Capítulo 1: Dama de honor

*Reichel*

Prendo la calefacción porque hacía unos siete grados de temperatura, pero para mi estaba bajo cero ya que yo jamás fui de esas personas que con un saquito están bien, básicamente tenía que tener capa tras capa de ropa para no estar tiritando de frío, afuera caía una fina llovizna que hacía que ni siquiera tenga que prender los parabrisas, me gustaba el ruido suave que se escuchaba por la llovizna, la música de la radio no estaba tan alta tampoco, no era de mi gusto escuchar música a todo volumen, si ya lo se, tengo gustos extraños y hasta parezco caprichosa.

Iba en el auto y me dirigía a donde se realizaría la boda de mi hermana y mejor amiga, Sara Lorassa.

Voy conduciendo hasta que el celular me distrae con una llamada entrante.

Llamada telefónica…

—Alo—digo silenciando la música y pongo la llamada en altavoz sin dejar de prestarle atención al camino.

—Hola hermosa, ¿en dónde estás?—contesta con alegría la novia y me pregunta desde el otro lado de la línea.

—Según el GPS llegaré en diez minutos, ¿si quieres dejo el auto encendido para escaparnos?—digo en broma, aunque ella sabía que era capaz de hacerlo.

—Ella no se quiere escapar—dice una voz, escucho como John grita del otro lado de la línea—Jajajaja eres una tonta (no lo apagues)—susurra al final y no me puedo aguantar la risa.

—Dejando de lado tu futura pesadilla, ¿ya llegaron las flores?—preguntó para cambiar de tema porque ya sabía que hacer al llegar a la casa.

—Perfeccionista te dará un ataque, no aun no llegan—contesta Sara sabiendo lo que le responderé—llámalos más tarde, esperemos un poco más—dice intentando calmarme, sin éxito.

—¡Sara! deberían estar ahí desde primera hora, te corto en cinco minutos estoy ahí—digo y sin darle tiempo de responder cortó la llamada.

Me detengo a un lado del camino y llamó a la florería, me pongo a discutir con el recepcionista, que sin poder darme una respuesta concreta me pasa con el supervisor, que de igual forma me pasa la llamada para terminar hablando con el dueño del negocio, que me jura por la reputación de su local que tendrán las flores listas para mañana.

Llamada telefónica…

—Lamento la tardanza señorita Luchestember, prometo llevárselas yo mismo mañana a primera hora—dice intentando estar tranquilo y hablar con profesionalidad.

—Espero que así sea o yo misma iré a buscar las benditas flores—digo y respiro profundo—muchas gracias por atenderme y lo estaré esperando mañana—concluyó ya más calmada.

Me saluda y cortó la llamada ya más tranquila. 

Me pongo en camino otra vez. 

Maldito clima pienso, por suerte supuestamente mañana mejorará y el domingo será un día hermoso.

Veo la casa desde lejos, la familia de John es muy adinerada e importante en el Mundo Sobrenatural, aunque Sara no se queda atrás, ella es una doctora reconocida por todo el trabajo de investigación que realizó en estos últimos años sobre el cáncer y su cura, han avanzado mucho con los estudios y aunque aún no encontraron una cura definitiva, cada día mejoran en los tratamientos y ayudan en casos más avanzados, salvando vidas.

Obvio yo le ofrecí cualquiera de mis propiedades para la boda, pero los detalles de John hicieron que la fiesta fuera en este lugar. 

Si no entendí mal, aquí hay un santuario que ha pertenecido a su familia desde los primeros tiempos, me encantara el lugar, ya llegando a la entrada puedo sentir la energía que despide, dicen que la Diosa Luna descendió a este lugar específicamente en los primeros tiempos, por eso la familia Real de los Lobos usa este lugar para sus uniones y ceremonias más importantes.

Por fuera la casa se ve inmensa, con un estilo renacentista, al menos tiene que tener treinta habitaciones, Sara me platico que en la casa solo habría unas veinticinco personas, pero que el lugar estaba preparado para recibir a cien invitados sin ningún problema, ya que la propiedad contaba con varias casas para invitados, un jardín, una alberca con piscina climatizada, una caballeriza, y a unos pocos kilómetros se podía ir al lago que daba paso la propiedad. 

