Su Gracia
Anastasia

Luego de preguntarle a Phillips si sus «placeres» era ir a las tabernas, se giró sin contestarme mirándome por encima del hombro, saliendo de mi presencia como si fuera una simple sirvienta. ¿Quién se creía para tratarme de ese modo? Caminé con prisa hasta alcanzarlo, no iba a soportar una vida así; por eso lo confronté.

—Disculpe Su Gracia —dije irónica.

—¿Ahora qué deseas? —contestó estoico como si fuera una polilla a la que quería aplastar.

—Vos decís que debo ser sumisa siguiendo vuestras normas, y yo os digo que antes de haceros caso prefiero mil veces el exilio. Al menos ahí podré disfrutar de los placeres que algún buen samaritano quiera otorgarle a una doncella —lo desafié altanera.

—¿Crees que puedes manejarme? Conocerás de lo que soy capaz por osar faltarme el respeto. —Dice cogiéndome del brazo y entrando en la casa. Sube conmigo a rastras hasta estar en la puerta de mi recámara, me empuja dentro y cierra con llave.

—¡Hasta que no te comportes como una verda
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