Capítulo 5

Los grillos comenzaban a hacer su aparición en aquella oscura puesta de sol. El ruido de los mismos indicaba que la noche estaba llegando y Ethan ya no podría pasearse por toda la casa como lo estaba haciendo desde que salió de la habitación de Connor.

Connor le daba algo de miedo, aún así no iba a permitir que lo supiera, claro que no iba a dejar que Connor lo tratara a su antojo, además, estaba claro que el castaño amaba intimidarlo, pero Ethan no era alguien fácil así que las cosas para Connor se iban a complicar, claramente.

Camino a paso lento hacia la habitación mientras miraba todo a su alrededor. No había mucho en aquel largo pasillo, algunos cuadros y relojes, nada más. Era bastante aburrido. Miró hacia el frente y pudo ver a alguna que otra chica ir y venir, se vieron bastante lindas. Seguramente también habían sido elegidos para acompañar a algún Alfa a aquella reunión del consejo, estaba seguro de ello.

Suspiró y abrió la puerta de la habitación asomando su cabeza antes de entrar. No pudo ver nada así que se adentró sin más mientras cerraba la puerta detrás de él. Connor le había dado hasta las ocho, eran las siete y cincuenta y cinco minutos, por suerte no había señales del castaño, seguramente si lo vio ahí, sin haber cambiado aún, iba a regañarlo y Ethan no quería que volviera a verlo vulnerable.

—¿Dónde estabas m****a?

Se sobresaltó un poco y se giró para encontrarse con un Connor mojado y molesto, con el ceño fruncido y su cabello goteando agua. Tenía una toalla ceñida a su cintura y en una de sus manos un traje azul.

—Estaba en el jardín.

Su tono de voz habia salido demasiado relajado y despreocupado para tratarse de el. Pero no le importó, Connor no debió verlo tan impotente como en la mañana, Ethan no era así y Connor no iba a convertirlo en alguien sumiso cuando nunca en su vida lo había sido.

—¿En serio? Me parece perfecto que quieras conocer la casa, pero te impuso un horario, Ethan.

—Si mal no recuerdo, Connor, me dijiste hasta las ocho y, si ese reloj en la pared no miente, aún no son las ocho.

Sonrió triunfante mientras caminaba hacia el pequeño sillón que había en la habitación, en él se encontró un traje negro que Isabella antes le había dicho que había apartado para él. Comenzó a quitarse el abrigo hasta que sintió una presencia detrás de él y un aliento chocar contra su oído violentamente.

—Pequeño insolente, el reloj está atrasado, son las ocho y quince minutos.

Su sangre se heló y él se quedó estático en su lugar mientras no sabía qué hacer. Tragó saliva algo duro y tembló un poco mientras sentía que Connor respiraba en su oído, erizando su piel.

—Yo... creí que estaba un tiempo.

—Bueno, deberías haber sido más inteligente. Ese tipo de comportamiento es bastante inadecuado para un Omega de mi propiedad.

Sintió cómo el castaño de repente se alejaba de él. El calor que le habia proporcionado por aquellos escasos minutos ya se habia desvanecido, lo necesitaba cerca otra vez.

Suspiró y comenzó a desvestirse para poder colocarse el traje. Primero la camisa blanca. Le quedó bien, era de su talle y se ceñía perfectamente a su cuerpo. Se giró un poco para poder ver a Connor de reojo y pudo notar que tenía puesto un pantalón azul y su torso estaba descubierto.

Podía asegurar en ese mismo instante que lo que acababa de presenciar era la obra de arte más hermosa sobre toda la tierra. Connor parecía irreal, era increíble que alguien como él existiera. En ese momento se cruzó por su cabeza el preguntarse si el chico había pensado en modelar, le sentaría muy bien.

—¿Qué tanto miras, pequeño insolente?

—Nada.

Giró rápidamente la cabeza y se colocó el pantalón negro de su traje. Se sintió cómodo y lindo, le gustó lo que Isabella había elegido para él, en cuanto la viera iba a agradecerle y felicitarla por su buen gusto.

Se colocaron unos zapatos negros que estaban a los pies de la cama y después el saco. Se miró al espejo y sonrió. Estaba bien, bueno, mucho más que bien.