La boda sería en el jardín y se acercaría al lago, más de doscientos invitados estarían presentes el domingo, pero entre hoy y mañana solo seriamos unos cincuenta como mucho. 

Sara sabía lo nerviosa que me ponía ser el centro de atención, pero me dijo una y otra vez que pensara que esto sería como una obra más y que yo era la directora del proyecto, cosa que así era ya que había organizado todo, desde el más pequeño de los detalles hasta la decoración y los platillos. 

Sara no es mi hermana, pero prácticamente nos criamos juntas, la conozco como nadie y eso me ayudó a organizarle la mejor de las fiestas, desde las flores hasta la luna de miel que disfrutará con su futuro esposo.

Al llegar a la entrada veo como Sara me hace señas y nuestras miradas cómplices hacen que John no la deje avanzar al auto.

Bajo acomodándome el tapado que llevaba encima y caminó hacia ella.

—No se escapará—digo y le guiño el ojo a Sara y ella sale corriendo a mis brazos zafándose del agarre de su novio—sabes que puedo sacarnos de aquí sin ningún problema—susurró al oído, aunque sabía que él me podía escuchar.

John se acercó a nosotras al escuchar el susurro.

—Bienvenida, ¿Cómo estuvo el viaje?—pregunta mientras Sara me suelta el abrazo y me da un pequeño beso en la mejilla a modo de saludo.

—Genial, ya solucioné el tema de las flores—dije y apenas terminó Sara me lanzó una de sus miraras de “Rei cálmate”—¿podemos pasar? Me congelo—dije e inmediatamente John se me acercó para susurrarme.

—No la pudiste convencer—dice burlón muy bajito.

—Aún tengo dos días más—digo en broma de la misma manera, pero su cara casi me mata, si es que las miradas pueden hacer daño, está lo lograría.

—Hey ustedes dos, no quiero quedarme sin hermana o sin futuro esposo tan rápido, aun soy joven—dice Sara y le hace una seña a John para que me ayude con las valijas mientras ella me lleva adentro.

Pasamos a la casa y debo decir que la familia Bleer si tiene un buen gusto el recibidor era precioso, aunque por fuera la casa se veía con un estilo renacentista por dentro tenía detalles barrocos y rococó exquisitos, se podía escuchar a toda la familia en uno de los salones contiguos al recibidor.

Estando en el recibidor tomó a Sara del brazo y le digo que vayamos a la habitación para ponerme algo más cómodo, ya que la casa estaba bien climatizada y yo estaba como una cebolla de tantas capas de ropa que llevaba, ella deja a John abajo y nosotras subimos con mis maletas a la que sería mi habitación por los siguientes cuatro días.

Al entrar a la habitación no puedo dejar de moverme mientras Sara se sienta en la cama y yo comienzo a ordenar todo. 

Me mira con su cara de “Rei cálmate”.

—Ya se, ya se—digo y le hago señas con las manos—¿qué tal la familia? mira que aún hay tiempo de salir corriendo—digo a lo que Sara me responde con una carcajada.

—Te recuerdo que pueden escucharnos—dice y pienso que es cierto, me tapo la boca como si eso cambiara algo.

—Que yo sepa no deberían de hacerlo—digo levantando una ceja.

—No, pero desde que nos enteramos que viene el bebé, John no quiere que esté sin vigilancia—dice sobándose la panza con ambas manos.

Me acerco a ella y pongo mi mano en su panza no puedo evitar sentir al bebé o mejor dicho a la beba.

—No le pasara nada a mi sobrina—digo apoyándome en su hombro con delicadeza.

—¡Rei!, ¿ya sabes que va a ser?—grita y sin esperar mi respuesta veo como John llega saltando a donde estamos para abrazar a Sara y llenarla de besos.

