Capítulo 2

CAPÍTULO 2

La locura internacional estaba a la vuelta de la esquina. Desde que Gaby me soltó aquella noticia como si fuese un comentario más me hizo revivir momentos de adolescencia en cuestión de segundos. 

Como pequeños flashback de mi pasado apasionado por Kim, mi actor favorito. 

Nunca tuve la oportunidad de ir haberlo o coincidir en alguna entrevista y que estuviera en New York me emocionaba muchísimo. Conseguí la dirección gracias a un viejo link de una red social que tenía en donde había un grupo de fans de Kim que ya no miraba. Gracias a Dios, también estaba en todos los portales de noticias de farándula avisando a dónde se presentaría y a qué hora.

Era fácil llegar a donde él estaba dando conferencia, así que, sabiendo aproximadamente el horario porque varias fanáticas ya estaban en el sitio, me alisté como si estuviera apunto de ir a una cita al aire libre y con un clima espectacular. 

Un jeans claro desajustado en la cintura para dar la sensación de una cintura pequeña, un top negro y una chaqueta también de la misma tela que mi pantalón.

Con mis converse listas y mi pequeña mochila colgada en mi hombro me mire al espejo mirándome para ver si todo estaba en su sitio. Me sonreí a mi misma al ver mi fleco castaño desaliñado que no tardé en acomodar con mis dedos.

Deje las hondas naturales en el pelo y con bastante maquillaje pero sin cruzar la línea de lo básico como para estar presentable, tomé mi móvil y me saqué una foto frente al espejo.

—¿A dónde vas?—se ríe Gaby al verme tan de buen humor.

—Resulta que mi yo adolescente es muy fan de ml actor que mencionaste así que iré a verlo—me doy la vuelta y le doy la mejor sonrisa de todas—. Nunca lo he visto en persona así que voy a ver si puedo entrar a la entrevista.

—¿Y llevas dinero?

Mi sonrisa se desdibuja. Abro la cremallera de mi bolso y veo que solo hay para el taxi.

—¿Cobran por entrar?—la desilusión se nota en mi voz.

Gaby menea la cabeza como diciendo “hay que cabezota”, se sienta en la cama y abre el cajón de la mesa de luz. Saca un par de billetes y yo ya me pongo histérica.

—Ay no Gaby no es necesario—insisto apenas pretende dármelos—. De verdad tengo. No te preocupes. En serio.

—No lo hago por ti. Lo hago por la niña que quiere ir a ver a su artista favorito y no tiene dinero—se pone de pie, insistente con una sonrisa agradable.

Aprieto los labios. Odio que me convenzan tan rápido. Tomo el dinero con mucha vergüenza.

—Prometo devolvértelo esta semana—me acerco a él y no sé por qué lo hago pero lo abrazo fugazmente rodeando con mis brazos su cuello y voy feliz hacia la puerta de salida de nuestra habitación—¡La pequeña Sky King está muy feliz!—le grito tras salir por los pasillos de la universidad.

Tras pasar por al lado de algunos estudiantes con paso apresurado, salude al recepcionista y varios conocidos. Incluso cuando me crucé a Valeria con su grupo de amigas también la saludé. Obviamente me miró de arriba a abajo pero estaba tan de buen humor que ni siquiera me afectó.

Y llegue finalmente a la calle más caótica de New York. Después de varios minutos largos, logré parar un taxi.

Kim allá voy.

KIM SEON HO.

—Necesitas estar presentable. Allá fuera hay tanta gente como no te das una idea. Si no le pones voluntad todo será un desastre—le dice su representante mientras lo maquillan de manera sutil.

Kim se miraba sentado a través del espejo fuertemente iluminado. Era una luz blanca que le causaba dolor de cabeza y no le gustaba en absoluto.

Estaba tan cansado. No por asistir a una conferencia para responder preguntas de sus fans. Sino, porque aquella misma mañana ya lo habían comprometido con Eun-ji.

No estaba feliz ni contento. Estaba tratando de procesarlo. Tenía veinticinco años, una carrera que iba en despegue y el simple hecho de no poder elegir con quién pasar el resto de su vida era doloroso y muy triste. Ni siquiera estaba buscando el amor.

—Listo señor—le dice una de las maquillistas tras dar el último retoque.

—Gracias—le responde él.

Kim tenía una voz tan potentemente masculina mezclada con lo pausado que ruborizaba a toda aquella que le dirigiera la palabra. Y otra vez llegó a esa conclusión cuando la chica se puso roja como un tomate mientras se resistía para no regalarle una dulce sonrisita.

—Tenemos que irnos—le dice su representante—. Cable a tierra a Kim.

—Ya. Ya lo sé—le responde, algo irritado mientras toma su chaqueta de cuero del respaldo de la silla y se la coloca.

El representante pretende acomodarle el cuello pero el chico da un paso hacia atrás, malhumorado.

—Que complicadas son las estrellas de cines a veces—el hombre pone los ojos en blanco.

Kim caminaba junto a él con aire serio y misterioso. Todo su ser era tranquilo, pero a la vez sabía cómo intimidar a la gente. Pasaba del metro ochenta y ocho y tenía un físico de infierno que no le había mostrado a ninguna mujer dos veces.

A que me refiero con esto. Kim sólo se acostaba solamente una vez con una mujer y chau, no la volvía a ver en su vida y las evitaba a toda costa para no tener segundas citas.

Las segundas citas le parecían innecesarias porque no le gustaba el romance, sólo distraerse una noche y nada más. Luego, cada quien para su casa.

