Cap. 3 El rey petulante y la princesa orgullosa

“No todas las princesas están hechas de azúcar y dulce, algunas tienen impregnada el perfume de la maldad”

Astrid era bella, sin duda una joya para lucir en las más exquisitas reuniones. La admiró de forma descarada.

—Bien, impresionante…—comentó.

Astrid vio en esas palabras petulancia extrema.

—¿Osa cuestionar mi belleza, señor?

—No podría… Eres muy bella.

Ella sonrió, pues, sabía que su belleza era su mejor arma y lo que siguió después fue el colmo.

—Pasaste la prueba de la belleza, ahora falta la de la cama, ¿qué tan buena eres?

Todos quedaron con la boca abierta y la princesa enrojeció e intentó paliar el momento.

—Su sentido del humor es famoso.

—¿Quién bromea?

El mayordomo entonces le dijo al altanero.

—Rey de Vraelon, por favor considere que está delante de una princesa.

Menuda situación, ella lo miraba arrogante y altanero que deseaba poder bajarle los humos. Entonces dijo con sutileza.

—Por mi parte estoy complacida con la belleza de vuestra majestad.

La comitiva real llegó en esos momentos y Rob le dijo:

—Señora, señor, vinimos a acompañarlos.

Rob estaba impresionado con la belleza de la futura reina, al menos fea no era…

—Acompañemos a la futura reina al palacio—propuso él.

Tuvo que acceder a regañadientes, lo cierto es que ese era el inicio de una guerra personal entre Astrid y Edward.

El banquete

Como correspondía a tal personaje se dio un banquete colosal, la Reina Madre elogiaba a la bella princesa de Uldrick.

—Es un honor tenerla entre nosotros, su belleza sobrepasa todo lo dicho.

—Lastimosamente, su nieto no es conocido por su hospitalidad.

La Reina Madre sonrió y le dijo a la joven.

—Es joven, poderoso y eso a veces envanece, por eso necesitamos una mujer sensata, fuerte y de carácter para doblegar ese ímpetu.

—Él me aceptará, no fui entrenada en el arte de las pasiones en vano.

La reina Madre sonrió, pues, sabía que las artes de una mujer en la cama podían doblegar espíritus.

Edward estaba bebiendo un poco de vino y entonces Rob le dijo a su amigo,

—Es una reina digna de tu majestad.

—No tanto como una Ninfa.

Rob le preguntó:

—¿En verdad viste a una Ninfa?

—Vi sus ojos—dijo en tono apasionado—se confundían con el verde esmeralda del río, usaba unas flores rojas en su cabello…

—Debió ser toda una visión.

La princesa se acercó a ellos y le preguntó a Edward.

—¿Qué demostración me dará de su afecto, alteza?

—Um…

Ella sonrió ante su mutismo y le dijo:

—Yo le daré mi pureza y mis artes del placer, ¿usted que me dará?

Edward meditó un poco y le dijo a la bella mujer:

—El título de reina, ¿qué más puedo darle, señora?

—¿Y su corazón?

Él se rio irónico y le dijo a la bella mujer.

—Querida Astrid, un hombre no puede vivir sin corazón y a mí me encanta que el mío esté donde debe de estar.

Entonces se retiró dejándola llena de ira y maldiciendo su destino de ser la esposa de un petulante rey.

Rumores de boda

Todo el reino de Vraelon hablaba de la hermosa reina que tendrían. Gerald cargaba unos leños para calentar la cabañita que habían parado entre su prima y él y vio a Acsa remendando una ropa.

—Leña lista.

—Preparé té.

Ella fue a encender el fogón y su primo le comentó.

—Todos allá fuera hablan de la boda real, el rey desposando a una bella princesa.

—Bueno… Suerte tienen algunas—recordó al rey en el río.

—Pues no sé si sea suerte o un mal necesario, lo cierto es que serán días movidos por aquí…

Vio a su primo sacar de debajo de la cama unas tablillas y lo vio comenzar a tallar.

—¿Qué es lo que haces?

—Dejo constancia de nuestro legado como descendientes de Salem—tallaba uno de los símbolos.

Acsa se acercó y al ver los símbolos sus ojos brillaron y se sintió mareada.

—Cielos.

—Acsa—la ayudó a sentarse—¿lo sentiste?

—Fue tan fuerte… Pero, ¿qué es?

—Es el poder de nuestro legado, solo nosotros, los de Salem, podemos activar la fuerza de la tablilla mística.

Su primo le contó.

—Todos los hombres de Salem a los 11 años debemos saber el significado de cada símbolo y también como poder canalizar la fuerza que representan…

“Agua, fuego, tierra y aire… Pero el quinto símbolo es el Espíritu y es allí que todo se activa. Sin el Espíritu lo demás queda inactivo y es allí donde nuestro conocimiento que no está en la mente—señaló su cabeza—que viene en nuestro ser interior lo puede activar.