Los dejo con sus arrumacos mientras yo continúo dejando mis cosas en el closet—vestidor y acomodando las cosas como mejor me parecía.

Este cuarto era enorme, me encanta, tenía un tamaño considerable, closet vestidor y baño completo con tina y todo, un balcón que daba al jardín y la vista era increíble.

Luego de unos minutos John me toma en brazos y me hace girar para luego darme un fuerte abrazo, sin esperar que le diga algo sale de la habitación dejándonos solas otra vez. 

Miro a Sara con cara de “¿qué fue eso?”.

—Está feliz, en la última ecografía no se dejó ver—dijo Sara haciéndome señas de que me siente con ella en la cama.

Antes de que ponga su cara de “Rei cálmate” me acerco.

—Pues me sorprende que demuestre esas cosas sabiendo cómo soy—digo acomodándome a su lado.

Nos tiramos en la cama sin decir más y nos pusimos a ver el techo.

Siento como Sara se entristece.

—A ellos les hubiera encantado estar aquí—dijo Sara acercándose a mí para abrazarme, al principio no la abrace, pero al sentir que lloraba no lo dude y la abrace con más fuerza intentando calmarla.

A pesar de que nos considerábamos hermanas no lo éramos, nuestros padres eran muy buenos amigos y prácticamente nos criamos juntas. 

Al morir mis papás los suyos me cuidaron y hace dos años cuando ella comenzaba su relación con John, Margaret e Ithan fallecieron en un tsunami en Japón. 

Por suerte Sara se quedaba conmigo en New York y no estaba con ellos en el viaje que habían realizado para participar de unas conferencias médicas en Tokio.

Pasamos varios minutos en silencio hasta que John nos invitó a bajar desde el otro lado de la puerta. 

A él no le gustaba verla llorar, los Lobos son muy sobreprotectores con las hembras en su Raza, pero sabía que si entraba haría que Sara se quedara en silencio y no sacara todo afuera, y si me veía llorar a mi recibiría varios golpes en las pelotas sin dudas.

—Ya voy a bajar—dijo Sara separándose de mí.

Se levantó de la cama y pasó al baño a arreglarse un poco las huellas del llanto.

Cuando salió del baño ya renovada me dijo que me esperaría abajo. 

Le di un beso y le dije que me iba a poner algo más cómodo, en ese instante me lanzó una de sus miradas de “Rei cálmate” y largo una carcajada liberadora.

—Sí, sí, sí ya sé, no tardaré mucho—digo levantando las manos como si fuera inocente.

Sale de la habitación a toda velocidad sin antes gritar en el pasillo “me acabaré todas las galletas especiales” y una fuerte carcajada. 

Me acerque a la puerta y le lance mi mejor grito de “no te atrevas”.

Luego de acomodar toda la ropa y dejar arreglado el cuarto, me pongo un vestido cómodo, bajo y me dirijo hacia donde está todo el bullicio.

La casa me encanta, tiene un estilo barroco con toques rococó, pinturas y estatuas decorativas por todos lados y ni hablar del cielo raso decorado tan finísimamente que me hacía no parar de mirar hacia arriba.

Y ahí estaba yo llegando a un salón con al menos veinte personas que dejaron de hablar apenas me percibieron.

—Buenas tardes—dije y fue lo único que salió de mí, creo que me puse como un tomate, porque sin dudarlo Sara se puso al lado mío para presentarme.

—Familia les presento a mi hermana, Reichel Luchestember, Rei ellos son…—dijo y sin dejar que termine de hablar Sara un hombre me tiró contra la pared sujetándome fuerte y se puso a oler mi cuello.

No entendía qué sucedía, el movimiento fue muy rápido y estaba algo aturdida, solo distinguí que Sara al intentar acercarse fue detenida por John que le dijo algo al oído y la cara de ella cambió de susto a sorpresa.

—Hola—dije y fue lo único e intenté hacer que se alejara de mí… por las buenas.

Pero de nada sirvió el solo me sujetó con más fuerza. 

Y antes de que pudiera hacer algo Sara me lanzó una de sus miradas de “Rei cálmate”.

