LA CHICA DEL VIOLÍN. CAPÍTULO 31. ¡¿Pero hay boda, o no hay boda?!

Paris era indudablemente la ciudad del amor, pero aquel espíritu de romance solo había logrado que Maya sintiera una nostalgia infinita por Lucio. Era imposible no pensar en él en cada rincón, en cada esquina, en cada momento… y era aún más difícil no extrañarlo.

El concierto de aquella noche no fue una excepción. El auditorio estaba lleno de gente, todos los asientos ocupados por expectantes admiradores que ansiaban ver a la famosa violinista italiana. Desde su posición en el camerino, Maya podía escuchar los gritos y aplausos que la recibirían al salir al escenario, pero no se sentía con ánimos para tocar. Su corazón estaba demasiado lejos de allí.

Cuando salió al escenario, no pudo evitar que sus ojos se humedecieran, pero igualmente dio todo de ella para hacer de aquel concierto tan único como todos los demás. El público se puso de pie para ovacionarla cuando terminó, y después de agradecer y saludar, Maya se retiró a su camerino.

—Señorita Di Sávallo, hay un admirador que quiere
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