—¿Eres algo egocéntrico o es solo mi pensamiento, pequeño?

—No lo soy, solo admiro la belleza que en este momento poseo. Este tipo de cosas no suceden seguido.

—Vamos.

—Aún no quiero, debo peinarme un poco.

—Dije; vamos.

La voz de Connor a veces sonaba demasiado demandante para su gusto. No era como si él respondiera a sus órdenes porque quería, simplemente no podía rechazarlas, Connor no le daba otra opción y él se veía obligado a obedecerle.

Salieron de ahí y Connor tomó de la mano al moreno ya que éste cada tanto se detenía a mirar los cuadros que había en el pasillo, como si no los hubiera visto antes, aunque el castaño era consciente de que solo lo hacía para retrasarlo y que llegara tarde a la reunion, pero claro que era mucho mas inteligente que eso.

—Connor, llegas tarde.

Al entrar en una gran habitación llena de Alfas alrededor de una mesa con Omegas en sus regazos, uno de ellos, el que vio más viejo, le habló a Connor con seriedad.

—No ustedes, llegaron muy temprano.

—Tienes ya veintidós años, Connor, ¿no crees que ya es hora de que empieces a adoptar un comportamiento más maduro para tu edad?

—Soy incluso más maduro que los idiotas que tienes de amigos, padre, así que te recomiendo que no vengas a hablar de mi madurez, gracias.

El castaño se adentró en la habitación tirando de Ethan mientras lo tomaba de la mano para dirigirlo a la enorme mesa. Tomó asiento en una silla y después miró al moreno para señalar su regazo. El silencio había terminado y ahora entre los Alfas podrían oírse conversaciones de distinta índole.

—Vamos, Ethan, siéntate.

—No voy a sentarme en tu regazo, ¿por quién me tomas?

—No te di a elegir, te dije que te sientes.

—No, es incómodo sentarse en el regazo de la gente, quiero una silla.

—No hay sillas para Omegas, Ethan, es un consejo de Alfas. Siéntate, ahora.

—Prefiero quedarme parado.

El moreno se cruzó de brazos dando un paso atrás para poder alejarse un poco de Connor y lo miró desde su lugar triunfante. La mirada del castaño acababa de asesinarlo de mil maneras distintas, tenía ganas de ir hasta donde estaba y gritarle que se sentara en su regazo, pero eso llamaría la atención de todos ahí y eso era algo que Connor no quería en aquel preciso momento.

—Así que, hijo, trajiste al Omega transformado aunque claramente se te dijo que no.

—Eso es exactamente lo que hice, me parece bueno que lo notaras.

—¿Y para que lo ha transmitido si te observa desde otro lugar de la habitación y no es capaz de hacerte compañía? Parece algo necesario, hubiera venido solo.

—No debo estar pegado a él en todo momento.

Una voz ajena a la conversación hizo presencia y todos los presentes giraron su mirada para clavarla en el Omega que había cometido tal insolencia como para haberle respondido a un Alfa de aquella forma.

—Ethan.

La voz de Connor cambió totalmente a una que el moreno nunca antes había oído. Se estremeció en su lugar y bajó la mirada intuitivamente mientras sentía que aún todos lo observaban con algo de desprecio.

—Ven aquí.

Otra vez ese tono de voz demandante que tanto odiaba, cada vez que lo utilizaba no tenía más opción que obedecer y aún no entendía bien por qué. No quería hacer todo lo que Connor le ordenara, Ethan era alguien que podía tomar decisiones por cuenta propia y no tenía por qué seguir órdenes.

Sin más opción comenzó a caminar hacia donde se encontraba el Alfa aún mientras miraba el suelo algo avergonzado. Tampoco entendía bien por qué, pero en aquel momento se sintió un idiota por haberle respondido de aquella forma al padre de Connor, parecía que no era del todo correcto tener ese tipo de actitudes.

—Siéntate.

Tragó saliva algo duro y se sentó en el regazo de Connor mientras jugaba con sus manos sintiendo el nerviosismo comenzar a recorrer su cuerpo como si se tratara de pequeñas hormigas caminando sobre su piel.

—Continuemos.