—John has que se separen o le va a doler—dijo Sara dando un paso adelante, pero John no la dejó continuar, sino que fue él el que siguió adelante.

—Sebastián cálmate—dijo John al fortachón que solo le respondió con un gruñido.

—Así que Sebastián, porque no dejas de invadir mi espacio personal, por favor—digo al oído del grandulón aun sabiendo que todos los presentes me escucharían.

Alzo su cabeza de mi cuello, guau sí que era guapo, en ese movimiento rápido que hizo no pude notar que tan alto era ni que sus facciones eran griegas, tenía un metro con noventa y cinco centímetros o fácilmente llegaba a los dos metros, con cabello negro corto y algo de barba que lo hacía parecer más maduro de lo que era, tendría unos veinticinco o treinta años, aunque si era un Lobo tranquilamente solo los aparentaba, apenas me dio chance me aleje de la pared y me puse a una distancia suficiente para no sentirme incomoda.

Ya sabía lo que había pasado, hace dos años lo pase con John y Sara, solo que yo no era la que habían puesto contra la pared.

Antes de que diera un paso más levanté mi mano y sin dudarlo lo hice dormir.

—¡Rei!—gritó Sara yendo a donde Sebastián había caído como un costal de papas.

—Solo dormirá durante unas horas—dije a Sara levantando las manos en mi defensa.

Y salí de ahí prácticamente corriendo, me metí en la que era mi habitación y sin dudarlo me metí en la ducha.

Carajo no duró ni siquiera cinco minutos dormido, se metió conmigo en la ducha y comenzó a besarme…

Varias horas después…

Desperté en la cama, ya era de noche, me dolía todo el cuerpo y lo poco que recordaba concluía en que el grandulón que tenía al lado mío desnudo era Sebastián.

Me despegué de él, necesitaba ir al baño, entre intentando no hacer ruido para despertar al que ahora era mi compañero destinado por la Diosa Luna.

No tardé en darme cuenta lo que había sucedido, me miré en el espejo durante unos segundos completamente segura de que lo que veía no era nada bueno.

Salí del baño a toda velocidad y me puse una de mis batas y fui en busca de Sara. 

Estaba abajo con el resto de la familia en uno de los salones de la casa.

—¡Completo el maldito lazo!—grité sin ningún cuidado al llegar al salón donde estaba reunida la familia.

Todos los presentes se me quedaron viendo, Sara se intentó acercar a mí, pero el fortachón griego me tomó por detrás y me sujetó sin ningún tapujo.

—¡Suéltame!—dije y sin esperar la reacción lo lancé al otro lado del salón.

Mis anillos comenzaron a brillar uno a uno para luego quedar apagados todos.

“Es una Portadora de Joyas” dijeron todos los presentes en el salón al unísono. 

Sara intentó acercarse a mí, pero John la frenó, ella se soltó de su agarre y se puso delante de mí tomando una de mis manos.

—El idiota me marco—dije y fue lo único que pude decir. 

Estaba avergonzada y furiosa, pero a la vez no podía dejar de pensar en el idiota que sin dudarlo me unió a él para el resto de nuestras existencias.

—Debes calmarte Rei, todo va a estar bien—dijo Sara intentando que me calmara.

—John aún no lo ha hecho y tú esperas una hija de él—contesté intentando respirar profundo para calmarme.

Sara tomó mi cabeza y me abrazó, sin esperar a que me calmara me llevó a la habitación.

Pasamos por al lado del grandulón que solo se me quedó mirando o comiéndome con su mirada, la verdad no sabría decir si su cara era de odio por haberlo lanzado al menos cuatro metros de mi o de pasión y deseo.

Llegamos a la habitación y Sara me pidió ir a la ducha, ella sabía cuál era la única forma de calmarme.

Hacia eso desde los doce años, fue después de enterarme que mis padres habían fallecido en el accidente, estaba lloviendo y salí del hospital, me quedé debajo de la lluvia al menos hasta que vinieron Margaret y Sara para llevarme adentro. 

