanzarlo a volar varios metros se metió en la casa.

Sara no me dijo nada solo me miró con su cara de “Rei cálmate” a lo que solo le respondí con las manos declarando inocencia.

El día siguió adelante, Sebastián no me agarraba a cada rato, pero si se mantenía cerca, ya que aún no podíamos estar separados durante mucho tiempo, aunque cada vez que me ponía a hablar con algún hombre se me acercaba como garrapata invadiendo mi espacio personal.

Me gustaba que hiciera eso en cierto modo, él tenía una esencia natural muy varonil, su cuerpo con dimensiones perfectas me gustaba ¿a quién no le gustaría un dios griego? facciones perfectas, músculos por todos lados y un par de ojos azules que te hipnotizan cada vez que los ves.

En la cena toda la familia ignoró a Sara y comenzó a hacerme preguntas, cosa que me hizo sentir algo incómoda, porque como ya dije, no me gusta ser el centro de atención, pero me desenvolvi bastante bien.

—¿A qué te dedicas Reichel?—pregunto una chica de mi edad, con cabello corto hasta los hombros y ojos azules como los de Sebastián, sino entendí mal era la hermana menor de John así que sólo aparentaba mi edad porque tendría más de cien años, ya que los tres hijos de los Reyes Lobos tenían entre cien y doscientos años.

—Soy arquitecta—comencé a contarle—tengo una empresa de construcción que realiza obras de gran envergadura hasta pequeños arreglos, también tengo una fundación que ayuda a familias a obtener su primera casa, pero principalmente con esta última trabajó en Latinoamérica y zonas pobres de África—conteste a la chica y a todos los presentes.

—Ella es una arquitecta muy reconocida, sus obras han recibido varios premios internacionales y trabajo en casi todo el mundo—añadió Sara con orgullo a mi respuesta.

En ese momento una chica de mi edad muy hermosa entró al comedor y se puso detrás de Sebastián quien se había sentado a mi lado para cenar, ella comenzó a tocarle el pecho con ambas manos muy confianzuda.

—¿En dónde me siento amor?—dijo en el oído, pero lo suficientemente alto como para que todos oyéramos.

—En donde tú quieras—contestó Sebastián con los ojos rubíes, creo que ese fue su Lobo ya que era la forma de manifestarse de los Lobos.

Me sentí algo molesta al ver como lo tocaba, pero no le di importancia ya que debe ser uno de los efectos secundarios del lazo.

Se alejó y tomó un lugar bastante lejos de nosotros, creo que su Lobo le asustó.

—Ella es Rouse De LaCurt, Princesa de los Vampiros—dijo Sara al oído aun sabiendo que todos escucharían.

—Es muy hermosa—dije para todos mirándola y solo recibí una mirada de odio como respuesta.

Sebastián se me acercó al cuello y me olfateó.

—Yo solo soy tuyo—dijo a mi oído, aunque creo que fue su Lobo el que me lo dijo porque tenía los ojos rubíes.

Puse mi mano en su pecho y le di unas palmaditas.

—Ya perrito nadie te castigará—dije guiñándole un ojo, pero parece que lo de perrito no le gusto, porque me gruño.

—Tú te lo buscaste—dijo Sara al lado mío mirando a Sebastián.

—No somos perros—dijeron todos en la mesa.

Comenzamos a carcajearnos solas como unas locas mientras todos nos miraban.

—Ya—dije y levanté las manos en señal de inocencia—todos aquí puede que no sean perritos, pero tu si eres el mío—dije y sin esperar el gruñido de Sebastián le di un beso muy apasionado. 

Cuando nos separamos noté que la Vampira se había retirado.

—Te dejaré pasar eso de perrito solo por esta ocasión—contestó Sebastián con otro beso igual de apasionado.

Continuamos con la cena y platicando con la familia de temas muy diversos, desde que comeremos mañana hasta la luna de miel que disfrutarán los novios.

Eran las veintitrés horas cuando me despedí de Sara mandándola a la cama, debíamos descansar, porque en la mañana tendríamos mucho que arreglar.

Fui a mi habitación, Sebastián no estaba por ningún lado, me había dejado sola cuando me despedí de Sara. 

Me recosté en la cama con la bata de baño y me puse a revisar que todo estuviera en orden para el día de mañana.

Me quedé dormida y me desperté con Sebastián llenándome de besos.

Al ver que me desperté se quedó quieto sobre mi ombligo y me miró con los ojos rubíes.

—¿Tú eres?—pregunte, ya sabía que los Lobos se manifestaban cambiando el color de los ojos del Lobo como les explique antes.

—Mi nombre es Gregory y tú eres mi Luna—dijo el Lobo subiendo hasta mi boca y me beso apasionadamente. 

Me entregue a él, me lleno de palabras dulces y promesas, me dijo que Sebastián es un idiota y que no me cuidaría, pero que él haría lo imposible para que yo fuera feliz.