Luego de aquello, el silencio se disipó y los presentes comenzaron a hablar entre ellos nuevamente. Connor se encontraba mirando al frente y oyendo de lo que hablaban buscando meterse en alguna conversación, aún la reunión no empezaba ya que Harold no había llegado.

Ethan miró a Connor de reojo con algo de miedo. Se asustó por cómo había actuado anteriormente, sus manos le temblaban un poco y sintió a su corazón a punto de estallar, definitivamente no iba a volver a actuar de aquella forma.

El castaño sintió la mirada del moreno sobre él pero aún así puede haber su ceño fruncido y miró hacia el frente. Ni siquiera lo tocaba, sus manos estaban sobre la mesa, el único contacto que estaban teniendo en aquel momento era el del trasero de Ethan en el regazo de Connor, más de eso no. Sabía que Ethan estaba nervioso, lo sentía temblar demasiado sobre él, pero no iba a darle con el gusto, merecía estar ahí de esa forma por su insolencia, aunque no le sorprendía, Ethan se vio como ese tipo de personas desde el día en que lo habia visto por primera vez.

—Bueno, ahora que el señor Morris ha decidido hacer aparición, podemos comenzar a tratar temas de la manada.

El padre de Connor fue quien empezó a hablar. Primero dijo algo de un acuerdo de paz que Ethan no entendió en lo absoluto. Luego de eso, un hombre habló sobre un contrato que estaba relacionado al acuerdo de paz. Sinceramente aquello no le interesó en lo más mínimo, solo estaba ahí por Connor, nada más.

—Siguiente tema; el futuro jefe de la manada.

Al oír aquello, no pudo evitar levantar la mirada y buscar con sus ojos ámbar a quien acababa de decir eso, no sabía por qué lo había hecho, solo fue parte de su instinto.

—Baja la mirada.

Oyó el aliento de Connor chocar contra su oído y rápidamente sus ojos volaron al suelo otra vez, algo asustado.

—Bien, ¿alguien quiere empezar con su debate?

—Yo.

Un hombre de voz bastante grave comenzó a hablar. Ethan no podía verlo pero sí oírlo y estaba más que atento a todo lo que decía.

—Quiero quejarme, no solo por mí, con respecto al acuerdo. No consideramos que Connor Morris, hijo de Arthur Morris, nuestro actual jefe, sea digno de dicho cargo.

—Es lo que un idiota envidioso pensaría, no te culpo, si fuera tú también quisiera estar en mi lugar.

La voz de Connor hizo presencia en la conversación y Ethan no pudo evitar sonreír de lado. Connor era tan rebelde que quizás le gustó un poco el hecho de estar ahí. Era divertido oír aquello.

—¡Connor!

El tal Arthur levantó la voz y el castaño se encogió de hombros.

—Su rebeldía podría jugarnos en contra en un futuro, es irresponsable e insolente, cree que nuestro próximo jefe debe ser más como usted, Arthur, por lo que cree que deberá decidirse en un encuentro quién será digno de obtener el lugar de jefe, más no creemos que Connor Morris consiga la victoria, por eso esperamos que acepte nuestra petición para poder demostrarle que esta manada, la Bron Ganje, merece un jefe digno del puesto.

—Yo soy más digno que cualquiera, el hecho de que imbéciles como tú, piensen lo contrario, es porque simplemente envidian lo que no pueden tener, no están de acuerdo con que alguien tan joven pueda asumir un puesto tan importante. Bueno, señor Cedric, déjeme decirle que mi edad no define mi capacidad y que yo, soy más digno que usted, que incluso es uno de los miembros más viejos de la manada, de obtener ese puesto.

—Suficiente.

Arthur cortó aquella conversación y después soltó un suspiro.

—Me cuesta tener que admitir que lo que dice Cedric es cierto, aunque se trate de mi propio hijo, debo darle la razón. Es por eso que tú petición será aprobada y llevada a cabo. En exactamente un mes se llevará a cabo un encuentro entre mi hijo y quien sea considerado digno de este puesto de jefe. El ganador obtendrá el puesto como el futuro jefe de la Bron Ganje.

—Gracias, Arthur.

—Siguiente tema.

Ethan miró de reojo a Connor y pudo verlo con el ceño fruncido y sus ojos brillando con furia. Estaba muy molesto.

—Ese lugar es mío.

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