Ella dice que es el sonido lo que me calma, porque lo intente en piscinas y no funciona, así que el agua no es.

No necesito súper oído para escucharla gritar, creo que discute con John y él discute con el grandulón, creo que se llama Sebastián la verdad es que no me importa, en este momento solo pienso en matarlo, unirme a él sin dudas fue un grave error.

Cuando le dije a Sara lo que era John no dude en amenazarlo, yo conocía todas las costumbres de los Lobos, va de cualquiera de los cambia formas que existen, mi papá me había enseñado bien, y lo que no me pudo enseñar lo aprendí con los años, me dejaron no solo una gran fortuna, sino también un conocimiento que a pesar de intentarlo no me lo puedo terminar de aprender.

Fui muy clara con él, no la marcaría hasta que estuvieran unidos como lo que era Sara, humana. 

Eso de que ella le pertenecía no me importaba y si no la enamoraba realmente iba a hacer lo imposible por separarlos. 

John ya sabía lo que yo era así que tomó muy en serio mi amenaza. 

Citas y más citas, regalos, viajes, dos años de cortejo y un embarazo por fin hicieron que John me pidiera permiso para casarse. 

Ya lo había hecho antes, pero yo siempre me rehusaba a la idea, sabía que si eso sucedía perdería a mi hermana para siempre, aunque yo era un Ser espiritual no era longeva o inmortal como otros Seres Sobrenaturales, al menos no por ahora, ya que sin un lugar en la sociedad como Portadora de Joyas solo era una humana más.

Los gritos continuaron y se hicieron más notorios cuando salí de la ducha.

Sara entró al baño al escuchar que la ducha se había apagado. 

Se quedó viéndome mientras yo me veía en el espejo de la pared, podía verme completamente, cada una de las señales que me hacía la compañera de Sebastián.

—Te ves hermosa—dijo intentando sonar positiva—él está afuera y dice que si siguen separados te comenzaras a lastimar—continuó con una mano en mi hombro y otra en su panza.

Conocía esa cara, Sara me tenía miedo.

—No te haré daño, y lo sabes, ¿a él? Puede que sí—dije guiñandole el ojo.

Eso sirvió para que se calmara.

La abrace tan fuerte como podía en su estado. 

Sentía necesidad de estar con el idiota, una fragancia, su fragancia, aunque yo no tenía el olfato de los Lobos podía percibir de otras formas las esencias vitales del grandulón.

John entró al baño con nosotras, sin levantar la vista. 

Si había algo que los Lobos respetaban eran los compañeros de otros Lobos, más cuando estos ya estaban enlazados, los tenían que respetar porque podían sentir las miradas y ni hablar del deseo o la pasión que causaban en otros, así que básicamente lo posesivo que eran por naturaleza se intensificaba cuando los sentidos ayudaban a eso.

—No puedo detenerlo más, Sara ven conmigo—dijo extendiéndole la mano a su futura esposa.

—Ve, voy a estar bien, se defenderme sola—dije poniendo cara de no tengo muchas opciones.

Salieron del baño y cuando iban saliendo de la habitación Sara le dijo a Sebastián que no me lastimara o él iba a salir más lastimado.

Me terminé de secar, me puse una bata y nada más y después de un fuerte suspiro salí del baño.

Ahí estaba él, sentado en la cama, mirándome como si de una joya preciosa se tratara.

Di la vuelta a la cama, dejando que él me diera la espalda. 

Me acomode debajo de las cobijas, aunque no las necesitaba, tenía calor, mucho calor, eran los efectos secundarios del enlace, estaba excitada y deseosa, no podía dejar de pensar en que ese hombre que estaba ahí me pertenecía, que no había nadie más que podría satisfacer este deseo, solo él.

Me abrazó y comenzó a olfatearme, me acarició lentamente y no pude evitar reírme cuando toco mis costillas con suavidad. 

Él se alejó un poco de mí y me miró.

—Te amo—dijo sin dejar de mirarme para luego comenzar a hacerme el amor.

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