Le gustaba enfocarse de lleno en su carrera. En pantalla representaba el amor ideal que toda mujer quería recibir, pero, fuera de ella, lo último en que pensaba era eso.

Kim amaba el dinero fácil, su profesión y era casi orgásmica la sensación de comprar cosas que a veces ni necesitaba sólo por el simple hecho de que podía tenerlas con todo el esfuerzo de su trabajo como actor.

Su padre era la cabeza de una agencia de inmobiliaria y quería que su hijo heredara lo que para él había llevado años de esfuerzos. Claramente a Kim no le interesaba nada de eso y no había día que no le recordara lo miserable que era ser un actor en estos tiempos y que poco a poco esa fama que tenia se apagaría.

Cosa que Kim tampoco permitiría.

Junto a su representante subieron las altas escaleras del escenario y entonces, de manera automática, el griterío de las fanáticas resonó contra todas las paredes, al borde de aturdirlo.

Y por primera vez en el día, el joven se sintió en casa y sonrió genuinamente a todas las personas que habían asistido a la conferencia de prensa para la presentación de su película protagónica: A través de tus ojos.

Los fans tienen carteles sosteniendo con orgulloso que llevan su nombre con un corazón, fotos suyas pegadas en otros trabajos y mensajes hermosos que llenan de orgullo a Kim.

Nunca podría acostumbrarse a esto. Es lo más hermoso que le ha sucedido en su vida.

SKY KING

—¡¡Señorita no puedo ir más rápido, hay un tráfico horrible!! —me grita por octava vez el taxista de pacotilla que se le ha olvidado nacer con buen humor.

Me hundo en el asiento, cruzándome de brazos mientras miro el caos que hay en el tránsito. Mala idea salir hoy. Pero Kim lo vale. Madre mía, no puedo creer que por esta cantidad de coches estoy por perderme la única oportunidad de verlo en persona y que no sea a través de una pantalla.

—¿Sabe qué? Mejor me iré caminando, total no está demasiado lejos —le anuncio, buscando los billetes en mi cartera y dándoselos.

Me mira con mala cara cuando me los quita de la mano como una m*****a piraña.

Salgo del auto y empiezo a correr. La niña fanática de Kim estaría orgullosa de mí al verme tan desesperada por llegar a esa entrevista.

Ni siquiera sé dónde voy, sólo sé que es en una de las salas del museo que hay frente a uno de los parques del centro así que me dirijo allí con una sonrisa plantada de oreja a oreja.

Hasta que finalmente llego y veo que ya no hay colas y colas en medio de la acera para entrar y que la puerta está cerrada y custodiada por dos personas enormes.

—Ay no, llegué tarde —musito en voz alta, sintiendo como el aire de mis pulmones se marcha, golpeada por lo que veo.

Subo las altas e infinitas escaleras del museo hasta que finalmente llego ante los hombres de seguridad.

—¿Me dejarían pasar si les entrego un par de billetes como muestra de agradecimiento? —les sonrío intentando poner la mejor cara de niña bonita.

Uno de ellos me mira mientras el otro sigue con la vista al frente.

—Lo siento señorita, la conferencia ya ha empezado y no se permite el paso a nadie más.

—Pero...

—Lo siento. No se puede —se lamenta.

Mis hombros bajan, desanimada. Aprieto los labios intentando saber dónde puedo entrar por el sitio sin que nadie se entere.

Finjo que me voy, pero lo que hago es rodear el museo para ver si hay alguna ventana abierta. Lamentablemente llego a un callejón horrible en donde más me meto más oscuro se vuelve y huele fuertemente a basura tan podrida que me pregunto cuándo fue la última vez que pasó el camión de residuos.

Hay una puerta en el fondo y me pregunto por dónde ira.

Dudo si lo que estoy haciendo está bien.

—Si voy presa será por tu culpa Kim —y con mis últimas palabras abro la puerta y para mi sorpresa, esta está abierta.

KIM SEON HO.

—... ¿Podemos saber quién ronda en el corazón de Kim Seon Ho? —le pregunta una de las fanáticas cuando le toca hablar a través del micrófono.

Una ola “ohhhh” de parte de todo el público y de sus colegas protagónicos que comparten con él la mesa se produce, causándole algo de timidez.

El joven se toma su tiempo para responder hasta que encuentra las palabras correctas.

—El amor para mí aún es una incógnita. Incluso sabe mejor cuando no es planeado —le responde con los labios pegados al micrófono que tiene en la mesa —. Así que aún nadie habita en mi corazón.

—¡Yo quiero vivir en él! —grita alguien desde el público y la sala se parte de la risa.

Incluso Kim, ante esa ingenuidad.

SKY KING

No sé dónde demonios me he metido pero lo que sí sé es que estoy caminando por un largo pasillo que está completamente en silencio, tiene paredes blancas y puertas del mismo color que incluso cuesta un poco diferenciar el una de la otra.

Sólo estoy deseando que no hayan mandado a alguien de seguridad si es que este sitio tiene cámaras de seguridad.

Mientras más camino, más miedo tengo de que me descubran. Hasta que entro en pánico en cuanto escucho pasos aproximándose hacia mí a través de un pasillo que queda doblando este.

—Mierda, m****a, m****a —susurro mientras busco destrabar alguna puerta, pero ninguna abre.

La primera, la del callejón fue una muestra de la poca suerte que tengo.

Los pasos se oyen cada vez más fuerte y me encuentro perdidamente en un lio.

Me congelo en el lugar cuanto veo quien se aproxima y viene hacia mí con una seguridad envidiable.

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