Acsa acarició las tablillas y entonces vio la llama.

—¿Por qué tiene forma de llama?

—Según recuerdo es como un fuego que quema dentro, si activas ese fuego los demás símbolos se activarán—sonrió y le dijo a su prima—he estado practicando un poco y apenas hago que se muevan las hojas.

Entonces su prima comprendió todo.

—Es por eso que se fueron contra nosotros.

—Es cierto Acsa, aunque éramos un pueblo pacífico, muchos tenían miedo de nuestro poder.

Era triste y ahora eran esclavos del reino Vraelon y parecía que ese sería su destino.

Días de fiesta

Para celebrar el acontecimiento, nobles y reyes iban a Vraelon a desearle los debidos respetos a la pareja real.

Muchas consideraban a Astrid como la mujer más afortunada del mundo, pues se casaría con uno de los reyes más poderosos de todos los tiempos.

Se dieron una serie de eventos para cautivar a los presentes, desde torneos, fiestas y cabalgatas, todo tipo de hazañas que relajaron a todos y bailes para admirar a la futura reina, en donde más de uno elogiaba la belleza de la princesa de Uldrick.

Entonces llegaron los esponsales.

El salón estaba decorado con los estandartes de Vraelon y de Uldrick, además de una iluminación majestuosa con lámparas con cientos de luces que colgaban de los techos. El ambiente era solemne, en el altar estaba el sacerdote de Istar y su corte, todos ataviados con la indumentaria ceremonial, hacían oraciones para que los dioses favorecieran el matrimonio de su rey amado.

Edward acomodaba su traje ceremonial, cuando su abuela entró.

—Edward.

—Abuela.

Ella lo contempló detenidamente, se parecía a su hijo en mucho y comentó.

—Hoy darás un gran paso en tu reinado y asegurar el trono de Vraelon con un heredero—acomodó su capa—debes comportarte a la altura de todo… Las oraciones están siendo realizadas en este momento por nuestros sacerdotes, los dioses estarán a tu favor dentro de poco.

Él asintió y ella le dijo:

—Me estoy esforzando por descubrir los secretos de las tablas de piedra y cuando lo haga, te enseñaré a dominar el poder más grande… Solo te pido un heredero al trono.

—Haré todo lo que esté a mi alcance.

Ella acarició su rostro y le dijo a su nieto.

—No me importa si después tengamos que deshacernos de la princesa de Uldrick, pero antes de eso debes asegurar un hijo al trono.

—Está bien abuela.

Fue con ella hacia el salón en donde se celebrarían los esponsales.

La bella princesa estaba divinamente ataviada de púrpura y llena de joyas que la hacían verse más impactante, sus doncellas le daban los últimos toques y una de ellas le pasó un frasco negro, sonrió.

—El secreto de las mujeres de Uldrick en una botella—lo abrió y percibió el aroma embriagante—esto debe ser suficiente.

Pensó en que ningún hombre se podía detener ante el aroma afrodisiaco del perfume elaborado por las sacerdotisas de su pueblo.

—Este es un poderoso afrodisiaco que ningún hombre puede resistir.

Le anunciaron que el momento había llegado y fue con su corte hacia el altar en donde el rey Edward la esperaba.

Edward estaba apático con lo que estaba sucediendo en su vida, si bien Astrid era bella y podía ser un deleite tenerla, no movía su interior y eso era peligroso, porque después de tener ese acercamiento con la bella Ninfa y ver esos ojos verdes, solo podía pensar en volver a verla. El sacerdote preguntó.

—Rey Edward, ¿acepta como esposa a la princesa Astrid? ¿Rey? ¿Señor?

—Ah… qué…

Era demasiado humillante ver la indiferencia que ponía Edward en el asunto y le volvieron a preguntar.

—Señor, ¿acepta como esposa a la princesa Astrid de Uldrick?

—Esteee… Sí, claro, por supuesto.

—Princesa…

—Acepto—dijo ella con vehemencia.

—Por el poder que los dioses me confieren, os declaro marido y mujer, Rey y reina de Vraelon.

La corona fue traída en esos momentos en un hermoso cojín, todos admiraban el acto, muchas con envidia, otros con solemnidad. Le dieron la corona a Edward, él debía coronar a su reina y al tomarla reflexionó en los ojos de la Ninfa y en que si pudiera la buscaría en todo lo largo del río con tal de coronarla. Astrid esperaba el momento en que la corona descendiese y vio la duda de Edward, entonces se levantó ligeramente y su cabeza embonó en la corona y ya era la virtual reina de Vraelon. Todos se inclinaron frente a ella y ella radiante sonreía triunfal, lo había conseguido, era la reina de un poderoso reino y nadie le quitaría ese honor. En ese momento el destino de Edward y de la bella Astrid fue sellado.

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