Básicamente me hizo el amor llenándome de palabras bonitas, debo decir que Gregory me gustaba realmente, mucho más que Sebastián, aunque básicamente son la misma persona o Ser, los Lobos al igual que otros Seres Sobrenaturales tienen su alma dividida en dos, pero es una sola alma, suelen tener personalidades parecidas aunque hay casos raros en los que las personalidades son completamente diferentes, su alma humana y su alma animal, por ejemplo, los Vampiros son Seres Sobrenaturales que tienen un alma entera, al igual que las Portadoras de Joyas como yo, aunque hay diferencias en el uso del Mundo Espiritual, pero es muy difícil de explicar y largo así que no intentaré darles más información, por ahora.

Me desperté de un salto y Sebastián me tomó otra vez trayéndome a sus brazos.

—Aún no ha amanecido, vuelve a dormir—dijo con la voz ronca por el sueño.

Me pegue más a él y me respondió con besos en donde estaba su marca, tomó mis pechos y yo respondí sus movimientos haciendo círculos con mi cintura, pegándome y separándome de su erección.

Terminamos agotados, pero no pudimos descansar más porque a las siete de la mañana sonó mi alarma.

Refunfuño, pero me soltó de su agarre, entré al baño y me di una ducha rápida. 

Al salir fui a ponerme ropa para hacer ejercicio.

—¿Irás a correr?—preguntó aun en la cama. 

Por todos los Dioses sí que se veía sexy desnudo solo tapado un poco con las sábanas.

—Sí, aún es temprano para revisar todo lo relacionado a la boda—conteste y me acerque para darle un beso, pero este me jalo a la cama.

—Espérame, iré contigo—dijo para luego darme un beso y salir de la habitación a toda velocidad.

Iba bajando por las escaleras cuando me alcanzó.

—Vamos niña o el que tendrá que esperar seré yo—dijo pasando por mi lado.

Se puso un pantalón de deportes y una sudadera que se dejó abierta. 

Que los Dioses me ayuden no me puedo resistir a sus músculos bien marcados.

Estuvimos corriendo por toda la propiedad hasta que sonó mi alarma de las ocho y nos dispusimos a regresar, entramos a la ducha juntos y me hizo el amor una vez más, este grandulón no se cansaba con nada pensé cuando ni siquiera se le notaba agitado al finalizar nuestro acto.

—No me voy a cansar de esto jamás—dijo aún excitado cuando terminamos.

Salimos de la ducha y comencé a prepararme para salir del baño con mis rituales de la mañana.

—¿Te has puesto a pensar lo que vendrá después de este fin de semana?—dije mientras me pasaba crema por las piernas.

—Sí, tu eres mía y yo soy tuyo—dijo mientras me abrazaba por la espalda—esto es una muestra de eso—concluyó mientras me daba pequeños besos por todo el tatuaje de mi espalda.

—No es así de sencillo—dije dándome vuelta—tú tienes una vida y yo tengo la mía—seguí mientras lo miraba a los ojos.

—Lo sé hermosa—dijo para luego darme un pequeño beso—vivo para ti—comento y volvió a besarme—luchare por ti—agregó junto a otro beso más—y si es necesario renunciare a todo por ti—concluyó y volvió a besarme.

Lo miré por unos segundos y luego lo abracé, me quedé así con mi cabeza en su pecho durante unos minutos hasta que me solté de su agarre y empecé a moverme por todos lados.

—Tengo muchas cosas que hacer—dije mirándolo—si vas a estar detrás de mí no me molestes, hoy es el día de Sara y no dejare que lo arruines con tu humor de perro posesivo—dije y le guiñe el ojo, pero solo me respondió con un gruñido.

—Recuerda que mi hermano será su esposo—dijo mientras me apoyaba su erección.

—Guárdate eso para otro momento—dije mientras señalaba sus partes.

—Me lo guardare solo para ti hermosa—dijo apoyándome su erección nuevamente.

—Podemos estar todo el día hablando de qué hacer con tu asunto, pero yo tengo cosas que hacer—dije e intento agarrarme, pero le mostré mis anillos y los hice brillar uno a uno a modo de amenaza. 

Tenía seis en la mano derecha y cinco en la izquierda, cada uno tenía una tarea por así decirlo, aunque tenía más joyas básicamente las iba subiendo de nivel y así me iban quedando las anteriores siempre, estas no se desechaban cumplían otro propósito en mi vida, así que las mantenía guardadas, la única joya que no podía "subir de nivel" es la joya de mí nacimiento, una joya que mis padres hicieron para mí, una especie de tradición entre los Portadores de Joyas, esa me acompañará por el resto de mí vida, según los dones de los padres que la crearon es su poder, por eso en mí Raza la descendencia tiene sus beneficios.

Levantó las manos en señal de paz y me dejó salir de la habitación.

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