CAPÍTULO 4

Corro de inmediato hacia la pantalla y miro la fecha del día de hoy: 14 de febrero, es la misma del lunes de la semana pasada. Y precisamente, día de San Valentín.

¡¿Qué clase de broma pesada es esta?!

Busco en mi correo electrónico el borrador de la novela que envié la semana pasada a la editorial y veo que no ha sido enviado... ¿Pero cómo? ¿Cómo es posible que haya podido regresar en el tiempo, o más bien, soñar con el futuro?

—¿Camila? —Mi jefe de nuevo me habla.

—S-sí, señor. Voy en camino, nos vemos en un m-momento...

Cuelgo y dejo el móvil a un lado.

¿Qué significa esto?

«Okay, Camila... —inhalo y exhalo profundo—, no pasa nada, creo que fuiste al futuro o volviste al pasado como Marty Mcfly... No pasa nada...», me doy aliento.

A partir de ese momento empiezo a susurrarme cosas a mí misma, pero sólo consigo reírme un tanto nerviosa. Creo que estoy a punto de tener un ataque de pánico. Observo el borrador del correo dirigido a la editorial Rogers y lo elimino de inmediato, no quiero pasar otra vez por aquel fracaso con mi libro.

Preparo una taza de café y tomo una ducha rápida, me pongo unos jeans oscuros y una blusa cuello alto de color vino. No tengo tiempo de escoger ropa bonita ni desenredar mi cabello, así que lo peino con los dedos y salgo corriendo hacia el elevador para usar mi auto. Normalmente no lo hago, pero hoy el caso lo amerita.

Minutos después llego a la editorial y me echo a correr por los pasillos hasta llegar a la sala de juntas.

—¡Hola Willy Wonka, te ves idéntica con el cabello así! Es broma, es broma...

Ay, por Dios... ¿De nuevo se repite eso? Tengo que estar borracha o en una pesadilla. Aly se acerca y me da un beso en la mejilla. La fulmino con la mirada.

—No tolero el bullying... —Le doy un pellizco en el brazo.

Se burla de mi pelo, ya que se ha quedado dentro de mi abrigo y aparenta verse muy corto y lacio.

—¡Ouch! Eso dolió... —susurra por lo bajo cuando los jefes entran en la sala.

Todo está ocurriendo de la misma forma que hace unos días. Le he pedido ayuda a los cielos, a Buda, al papa y a mi difunta abuelita Macarena para despertar de esta pesadilla. Pero no ocurre nada, solo continúa pasando y me desespero mucho más.

Al finalizar la reunión, tengo un dolor de cabeza terrible y unas ganas de irme a la cama y despertar de nuevo en el día correcto, sin embargo, debo continuar trabajando e ignorar que me encuentro viviendo un Déjà vu o algo similar.

Me remuevo ansiosa en el asiento, me pregunto qué ocurrirá ahora si nunca envío mi novela a la editorial Rogers, la que se supone que ayer rompió contrato conmigo. Si no la envío, ¿qué podría cambiar?

El monitor emite el pitido característico de cuando llega un nuevo mensaje a mi correo electrónico. Ya me da hasta pánico ver el reloj o mi correo de autora. ¿Podría tratarse de la editorial? Pero si no he vuelto a enviar aquel mensaje recomendando una revisión a mi novela, no tendría sentido que sean ellos. Me siento frente al computador y reviso el correo, para después ver que se trata de un viejo amigo que propone venderme su pequeña editorial a un precio bastante cómodo y la cual puedo pagarle por cuotas mensuales o de inmediato.

¡Eso sería estupendo, más que estupendo! Siempre he soñado con tener mi propia editorial. Entonces de repente mis ánimos parecen renovarse y volverme feliz. Me emociono de inmediato y le respondo que me interesa, no espero un par de minutos y me pide que nos veamos ya, en la misma cafetería donde firmé contrato hace unos días. Qué curioso... ¿Acaso el destino juega conmigo y mi cordura?

Sonrío y tomo mi bolso. Mi jefe no está, así que salgo a toda prisa para tomar el elevador e ir a nuestro encuentro. Minutos después llego al lugar, antes de entrar observo mi horrible ropa, pero ya es demasiado tarde para arrepentirme. Al diablo con el glamour, no siempre he estado muy capacitada para saber vestirme bien. Doy unos cuantos pasos mientras que busco a mi amigo y acomodo mis lentes de aumento, se encuentra a unos cuantos metros y me saluda batiendo la mano. Al caminar distraída, siento que mi cuerpo choca con alguien y el líquido helado que cae sobre mi pecho me hace gritar asustada.

—Disculpe... —Mark me mira a los ojos y muestra una leve sonrisita que imito de inmediato. —¿Nos conocemos de algún lugar?

Miro nuestras camisas manchadas de té y de nuevo nuestros ojos se cruzan, haciendo que se me olvide hasta el nombre.

—Lo mismo te pregunto...

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